29 de diciembre de 2011

LOS PRIMEROS QUE PENSARON EN TRAER A ROSAS AL PAÍS (1954)

Afiche original que promocionaba, en 1954, el primer intento para traer a Rosas a la patria.

Mi antecesor en el cargo, el Sr. Federico Gastón Addisi, hace una correcta mención en su obra San Martín-Rosas-Perón. Un homenaje a Fermín Chávez respecto del primer intento por repatriar los restos de Juan Manuel de Rosas. Transcribiendo un fragmento de una obra de Diana Quattrocchi – Woisson, dice: “Finalmente, bajo el ojo aparentemente benévolo del gobierno, se crea en junio de 1954 una “Organización popular por la repatriación de los restos del General Rosas”, presidida por José María Rosa y Ernesto Palacio, que lanza una enérgica campaña para obtener la adhesión de “todos los argentinos” y que será sostenida por la prensa peronista”. (Página 19, de la obra citada).

En virtud, este primer antecedente nos hace pensar, a las claras, que nadie más que los pensadores del revisionismo histórico, han tenido la patriótica lucidez de pensar primero en la figura del Restaurador y de dar el puntapié inicial para resaltar todo lo que vino más tarde: declaración del Día de la Soberanía Nacional (1973), la efectiva repatriación de los restos de Rosas (1989) y la imposición del Feriado Nacional para el 20 de noviembre (2010). Pero dejemos estas cuestiones para otro momento.

Aquí, queremos dejar testimonio de los cargos y los nombres de los que formaron parte de esa primera comisión directiva que en 1954 tuvo las agallas de crear la Organización Popular por la Repatriación de los Restos de Rosas. Para ello, me valgo de un afiche original de dicha entidad, el cual forma parte de mi archivo personal gracias a la atención que tuvo la señora Estela Gastiazoro (q.e.p.d.), viuda del ex secretario general de Asuntos Históricos de la Alianza Libertadora Nacionalista, Jorge Montiel Belmonte, quien me lo obsequió hace unos años.

Sabemos que esa primera organización pro repatriación tenía una oficina en la calle Perú 359, en Buenos Aires, aunque su sede central estaba en La Plata (entonces denominada “Ciudad Eva Perón”), en Calle 7 N° 1082.

Para la época, resulta interesante el enorme número de distinguidos pensadores, historiadores, dirigentes políticos y hombres de la cultura en general que adhirieron a esta cruzada que clamaba la devolución de los despojos del Ilustre Restaurador de las Leyes desde la lejana Inglaterra. Veamos quiénes formaron parte de la Organización Popular por la Repatriación de los restos de Rosas”. Y para todos ellos, vaya este humilde recuerdo:


Consejo Plenario Nacional: Presidente: José María Rosa.

Vice 1°: Ernesto Palacio.

Vice 2°: Ricardo Font Ezcurra.

Secretario General: Bartolomé Amato.

Vocales: Carlos Ibarguren, Ricardo Caballero, Manuel Gálvez, Alfredo Tarruella, Federico Ibarguren, Hugo Marcone, Luis M. Soler Cañas, Alberto Contreras, Julio Torres, Elías Giménez Vega, Fernando García Della Costa, Ramón Doll, Héctor Llambías, David Uriburu, Alberto Ezcurra Medrano, Juan Pablo Oliver, Hipólito Pouyssegur, Carlos Steffens Soler, Oscar R. Suárez Caviglia, John W. Cooke, Lucio Moreno Quintana, Fermín Chávez y Jaime Gálvez.

Filial Capital Federal: Presidente: Alberto Vacarezza.

Secretario General: Alberto Contreras.

Secretarios Adjuntos: Jorge Perrone, José Luis Muñoz Azpiri (padre) y Manuel García.

Secretario de Actas: Marcelo Barros.

Secretario de Coordinación y Enlaces: Enrique M. Mayochi.

Secretario de Organización: César Enrique Aranguren.

Secretario de Cultura Histórica: Vicente Sierra.

Secretarios de Acción Pública: Rodolfo J. Urtubey, José Luis Cora y Hellmuth Von Engels.

Secretario de Hacienda: Emilio Spinelli.

Prosecretario de Hacienda: Armando Tonelli.

Secretarios de Prensa: Raúl Roux, Eduardo S. Castilla, Alfonso Ferrari Amores, Tomás de Lara, Baldomero Lamela Pérez, Luis Ortiz Behety, Raúl de Ezeiza, Eros Nicolás Siri, José M. Castiñeira de Dios, Guillermo Segunda Goyena y Carlos Muñoz Wright.

Vocales: Guillermo House, Juan Alfonso Carrizo, Diego Luis Molinari, Ignacio B. Anzoátegui, Homero M. Guglialmini, Josué Teófilo Wilkes, Alfredo Ortiz de Rozas, Samuel W. Medrano, Julio Campos, Ludovico Vitta, Enrique L. Kleinert, Virgilio Sordelli, Enrique Pavón Pereyra, Ariel Fernández Dirube, Enrique Guerrero, Jorge María Ramallo, Horacio E. Bordo, Fernando N. A. Cuevillas, Guillermo Laserre Mármol y Jorge F. Montiel Belmonte.

Para redondear esta nota vindicativa de todas esas personalidades que se animaron a pedir por los restos de Juan Manuel de Rosas por primera vez en la historia argentina, me permito trascribir una sentencia que define, de modo cabal, el espíritu que empujó a aquellos hombres que empezaron y forjaron el camino para que hoy, en la bóveda de la familia Ortiz de Rozas, descanse el Restaurador junto a los suyos. La extraigo de otro tipo de propaganda que poseo de la organización formada en 1954, y dice así: “Por eso, nosotros, los hombres de hoy, que valoramos el pasado de la Patria y luchamos por su grandeza en las múltiples tareas cotidianas, nos dirigimos al PUEBLO, instituciones y autoridades, con el fin de concretar la repatriación de los restos mortales del Ilustre Restaurador de las Leyes, Brigadier General Don JUAN MANUEL DE ROSAS e invitamos a todos los argentinos que desinteresadamente, sin pasionismos, deseen colaborar en la concreción de tan noble, patriótica y justiciera finalidad”.

Varias décadas tuvieron que transcurrir para que el deseo de ese puntal de honra y dignidad se concretara. La reivindicación del Federalismo y sus hombres –de eso se trata- tiene un largo historial que muchas veces es perversa y manifiestamente olvidado, por eso nacen, al presente, tantos falsos “federalistas” que se creen vanguardistas irreverentes que no miran las acciones del pasado. Por suerte, y gracias a Dios, los documentos están.

Gabriel O. Turone

26 de diciembre de 2011

BREVE HISTORIA DEL BARRIO PORTEÑO DE CABALLITO


El 15 de febrero del año 1821 el inmigrante genovés Nicolás Vila adquirió una manzana comprendida por las calles Avenida Rivadavia, Emilio Mitre, Avenida Juan Bautista Alberdi y Víctor Martínez. En ese predio edificó una casa de cuatro habitaciones, destinando una de ellas a una pulpería (que era el nombre que se conocía en ese entonces los bares actuales). En la puerta del local, Vila colocó un mástil con una veleta de latón que contenía la figura de un caballo.


La pulpería se encontraba a las orillas de lo que era el Antiguo Camino Real, actualmente conocida como la Avenida Rivadavia, en su cruce con “El Camino del Polvorín”, actualmente calle Emilio Mitre. La pulpería poseía una veleta con la silueta de un caballo, de allí que se hiciera famoso como “La Pulpería del Caballito”, que dio nombre al barrio. En la actualidad se puede observar la veleta original en el Museo Histórico de Luján. La veleta que hoy se puede ver en la Plazoleta Primera junta fue realizada por el escultor argentino Luis Perlotti a mediados de la década del siglo XX y concluida luego de su muerte, por el escultor Juan Carlos Ferraro. Se emplazó en el sitio actual el 3 de noviembre de 1969.


Caballito se encuentra en el centro geográfico de la ciudad de Buenos Aires, comprendido por las avenidas Juan B. Justo, San Martín, Ángel Gallardo, Río de Janeiro, avenida La Plata, Avenida Directorio, Curapaligüe y Teniente general Donato Álvarez. Limita con los barrios de Boedo y Almagro al este, Villa Crespo al Norte, Parque Chacabuco al sur y Flores y Villa Mitre al oeste.


Es una de las zonas comerciales más importantes de la Ciudad y segunda más densamente poblada luego de Recoleta, (que escribiré un artículo sobre ella más adelante). Hubieron diversos problemas en los servicios y protestas vecinales por la construcción desmesurada de torres que se han construido en el barrio en los últimos años.


También se encuentran puntos de interés como el “Barrio Inglés”, de hermosa edificación de estilo británica, realizadas en los fines del siglo XIX y principios del XX. El Club Ferrocarril Oeste, el Parque Rivadavia (ex Quinta Lezica), el Parque Centenario, el tranway histórico de Buenos Aires, de la Asociación Amigos del Tranvía, el antiguo Mercado del Progreso, el Club Italiano y el Club Portugués, la Iglesia de la Virgen de Caacupé -orden de monjas irlandesas-, la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos aires, en la calle Puán al 480, que se emplaza en el edificio de una antigua fábrica de cigarrillos; en José María Moreno y Pedro Goyena se encuentra el edificio del Depósito de Gravitación del barrio de Caballito, un depósito de agua, reliquia arquitectónica con 100 años de antigüedad, destinada a almacenar y distribuir el agua a todo el barrio por ser el lugar más alto de la zona. En avenida La Plata y avenida Directorio se encuentra el Colegio y la Iglesia San José de Calasanz, enorme edificio antiguo, con más de 100 años en el barrio.



Por Javier Molina Salas




Fuentes consultadas:

  • Archivo General de la Nación
  • Asociación Amigos de Caballito
  • Diario “La Nación
  • Diario “La Prensa

24 de diciembre de 2011

SEMEJANZA ENTRE ROSAS Y WASHINGTON, SEGUN PEDRO DE ANGELIS (1843)


El napolitano y, considerado por muchos, ‘proto-revisionista’ de nuestra historia patria, hablamos de don Pedro De Angelis, redactó unas raras consideraciones en el periódico que editaba, “El Archivo Americano”, del 8 de julio de 1843, en donde se encargó de trazar algunas semejanzas entre Juan Manuel de Roass y el prócer máximo de los Estados Unidos, George Washington.

Bajo el simple título de “Washington y Rosas”, esto dejaba consignado De Angelis en la fecha referida:

“Mr. De Chateaubriand, entre los incidentes de su primera peregrinación, cuando los desmanes de la revolución francesa lo obligaron a abandonar sus hogares, se complace en recordar su entrevista con el General Washington en su propia morada. “Cuando fui a llevarle mi carta de recomendación, dice el elocuente autor de los Mártires, encontré la simplicidad de un viejo Romano. Una casita a la moda inglesa, semejante a las adyacentes, era el palacio del Presidente de los Estados Unidos. No había guardias, ni aún criados. Toqué la puerta, una sirvienta la abrió. Le pregunté si el general estaba en casa. Me contestó que sí. Le dije que tenía que entregarle una carta. Me preguntó mi nombre: era difícil pronunciarlo en inglés, y no pudo efectuarlo. Entonces me dijo con dulzura: Walk in, Sir (entre Ud.), etc.”

“Cualquiera que haya visitado al General Rosas lo reconocerá en estos rasgos de la vida doméstica del ilustre fundador de la Confederación Norte Americana. En la cumbre del poder, rodeado de un pueblo agradecido y ansioso de tributarle homenaje, el Gobernador de Buenos Aires los ha siempre desechado con el mismo tesón que otros ponían en solicitarlos. Sin guardias, como Washington, sin ninguna insignia del mando, en traje sencillo de miliciano: afable y cortés para todos, lo hemos visto algunas veces presidir la mesa de su quinta, y ofrecer indistintamente asiento a los que iban a visitarle. La etiqueta de esas reuniones era una completa libertad, y la más íntima confianza. Los ciudadanos, los extranjeros, los empleados de la administración, los de sus propias oficinas, podían hasta comer con el sombrero puesto delante de él, si les agradaba. El hombre poderoso, el gran ciudadano, el Jefe Supremo de la República, se despojaba de toda autoridad, sin conservar mas que su prestigio, lo único que no le era posible abdicar, y que bastaba a granjearle veneración y respeto.

“Estos hábitos son característicos en el General Rosas, para quién lo más violento no es bajar al nivel de los conciudadanos, sino permanecer en la altura a que lo han elevado.

“Vino al mando, arrastrado por los reclamos de la opinión pública, y la fuerza de los acontecimientos. Solicitó varias veces, y con empeño, su dimisión; y si no insistió más, fue porque ya no era permitido abandonar el timón del Estado en los días de tormenta.

“Pero si se ha resignado a continuar al frente de los negocios, se ha desprendido de todas las distinciones que le habían sido tributadas, sin excluir siquiera el renombre de Restaurador de las Leyes, único galardón de tantos esclarecidos servicios, y que en las lances gloriosos de la Patria, los enemigos oían invocar con terror, y los amigos vitoreaban con entusiasmo.

“En su larga carrera pública, el General Rosas en un solo punto ha estado en disidencia con el voto de sus compatriotas: cuando mayor ha sido el empeño que se ha puesto en elevarlo, tanto más tenaz ha sido su resistencia en no salir de las condiciones comunes a los demás Argentinos. Lo que más halaga a los hombres, lo que más solicitan aún los que no están poseídos de pasiones sórdidas, ni de sentimientos ambiciosos, todo ha sido resistido por el General Rosas. Grados, empleos, títulos, honores, presentes, nada ha querido, para no faltar (según él mismo expresa) a los principios republicanos que ha profesado en toda su vida pública! Así hablaban los Cantones y los Cincinatos, y hay que retrogradar hasta los tiempos antiguos para hallar ejemplos análogos de tan heroico desprendimiento.

“Nos falta agregar un rasgo más. El General Rosas tuvo la desgracia de perder en el lapso de pocos meses a su anciano y respetable padre, y a su muy querida y apreciable esposa Doña Encarnación Ezcurra de Rosas. La H. Sala de la Providencia ordenó que los restos de ambos fuesen llevados con pompa a su última morada. Esta vez faltó el ánimo del General Rosas para oponerse a las lisonjeras demostraciones de aprecio. El sentimiento de piedad filial, y el recuerdo de la felicidad doméstica de que por tantos años había disfrutado en el consorcio de su virtuosa y amable compañera, acallaron los gritos de su corazón republicano, y penetrado del más profundo agradecimiento, admitió los honores que la benevolencia pública le había decretado a los objetos de su cariño y respeto.”


Fuente:

- De Angelis, Pedro. "Acusación y Defensa de Rosas", Editorial "La Facultad", Buenos Aires, 1946.

17 de diciembre de 2011

JORNADA DE CINE-DEBATE DE JOVENES REVISIONISTAS: "YO MATE A FACUNDO" (1975)

Una escena de la Jornada de Cine-Debate sobre Juan Facundo Quiroga y la Carta de la Hacienda de Figueroa, escrita por Rosas al Tigre de los Llanos el 20 de diciembre de 1834.



El viernes 16 de diciembre, Jóvenes Revisionistas terminó sus actividades culturales por este año 2011, proyectando la película “Yo Maté a Facundo”, cuyo protagonista principal era Federico Luppi (hace de Santos Pérez). Este film se estrenó en mayo de 1975 y estuvo dirigida por el gran Hugo del Carril.

El énfasis está puesto en las semanas previas al asesinato del general Juan Facundo Quiroga y en la azarosa existencia de su vil matador, el gaucho Santos Pérez, miliciano que hasta antes de su crimen había reportado en las filas del federal Juan Bautista Bustos, y luego en las del santafecino Estanislao López. Tal es así, que se recuerda su participación en la campaña para captura o matar al “manco” Paz en Córdoba, hacia 1831.

Con una actuación memorable de Luppi, Santos Pérez refleja a un gaucho inocentón que es incentivado por sus amigos, los hermanos Reynafé, hechos con el poder cordobés tras el derribo de Paz, para que mande matar al Tigre de los Llanos. Éste, convertido en la mano derecha de Juan Manuel de Rosas en el noroeste argentino para imponer la Federación, debe efectuar un viaje para pacificar las provincias de Salta, Jujuy (en plena rebeldía y estado de escisión) y Tucumán, a finales de 1834, pasando por el viejo camino de postas que lo conducirá, primeramente, a Santiago del Estero. Tanto a la ida como a la vuelta de su viaje en galera, Quiroga tenía que pisar el hostil territorio cordobés, y aprovechando esta circunstancia es que se organiza su crimen.

Santos Pérez fue, como bien lo manifiesta la película, la figura escogida para provocar la fractura del federalismo y permitirle a los unitarios su vuelta al poder. La eliminación del blanco elegido, Facundo Quiroga, se creía podía llevar a buen término ambos propósitos. A su vez, despertaba cierto recelo en otros caudillos del interior, como Estanislao López, a quien se lo menciona como conspirando, brevemente, en el diálogo que Rosas y Quiroga mantuvieron en la Hacienda de Figueroa el 19 de diciembre de 1834, cuando intercambiaban opiniones respecto al futuro del país. Una vieja reyerta mantenía enfrentados al riojano y López: el caballo moro que éste no le devolvió jamás a aquél cuando fue recuperado de las fuerzas del “manco” Paz en Córdoba. Pero, además, Estanislao López tenía un ministro de Gobierno que luego se demostró era traidor: Domingo Cullen, amigo, a su vez, de los Reynafé.

CAPITAN DE MILICIAS Y MUERTE

Aunque en el film aparece revestido por Francisco Reynafé como “Capitán de Milicias de Tulumba”, lo cierto es que Santos Pérez habitaba en Portezuelo. Este grado envalentona a Pérez quien, ya para ese entonces, tenía un buen grupo de gauchos que le seguían. Su principal aliado era uno llamado Junco.

Afiche original de la película dirigida por el cantante de tangos y peronista don Hugo del Carril. Una joya de nuestro cine nacional que está olvidada.


Con chaquetilla militar, gorro y sable, el capitán Santos Pérez fue encomendado –como se ha dicho- para matar a Facundo Quiroga. Al mismo tiempo, vemos que el asesino se enamora perdidamente de la “Gringa”, hija de un hombre llamado Fidel Yofre, el cual tenía unas quintas en la zona por donde andaba Pérez. Ella y su padre simpatizaban con los federales.

También en “Yo Maté a Facundo”, queda bien expuesta la valiente porfía de Quiroga, que no acepta custodia de parte de su amigo el caudillo santiagueño Juan Felipe Ibarra, cuyas tierras fueron las últimas que visitó el riojano antes de emprender el viaje de retorno para Buenos Aires, donde encontrará la muerte.

El “¡Carguen, nomás!” que grita Santos Pérez a sus caballerías, y el galope consiguiente para salir al paso de la galera que transportaba a Quiroga y al general secretario José Santos Ortiz, dan alta emotividad a un momento clave en la historia argentina del siglo XIX.

Luego de la ultimación del general riojano y su comitiva, el capitán Pérez sabe que ahora vendrán por él, más allá de las recompensas que le hacen los Reynafé por el servicio prestado. Un buen día, Junco ve como huyen éstos a matacaballo de la provincia, quedando Santos Pérez a la buena de Dios: habían cambiado los tiempos.

Los últimos minutos de la película dejan ver a partidas de milicianos federales que ante el gauchaje leen proclamas pidiendo por los asesinos del general Facundo Quiroga, y de todo aquel que colabore con los mismos. Una tarde de pulpería, en donde Santos Pérez despuntaba unas ginebras, entiende que los federales ya vienen tras él. Así se lo comunica Junco. Y efectivamente, tres hombres uniformados, ungidos con cintillos punzó, se trenzan en pelea con ambos a cuchillo limpio.

Santos Pérez gana el monte con el moro de Quiroga (esto, en los hechos, no fue tal, hay que agregar) y, totalmente ensangrentado, se refugia y piensa en el crimen que ha cometido. Exhausto, sucio y aturdido, el caballo guía a su infausto jinete al pueblo, en donde es apresado por las autoridades de la Confederación Argentina. Aquí también hay varias licencias de los autores de la película, que son respetables. En verdad, el capitán Pérez fue tomado durmiendo; cuando despertó, estaba rodeado de puñales y trabucos.

La película termina con su fusilamiento, el de la “Gringa” (por cómplice) y el del gaucho Junco, en un paredón de Tulumba. Como se sabe, Pérez fue ajusticiado y ahorcado en la plaza de la Victoria (actual plaza de Mayo) junto a dos de los 4 hermanos Reynafé: José Vicente y Guillermo.

Hay que rescatar –si se puede- que Santos Pérez pudo haberse escapado de Córdoba en momentos en que recuperaba el poder un gobierno federal. Sin embargo, fiel al destino que se había ganado, estaba decidido a morir peleando. Muy lejos, acaso, de lo que hicieron los poderosos Reynafé, quienes huyeron a toda prisa cuando el clima político variaba. En este caso, la conducta del capitán Santos Pérez fue un fiel reflejo de lo que la historia evidenció. Mal encaminado y convencido por los unitarios salvajes, el personaje encarnado por Luppi se quemó en su ley y no escapó a su destino.

LA TRASTIENDA

Jóvenes Revisionistas tuvo el inmenso privilegio de contar, entre el público asistente a la Jornada de Cine-Debate, con la presencia de Juan Domingo García Mellid, hijo de aquel eminente hombre del revisionismo histórico y del peronismo doctrinario, don Atilio García Mellid. Éste fue embajador argentino en Canadá durante el primer gobierno del teniente general Juan Perón, país en donde adoptó a su hijo Juan Domingo.

Fotografía en la que aparecen el presidente de Jóvenes Revisionistas, Gabriel Turone, junto a Juan Domingo García Mellid, primogénito de don Atilio García Mellid, prohombre del revisionismo histórico con cuyos libros muchos nos hemos formado para mejor comprender la realidad nacional. Un orgullo.


Por este noble gesto que tuvo en el acompañamiento, Jóvenes Revisionistas le obsequió un cintillo federal punzó y varios ejemplares del último número de nuestro Boletín “La Reconquista” (edición N° 18), de flamante aparición.

¡Muchas gracias, Juan Domingo García Mellid, por su visita al Instituto Nacional de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas”! Sepa que es su casa, lugar donde su padre fue directivo y académico en décadas pasadas.


Comisión Directiva

JOVENES REVISIONISTAS

9 de diciembre de 2011

LA CUARTA BATALLA DEL PASO DEL TONELERO (DICIEMBRE DE 1851)

Cintillo federal punzó mandado confeccionar en 1851, con motivo del traicionero "Pronunciamiento" de Urquiza. Se puede leer, en una de las leyendas, la siguiente: "MUERA EL LOCO TRAIDOR SALVAJE UNITARIO URQUIZA!".

Una de las localidades donde mayor cantidad de acciones bélicas se dieron en tiempos de la Santa Federación fue el Paso del Tonelero (actual Ramallo, provincia de Buenos Aires). La historiografía revisionista registró allí un total de cuatro batallas navales, agrupándolas en dos momentos bien diferenciados. Las tres primeras se libraron durante la Guerra del Paraná, en las siguientes efemérides: 9 de enero de 1846, 10 de febrero de 1846 y 6 de abril de ese mismo año. Aunque en algunos casos se trataron de cortas escaramuzas entre las tropas federales y la escuadra combinada anglo-francesa, el hecho de que esta última no lograra desembarcar en esas oportunidades en nuestras costas determinaría que, en último término, se trataron de triunfos argentinos.

La última de las acciones en el Tonelero –y que despierta nuestra curiosidad- se libró el 17 de diciembre de 1851, ya en un escenario bastante diferente del de años atrás. Era un estertor del vil “Pronunciamiento” del general Urquiza contra la autoridad legítima de Juan Manuel de Rosas. Por lo tanto, los bandos en pugna fueron los ejércitos de la Confederación Argentina versus la Escuadra Naval Imperial Brasileña, país que actuó como aliado principal en la coalición del entrerriano para consumar la traición.

En esta ocasión, las fuerzas criollas estuvieron compuestas por casi los mismos batallones y regimientos que pelearon en 1846. En la zona comprendida por el norte bonaerense y el sur de la provincia de Santa Fe operaba el Ejército del Norte de la Confederación Argentina, fuerza que estaba bajo el mando del general Lucio Norberto Mansilla. Tenía la custodia de las márgenes de los ríos Paraná y, en menor escala, el Uruguay, que se encontraba vigilado por las fuerzas del general Manuel Oribe.

Encontramos en el detalle de los cuerpos que participaron algunos nombres que se llenaron de gloria en la Vuelta de Obligado en 1845, como los efectivos del Batallón Patricios de San Nicolás, del Batallón del Departamento Norte y de la Escolta del General Mansilla. A su vez, la artillería argentina estaba pertrechada con 16 piezas, y había una batería de artillería ligera y un escuadrón de Caballería (el Numero 6). En total, la tropa llegaba a los 1500 hombres y su jefe era el general Mansilla.

La escuadra naval del Brasil, en cambio, tenía más poder de fuego aunque no tenía la experiencia militar de los federales. Su jefatura correspondía al contralmirante inglés Juan Pascual Grenfell, y se componía de 11 navíos que conducían a la primera división del Ejército Imperial en embarcaciones llevadas a remolque. También hubo cipayos que quisieron ver de cerca el ataque que le propinaban los brasileños a la Argentina: testigos privilegiados de la infamia fueron los oficiales Domingo Faustino Sarmiento, Bartolomé Mitre y Wenceslao Paunero. En el Tonelero, el total de buques de guerra utilizados fueron siete.

LA BATALLA

Las acciones dejaron para la posteridad varias dudas respecto de quién fue el vencedor del Paso del Tonelero en diciembre de 1851. A juzgar por la interpretación anterior, podríamos decir que fue un éxito de las armas patriotas, pues los brasileños no pudieron echar pie en las costas del Paraná, aunque sí forzaron el paso de sus naves hasta llegar al Río de la Plata, desde donde asediaron a Rosas durante la batalla de Caseros.

A las 12 del mediodía del 17 de diciembre, la artillería federal comenzó disparando “balas rojas” o proyectiles incendiarios de la época, lo cual fue contestado con un infernal cañoneo proveniente de los 60 cañones imperiales. Otro tanto, aportaron los fusileros brasileños que se hallaban en las bordas de las naves. De este modo, la batalla del Tonelero se prolongó 1 hora, hasta que las embarcaciones del Brasil pasaron “con pérdidas y averías insignificantes”, de acuerdo a Julio Alberto Lagos (General Don Hilario Lagos, 1972).

Inexplicablemente, no hubo resistencia de la armada federal, que se quedó en el puerto de Buenos Aires. La mandaba, entonces, un hombre de dudosa reputación, el coronel de Marina John Halsted Coe, el mismo que traicionó a Hilario Lagos en julio de 1853 durante el sitio de Buenos Aires.

EL PARTE DE MANSILLA

Tras las acciones, el general Lucio N. Mansilla emitió un parte fechado el mismo día del enfrentamiento. Contiene calificativos peyorativos hacia Urquiza, muy característicos de una época que se estaba despidiendo para siempre. Esas mismas palabras eran, por otra parte, de uso obligatorio, al punto que Rosas mandó confeccionar un nuevo tipo de divisa punzó que las debía incluir. El tratamiento dado en el documento a la condición de argentinos puros de los federales es otro rasgo altamente típico de la administración rosista. Vale la pena su trascripción:

“¡Honor y gloria a los valientes federales del ejército de mi mando, que hoy en las Barrancas de Acevedo (sic) a mis inmediatas órdenes han disputado con admirable denuedo el paso de nuestro Majestuoso Gran Paraná, a cuatro vapores, dos corbetas y un bergantín de nuestro vil y cobarde enemigo el gobierno brasileño, amo del loco traidor salvaje unitario Urquiza!

“A las doce y diez minutos del día se presentaron dichos buques infames, al frente de 16 piezas, guarnecidos por dos batallones y un escuadrón de artillería y otro de carabineros del Regimiento N.° 6; y con aquella serenidad tan frecuente a los decididos federales disputaron por 52 minutos, en un reñido combate, el pasaje de la escuadra referida, que montaba 60 piezas de grueso calibre, sostenida a más con fuegos de infantería parapetadas en sus altas bordas.

“La elección del tiempo que debía durar tan desigual combate era de los enemigos, pues el pararse a batirme, o hacerlo durante el sólo tiempo que necesitaban para ponerse fuera de los tiros de mi posición era de ellos, y eligieron el último manifestando con esta conducta cobarde el temor que siempre le mereció a los traidores, el decidido patriotismo federal, de los que se honran en sacrificarse por la Patria y la persona Ilustre de V. E. cuyo nombre invocado por mí al primer cañonazo fue repetido con aquel ardor con que tan justamente los Federales Argentinos se disputan la fidelidad hacia V. E. y la nobleza de la causa que defendemos.

“El Teniente Coronel Comandante del primer Batallón Norte, su Mayor don Benito Cervín, el Comandante accidental de Patricios Federal de San Nicolás D. Luis Barrera, el Mayo de dicho, D. Manuel Segovia, el Capitán Comandante de Artillería, D. Ramón Bardier y el Sargento Mayor del Escuadrón de Carabineros N.° 6 D. Segundo Girado, se han hecho dignos del aprecio de V. E. por su enérgica cooperación y denuedo, no siendo dignos de menor estimación todos los oficiales y tropas de estos cuerpos.

“Mis ayudantes de órdenes, así como los cirujanos Dr. Díaz del 6 y Marenco del Patricios de San Nicolás, han estado en el riesgo del combate, así como constantemente a mi lado el ciudadano doctor en leyes D. Tomás Rojo, que se presentó voluntario en el momento de empezar, y él y mis ayudantes D. Andrés Costa, D. Eusebio Villar, D. Domingo Pellón, D. Manuel Alcazer y D. Santiago Bengolea, han dado y cumplido mis órdenes con la mayor serenidad.

“Sólo tengo que lamentar la pérdida de un valiente soldado del 6 de caballería, que murió gloriosamente dividido por una bala de cañón. También han muerto 5 caballos.

“Según declaraciones de varios oficiales, los infames enemigos han echado al agua muchos cadáveres; sobre esto y sobre las averías que hoy han sufrido en sus cascos y maniobras, ellos lo dirán en sus bombásticos partes y recibirán la pulidez de costumbre con las fanfarronadas y características mentiras de los traidores, salvajes, asquerosos unitarios que hay dentro de la desgraciada Montevideo.

“Los cuatro vapores han subido de San Nicolás y las dos corbetas y bergantín quedan fondeadas como un cuarto de legua aguas abajo de la boca de este arroyo.

“Los Jueces de Paz interino del Baradero y San Pedro, D. Faustino Alsina y D. Fernando Lasena, así como el Capitán D. Tomás Obligado, sobre la costa, han llenado su deber dándome parte cada hora sobre la marcha y dirección de los viles enemigos.

“Felicito a V. E. y a mi Patria querida por este primer ensayo en la guerra con que nos provocó el desleal y pérfido Ministerio Brasileño.”

Hermosas palabras de Mansilla quien, a pesar de su afirmación de federal neto, el mismo 3 de febrero de 1852 cuando la suerte del Restaurador estaba echada, no hizo otra cosa que vivar al general Urquiza y despotricar contra el “tirano prófugo” en medio de la plaza de la Victoria (plaza de Mayo).

Gabriel O. Turone

Bibliografía:

  • Lagos, Julio Alberto. “General Don Hilario Lagos”, Círculo Militar, Biblioteca del Oficial, Buenos Aires, Noviembre de 1972.
  • Ratto, Héctor R. “Las escuadras desde el Pronunciamiento de Urquiza hasta la sanción de la Constitución de 1853”, Sociedad Histórica Argentina, Anuario 1942.

3 de diciembre de 2011

ALBERDI EN VERSOS (POEMA)




En nombre 'e la libertad,
con pretensión de servirla,
Mitre, Sarmiento y demás,
un despotismo implantaron
turco otomano en la historia
y en la política abstracta,
una leyenda biográfica
del páis de los argentinos.

Ellos tienen un corán
sobre sus guerras, batallas,
que hay que creer, profesar
y aceptarlo mansamente,
cual de la Revolución
de Mayo y la Independencia,
so pena de excomunión
por el crimen de barbarie.

Pa’ gobernar la Argentina
vencida, sumisa, enemiga,
era una parte esencial
la alianza con el Brasil;
guerra al Estado Oriental
y al Paraguay de los López
se vuelve necesidad
de su política interna.

¿Qué es lo que mandan buscar
a misioneros aldeanos?
Lo que en su tierra no hay:
La fundición de metales,
astilleros, arsenales,
vapores, telégrafos, trenes…
A ese "país salvaje"
pues van a civilizarse.

El nombre de George Washington
es adorado en el mundo,
pero no es tan conocido:
No hay en Estados Unidos
un hombre más expectable
que Rosas cuyo partido
en repeler fue el primero
a los estados de Europa.

En su situación penosa
es vergonzoso e indigno
semejante hombre atacar;
para su historia escribir
documentos, cifras y hechos,
comparando a los actuales,
y el contexto excepcional
se deben tomar en cuenta.

Rosas debe defenderse
incluso por patriotismo.
Si nos callamos les damos
la razón a los que hablan.
Sólo en la historia de Roma
ha de hallarse un paralelo
del que vive su destierro
con sudor y en silencio.

Mientras levántanse altares
en honor de San Martín
su espada aguarda en Southampton;
cual trofeo monumental
sirve a la tumba de Rosas.
Ahí la puso el Mariscal
de Maipú y Chacabuco.
Su gobierno combatí;
recuerdo esto con disgusto.




Por Matías Falagán