10 de diciembre de 2009

BRINDIS DE FIN DE AÑO E INAUGURACION DEL ARCHIVO DE AUDIO Y VIDEO "RIMOLDI FRAGA"



Estimados Amigos, Compañeros, Camaradas:

Tenemos el agrado de invitarlos el miércoles 16 del corriente, a las 18,30 hs, a la Inauguración del Archivo de Audio y Video "Don Roberto Rimoldi Fraga" cuyo objetivo es acercar la historia y el pensamiento nacional a todas las personas en un formato más moderno y accesible. En la ocasión estará presente Roberto Rimoldi Fraga, quien hará uso de la palabra, junto a las autoridades del Instituto Nacional.

A continuación, se servirá un vino de honor para celebrar dicho acontecimiento como así también, despedir el año entre amigos.

Los esperamos en Montevideo 641.

6 de noviembre de 2009

INVITACION A CONFERENCIA

HISTORIA INTERNACIONAL Y ACTUALIDAD POLITICA.

AMIGOS: EL DIA SABADO 14, A LAS 18 HS, REALIZAREMOS EN EL INSTITUTO DE ALTOS ESTUDIOS JUAN DOMINGO PERON LA CONFERENCIA SOBRE "DOCTRINA DE GENERO Y EL INFORME KISSINGER".
DISERTARA EL DR EMILIO NAZAR.
DIRECCION: SARMIENTO 1469; 3 A.
ORGANIZA: ORGANIZACION RESISTENCIA PERONISTA.
ADHIERE: JOVENES REVISIONISTAS.

6 de octubre de 2009

BOLETIN "LA RECONQUISTA", AÑO 2, N° 13












JOVENES REVISIONISTAS







“LA RECONQUISTA” Año 2. N. 13
En el Año de Homenaje a Raúl Scalabrini Ortiz.







DECRETOS Y USO DE LA DIVISA PUNZÓ

Denominada divisa punzó o cintillo federal, fue durante varios años el símbolo de la lealtad al sistema federal de gobierno, con la curiosidad de que su empleo trascendió los días de la Confederación Argentina, que era donde se había originado.

Adolfo Saldías expresa que “cintillo punzó usaron las fuerzas que sitiaron á Buenos Aires en 1853; y las que al mando de Urquiza, se vinieron hasta San José de Flores el año de 1859. En la campaña de Pavón en 1861, muchos jefes y oficiales de Urquiza, y por consiguiente los soldados, usaron el mismo cintillo; bien que este uso no fuera impuesto”. Para 1880, cuando tiene lugar el enfrentamiento entre los que querían y no querían federalizar la ciudad de Buenos Aires, los soldados del presidente Nicolás Avellaneda –proclives a la federalización- lucían “divisas encarnadas”, en especial las tropas venidas desde Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos.

Quien mejor patentizó el poder que tenía en sí misma la divisa punzó fue el propio Justo José de Urquiza. Luego de haber traicionado a la patria con su triunfo internacionalista en Caseros (1852), el entrerriano prohibió el uso del cintillo federal al día siguiente de la batalla, el 4 de febrero, pero como el remordimiento carcomía su intranquila conciencia, el 21 de febrero de 1852 volvió a restablecerlo. Más aún: con él marchó frente al pueblo de Buenos Aires el día 20, apurando el paso antes de que lo hagan las tropas imperiales del Brasil, con rumbo al Fuerte.

Aunque los anteriores puedan parecer datos menores, no lo son en realidad, pues reflejan que la divisa punzó era la identificación plena de un modo de vivir y de una genuina definición política. Y sino, veamos lo que sucedía en 1880, veintiocho años después de derrocado el Restaurador de las Leyes, cuando los milicianos y soldados del interior llevaban el cintillo federal con orgullo. ¡Qué “déspota” habrá sido Juan Manuel de Rosas que los paisanos, una vez derrocado, no quisieron utilizarlo jamás al cintillo!...

El color de la Santa Federación y las divisas

Fue entre 1829 y 1831 que los caudillos federales derrotaron los intentos del unitarismo salvaje por afianzarse en el país. Juan Manuel de Rosas derrotaba categóricamente a Juan Lavalle en Puente Márquez, en abril de 1829. El general José María Paz había sido capturado tras un certero tiro de boleadoras que le dio el soldado gaucho Zevallos, hombre de Estanislao López, en 1831. En el combate de La Ciudadela (4 de noviembre de 1831), Facundo Quiroga destroza las tropas del general Gregorio Aráoz de Lamadrid, el cual fuga hacia Bolivia. Luego dos años de campañas interminables y fatigosas, los auténticos representantes del sistema federal dominaban el país, tras el caos y la anarquía originada por el fusilamiento de Manuel Dorrego en diciembre de 1828.

De algún modo había que celebrar la nueva realidad que vivía la patria. Para cuando la divisa punzó apareció en escena, el color rojo aumentaba exponencialmente al punto de introducirse en las calles, las viviendas y en las mismas personas. Los uniformes de los escolares, los moños que lucían las damas porteñas y el chaleco de los hombres –el “chaleco federal”- eran todos de aquél color. También los carros fúnebres, la mayoría de los uniformes de los regimientos y las plumas de los caballos que trotaban por las calles.

Buenos Aires festejaba los triunfos federales con un Tedeum en la Catedral el 27 de enero de 1832, con la curiosidad de que parte de los asistentes lucían una cinta color punzó en el pecho y hacia el lado izquierdo: nacía la “divisa punzó”.

Los decretos para el uso

El primero de los decretos que consagraba oficialmente el uso de la divisa punzó era del 3 de febrero de 1832, el cual fue promulgado por el Gobernador de Buenos Aires, don Juan Manuel de Rosas. En él se estimaba conveniente “consagrar del mismo modo que los colores nacionales el distintivo federal de esta provincia y constituirlo, no en una señal de división y de odio, sinó de fidelidad a la causa del orden y de paz y unión entre sus hijos bajo el sistema federal”. El artículo 1°, por ejemplo, establecía quienes debían usarlo: “todos los empleados civiles y militares, incluso los jefes y oficiales de milicia”, mientras que los “seculares y eclesiásticos” lo usarían siempre y cuando “gocen de sueldo, pensión o asignación del tesoro público”.

En el artículo segundo, se decía que el cintillo lo “usarán los profesores de derecho con estudio abierto, los de medicina y cirugía que estuviesen admitidos y recibidos, los practicantes y cursantes de las predichas facultades, los procuradores de número, los corredores de comercio y en suma todos los que, aun cuando no reciban sueldo del estado, se consideren como empleados públicos, bien por la naturaleza de su ejercicio o profesión, bien por haber obtenido nombramiento del Gobierno”.

Más adelante, el decreto indicaba que los militares y milicianos deberán llevar la inscripción “Federación o Muerte”, mientras que el resto solamente la palabra “Federación” en sus divisas. Si no se cumplían las disposiciones de los artículos del edicto, había que proceder a la suspensión “inmediata de sus empleos por sus respectivos jefes o magistrados de quienes dependan”.

Una segunda ley sobre el asunto fue dictada el 27 de mayo de 1835, en pleno segundo gobierno de Rosas. La misma decía que, “convencido S. E. que cuando desde la infancia se acostumbra a los niños a la observancia de las leyes de su país, y por ello al respeto debido a las autoridades, esta impresión quedándoles grabada de un modo indeleble, la patria puede contar con ciudadanos útiles y celosos defensores de sus derechos”. Por lo tanto, se disponía que “con esta fecha se manifieste al Inspector General de Escuelas, que siendo la divisa punzó una señal de fidelidad a la causa del orden, de la tranquilidad y del bienestar de los hijos de la tierra, bajo el Sistema Federal, y un testimonio y confesión pública del triunfo de esta sagrada causa en toda la extensión de la República,, y un signo de Confraternidad entre los Argentinos, ordene lo que corresponda, a fin de que todos los Preceptores, empleados y niños de las escuelas, así particulares como del Estado en esta Provincia, usen la divisa Federal, según las disposiciones vigentes”.

Estos reglamentos también regían entre los unitarios salvajes, pues ellos se prendían un cintillo celeste y blanco en el pecho. Por ende, los federales y sus enemigos abordaban una lucha a muerte en la que las divisas cumplían, sin lugar a dudas, un rol fundamental para identificar ambos bandos en pugna. O se estaba con la patria o se servía al extranjero.

El cancionero federal le ha dedicado innumerables versos a la divisa punzó, sea por su significado o por su permanencia en el tiempo. Si fuera posible retroceder los almanaques de la historia hasta la etapa federal, para adentrarse en algún fogón gauchesco como los que solían tener lugar en la campaña o en las orillas de Buenos Aires, la mención del distintivo sería súbita y natural. En “Reciba mi don…”, leemos: “Reciba mi don…/ cinta colorada y fuerte,/ tiene el letrero que dice:/ Federal hasta la muerte”.

Y como decíamos al principio, que la divisa trascendió a don Juan Manuel de Rosas, retengamos los versos de un canto de los tiempos del caudillo Ángel Vicente “Chacho” Peñaloza (“Es buena la sementera”), en los que es clara y patente la mención del cintillo:

Es buena la sementera
cuando el terreno es ladera
Es fiero para querer
cuando la gente es autera.

¡Viva Dios, Viva la Virgen!
¡Viva la cinta punzó!
¡Muera la celeste y blanca!
¡Viva la Federación!

¡Viva Dios, Viva la Virgen!
¡Viva la estrella mayor!
¡Viva Peñaloza y Puebla
con todo su batallón!

¡Viva Dios, Viva la Virgen!
¡Viva la flor del peral!
¡Viva la mujer que tenga
trato con un federal!.

Otras líneas serán necesarias para hablar sobre las leyendas que tenían los cintillos federales y sobre la variedad de sus formas y gráficos. Esto que se ha descrito fue la parte legal que originó su utilización.


Gabriel O. Turone



Bibliografía:

- Cancionero Federal. Cuadernos de Crisis 26, Buenos Aires 1976.
- Juan Manuel de Rosas. Su Iconografía, Tomo I, Editorial Oriente, 1970.
- Revista “Todo es Historia”, N° 156, Mayo 1980.
- Saldías, Adolfo. “Historia de la Confederación Argentina”, Biblioteca El Ateneo, Buenos Aires, 1951.

HALPERÍN Y SU VISIÓN DECADENTISTA DE LA HISTORIA NACIONAL. (PARTE I)

Luego de haber digerido con esfuerzo los tres artículos de Tulio Halperín Donghi reunidos bajo el título El revisionismo histórico como visión decadentista de la historia nacional (cuyo primer artículo data del año 1970, y al cual le siguen otros dos: uno del año 1976 y el otro de 1997), decidimos encarar esta crítica debido a las inconsistencias observadas, el carácter “profesional” del mismo y la vigencia de esta obra en nuestra educación universitaria.

Ya que no creemos, como sí lo hace Halperín, que una obra caiga necesariamente en “un curioso arcaísmo metodológico” como lo sostiene acerca de obras: una de Julio Irazusta y otra de Ernesto Palacio.

Sobre la primera [1] objeta que “toma por modelo la que Carlyle dedicó a Cromwell, vieja ya entonces de un siglo y que aún en su momento había estado lejos de ser un modelo de método histórico”, y sobre la segunda [2] “se inspira casi abiertamente en la Histoire de France de Jacques Bainville, obra cuya sobria elegancia emula con éxito, y menos distante en el tiempo que la de Carlyle, pero escrita en feliz ignorancia de los avances más significativos de la historiografía francesa del siglo XX”. Y esto no es todo, para Halperín “ese arcaísmo metodológico se acompaña de un creciente arcaísmo ideológico” [3] para dejar de lado toda veracidad que pueda encontrarse en dichas obras y juzgarlas según su gusto respecto a las modas. Y en ningún momento elabora alguna objeción o corrección puntual de las mismas, por lo que comienza condenándolas irrisoriamente por su condición de arcaicas. Pero el revisionismo histórico fundacional no se guió por metodologías en boga, se guió en todo caso por el afán de demostrar la verdad histórica, desenmascarar las mentiras y ocultamientos de la historia oficial y proyectarse en el futuro. Brindándole al pueblo una nueva cosmovisión mas realista de las causas de sus problemas y actual estado de vasallaje. Esto se comprueba en el prólogo de la mencionada obra de Irazusta donde él mismo declara que “Ceder a la menor tentación de una emulación imposible habría sido locura; pero no aprovechar los argumentos editoriales del maestro del género (refiriéndose a Carlyle), habría sido tontería”.

Damos por sentado que Halperín, para mantener esta postura, leyó ambas obras, las analizó y comparó entre sí con las de los pensadores europeos Carlyle y Bainville. Ahora bien, si Halperín leyó en su totalidad la obra de Irazusta, no puede sostener como así lo hace, que Juan Manuel de Rosas no nos haya dejado ningún texto exponiendo su pensamiento político. [4]

Si bien es verdad que Rosas no fue un teórico, no por falta de aptitudes que las tenía sino, mas bien, por su falta de tiempo para tal emprendimiento - al estar a cargo de todos los asuntos del país - , sí nos dejó en diversos documentos que él rescató diferentes cartas y escritos donde explicaba tales temas cuando era necesario. Entonces, ¿Qué hacer con la sumamente conocida carta de la Hacienda de Figueroa, dirigida a Juan Facundo Quiroga el 20 de Diciembre de 1834, donde Rosas expuso su pensamiento político con suma claridad? Esta carta tan esclarecedora se encuentra analizada en la obra de Irazusta que Halperín condena por “arcaica”. Quizás por eso, no la leyó. Pero sigamos.

En cuanto a lo que Halperín llama “arcaísmo ideológico”, simplemente transcribiremos unas palabras harto esclarecedoras de Antonio Caponnetto, quien ha tratado este “caso” con altura y ha minimizado a este “profesional” de tanto reconocimiento:

“En la interpretación de Halperín - y aquí viene el nuevo apriorismo – lo ideológico esconde o disminuye lo social reducido a su vez a un puro clasicismo, y por lo tanto, aunque nunca se sabrá porqué, está mal que los revisionistas crean que “las ideas gobiernan la historia”, o que rechacen a la oligarquía en tanto condición mental y moral antes que como “capa social” o “grupo de intereses”. La apodíctica de cuño marxista se hace sentir nuevamente. Lucha de clases, sí; explicaciones económicas también; enfrentamientos de ideas o de ethos contrapuestos, ya no. Y como se ve, no se requieren explicaciones para estas preferencias tan humanas, porque todo indica que pertenecen categóricamente al mensaje revelado del sociologismo de la izquierda”[5]

Una constante en estos autores integrantes de la inteligentzia es el factor materialista encarnado, por ejemplo, en la visión clasista. En este opúsculo que estamos tratando, se asoma entre la maleza de su pluma pseudo-proustiana, y de suave manera, la confusión entre los orígenes de algunos exponentes del revisionismo y la postura de los mismos ante la indagación histórica. Para nuestro Profesor que ha practicado la docencia en las universidades de Berkeley y San Andrés (Estados Unidos), también Juan Manuel de Rosas se impuso en nombre del “grupo terrateniente”. [6] Cabe preguntarse quienes fueron exactamente aquellos hombres que intentaron desbaratar el gobierno de la provincia de Buenos Aires en la fallida Revolución autoproclamada de los “Libres del Sur”.

Es que, a veces, el odio de clase se hace notar y confunde hasta a los mejor intencionados. Pero una cosa es Oligarquía y otra, muy diferente, es Aristocracia. Para distinguir bien estos dos conceptos “recetamos” la obra de Ernesto Palacio Teoría del Estado [7]. Si bien trata en varios lugares de su obra los significados de “Clase Dirigente”, “Aristocracia” y “Oligarquía”, transcribiremos únicamente lo siguiente:

“Lo primero que salta a la vista es que cualquier régimen real de gobierno está constituído por una minoría de personas que ejerce la función dirigente sobre el resto de la comunidad. Aunque el uso del poder se le atribuya a un monarca absoluto o al pueblo soberano, esa realidad domina y se impone sobre la ficción legal, según lo hemos explicado abundantemente en el curso de estas páginas. Es lo que el sociólogo alemán Roberto Michels llama “la ley de bronce de la oligarquía” (…) Todo gobierno humano sería, pues, una oligarquía, despojada esta palabra de sus implicaciones peyorativas y reducida a su significado etimológico de gobierno de unos pocos.”

Y seguido, clasifica los tipos de clases oligárquicas que pueden encontrarse: “las que gobiernan en nombre propio y las que atribuyen el origen de su poder al príncipe” o “al pueblo”. Después nombra otro tipo de oligarquías, las “disimuladas”, en las que algunas “acentúan el carácter personal del gobierno” y las que “mantienen una cohesión colectiva que les impide ceder a la tentación de los caudillos”. Llamadas las primeras “de tipo monárquico” y las segundas “de tipo liberal”.

Así, la diferencia real en los distintos regímenes de gobierno se encuentra en la Ideología y no en la estructura que permanece. ¿Por qué resaltamos esto último? Para ver la coherencia que existe entre los autores del revisionismo fundacional en cuanto a qué es la oligarquía apátrida que respondió a intereses foráneos antes que a los propios. Para dejar bien claro, también, que no prima el factor de clases sino la ideología de la minoría dirigente. Y esto no se dio aisladamente en Julio Irazusta como sospecha Halperín.[8] También lo trató José María Rosa bajo el título Aristocracias y oligarquías.[9]

Allí dijo: “El aristócrata, el verdadero aristócrata, es un hombre que vive identificado con su pueblo, es la cabeza visible de un agrupamiento que él sabe comprender e interpretar. No hay orgullo de clase: hay conciencia, que es cosa bien distinta.

En el Plata faltó una clase dirigente, una minoría capacitada por su patriotismo y su comprensión del medio para asumir el gobierno y desempeñarlo con corrección. La hubo, sí, en otros países de América: Brasil o Chile. Por eso tal vez se engrandecieron después de la independencia, y nosotros, sometidos a gobernantes que carecían de espíritu nacional, nos achicamos.”

En la segunda entrega seguiremos aclarando los puntos restantes.

Andrés Mac Lean

Bibliografía:

[1] Irazusta, Julio: Vida Política de Juan Manuel de Rosas a través de su correspondencia,

[2] Palacio, Ernesto: Historia de la Argentina
[3] Halperín Donghi, Tulio: El Revisionismo histórico argentino como visión decadentista de la historia nacional, Siglo XXI Editores Argentina, Buenos Aires, 2006, p.31-2
[4] Halperín Donghi, Tulio: El Revisionismo histórico…, p. 54
[5] Caponnetto, Antonio: “Los críticos del revisionismo histórico”, tomo I, Buenos Aires, 1998, p.143
[6] Halperín Donghi, Tulio: El Revisionismo histórico…, p. 55
[7] Palacio, Ernesto: “Teoría del Estado”, Editorial Guillermo Kraft limitada, Buenos Aires, 1962, p.80
[8] Halperín Donghi, Tulio: El Revisionismo histórico…, p. 24-5
[9] Rosa, José María: “Estudios Revisionistas”, Editorial Sudestada, Buenos Aires, 1967, p.24-7





LA EXPEDICIÓN ESPAÑOLA A MÉXICO (1829)

México pasaba por una guerra civil, después de la caída de Agustín I. El propio Agustín de Iturbide cuando retornó de su exilio había dicho que volvía a su patria para defenderla de un ataque español que se venía preparando. El Congreso mexicano no le creyó y lo mandó fusilar en 1824. Sólo un hombre había en el gobierno de México con capacidad para oponerse a la política expansionista norteamericana: Lucas Alamán, con una visión hispanoamericanista. A su caída del ministerio, la política exterior mexicana quedó subordinada a los Estados Unidos. Tan notoria era la intervención del cónsul estadounidense Joel Poinsett en los asuntos nacionales que en diciembre de 1827 hubo un pronunciamiento en Otumba, encabezado por el general Juan Maule Montaño, y exigía la expulsión de este diplomático y la disolución de las sociedades secretas: “Es necesario curar el mal en su origen, arrancando de raíz las sociedades secretas que lo causan”. Este movimiento patriótico fue secundado por Nicolás Bravo. La política interior dominada por Poinsett impulsó la creación de logias que ya no respondían a la influencia inglesa y francesa, sino directamente a Estados Unidos. Tal fue el objeto del rito yorkino cuya matriz estuvo siempre en Nueva York.La elección del mulato Vicente Guerrero como presidente de México significó el triunfo de los “americanos”.
El plan de Poinsett fue implementado por el gobierno mexicano. Con pretexto de que corría peligro la independencia, se expulsó a muchos españoles prominentes el 20 de diciembre de 1827, y esto duraría hasta que España reconociera la libertad mexicana. Había entonces aproximadamente 33000 españoles radicados en México y a todos se los expulsaba sin tener en cuenta que la mayoría eran padres de criollos mexicanos. El número de expulsados fue de doce a quince mil, incluso muchos criollos o mestizos mexicanos siguieron forzosamente a sus padres al exilio. También se desterraron las 32 misiones franciscanas de la Alta y Baja California, con el natural resultado de que sus bienes fueron confiscados y su acción evangelizadora con los aborígenes fue eliminada. José Vasconcelos afirmó: “La guerra a lo español sería propósito secreto del partido extranjerista…Nos habíamos separado de la idea imperial española, el más noble tipo de cruzada humana universal y generosa que jamás haya existido, y nos veíamos englobados en el imperialismo comercial de los anglosajones, cuyo triste epílogo contemplamos hoy en el capitalismo decadente de la actualidad”. El gobierno mexicano estaba en la más completa miseria. No tenía almacenes militares, ni víveres, ni provisiones y el ejército estaba casi en la ruina. Los españoles residentes en México y los criollos borbonistas habían bombardeado por años las oficinas del gabinete hispano presentando la situación del nuevo país como caótica y favorable a su reincorporación a la metrópoli europea. Fernando VII vio en esto, una gran oportunidad para emprender la reconquista de México, desde Cuba, planeando el envío de tres ejércitos, que en total constituirían 16.000 hombres. El 27 de julio de 1829, una flota compuesta por 21 navíos de la real armada española a cargo del almirante Ángel Laborde, desembarcó en Cabo Rojo (Veracruz) el primer contingente, llamado “Ejército de Vanguardia”.
Este ejército, el primero que se enviaba en este intento de reconquista, estaba formado por 3.100 soldados veteranos con el armamento más moderno de la época y eran comandados por el brigadier Isidro Barradas.
Además integraban la expedición el franciscano fray Diego Miguel Bringas y ocho misioneros que habían estado en Querétaro y Orizaba. El mar fue enemigo de las flotas de España. Así como destruyó la “Invencible” quiso destruir “La Vanguardia de la Reconquista”. Un temporal dispersó los barcos en la costa de Campeche. Una fragata, con quinientos soldados, se extravía y va a dar a Nueva Orleáns.
Barradas se puso de tan mal humor, que durante una comida arrojó platos a la cabeza del almirante Laborde. Desembarcaron en Cabo Rojo como se dijo anteriormente y la infantería tuvo que caminar quinientos metros con el agua a la cintura.Perdió morriones, armas, paquetes de víveres, cartucheras, cantimploras llenas de vino. Barradas lloró, sentado sobre un tronco. “Me han engañado”, dijo a su secretario, el astuto e intrigante Eugenio Avinareta. “Este es un país desierto”. Barradas era fanfarrón y crédulo. Tomó al pie de la letra los informes enviados de México, en el sentido de que el país entero estaba suspirando por la dominación española. En La Habana, dijo a su secretario: “En el momento en que pise las playas, con la infantería que voy a llevar y con la bandera de España en la mano, marcharé sin obstáculos hasta la capital del reino”. En otra ocasión agregó: “Los españoles residentes de La Habana me han asegurado que cuando desembarque, la mayoría de las tropas y el pueblo, movidos por el clero, se pasarán a las banderas del rey”. No valía la pena, pues, de llevar cañones en la expedición: “bastará con los que se tomen al enemigo”, y con la distribución de dos mil proclamas del capitán general. La reconquista se realizaría con un paseo. Barradas se internó en el país. Pequeñas fuerzas de Veracruz y Tamaulipas intentaron detener su camino sobre Tampico, en “La Aguada”, "Los Corchos" y en el fortín veracruzano de "La Barra”, luchando y replegándose. En una lancha que llevaba bandera de parlamento, Barradas se presentó frente a Tampico. Subió a verlo el comandante de las fuerzas mexicanas, general Felipe de la Garza, a quien dijo el brigadier español: “Vengo de parte del rey de España y con la vanguardia del ejército real a tranquilizar al país, que vive en la mayor anarquía”. Ofreció un indulto y ascensos a los jefes y oficiales que se le unieran. Barradas presenta a de la Garza una caja de condecoraciones de las grandes cruces de Carlos III y de Isabel la Católica, diciéndole que iban a servir para adornar su pecho, e iba a entregarle la caja y un mazo de proclamas, cuando el general mexicano dio un paso atrás y respondió en alta voz: “Vive usted muy equivocado si ha creído quebrantar mi fidelidad y el juramento que he prestado a la república, después de haberme batido contra las armas españolas en la guerra de la independencia. No tengo más que hablar con el jefe de las tropas que han invadido a la república, y me retiro a mi campamento”. Gracias a la superioridad de sus efectivos y de armamentos, los españoles pudieron tomar las poblaciones de Tampico Alto y Pueblo Viejo, en el norte de Veracruz. Evacuada por la reducida guarnición y los pobladores, Tampico (Tamaulipas), cayó en manos españolas el 7 de agosto, pero la encontraron desierta, sin alimentos ni agua potable, en una estrategia de “tierra arrasada”, ya que los habitantes de la zona, patrióticamente, no colaboraron con los invasores. El 2 de agosto el presidente Guerrero fue notificado del desembarco de las tropas españolas. Consciente de la gravedad de la situación, lanzó una proclama a todos los mexicanos llamándolos a unirse en defensa de la patria y dispuso la integración del “Ejército de Operaciones Mexicano”, al mando del brigadier Antonio López de Santa Anna, gobernador de Veracruz.
El 16 de agosto, debido a la falta de alimentos, los españoles avanzaron sobre Villerías, (en la actualidad Altamira), Tamaulipas, realizándose una heroica defensa del camino por las fuerzas mexicanas al mando de los brigadieres De la Garza y Manuel de Mier y Terán, los que volvieron a seguir la estrategia de combatir y retirarse, ocupando los españoles Villerías, pero encontrándose nuevamente con las manos vacías. En la madrugada del 21 de agosto, mientras el grueso del ejército realista se encontraba en Altamira, los mexicanos, con las pocas tropas que habían llegado de Veracruz y los soldados y milicianos de la zona, en medio de la noche y en silencio, cruzaron el caudaloso río Pánuco, de 400 metros, en pequeñas lanchas y piraguas. En lo que hoy es la Plaza de La Libertad y las calles del centro histórico, se llevó a cabo la batalla de Tampico. Este combate duró más de 12 horas seguidas donde el ejército mexicano "abatió el orgullo español", quienes por lo aguerrido de la batalla, tuvieron que solicitar un “alto al fuego” para capitular y se estaba dando trámite a dichos acuerdos, cuando retornó el ejército realista a Tampico. Después de un duelo de astucia entre los generales Santa Anna y Barradas, pactaron que sus ejércitos regresaran a sus respectivas líneas, lo que permitió la liberación de Altamira. Los mexicanos salieron de Tampico con honores, banderas desplegadas y a tambor batiente y volvieron a cruzar el río Pánuco, en medio de una fuerza española superior. Desde ese día, la plaza donde se encontraba el cuartel general de los españoles en Tampico, fue bombardeada por la artillería mexicana desde el paso de El Humo en Veracruz, al otro lado del río Pánuco. Mientras se esperaban refuerzos del centro de la república, se dieron acciones heroicas por parte de los soldados mexicanos, como lo fue la captura de la balandra Española, en el río Pánuco, ya que en medio de la noche y la lluvia, la abordaron frente al fortín de La Barra (Tamaulipas) que los atacaba con sus cañones, remolcándola río arriba, hasta el reducto de Las Piedras. En una estrategia de tenaza, el ejército mexicano construyó fortificaciones y reductos sobre la rivera veracruzana del río Pánuco que cercaron e inmovilizaron al invasor, el cual empezó a sufrir por la falta de alimentos, agua y por la fiebre amarilla. El día 9 de septiembre, cayó un fuerte ciclón, que provocó una inundación en toda la zona, destruyendo el campamento mexicano, obligándolos a entrar en acción o esperar el tiempo de secas, lo que hubiese permitido la llegada de los otros dos contingentes del ejercito hispano, que ya se esperaban desde Cuba. Ante la adversidad del clima, los mexicanos al mando de los generales Santa Anna y Manuel de Mier y Terán, así como de los coroneles Lemus, Andreis, Acosta y De Paula Tamariz, se decidieron a dar la batalla final, en medio del lodo y la inundación, en la noche del 10 al 11 de septiembre, iniciándose la toma del fortín español de La Barra. Los soldados realistas protegidos por las empalizadas y sus cañones, se defendieron con tenacidad y desesperación. La encarnizada lucha se desarrolló a la bayoneta. En estas acciones se distinguió el capitán de granaderos Juan Andonaegui, al que se le ha honrado desde entonces con el nombre de un cerro característico entre Tampico y Ciudad Madero. Este sangriento enfrentamiento, heroico para ambas partes, obligó al ejército español a rendirse ante las tropas mexicanas que se desempeñaron con valor y audacia pocas veces vista en la historia militar mexicana.
La Capitulación de los españoles fue redactada y firmada por el Ejército de Operaciones Mexicano en Pueblo Viejo, Veracruz y ratificada por Barradas en la Casa Fuerte de Castilla, en la plaza de la Libertad de Tampico el 11 de septiembre de 1829. El ejército español entregó armas y banderas el día 12 de septiembre de 1829. Los prisioneros realistas serían posteriormente remitidos a La Habana, en tanto que Barradas se embarcó con rumbo a Nueva Orleáns. La victoria fue celebrada jubilosamente en todo el país, especialmente en la capital de la república, donde llegaron las banderas rendidas por los españoles, realizándose grandes desfiles frente al palacio nacional. Posteriormente éstas fueron entregadas como trofeos ante Nuestra Señora la Virgen de Guadalupe, patrona de todos los mexicanos, siendo el momento más significativo de la presidencia de Vicente Guerrero.
Proclama de Barradas al desembarcar en territorio mexicano “Después de ocho años de ausencia, volvéis por fin a ver a vuestros compañeros, a cuyo lado peleasteis con tanto valor para sostener los legítimos derechos de vuestro augusto y antiguo soberano el Sr. D. Fernando VII. S. M. Sabe que vosotros no tenéis la culpa de cuanto ha pasado en ese reino, y se acuerda que le fuisteis fieles y constantes. La traición os vendió a vosotros y a vuestros compañeros. El rey nuestro señor manda que se olvide todo cuanto ha pasado, y que no se persiga a nadie. Vuestros compañeros de armas vienen animados de tan nobles deseos y resueltos a no disparar un tiro siempre que no les obligue la necesidad.Cuando servíais al rey nuestro señor, estabais bien uniformados, bien pagados y mejor alimentados; ese que llaman vuestro gobierno os tiene desnudo, sin rancho ni paga. Antes servíais bajo el imperio del orden para sostener vuestros hogares, la tranquilidad y la religión; ahora sois el juguete de unos cuantos jefes de partido, que mueven las pasiones y amotinan a los pueblos para ensalzar a un general, derribar un presidente y sostener los asquerosos templos de los francmasones yorkinos y escoceses. Las cajas de vuestro llamado gobierno están vacías y saqueadas por cuatro ambiciosos, enriquecidos con los empréstitos que han hecho con los extranjeros, para comprar buques podridos y otros efectos inútiles. Servir bajo el imperio de esa anarquía, es servir contra vuestro país y contra la religión santa de Jesucristo. Estáis sosteniendo, sin saberlo, las herejías y la impiedad, para derribar poco a poco la religión católica. Oficiales, sargentos, cabos y soldados mexicanos: abandonad el bando de la usurpación: venid a las filas y a las banderas del ejército real, al lado de vuestros antiguos compañeros de armas, que desean como buenos compañeros daros un abrazo. Seréis bien recibidos, admitidos en las filas: a los oficiales, sargentos y cabos se les conservarán los empleos que actualmente tengan, y a los soldados se les abonará todo el tiempo que tengan de servicio, y además se le gratificará con media onza de oro al que se presente con su fusil. Cuartel general, 1829. — El comandante general de la división de vanguardia.— Isidro Barradas.”





SANDRO OLAZA PALLERO









Bibliografía:









GONZÁLEZ PEDRERO, Enrique, País de un solo hombre: el México de Santa Anna, Fondo de Cultura Económica, México, 1993.




MUÑOZ, Rafael F., Santa Anna el que todo lo ganó y todo lo perdió, Espasa-Calpe S.A., Madrid, 1936.VASCONCELOS, José, Breve Historia de México, Ediciones Botas, México, 1950.



COMENTARIO BIBLIOGRAFICO

- MARTINI, Oscar Salvador (Coord.), 1949 Rumbos de justicia, Buenos Aires, Fondo Editorial Carlos Martínez, 2009.






Esta obra colectiva sobre la Constitución de 1949, fue coordinada por Oscar Salvador Martini y contó con la colaboración de Mónica Eva Monti, Laura Mercedes Venecia, Alberto González Arzac, Francisco José Pestanha, Néstor Gorojovsky, Ernesto Adolfo Ríos y H. Marcelo Baumann. Su enfoque no es un estudio más histórico-constitucional de la reforma impulsada por el gobierno del presidente Juan Domingo Perón. Sino que en su Presentación se lo define como un acto militante, como un aporte al pensamiento nacional. En este año donde se cumple el 60 aniversario de la sanción de la carta magna reformada por el Justicialismo, se ha visto llevada a cabo la idea que tuvo en 2008 el profesor Ernesto Ríos, quien hace poco ha dejado este mundo. “El pensamiento nacional brota de nuestra propia historia, de nuestro propio ser. Contrariamente, las ideas importadas que han sido norte y dogma en la educación y la cultura oficial argentina, parten de un universalismo sin arraigo”, destaca H. Marcelo Baumann. En “La problemática constitucional argentina”, Oscar Salvador Martín destaca que casi en su centenario la Constitución de 1853 “requería un amplio tratamiento modernizante”. Su estructura liberal concebida en tiempos decimonónicos quedaba anacrónica en cierta temática como lo fueron los derechos sociales, nacidos de la concepción cristiano-humanista. Menciona las críticas a la reforma como un capricho del gobierno peronista, pero habría que preguntarse –afirma- “por qué razones se promovió la reforma de 1957 y por qué fue disuelta por su mayoría circunstancial”. Néstor Gorojovsky precalifica uno de los artículos de la Constitución y bautiza a su aporte como “El infame artículo 40”. Este artículo se refiere a la función social de la propiedad, el capital y la actividad económica, y según el profesor Gorojovsky “esto suena a un texto redactado por León Trotzky y Vladimir Lenin en el año 1917 en la URSS”. El jurista, docente y pensador nacional Francisco José Pestanha en “La Constitución de la realidad justa” relata la necesidad de la reforma en esa época y la critica a los “maestros del derecho” que sostenían los contenidos pétreos en el texto constitucional. Cabe agregar que uno de los constitucionalistas que sostuvo esa postura en sus manuales y tratados, fue uno de los juristas que asesoraron a la dictadura militar que en 1972 intentó un engendro constitucional

By sanciona cláusulas como Derechos especiales de la Educación y de la Cultura”. Ello era una cultura accesible a todos y no como en otros tiempos donde se edificaban grandes palacios, había estancias de varias leguas con hermosos cascos, peones y obreros analfabetos, y universidades para una minoría. El malogrado Ríos en su “Suite constitucional (incompleta)” –dedicada a Mario “Pacho” O´Donnell nos guía por Buenos Aires, llevándonos a “la avenida del coimero”, en alusión a Bernardino González Rivadavia. “Don Bernardino jamás tuvo pruritos éticos al pedir o recibir las coimas del capital inglés”, señala Ríos. Con su ironía que lo caracterizaba, Ríos menciona el episodio del “cuadernito de la siesta santiagueña”, cuando un infatuado y elegante enviado del gobierno porteño intentaba convencer al general y gobernador de Santiago del Estero –calor extenuante por medio- Juan Felipe Ibarra de las bondades de la Constitución de 1826. Fue otro de los fracasos de la historia constitucional argentina. Esta obra contiene un interesante y didáctico apéndice documental legislativo.

† Tanto el autor como todo el equipo de La Reconquista dedican este artículo a la memoria de Ernesto Ríos, quien nos dejó el 10-09-09.

SANDRO OLAZA PALLERO


†† Este número de la Reconquista va especialmente dedicado al Coronel Seineldín quien nos dejó
el pasado 2-09-09. (QEPD)



EQUIPO DE LA RECONQUISTA:
Federico Gastón Addisi, Andrés Berazategui, Sandro Olaza Pallero, Andrés Mac Lean, Gabriel Turone, Damián Oviedo, Camilo Bottino, Germán Neudeck, Diego Mazzela, Matías Falagán, Patricio Mircovich, Natalia Jaureguizahar, Hernán Adamo, Web: http://www.jovenesrevisionistas.blogspot.com/ Agradecimientos: Profesor Jorge Sulé, Ediciones Fabro, Agrupación Arturo Jauretche, Juan Cruz Castiñeiras, Emilio Nazar Reuniones: Miércoles a las 18 hs. en la sede del Instituto (Montevideo 641) Actividades: 7 de octubre, Pablo Vásquez, sobre Vicente Sierra; 21 de octubre, Conferencia sobre A. Olmos (Inst. Rosas Montevideo 641); Sábado 7 noviembre en Inst. Perón (Sarmiento 1469, 3º “A”) Andrea Prodan "Defensa y FFAA en la actualidad"; Sábado 14 de noviembre en Inst. Perón (Sarmiento 1469, 3 A), Emilio Nazar "Política de Género e Informe Kissinger".



4 de octubre de 2009

INVITACION A CONFERENCIA.

CONFERENCIA: PENSAMIENTO Y OBRA DE VICENTE SIERRA.

LUGAR: INSTITUTO J M DE ROSAS.

CALLE: MONTEVIDEO 641.

HORA: 19 HS.

EXPONE. DRNegrita. PABLO VAZQUEZ.

30 de septiembre de 2009

SENTIDA CARTA AL CRO. ERNESTO RIOS DE PARTE DE UNO DE SUS AMIGOS Y MILITANTES

Al Compañero Ernesto Adolfo Ríos:

Querido Ernesto,... Al Compañero Ernesto Adolfo RiosQuerido ernesto, se que estas donde debes estar y por el motivo que fuiste convocado. Me puso mal la noticia que llego cercana a la media noche. Hacia mas de un año que no te veia cumpa. Para muchos eras un tipo Jodido, asi llego a mis oidos esa Leyenda, La del tipo que se recibio metiendo mas de 6 materias en un turno, que discutio y puso en evidencia a los gorilas, y que Proveniante de un hogar Humilde, habia termindo sus estudios, y diste ese maravilloso discurso, que todavia corren en copias, por algunos pasillos, reafirmando la leyenda.Mucho habia escuchado de vos, y un dia hablando con un compañero me dice Ese es rios, cuando te vi recuerdo que me rei, cuando te escuche, en ese mismo momento empezamos a hacer militancia. Yo con mis 18 años, Carnicero de oficio y peronista de corazon, y vos con tus 24 y ese traje con el escudo de tu colegio secundario.Que buenos recuerdo, aque lla agrupacion ARTURO JAURETCHE! Que años aquellos, Las tardes con los cumpas en tu casa, y tu madre siempre nos hacia la leche, seguro estaras con ella ahora my contento y un poco triste tambien.mucha cosas flaco, siempre voy a tener un buen recuerdo de vos, y siempre te voy a achacar los mismo, No podes hacer algo sin sorprender? Hasta en esta la hicite flaco, entre muchas charlas, debates, y tambien esas chicanas filosas infundadas que hacias para rabiarme, me siento atemporalizado. Hoy estas presente, con tus lentes, tu nariz, y siempre impecable. Como amigo me abriste las puertas de tu hogar, un hogar de trabajao, como cristiano me rompias las bolas con que lea santo toma jajaja TE acordas? si te estaras riendo ahora. Pero me acuerdo un dia que estaba por rendir y tenia un cagaso, ya estaba fichado, bronca con el docente, elecciones cerca, Amigo tuyo de Batistoni y Rechio, estaba jugado, y con algunas lecturas agarradas al tuntun para pelear un 5 a capa y espada.ESTE ES EL ERNESTO QUE ME QUEDO GRABADO, ANTES DE ENTRAR AL SALON ME PREGUNTASTE SI ESTUDIE, TE DIJE, ERNESTO SABES QUE NO, SOLAMENTE LEIE LA MATERIA, ME PARECE QUE NO VOY A RENDIR, estaba cagadisimo, y me Dijiste, "MARIO NO LE TENGAS MIEDO A ESOS TIPOS, SI FUERAN LOS GRANDES POLITOLOGOS QUE DICEN SER, NO ESTARIAN DANDO CLASES POR DOS MANGOS, ANDA ENTRA Y ACORDATE QUE ESTAS FRENTE A 3 TIPOS QUE NO VAN A LLEGAR NUNCA MAS LEJOS QUE ESO, ELLOS SE QUEDAN ACA EL UNICO GOZO QUE TIENE ES VERDUGUEAR A LOS PIBES, VOS LEISTE Y TENES CALLE, ENTRA QUE ES UN TRAMITE" Ese dia rendi mi 3er materia con un 8.Ese era ernesto un tipo a veces ciego, pero que te habria los ojos.Compañero Ernesto que tu alma se eleve hacia los cielos, y encuentre la paz que merece tu espiritu. Gracias por haber estado del lado de los humildes teniendo todas las tentaciones gorilas. Mas alla de chicanas y desencuentros, Tu muerte es una gran perdida para el campo nacional, quizas esto nos sirva para poder hacer eso que era tu anheo como lo decias, Maestro es quien se ve superado por el alumno. Dificil tarea nos dejas Flaco.Me alegra ver tata gente que te quiere, y encontre este blog buscando esa foto que nos sacamos Con cristina cuando la trajimos a rossario en el 97, TE acordas!!!!!Flaco Vas a Vivir Siempre en el recuerdo de los estudiantes de Ciencia Pilitica, entre los militantes del peronismo, y entre todos los hijos de puta que te odiaban.Espero cuando me toque arribar al puerto que hay llegado, encontrarte y darte un gran abrazo.
Gracias por haber iluminado con tu estilo el camino de los que siguen la verdad, y el compromiso.

MARIO.-

24 de septiembre de 2009

JOSE IGNACIO RUCCI, BUSCANDO LA PAZ DE LA JUSTICIA.



REVISIONISMO DEL SIGLO XX. EL ASESINATO DE J. I. RUCCI.


TERMINANDO CON LA MENTIRA MONTONERA.





José Ignacio Rucci nació en Alcorta, provincia de Santa Fe el 15 de Marzo de 1924. Su carrera sindical comenzó en la fábrica de cocinas “Catita”. Derrocado Perón, en 1955, formó parte activa en la Resistencia Peronista (de lo cual da testimonio la correspondencia Perón-Cooke). Su paso como interventor en la Unión Obrera Metalúrgica de San Nicolás, a mediados de los sesenta, le abrió las puertas del Secretariado Nacional como Secretario de Prensa. El 2 de julio de 1970, alcanzó, gracias a su valiente e innegable lealtad hacia Perón el cargo de Secretario General de la Confederación General del Trabajo. Su objetivo era sin lugar a dudas el retorno del General Juan Domingo Perón a su Patria, cosa que logró junto con el conjunto del pueblo peronista el 17 noviembre de 1972. Con el paso del tiempo se fue demostrando el indudable y profundo respeto y cariño de José Rucci hacia nuestro único Conductor, Juan Domingo Perón.Siempre hizo pública su rabia a la intentona por parte de lo que denominaba “personeros del inmundo trapo rojo” de infiltrar y corroer al Movimiento Peronista por medio del “famoso entrismo”.
Claramente se encargó de advertir, separando la partidocracia del movimiento, lo que en estos días sufrimos: “el Peronismo de ninguna manera se lo puede confundir con un partido político: El Peronismo es la esencia de un gran movimiento revolucionario.”Sin embargo, a pesar de la siempre probada lealtad de Rucci al General Perón, no faltaron quienes pretendieron colocarlo “como traidor”, que iba a denunciar el Pacto Social que Perón impulsaba y cuyo programa estaba fundamentado por un conjunto de ofertas sostenidas por una autentica base política y social. Por parte del gobierno la garantía era Juan Perón; Ricardo Balbín, por parte de la oposición; por la parte sindical, José Ignacio Rucci, y por la parte empresarial José Gelbard.Varios testigos durante la firma del Pacto por parte de Rucci se sorprendieron al escuchar un contundente “estoy firmando mi sentencia a muerte”, pero sabía que se alcanzaba el objetivo y primero la Patria. Contrariando la pretendida traición de Rucci el mensaje póstumo que este iba a dar al pueblo argentino, distaba de ser la denuncia del Pacto Social, por el contrario, entre otras cosas decía: ““Ahora el fragor de las luchas ha pasado a convertirse en historia. La realidad de nuestros días es la unión, el trabajo y la paz…”“…La reconstrucción de la Patria es una tarea común para todos los argentinos sin sectarismos ni exclusiones. La liberación será el destino común que habremos sabido conquistar, con patriotismo, sin egoísmos, abiertos mentalmente a una sociedad nueva, para un mundo mejor.“La Patria requiere de todos, todos con la Patria en la hora suprema de la verdad, con profundo sentimiento de nacionalidad, con profundo sentimiento de Cristiandad; seguros de que el pueblo es gobierno y cuenta con la figura del Teniente Gral. Juan Domingo Perón a su legitimo representante y exponente de sus aspiraciones que nos llevará inexorablemente a una Argentina Liberada”. El 25 de Setiembre de 1973 una lluvia de balas acabó con la vida de este soldado de la Patria Justa, Libre y Soberana. E inauguró la polémica sobre quienes fueron los autores de su asesinato.









Al respecto, aún hoy se discute la autoría material e intelectual de semejante crimen.
Pero en este artículo queremos dejar definitivamente aclarado el tema y pedir a Dios que finalmente se haga justicia.
A continuación reproducimos abundantes afirmaciones que ventila Amorín, en su sincero libro “Montoneros, la buena historia” que aclaran definitivamente el tema:


“(…) ello explica el creciente éxito de Montoneros a partir de 1970 y hasta 1973. Esto es, hasta el desastre de Ezeiza, la caída de Cámpora, el mal disimulado enfrentamiento con Perón y su consecuencia directa: el asesinato de Rucci. Otra quema de naves, pero en este caso perversa, autodestructiva”. (Ibidem, pág. 48).
“Un Firmenich que sólo puede recuperar el quimérico pedestal sobre el cual él mismo se había situado ya no a partir de heredar a Perón sino de vencerlo. De enfrentarlo”. (Ibidem, pág. 78).
“A diferencia de Montoneros que apenas tres meses después de las declaraciones de Quieto asesinó a Rucci: por traidor te va a pasar lo mismo que a Vandor. Traidor: el que viola la lealtad debida. ¿A quién? Rucci jamás había comprometido su lealtad con Montoneros. Debía lealtad a Perón y, a diferencia de Vandor, nunca le había jugado en contra. Al contrario: respecto del movimiento sindical, seguía sus instrucciones al pie de la letra. Lo cual no era del todo agradable para Lorenzo Miguel y la conducción de la CGT. Entonces si por su actividad sindical Montoneros consideró traidor a Rucci es porque consideraba traidor a Perón”. (Ibidem, pág. 80).
“Pero no supongo ni infiero, lo sé con certeza: el asesinato de Rucci fue una declaración de guerra. Contra Perón y el resto de los sectores que integraban el peronismo”. (Ibidem. Pág. 82).
“Pero en votos, Rucci ya había muerto. Recuerdo a Hobert, sensato y vueltero como pocos a la hora de imponer sus opiniones. Sin esfuerzo lo imagino dar vueltas para postergar una decisión a la cual él se oponía. Pero, mientras el daba vueltas, Roqué se instaló en un departamento de Floresta, Juan B Justo 5781, a diez cuadras del domicilio de Rucci. Mientras Hobert daba vueltas, Roqué mandó traer al departamento las armas necesarias para el operativo: las llevó Gustavo Lafleur, camufladas como máquinas de coser Nitax y en un auto del gobierno de la provincia de Buenos Aires. Mientras Hobert daba vueltas, Roqué convocó al equipo operativo, nueve compañeros, la mayoría FAR, un solo Desca…” (Ibidem, pág. 84).
“La muerte de Rucci fue decidida por la organización Montoneros. Esto es indiscutible”. (Ibidem. Id).
Pero no bastando con estas afirmaciones de quien fuera uno de los fundadores de Montoneros y de sus primeros integrantes en la Columna Sabino Navarro, reproducimos los dichos de un “intelectual” afín a la Tendencia:


“Perón en el 73 no pudo controlar su ala dura. No era joven ni era bravucón. Quiso hacer el Pacto Social, pero Firmenich le mató a Rucci”. (P. 82. José Pablo Feinmann, Página 12, 1 de Julio del 2004).
Sin embargo, algunos dirigentes y periodistas que defienden intereses inconfesables sostienen que “Montoneros como organización no diseñó ni perpetró el operativo contra Rucci”. Otros sostienen que para la fecha del asesinato, esto es el 25 de septiembre de 1973, Roqué (señalado como uno de los autores materiales) no tenía ningún cargo en la Conducción Nacional de Montoneros dado que, en su opinión, todavía no se había producido la fusión entre la organización de la que él provenía, las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), de origen marxista guevarista, con Montoneros.
A estas falacias respondemos: 1) La fusión entre Montoneros y FAR fue acordada mucho antes del asesinato de Rucci, el 11 de marzo de 1973, casi medio año antes de la emboscada contra Rucci. Lo dice el propio Perdía en la página 179 de su libro “La otra historia”: “Prácticamente en forma contemporánea a la victoria electoral se acordó la fusión de ambas organizaciones, bajo el nombre de Montoneros”. Y agrega, a los tres párrafos: “En virtud de los acuerdos políticos la nueva Conducción Nacional quedó integrada por 8 miembros, 5 montoneros y 3 de las FAR”.


2) A la fecha del asesinato de Rucci, el 25 de septiembre de 1973, la Conducción Nacional de Montoneros ya estaba formada por 8 miembros. Cito de nuevo al propio Perdía en su libro, en las páginas 179 y 180: “Sobre esa base se constituyó esa conducción unificada, cuyo ordenamiento quedó así: 1. Mario Eduardo Firmenich (Montoneros); 2.Roberto Cirilo Perdía (Montoneros); 3.Roberto Quieto (FAR); 4.Carlos Alberto Hobert (Montoneros), 5.Raúl Clemente Yager (Montoneros); 6.Julio Roqué (FAR); 7.Horacio Mendizábal (Montoneros, previamente incorporado con la fusión de Descamisados), y 8.Marcos Osatinsky (FAR). Es decir que Roqué era ya el número 6 de la cúpula del nuevo Montoneros y el segundo representante de las FAR”.


3) En simultáneo con el asesinato de Rucci, la cúpula de Montoneros hizo circular un grueso documento, denominado “La Biblia”, en la que se definió “metodológicamente marxista-leninista”.


4) Eduardo Anguita y Martín Caparrós (quines no pueden ser sospechados de pertenecer “a la burocracia sindical”) cuentan en las páginas 205 y 206 del Tomo 3 de “La voluntad” el plan de Montoneros para vengar la masacre de Ezeiza (20 de junio de 1973), que incluía una serie de atentados contra Rucci y otras personas consideradas responsables.


5) El periodista Ricardo Roa, actual número 2 de Clarín, relató que el 25 de septiembre de 1973 por la tarde Firmenich se les apareció en la redacción de la revista “El Descamisado” y les dijo: “Fuimos nosotros”. Y les explicó por qué lo habían hecho, para asegurarse que la cobertura de la revista estuviera en línea con la Conducción Nacional de Montoneros.

FEDERICO GASTON ADDISI.

Fuentes: La Voluntad, Anguita, Caparrós.
Operativo Traviata, Ceferino Reato.
Montoneros, la buena historia, Amorío.
Declaraciones de Ceferino Reato.
José Ignacio Rucci, P. Mircovich.

10 de septiembre de 2009

COMPAÑERO ERNESTO RIOS, GRACIAS POR TU EJEMPLO. DESCANSA EN PAZ.

ERNESTO RIOS FALLECIO HOY, DEJANDO EN TODOS UN VACIO Y UNA PERDIDA IRREPARABLE EN EL PENSAMIENTO NACIONAL.

Federico Addisi, el querido Ernesto Ríos y Andrés Mac Lean.


Ernesto Ríos, así te recuerdan tus compañeros:

"Escombros de silencio han caído sobre las argentinas y argentinos que se jugaron por cumplir con la obligación y deber sacros de "Pensar la Patria" (Ernesto Adolfo Ríos; Prólogo a Grandes de entrecasa de Pablo Hernández, 17 de octubre del 2006).
"Después de un penoso padecimiento nos deja hoy Ernesto. Si bien sus restos serán velados en la cochería Ibarra, Moreno 2235, Villa Gobernador Gálvez, Provincia de Santa Fe, aún nos acompaña su recuerdo de polémicas, verdades gritadas a flor de labio e ironías desparramadas contra la estupidez de los tilingos.Amigo de lo punzante, de comentario rápido y áspero, filoso como navaja, pero niño eterno, lector insaciable, y docente de la vida jugado siempre por la causa nacional. El adiós que no te pude decir en estos días me lo guardo para cuando nos encontremos entre los que admiramos en el cielo, peleando tozudamente por nuestras ideas y rezongando por quien primero tiene la razón. Hermano, faltándo tu presencia descubrí que grande me quedó el mundo y que chico mi corazón lleno de tu recuerdo. ¡Hasta siempre, compañero!".

Pablo Vázquez

"Ernesto ya monta guardia sobre los luceros para guiarnos con su estrella en el duro camino de pensar y luchar por la Patria. Siempre estuvo dispuesto a esclarecer y ayudar a los que nos dedicamos al Pensamiento Nacional. Hombre de fina ironía -como corresponde a las más lúcidas inteligencias- a veces era difícil de entender. Sin duda, perdemos un gran compañero. ¡Descanse en paz, compañero Ríos!".

Federico Addisi

"Ernesto fue una esperanza para los que ya estamos casi al final del camino. Siempre pensamos que era de la estirpe y la estatura necesarias para recojer la antorcha que debe seguir su marcha hacia un mundo mejor. Ernesto no era un caudillo, pero era la mente brillante que hacía falta para confirmar el camino o encontrar el rumbo. Fuiste jóven y serás jóven desde hoy por toda la eternidad. Que otro revolucionario jóven, Jesucristo, te reciba y te permita inspirarnos desde su reino".

Eduardo Rosa

Ernesto disertando en nuestro cursos en el Instituto
Nacional de Investigaciones Históricas "Juan Manuel
de Rosas".

"Ernesto.......ese profe tan cabrón...y ese amigo entrañable que estaba siempre dispuesto a dar su apoyo en pos del pensamiento nacional... Ese hombre de imagen dura, con alma de niño. La inteligencia hecha persona. ¡¡¡COMO LO EXTRAÑAREMOS!!! Sus invitaciones a los eventos, sus bromas, sus ironias...y la necesidad de sentirse querido camuflada en una actitud almidonada...¡y al fin logro su objetivo! Nos dejó hecho trizas...sin su presencia. Lo que no podrá lograr es borrar los recuerdos y el cariño instalado en nuestro corazón. Algún día nos encontraremos amigo".

Mónica D'Assisi
















Federico Addisi, Gelly Cantilo y el compañero Ríos,

con diploma por su distinguida exposición en
el Ciclo de Pensadores Nacionales.
NOTA: Para aquellos que no tuvieron la suerte de conocerlo, y para los que quieren volver a escucharlo en lo que más le gustaba, la docencia, aquí tenemos su conferencia sobre "Ernesto Palacio". Sólo tiene que buscarla en el reproductor y clickear "play".

4 de septiembre de 2009

CONFERENCIA

"La línea histórica San Martín, Rosas, Perón".




La línea que el Gral Perón describiera como "línea hispánica" en oposición a la anglosajona del rito celeste escocés.


Fecha: Miércoles 9 de septiembre.


Expone: Cro. Federico Gastón Addisi.


Lugar: Instituto Nacional de Investigaciones Históricas "Juan Manuel de Rosas".


Dirección: Montevideo 641, Ciudad de Buenos Aires.


Hora: Inicia a las 19 hs.

29 de agosto de 2009

BOLETIN "LA RECONQUISTA", AÑO 2, Nº 12

JOVENES REVISIONISTAS.

“LA RECONQUISTA”. Año 2. N. 12.

En el Año de Homenaje a Raúl Scalabrini Ortiz.



EL PORNO CIPAYISMO DE FEDERICO

I.-Agravio absurdo a Juan Manuel de Rosas
Cuando parecía agotado el repertorio de embustes y de maledicencias contra Juan Manuel de Rosas, elaborados por los cultores de una historia falsa, ya liberal o roja, pero contestes todos en el tributo a la mentira oficialmente subsidiada. Cuando el paso largo y arduo de casi un siglo y medio después de la muerte del Caudillo, permitía abrigar la esperanza de que recayeran sobre él juicios más acordes con el decoro de las pasiones sofrenadas que con el oportunismo audaz de los iletrados. Cuando se preveía, al fin, que las obscenidades rentadas de Rivera Indarte no hallarían discípulos sino tajantes críticos y racionales objetores, emerge de la nada, continuando a aquel unitario ladino y procaz, un sujeto indocto que lleva por nombre Federico Andahazi. El figurón, siguiendo una línea escatológica que le ha dado buenos dividendos y mundanal prestigio, acaba de editar el volumen segundo de una “Historia sexual de los argentinos”, titulada impiadosamente “Argentina con pecado concebida”, para poner en evidencia, ab initio, que su pluma meteca conserva intacta la capacidad sacrílega. Promoviendo aquí y acullá su novísimo panfleto, merced al beneplácito de los medios masivos con la lucrativa hojarasca de esta catadura, el Andahazi ha comparado a Juan Manuel de Rosas con el execrable Josef Fritzl, aquel degenerado incestuoso y homicida de Austria, condenado recientemente tras conocerse los pormenores de sus inenarrables perversiones. “Nos espantamos al conocer la noticia de este austríaco que tenía secuestrada a su hija” –dice el bestsellerista- “y nosotros tuvimos uno igual pero en el poder, en el gobierno” (Cfr. Alejandra Rey, Entrevista a Federico Andahazi, ADN Cultura, La Nación , 25-4-09, p. 20). “Un tipo mantiene cautiva a una hija adoptiva, la viola y tiene seis hijos. Uno inmediatamente piensa en este personaje austríaco, pero estamos hablando de Juan Manuel de Rosas" (Cfr. Juan Manuel Bordón, Entrevista a Federico Andahazi, Clarin, 29-3-09). La causa de tan inicua comparanza cree poder fundarla el antojadizo escriba en el mentado caso de Eugenia Castro, a quien describe como “hija adoptiva” de Rosas, “recluida y violada sistemáticamente”, sometida a destratos y humillaciones, y mantenida en la pobreza y sin educación. (Cfr. Alejandra Rey, Entrevista…etc, ibidem).

II.-La verdad sobre Eugenia Castro
La verdad histórica guarda austera distancia de este culebrón hediondo, y será bueno recordarla en prietas líneas. Eugenia Castro y su hermano Vicente fueron dados en tutoría a Rosas tras la muerte de su padre, el Coronel Juan Gregorio Castro, y la orfandad de madre en que ambos se hallaban. Ningún vínculo sanguíneo, familiar o parental unía al Restaurador con la joven. Los hermanos vivieron libremente alojados en el enorme predio de San Benito de Palermo, y con posterioridad a la muerte de Encarnación Ezcurra, hacia 1839, todo indica que el dueño de casa la tuvo a Eugenia por “querida”, engendrándole seis hijos según una versión, y siete según otras. El ilegítimo amorío era un secreto a voces –desparramado adrede por la propaganda opositora- de modo que de oculto y prisionero tenía muy poco. Eugenia y sus hijos naturales eran vistos por los innúmeros y calificados visitantes del predio palermitano, compartía mesa, eventuales paseos y festejos, y así como fue consciente, voluntaria y consentida su relación con Rosas, podrá calificársela con todo derecho de pecaminosa, pero no de macabra, incestuosa, sanguinaria y sepulta bajo la tierra. Manuel Gálvez, por ejemplo, menciona la carta de salutación dirigida a Eugenia por un canónigo porteño. Algo difícil de llevar a cabo si la mujer hubiese estado sometida a un hermético y ruin cautiverio, como la desdichada hija de Fritzl. Hay otros detalles de esta relación que impiden cualquier analogía indecente como la que ha trazado Andahazi con afán denigratorio. Rosas se ocupó de mantener, mejorar, administrar y ampliar la casa de Eugenia en el barrio de Concepción –operaciones todas de pública realización- y hasta cinco días después de la derrota de Caseros, con la meticulosidad ordenancista que le era proverbial, le entregó a Juan Nepomuceno Terrero los títulos de propiedad de la vivienda de la muchacha, 41.000$ que le correspondían de los alquileres cobrados y 20.000$ más pertenecientes a su hermano Vicente. La tragedia irrevocable se cernía sobre su futuro y sobre la patria entera, pero este hombre de singular capacidad reguladora se hizo de un tiempo para que todo aquello que le correspondiera a los Castro llegara a sus manos. Nada de cierto hay entonces en aquella calumnia –ahora remozada- que urdiera Antonio Dellepiane en 1955, cuando desde los antros de la Editorial Claridad pergeñara un suelto negando todo sentimiento paternal y protector en la conducta de Juan Manuel de Rosas. Unas pocas cartas se intercambiaron Eugenia y Don Juan Manuel tras la caída de 1852. Rafael Calzada, en el tomo IV, capítulo XXVII de sus Cincuenta años de América. Notas Autobiográficas, de 1926, nos permite informarnos sobre su contendido. Obras posteriores, como la de María Sáenz Quesada, Las mujeres de Rosas, han sido más explícitas al respecto, aún sin tener intenciones laudatorias hacia el Dictador. Sabemos así que Eugenia le manifiesta su lealtad, recuerdo y afecto al antiguo amante, la desazón en que se encontraba, las graves penurias por las que atravesaba, el destrato que padecía de parte de algunos, y “lo siempre bien recibida” que era “en la casa de la señora Ezcurra”. Sabemos asimismo que le obsequia al Restaurador con pañuelos bordados por alguna de las hijas naturales y un escapulario de la Virgen de las Mercedes. Sabemos, al fin, que se interesa “por su importante salud” y le desea “mil felicidades”, a la par que le solicita no ser olvidada y que le remita un retrato. El único regaño que le formula es por unos comentarios “quejosos” que le llegaron de parte de Doña Ignacia Cáneva. Qué relación guarda todo esto con una mujer presuntamente esclavizada y violada incestuosamente, como quiere Andahazi, nunca se sabrá. Eugenia amaba a Rosas, y no se ha dicho nunca que éste fuera mujeriego, por lo que en la órbita inmoral del concubinato cabe deducir que él le guardó una excluyente correspondencia afectiva. Susana Bilbao, en su novela Amadísimo Patrón, que tampoco es una apología del Jefe de la Confederación, hace bien en sospechar que Eugenia no fue “una hembra destinada a parir, obedecer y servir”, porque no hubiera podido “alguien tan insignificante mantener durante doce años la atención de un hombre que por su riqueza, prestigio y belleza física hubiese podido elegir entre las mujeres más encumbradas de la nación sobre la cual ejercía un dominio absoluto”. Si no fue la Castro –ni debía serlo- la varona paradigmática de Encarnación Ezcurra, tampoco admite la lógica reducirla al papel de un lampazo, como la presenta Andahazi para acentuar la crueldad de su amante. Rosas, por su parte, durante el doliente destierro, le remitió a Eugenia un puñado de cartas “muy expresivas y tiernas”, según él mismo las calificara. Le pide que lo acompañe en el exilio, junto con su prole, para mitigar entre ambos las comunes peripecias. Se disculpa por no haberle podido responder con antelación, “obligado por las circunstancias”, le aclara que dada la pobreza no puede remitirle dinero alguno, pero que si “la justicia del gobierno” le restituyera sus bienes, “entonces podría disponer tu venida con todos tus hijos”, como se lo solicitó después de aquel aciago 3 de febrero. También hay cartas cariñosas y unos menguados pesos para la hija Ángela, a la par que una lamentación por no poder remitir “algo bueno porque sigo pobre”.. Entre “bendiciones”, “abrazos”, palabras cordiales y la aclaración de que “no me he casado”, las epístolas de Rosas cesan un día. Eugenia muere en 1876, y Ángela, su hija natural, apodada “El Soldadito”, recibe una larga misiva de pésame. En el Testamento, Don Juan Manuel dispone el dinero que ha de acordarse a todos los Castro, si alguna vez se le restituyera los bienes que injustamente le fueron despojados. La pregunta retórica es la misma que nos hacíamos antes. Qué tiene que ver todo esto con un depravado incestuoso, criminal y esclavista como Josef Fritzl , es algo que únicamente puede pasar por la calenturienta testa de Andahazi, probando una vez más el acierto de Croce: “en materia de historia cada uno prefiere lo que lleva adentro”. Acertaba Fermín Chávez cuando a propósito de este delicado tema denunciaba las “misturas que confunden al lector; misturas que pueden llegar a la infamia […] aprovechadas por apícaras y picarones”, devenidos en “nuevos José Mármol, quien después de todo se está quedando cortito y pusilánime” (Cfr. Fermín Chávez, Los hijos naturales de Rosas, en Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, n. 35, Buenos Aires, 1994, p. 82).

III.-Héroe pero no santo
Digamos las cosas como son. No hay dos morales, con una de las cuales habría que juzgar a los hombres corrientes y con otra a los próceres. En todo caso, más obligado está el egregio a dar constante ejemplo virtuoso ante la grey confiada. El sexto mandamiento nos alcanza a todos, y Rosas pecó grave y persistentemente contra él. Ni justificaciones ni atenuantes nos importa hilvanar aquí. Mucho menos retruécanos ingeniosos, como aquel de Anzoátegui, según el cual, “el héroe es el que puede sacarse cien hombres de encima; el santo, el que puede sacarse una mujer de abajo”. Si esto es cierto, y puede serlo, lamentamos que Rosas no haya sido santo, y en nada nos alegra su reiterada incontinencia. Tampoco es encomiable que aquellos hijos naturales no hayan sido reconocidos por su padre. Casi como una parábola trágica de la patria misma, hundida tras la derrota de Caseros, la tradición oral que se ha colado en el tema cuenta que de los varones que le dio Eugenia, uno murió en la Guerra del Paraguay, otro acabó pocero en Lomas de Zamora, y otro peón de estancia por los pagos de Tres Arroyos. La herencia de uno de nuestros mayores y mejores patricios, concluyó tumbada sobre la tierra, entre el anonimato y la orfandad. Con pena inmensa lo pensamos y lo escribimos. Pero Rosas, el pecador, el de la carne débil y el instinto irrefragable, el de la falta sempiterna contra la castidad que asoló por igual en la historia a príncipes y mendigos, pontífices y súbditos, no es el monstruo incestuoso y homicida que irresponsablemente ha retratado Andahazi, propinándole un agravio cobarde, impropio de un caballero, y antes bien semejante en sustancia al que Don Quijote –en el capítulo LXVIII de la Segunda Parte- describe como connatural en “la extendida y gruñidora piara”. Tampoco es Rosas un hombre que pueda ser acusado de mantener cautiva a esta mujer, que a su modo amó y fue amado por ella. Si Eugenia pasaba el grueso de las jornadas en las verdes extensiones de San Benito, no era ello señal de que el predio fuera su cárcel, o de que el sigilo del romance espurio la obligaba al encierro.. Es que el mismo Rosas, después de la muerte de su esposa –esto es, cuando comienza su relación con Eugenia- se aisló totalmente en Palermo, apareciendo muy rara vez en público, y abandonando hasta esa costumbre de recorrer de madrugada la ciudad para tomarle el pulso. Así nos lo narra Lucio V. Mansilla en el capítulo XI de su difundido Rozas. Ensayo histórico-psicológico. Distinto hubiera sido si el Restaurador, no por hábitos de misantropía sino por principios ideológicos, hubiera sostenido, como lo hace Alberdi en el capítulo XIII de Las Bases, que la mujer no debe tener una instrucción destacada sino “hermosear la soledad fecunda del hogar…desde su rincón”. O si hubiera justificado, como lo hace Sarmiento en el Diario del Merrimac, que las mujeres que conoció estaban para que él se aprovechara de ellas.

IV.- El libertador de cautivas
A Rosas no le debe la patria el reproche de haber tenido en cautiverio a una mujer, ultrajándola, sino la gratitud por haber liberado del cautiverio a centenares de mujeres que habían sido raptadas por los malones y que llevaban la vida miserable que conoce cualquier argentino que haya leído los cantos octavo y noveno de la segunda parte del Martín Fierro. Amplísima es la bibliografía al respecto, precisas y detalladas las informaciones que se conservan, abultadas las fuentes documentales y pormenorizados los registros de casos concretos, múltiples y desoladores, de explotadas mujeres, que merced a la Conquista al Desierto encabezada por Don Juan Manuel , recuperaron su libertad y su dignidad, y la posibilidad de reinsertarse, junto con sus hijos, a la tierra de la que habían sido arrancadas furiosamente. Hasta la misma Academia Nacional de Historia, en un trabajo editado en 1979, con la firma de Ernesto Fitte y Julio Benencia, titulado Juan Manuel de Rosas y la redención de cautivos en su campaña al desierto.1833-1834, ante la calidad y cantidad de evidencias, tuvo que elogiar “la labor humanitaria y misericordiosa” de Rosas, agregando, casi premonitoriamente, que muchas veces “los historiadores pasan por alto”. Otrosí podría agregarse si nos refiriéramos no ya a la liberación de cautivas blancas, sino a la legislación antiesclavista de la época de la Confederación, que permitió disfrutar a enormes grupos de mujeres negras de una libertad que hasta entonces no habían conocido. Está el testimonio vivo del Cancionero Popular de la Federación si Andahazi no quiere recorrer las fatigosas páginas del Registro Oficial. Le leímos una vez a Octavio Paz que todos tenemos en nuestras casas un tacho de basura, pero que sólo el enfermo mental y moral lo pone como centro de mesa. Esto es lo que ha hecho Federico Andahazi, fiel a las predilecciones que manifiesta en toda su literatura. Como lo igual busca lo igual, según enseñanza platónica, podría haber demorado su vista en el caso de La cautiva o Rayhuemy, aquella mujer objeto de las atrocidades indígenas, que rescatada un día –junto a tantísimas otras- por las tropas de Rosas, le agradeció al Jefe la patriada y recibió de su persona y de su política el sostén necesario para recomponer su existencia. Para eso tendría que haber tenido la magnanimidad del Padre Lino Carbajal, que investigó documentalmente el suceso, o la fina percepción de María Elena Ginobilli de Tumminello que trazó un acertado ensayo al respecto (cfr. su La política de Rosas y las mujeres cautivas, en Revista del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, n.64, Buenos Aires, 2002, p. 120-133). Podría, claro, Andahazi, con un alma semejante a la grandeza, haber contemplado este tipo de episodios en la biografía del Restaurador, y comunicárnoslos con elevadas miras pedagógicas, sin mengua de señalar y de reprobar, por contraste, cuantas miserias fueran apareciendo. Que para eso Aristóteles acuñó el género epidíctico. En lugar de este camino, eligió buscar el tacho de basura, preñarlo de escorias nuevas y ponerlo como centro de mesa. Buen catador de bahorrinas, tal vez tenga junto a los inspectores municipales del macrismo su próximo futuro asegurado.

V.-Entre mentiras y vampiros
Hasta aquí la objetiva refutación del inverosímil argumento de Federico Andahazi, con el que ha decidido sumarse a las ingloriosas bandas del antirrosismo, que tanto daño han hecho a la memoria nacional. Pero se nos permitirá entonces un argumento ad hominem. Porque el hombre que dice escandalizarse del amancebamiento de Rosas, gusta presentarse con atributos éticos que no lo convierten precisamente en un dechado. Si la sordidez, la promiscuidad, el sadismo, la sexolatría y la blasfemia campean en su obra, monotemáticamente preñada de un odio al Catolicismo, el porte jactancioso, narcisista, frívolo y hedonista campea en su talante. Por consiguiente, no se sobresalta su supuesta defensa de la dignidad humana –ésa que Rosas habría vulnerado- cuando confiesa su admiración por Drácula y por el vampirismo, ”porque el género gótico en general tiene esa relación carnal” (Cfr. Cfr. Alejandra Rey, Entrevista…etc, ibidem). Está clarísimo. Quedarse viudo y tener una amante en el siglo XIX, convierten a Rosas “en un personaje deleznable” (ibidem). Admirar las relaciones carnales de Drácula, en el siglo XXI, convierten a quien así se expresa en un respetable hombre de letras. Es en el sitio oficial de internet autoconsagrado a su apoteosis (http://www.andahazi.com/fotos.html), no en algún suelto contra su persona, que transcribe orondo una respuesta dada a Rodrigo Arias en una entrevista aparecida en Uolsinectis. Leámosla: “No soy un escritor al que le interese la historia en relación con la verdad. Mis novelas no son históricas. Trato de apuntalar mi literatura en la ficción y si tengo que deformar la historia para apuntalar mi literatura, lo hago. Tanto "El Anatomista" como "Las Piadosas" están plagadas de inexactitudes deliberadas. Las construcciones de mis novelas son ficticias.. Por otro lado, es curioso porque la literatura no tiene ningún nexo en relación con la verdad. La literatura está fundada por la ficción. No es más que una mentira más o menos bien contada”. Lo grave e imperdonable de esta patética confesión no es el divorcio intencional entre los trascendentales del ser, segregando la belleza de la verdad y del bien, sino que esa historia que deliberadamente deforma y falsifica para apuntalar su literatura tiene a la Fe Católica y a la Cristiandad como objetos centrales de sus “inexactitudes deliberadas”. Tales, verbigracia, los espantosos casos de “La ciudad de los herejes” y “El Conquistador”, dos de sus engendros oportunamente festejados por la intelligentzia. Lo grave, asimismo, es que ese criterio que lo guía, y según el cual es legítimo confundir y engañar al lector desprevenido con una novelística histórica sin verdad alguna, no lo circunscribe Andahazi exclusivamente al ámbito de la hipotética literatura de ficción, sino que lo lleva ahora al terreno de la historia propiamente dicha, en el que pretende ubicar sus dos tomos sobre La historia sexual de los argentinos. Extraño destino el de nuestra historiografía, y aún el de “nuestro mayor varón”, como lo llamara Borges a Rosas. Ha tenido que soportar los embates del mitrismo, del academicismo masónico, de las izquierdas apátridas, de los periodistas ramplones, de los psicoanalistas advenedizos y de los egresados de la UBA. Ahora parece ser el turno de los pornógrafos. Del pornocipayismo de los mercaderes de morbo y de lujuria. “Me siento libre”, escribía Don Juan Manuel de Rosas en su destierro. Y explicaba por qué. Porque “la justicia de Dios está más alta que la soberbia de los hombres”. Esa justicia divina, en el más allá, ya habrá medido y pesado, con misericordia y rigor, el alma de aquel hombre singular por quien la Argentina conoció los días de su mayor honor y señorío. Pero aquí, en esta desangelada tierra que habitamos, la honra de los héroes genuinos, precisamente por ser tales, también les da a su memoria una libertad que está más alta que la soberbia humana. Más alta que las páginas lúbricas de un patán, que las bajaduras de un inspector de bragas, está la verdadera historia que inclina su respeto y presenta sus armas y sus banderas invictas ante los gloriosos custodios de la soberanía material y espiritual de la patria, como lo fuera en vida Don Juan Manuel de Rosas.
Antonio Caponnetto.
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Halperín y su Visión decadentista de la historia nacional. (Parte I)

Luego de haber digerido con esfuerzo los tres artículos de Tulio Halperín Donghi reunidos bajo el título El revisionismo histórico como visión decadentista de la historia nacional (cuyo primer artículo data del año 1970, y al cual le siguen otros dos: uno del año 1976 y el otro de 1997), decidimos encarar esta crítica debido a las inconsistencias observadas, el carácter “profesional” del mismo y la vigencia de esta obra en nuestra educación universitaria.
Ya que no creemos, como sí lo hace Halperín, que una obra caiga necesariamente en “un curioso arcaísmo metodológico” como lo sostiene acerca de Vida Política de Juan Manuel de Rosas a través de su correspondencia de Julio Irazusta y de la Historia de la Argentina de Ernesto Palacio.
Sobre la primer objeta que “toma por modelo la que Carlyle dedicó a Cromwell, vieja ya entonces de un siglo y que aún en su momento había estado lejos de ser un modelo de método histórico”, y sobre la segunda “se inspira casi abiertamente en la Histoire de France de Jacques Bainville, obra cuya sobria elegancia emula con éxito, y menos distante en el tiempo que la de Carlyle, pero escrita en feliz ignorancia de los avances más significativos de la historiografía francesa del siglo XX”. Y esto no es todo, para Halperín “ese arcaísmo metodológico se acompaña de un creciente arcaísmo ideológico” para dejar de lado toda veracidad que pueda encontrarse en dichas obras y juzgarlas según su gusto respecto a las modas. Y en ningún momento elabora alguna objeción o corrección puntual de las mismas, por lo que comienza condenándolas irrisoriamente por su condición de arcaicas. Pero el revisionismo histórico fundacional no se guió por metodologías en boga, se guió en todo caso por el afán de demostrar la verdad histórica, desenmascarar las mentiras y ocultamientos de la historia oficial y proyectarse en el futuro. Esto se comprueba en el prólogo de la mencionada obra de Irazusta donde él mismo declara que “Ceder a la menor tentación de una emulación imposible habría sido locura; pero no aprovechar los argumentos editoriales del maestro del género (refiriéndose a Carlyle), habría sido tontería”.
Damos por sentado que Halperín, para mantener esta postura, leyó ambas obras, las analizó y comparó entre sí con las de los pensadores europeos Carlyle y Bainville. Ahora bien, si Halperín leyó en su totalidad la obra de Irazusta, no puede sostener como así lo hace, que Juan Manuel de Rosas no nos haya dejado ningún texto exponiendo su pensamiento político. Entonces, ¿Qué hacer con la sumamente conocida carta de la Hacienda de Figueroa, dirigida Juan Facundo Quiroga el 20 de Diciembre de 1834, donde Rosas no expuso su pensamiento político con suma claridad? Esta carta tan esclarecedora se encuentra analizada en la obra de Irazusta que Halperín condena por “arcaica”. Quizás por eso, no la leyó. Pero sigamos.
En cuanto a lo que Halperín llama “arcaísmo ideológico”, simplemente transcribiremos unas palabras harto esclarecedoras de Antonio Caponnetto, quien ha tratado este “caso” con altura y ha minimizado a este “profesional” de tanto reconocimiento: “En la interpretación de Halperín - y aquí viene el nuevo apriorismo – lo ideológico esconde o disminuye lo social reducido a su vez a un puro clasicismo, y por lo tanto, aunque nunca se sabrá porqué, está mal que los revisionistas crean que “las ideas gobiernan la historia”, o que rechacen a la oligarquía en tanto condición mental y moral antes que como “capa social” o “grupo de intereses”. La apodíctica de cuño marxista se hace sentir nuevamente. Lucha de clases, sí; explicaciones económicas también; enfrentamientos de ideas o de ethos contrapuestos, ya no. Y como se ve, no se requieren explicaciones para estas preferencias tan humanas, porque todo indica que pertenecen categóricamente al mensaje revelado del sociologismo de la izquierda”.
Una constante en estos autores integrantes de la inteligentzia es el factor materialista encarnado, por ejemplo, en la visión clasista. En este “caso” que estamos tratando, se asoma entre la maleza de su pluma pseudo-proustiana, y de suave manera, la confusión entre los orígenes de algunos exponentes del revisionismo y la postura de los mismos ante la indagación histórica. Para nuestro Profesor que ha practicado la docencia en las universidades de Berkeley y San Andrés (Estados Unidos), también Juan Manuel de Rosas se impuso en nombre del “grupo terrateniente”.
Es que, a veces, el odio clasista hace confundir hasta a los mejor intencionados. Pero una cosa es Oligarquía y otra es Aristocracia. Y cuando Halperín se sumerge en la historia de nuestro país en los años treinta se confunde, nuevamente, al declarar: p.19 “(…) es perdonable que hayan creído por un momento que los enérgicos toques de trompeta de su prédica periodística habían derrumbado por sí solos los muros de esa Jericó plebeya y corrupta que era para ellos la Argentina radical, y que su tarea iba a ser desde entonces constituirse en guías de la nueva etapa histórica abierta con el fracaso de la democracia.”
Andrés Mac Lean.

Bibliografía:
- Halperín Donghi, Tulio: El Revisionismo histórico argentino como visión decadentista de la historia nacional, Siglo XXI Editores Argentina, Buenos Aires, 2006.
- Caponnetto, Antonio: “Los críticos del revisionismo histórico”, tomo I, Buenos Aires, 1998

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FRANCISCO HIPOLITO UZAL, REVISIONISTA DE OBLIGADO Y DEL CORONEL MARTINIANO CHILAVERT


Casi centenario murió el historiador revisionista Francisco Hipólito Uzal, el pasado 23 de mayo de 2009. Sin embargo, la información masiva ha estado en deuda con él, pues quisimos encontrar alguna imagen del ilustre finado en Internet...y no hemos hallado ni una sola. ¿Obedecerá esto a una prueba más de la tan dudosa "democracia" informativa que despliega el sistema digital que se maneja a través de cables, modems, routers y demás artefactos?
Uzal es, junto a otros grandes esclarecidos, uno de los mayores ausentes en la aldea global de Internet, y al no haber información o datos sobre el mismo, nos volvemos a preguntar: ¿Ahora entendemos un poco más y mejor por qué desconocemos los argentinos nuestra propia historia, o por qué se continúa asociando a un Sarmiento como "padre del aula"?
Queremos rememorar, aunque sea resumidamente, al Francisco Hipólito Uzal historiador más que al político, pues hay que decir que él fue diputado nacional por Buenos Aires en los años de la administración de Arturo Frondizi (1958-1962), de quien, lógicamente, fue su seguidor. Y aunque para los que escriben en este espacio y que pertenecen a esta agrupación tal vez no resulte muy simpático, el revisionista Uzal fue antiperonista. De todas maneras, tomamos su invalorable aporte para sacar a la luz hechos que tienen que ver con la etapa federal y, dentro de ella, con la batalla de Vuelta de Obligado.
Escribió numerosos libros, entre ellos "Hombre, Cultura y Nación", "Los enemigos de San Martín", "El fusilado de Caseros", "Los asesinos de Florencio Varela" y su muy respetable "Obligado, la batalla de la soberanía". En 1980, y a través de la editorial El Corregidor, escribió otra obra que se llamó "Nación, Sionismo y Masonería. Rectificaciones a Ernesto Sábato". ¿Se entiende por qué casi no fue noticia su fallecimiento?
El abuelo paterno de Francisco Uzal había colaborado con el paria Domingo Faustino Sarmiento, quien lo puso al frente del periódico liberal "El Nacional" durante su presidencia (1868-1874), de allí el mérito que tuvo su nieto por haber desempolvado episodios tocantes al gobierno de Juan Manuel de Rosas y a los hombres que lo conformaron, como ya veremos.
La obra "Obligado, la batalla de la soberanía", está llena de documentos que atestiguan de modo inobjetable la patriada del 20 de noviembre de 1845, y muestra particular interés en rescatar la participación en aquélla del teniente de Milicias de Caballería don Facundo Quiroga, hijo del legendario caudillo riojano Juan Facundo Quiroga. En el capítulo "Partes y Comunicados sobre la Batalla Heroica", señalaba Uzal: (...) "¡Hijo 'e tigre...!" ¡Nunca más cierto el refrán! Porque como para rubricar dignamente la presencia nacional, en Obligado estuvo nada menos que el hijo del "Tigre de los Llanos", de nombre Facundo como su padre. Veamos este parte firmado por él, que dice así: “¡Viva la Santa Federación! ¡Mueran los Salvajes Unitarios! Estancia de Castro, diciembre 8 de 1845. Año 36 de la Libertad, 30 de la Independencia y 16 de la Confederación Argentina. Al Señor Comandante D. Ramón Rodríguez, jefe accidental [sic] del Tonelero. Son las siete de la tarde y aún permanecen las dos corbetas y la lancha de los enemigos fondeadas al frente de las baterías. Es cuanto tengo que comunicar a V. S. Dios guarde a V. S. muchos años. Facundo Quiroga".
Este humilde documento -parte de Guerra-, al parecer es el único escrito que lleva la firma del teniente Quiroga en lo que concierne a la batalla de Vuelta de Obligado, y Francisco Hipólito Uzal logró rescatarlo del olvido. El destinatario del parte de Quiroga, Ramón Rodríguez, no es otro que el entonces jefe del Batallón del Regimiento 'Patricios' de Buenos Aires, de descollante actuación en la refriega.
Incluso en "Obligado, la batalla...", Uzal también reivindica al coronel Martiniano Chilavert, quien luego de las acciones de noviembre de 1845 no dudó en presentarse a Rosas y formar parte del ejército criollo y federal en vez de continuar sirviendo a las tropas traidoras del unitarismo masónico. "Otro patriota, que hasta poco antes había combatido contra Rosas desde las filas del partido unitario, y en los ejércitos de Lavalle y de Rivera, pero que se irguió soberbio de indignación en la "asamblea de notables" convocada por el Pardejón [Rivera] en 1843, cuando oye que se trata del plan de segregarnos la Mesopotamia; y los apostrofa a todos, con la autoridad de su patriotismo ofendido, llamándolos "notables traidores"; ese otro patriota es el coronel Martiniano Chilavert, cuyo espíritu conmovió hasta sus últimas fibras el cañón de Obligado", escribe Uzal.
Igualmente, Francisco Hipólito Uzal le dedicará un libro entero a ese honrado argentino llamado Chilavert, quien en la batalla de Caseros (1852) no cesó en disparar su cañón contra las tropas imperiales del Brasil hasta caer prisionero por las tropas cobardes de Justo José de Urquiza, para morir lanceado y fusilado como un perro.
El título completo del libro es "El fusilado de Caseros. La gloria trágica de Martiniano Chilavert", y es uno de los que mejor refleja la existencia del valiente coronel. Salió en 1974 bajo la editorial La Bastilla, y consta de rebosantes 505 páginas. Cuando en su obra intenta hablar sobre el general unitario Juan Lavalle, antigüo colaborador de su biografiado Martiniano Chilavert, expresa Uzal con toda justicia y razón (página 240 y 241): "Lo cierto es que el Olimpo histórico argentino, la injusta distribución de honores que hoy aparece notoria, se debe en parte a estos intermediarios apócrifos, que han confundido a varias generaciones con omisiones, exageraciones y falsedades. Lavalle es una figura digna de todo respeto: el oficial distinguido del ejército de San Martín, como Suárez, como Olavarría, como otros; el coronel de la batalla de Ituzaingó contra el Imperio. Y basta. Ahí termina Lavalle. El otro, el que sacrifica a Dorrego, el que pide dos millones de pesos fuertes a los franceses, y que destruyan a cañonazos una batería argentina sobre el Paraná, ése es otro personaje. Mejor es no juzgarlo, para no herir al primero". Y continúa diciendo más adelante: "Pero en nuestra constelación de próceres ocurre algo irregular, que hay que denunciar, para ser aclarado: tenemos dos o tres grandes figuras, protagonistas de la Revolución de Mayo; después -cronológicamente hablando-, Belgrano (...) y culmina con nuestra máxima figura, el de la epopeya libertadora, San Martín. Ahora bien: inmediatamente después, por lo que nos han enseñado en la escuela, en todos los grados de la educación oficial, sobreviene mentalmente la imagen del general Lavalle. Esto significa una desmesurada sobrestimación de la figura de Juan Lavalle, dicho sea en homenaje a la más estricta justicia histórica".
Para finalizar, en esa grandiosa obra de 505 páginas, Francisco Hipólito Uzal deja un testimonio en el que se descubre un lejano parentesco entre el fundador del revisionismo histórico, Adolfo Saldías, y el coronel Martiniano Chilavert. Curiosidades de la historia: "El doctor Adolfo Saldías, al margen de esa intuición orientadora propia del historiador de raza, era descendiente de los Castellote, nieto del suegro de Martiniano Chilavert. Y él -además de muchos otros historiadores- nos suministra el nombre de Francisco como padre del Coronel, y el de María Antonia Castellote y Palacios, como esposa".

Gabriel Turone.

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Juan Francisco Borges el caudillo santiagueño precursor del Federalismo.

Nació este hidalgo santiagueño en Santiago del Estero, madre de ciudades y cuna de la hispanidad argentina el 24 de junio de 1766 y fue fusilado por el Directorio centralista y logista en el Convento de Santo Domingo, Provincia de Santiago del Estero, el 1° de enero de 1817. Fue militar y político argentino, primer líder federalista de Santiago del Estero, fusilado por orden de Manuel Belgrano en cumplimiento de un decreto del Congreso de Tucumán. Fue hijo de doña María Josefa Urrejola y Peñaloza y de Manuel Pedro Borges, un oficial de linajuda familia española del ejército real. Su esposa era Catalina de Medina y Montalvo, con la que tuvo un hijo: Juan Francisco Segundo Borges, que años más tarde llegaría a ser gobernador de su tierra. En el año 1781, siendo era Ayudante Mayor de Infantería de los ejércitos del Rey, estaba a las órdenes de su padre en la ciudad de La Paz (Alto Perú) cuando fue asaltada dos veces por las fuerzas rebeldes de Túpac Catari, como parte de la revolución del Inca Túpac Amaru II. Herido al tratar de romper el sitio a La Paz y tomado prisionero, logró evadirse, pero su padre murió en combate contra los insurgentes. El 15 de febrero de 1783 fue ascendido a Capitán de los Ejércitos del Rey. En 1790 se asoció en La Paz con José María de Iriondo y Benito Blas de Abarlega para exportar la cascarilla o quina que curaba las fiebres. Debido a un problema con el intendente de La Paz, fue procesado y enviado a Buenos Aires en 1796. Por intervención del virrey marqués Rafael de Sobremonte fue absuelto y dejado en libertad en 1798. Pero al año siguiente tuvo un conflicto con Domingo A. Achával, por lo que nuevamente fue arrestado y luego liberado regresando a Santiago del Estero. En 1801 hizo una campaña al Chaco, buscando el casi mítico "mesón de fierro", un enorme meteorito muy conocido por los indígenas, pero cuya ubicación se había perdido. Viajó en 1802 a España, donde fue seleccionado como miembro de la “guardia de corps” del rey Carlos IV y le fue conferido el título de Caballero Cruzado de la Orden de Santiago, mérito singular para un hijo que tuvo el honor de nacer en la provincia cuyo santo patrono fue el apóstol Santiago, símbolo de la Reconquista por los hijos de la España imperial y católica. En 1807 el rey le otorgó un privilegio económico por sus servicios a la Corona. En España conoció a otro futuro revolucionario argentino, el salteño José Moldes.[] Retornó al Virreinato del Río de la Plata en 1808 y se dirigió a Santiago del Estero. Al año siguiente apoyó las conspiraciones independentistas de Moldes. El gobernador de la Gobernación Intendencia de Salta del Tucumán le dio el mando militar de la ciudad de Santiago del Estero en 1810, aún cuando sabía que formaba parte de los independentistas. Producida la Revolución de Mayo, la noticia de la misma llegó a Santiago del Estero el 10 de junio de 1810. Adhirió inmediatamente a ella y, junto con Cumulat y Lorenzo Lugones, presionó al Cabildo local para que reconociera la autoridad de la Primera Junta, lo que recién se ocurriría el día 29 de junio. Esto impidió que Santiago de Liniers tuviera el apoyo de Santiago a la contrarrevolución y que fracasara su plan contra la Junta de Buenos Aires, cayendo fusilado el héroe de la Reconquista junto a sus compañeros, cumpliendo su fidelidad de caballeros para con el Rey.
Borges ascendido a teniente coronel, se le encargó la formación de un regimiento de Patricios Santiagueños, integrado por tres compañías, al frente del cual se incorporó al Ejército del Norte. A causa de un incidente que tuvo en Jujuy con Francisco Ortiz de Ocampo, Juan José Castelli lo despidió del ejército el 28 de noviembre en Potosí, retornando a Santiago del Estero. Se enfrentó al cabildo de Santiago del Estero por la elección del diputado a la Junta Grande hecha el 2 de julio, que no se había hecho por un cabildo abierto, resultando electo Juan José Lami. El 15 de julio se dirigió a la Junta, pidiendo la anulación de la elección y solicitando armas. Fue el primer reclamo de representatividad de los cuerpos colegiados que se conoce en la historia de la Revolución; la Primera Junta ordenó practicar una nueva elección. No obstante, el 20 de diciembre, Castelli y Ortiz de Ocampo lograron imponer sus candidatos en la elección de capitulares. El Cabildo protestó y nombró a Borges el 4 de febrero de 1811 su apoderado ante la Junta para reclamar sus derechos electivos. Una nueva elección fue realizada el 15 de marzo de 1811, resultando elegido Pedro Francisco de Uriarte, a lo cual Borges nuevamente presentó una protesta. Ante estos gestos, al caer la Junta y ser elegido el Primer Triunvirato, su secretario Bernardino Rivadavia lo hizo arrestar y procesar en Buenos Aires. Durante su prisión, fue elegido miembro del Cabildo de Santiago del Estero en 1812; recuperó su libertad y regresó a su provincia tras la caída de Rivadavia. Estaba de vuelta en su ciudad natal el 8 de diciembre de ese año. Fue elegido diputado a la Asamblea del año XIII, pero la Logia Lautaro vetó su nombramiento tal cual hizo con los diputados orientales; el diputado por Santiago fue electo por el cabildo de Buenos Aires. Nada de esto podía dejar contento a un autonomista como Borges, que rápidamente se fue definiendo como federal y que enfrentó a la logia que por una parte negociaba con los portugueses y por otra claudicaba con el poder realista. En 1815 era gobernador de la Gobernación Intendencia de Tucumán, de la que dependía Santiago del Estero, el coronel Bernabé Aráoz. Borges dirigió una carta al Director Supremo Sustituto Ignacio Álvarez Thomas, reclamando la separación de su provincia de la del Tucumán. El Director le contestó que sus conflictos serían solucionados por el Congreso que se reuniría próximamente en San Miguel de Tucumán. El 4 de septiembre de 1815, Borges arrestó al teniente de gobernador y se hizo nombrar gobernador independiente del de Tucumán, declarando a Santiago del Estero como Pueblo Libre, en sintonía con José Gervasio de Artigas. Contaba con el apoyo de la milicia provincial y de buena parte del pueblo. Pero Aráoz reaccionó rápidamente: sólo cuatro días después, un contingente de milicias tucumanas tomaba la ciudad por asalto y Borges fue herido. Lo dieron por muerto y sus hombres se dispersaron. Cuando volvió en sí fue arrestado y enviado preso a Tucumán. Fue perdonado por el Congreso y poco después escapó de la prisión domiciliaria en que se hallaba y se asiló en Salta, bajo la protección del gobernador Martín Miguel de Güemes. Participó en los desórdenes que llevaron a la autonomía salteña, y firmó el tratado por el que el Director Supremo José Rondeau reconocía la autoridad de Güemes. El 10 de diciembre de 1816 regresó a Santiago del Estero y volvió a deponer al gobierno. Proclamó la autonomía absoluta de su provincia y se autoproclamó gobernador en rechazo a medidas anti-autonomistas tomadas por el Congreso de Tucumán. Por orden del Congreso, en que la influencia de los locales era decisiva (al menos en asuntos domésticos), el general Manuel Belgrano envió tres regimientos a reprimir la revolución. El coronel Lamadrid derrotó al coronel Borges en el Combate de Pitambalá. Se refugió en Guaype, en casa de los Taboada (abuelos de los futuros caudillos unitarios de Santiago), pero éstos lo entregaron a La Madrid. Fue fusilado con la frente alta y mirando al pelotón como buen santiagueño y criollo hidalgo en el cementerio del Convento de Santo Domingo, cerca de Santiago del Estero, a donde había sido llevado para confesarse, el primero de enero de 1817, por orden de Belgrano, cumplida por Lamadrid. Se dijo que media hora después le llegó un indulto decretado por Belgrano, ordenando no ejecutarlo. La Provincia de Santiago del Estero se separaría de la de Tucumán en 1820. Muchos años más tarde, sus habitantes lo reconocieron como el precursor de su autonomía, y lo consideraron uno de sus héroes. Dijo José María Paz en sus Memorias: “Murió con entereza al pie de un frondoso algarrobo y atado a una silla de baqueta, protestando contra la injusticia de su sentencia y la inobservancia de las formas, pero con sentimientos religiosos y cristianos”. La logia integrada por los tenderos fenicios sin sangre de conquistadores e hidalgos no toleró a Borges ni a Artigas, Güemes, San Martín, Dorrego ni a nadie que se interpusiera en sus planes e impusiera un sistema federal, popular y sin privilegios. Borges quería independencia y república federal en oposición a las tendencias racionalistas de la logia porteña. La logia no perdonó al caudillo y eran las directivas del racionalismo liberal y regalista inspirado por la tendencia de Moreno, Castelli, Rivadavia, Alvear y Monteagudo. El triunfo de éstos fue una verdadera traición a nuestro ser nacional, que provocó la guerra civil. Tal victoria de la línea liberal y extranjerizante motivó la reacción de Borges en defensa de los principios populares, nacionales y católicos que nos legó la España de Santiago Apóstol, el Cid inmortal, del Gran Capitán, de los Reyes Católicos, Carlos V, Felipe II, de los evangelizadores y mártires del cristianismo. Las heroicas montoneras federales de Borges seguirán después a otro hijo valiente de Santiago y fiel defensor del Federalismo: Don Juan Felipe Ibarra y Paz de Figueroa.
Sandro Olaza Pallero.

Bibliografía:

- Alén Lascano, Luis C., Juan F. Ibarra y el Federalismo del Norte, Buenos Aires, Ed. Peña Lillo, 1968.
- Alén Lascano, Luis C., Historia de Santiago del Estero, Buenos Aires, Ed. Plus Ultra, 1991.
- Udaondo, Enrique, Diccionario biográfico colonial argentino, Ed. Huarpes, 1945.

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DICOTOMIA.
¿NACION O ANTINACION?


Intentaremos en este breve ensayo enfocar un tema de asombrosa y triste actualidad: las dicotomías en la historia argentina.
Primeramente, para entrar en materia conviene hacer una primera definición. Al hablar de nuestra historia argentina, tenemos que hacerlo caracterizándola como pendular. ¿Y por qué decimos que la historia argentina es pendular? Bueno es muy sencillo, básicamente porque a cada gobierno popular y nacional que hemos tenido le ha sucedido en el tiempo un gobierno de signo totalmente contrario. Esta pendularidad proviene del fondo de nuestra historia política, de nuestros orígenes, y denota una crisis aun no resuelta. O somos un país libre y soberano o somos una colonia sujeta a los dictámenes de una metrópoli. Entendemos que esta dicotomía sigue sin definirse y hace imposible cualquier intento serio por construir una Nación libre y soberana.
Y es aquí donde se hace necesario una segunda aclaración. Corresponde la misma a la definición de “patria”. Porque como venimos diciendo; dos concepciones antagónicas se enfrentaron desde los comienzos de nuestra historia. “Dos concepciones de la argentinidad que naturalmente tendían a excluirse la una de la otra: para unos la patria nacía consubstanciada con el sistema político burgués y el patriotismo consistía en traer la europea, por lo menos en su exterioridad más evidente, que era el régimen constitucional, y en su realidad económica que era el régimen capitalista [...] esto era llamado civilización [...] Pero para otros argentinos, para la inmensa mayoría de los argentinos, la patria era algo real y vivo, que no estaba en las formas, ni en las cortes extranjeras ni en las mercaderías foráneas. Era una nacionalidad con sus modalidades propias, su manera de sentir y de pensar que le daban individualidad. No estaba en los digestos legales sino en los hombres y las cosas de la tierra [...] Hubo una Argentina formal y una Argentina nacional: aquella se manifestó en la parte , y ésta en el pueblo todo sin distinción de clases”. (ROSA, José María, Estudios Revisionistas, Bs As, Sudestada, 1967, pp. 23 y 23).
Por lo citado, comienza a verse más claramente el problema. Aparentemente, la divergencia surge de dos ideas distintas de “patria”. Pero he de aquí que “patria” tiene un único significado, que según el Diccionario de la Real Academia Española: “Proviene del latín que significa ; es el lugar, población o país donde se ha nacido.” Por consiguiente y como lo indica la etimología, la patria es, ante todo, un suelo, un territorio, pero no sólo eso, sino que como “tierra de los padres” se comprende que la patria es por esencia una tierra humana, una tierra mía y de mis compatriotas, que a su vez posee una herencia que es irrenunciable y que le da una identidad. Por lo expuesto, patriotas eran quienes habían defendido el suelo, el territorio, la soberanía, al pueblo, y no quienes dictaron leyes, instauraron instituciones o establecieron constituciones.
Ya con la conquista misma de América en 1492 comienzan a vislumbrarse estas visiones antagónicas; estas líneas históricas que a lo largo de nuestro devenir político siempre estuvieron separadas. Y no es caprichosa la mención del año 1492 ya que es con el descubrimiento de América, donde se comienza a dar el mestizaje entre el español que vino conquistando y el aborigen, cuyo fruto será en nuestra tierra el gaucho-criollo, reflejo vivo de nuestra identidad nacional.
Pero en los albores mismos de nuestra independencia, antes del cabildo abierto del 22 de mayo de 1810 se veían bien reflejadas la dos líneas. Una claramente hispánica, tradicionalista, católica; que respondía a nuestras raíces, y la otra claramente europeizante, afrancesada y liberal. Y estas posturas fueron las que dividieron a nuestra Primera Junta de gobierno; encarnadas la primera de ellas en la persona de Cornelio Saavedra, y la segunda en Mariano Moreno, quien reflejaba el país liberal. Ante lo cual ya tenemos nuestra primera dicotomía: saavedristas o morenistas. O dicho de otro modo criollos o liberales.
Zanjada esta cuestión en favor de los criollos y constituida la primera Junta de gobierno con Saavedra como presidente, poco tiempo duró la felicidad de nuestro pueblo hasta que la Junta cayó en manos de Moreno y sus ideales jacobinos. De una Primera Junta nacional se dio paso a una segunda, y de allí se tuvo que esperar hasta que se constituyó la Junta Grande que volvió a encarnar los valores criollos y nacionales. Es muy importante destacar La Junta Grande ya que por primera vez tomó real importancia el interior de lo que en aquel momento era el interior del Virreinato del Río de la Plata, más tarde las provincias argentinas. Con la primera Junta no había tal representación, en cambio con la Junta Grande aparecieron los representantes del interior del país y con José Gervasio de Artigas empezó a vislumbrarse el federalismo.
Con el surgimiento de Artigas y mientras se libraba la lucha por la independencia se profundizaron las diferencias entre el interior y Buenos Aires. Se agudizaron los distintos criterios políticos que se tenían tanto en la América profunda del interior como en Buenos Aires. Empezaba a vislumbrarse la guerra civil entre los unitarios y los federales.
Mientras tanto pasaban los gobiernos sin pena ni gloria: así pasó el Primer y Segundo Triunvirato, el Directorio, y se siguieron sucediendo otros sin poder organizar políticamente el país ni pacificarlo.
Por esta razón creemos que todos los gobiernos fueron de neto corte liberal, europeizante y que gobernaban de espaldas al país salvo en los casos mencionados anteriormente, que constituyen honrosas excepciones. Pero tuvo revancha la Patria morena, aunque hubo de esperar hasta el año 1829 en que Rosas tomó el poder hasta 1832 para que el verdadero país hispano, criollo, federal, tradicionalista, y católico ascendió al poder.
Por supuesto que colocamos en la línea nacional aquella épica jornada de 1820 que la historiografía liberal calificó como “Anarquía del año 20”; fecha en la que Pancho Ramírez y Don Estanislao López ataron sus caballos en la pirámide de mayo exigiendo las reivindicaciones del interior federal.
Desde ya que también incluimos en la línea nacional la independencia de 1816 dictada por el Congreso de Tucumán, pero queremos aclarar que no nos estamos refiriendo a hechos políticos puntuales sino a acciones de gobierno en general.
Hemos dejado aparte, ya que por trascendente y criminal merece destacarse, que antes de la llegada al poder de Juan Manuel de Rosas, tuvo lugar el fusilamiento de Manuel Dorrego por parte de Lavalle. La llegada al poder de Manuel Dorrego en 1828 no era otra cosa que la llegada al poder de la línea nacional-hispánica que sostenemos. Sin embargo en las logias unitarias complotaron, conspiraron, y llenaron de intrigas los oídos de Lavalle, instándole a que fusilara a Dorrego. Manuel Dorrego era el gobernador legítimo de la provincia de Buenos Aires constituyendo su derrocamiento y asesinato lo que podríamos denominar como el primer golpe de estado en la historia argentina y el primer fusilamiento político de la historia contra una autoridad legal y legítimamente constituida.
Retomando la exposición decíamos entonces que el gobierno nacional y popular estuvo presente mientras gobernó Rosas entre 1829 y 1832. Terminado su mandato tuvimos que pasar por el gobierno de Balcarce, de Viamonte y Maza mientras, Don Juan Manuel hacía su recordada expedición al desierto y con ella integraba kilómetros y kilómetros de soberanía para nuestro país hasta que tuvo lugar el asesinato de Facundo Quiroga a manos de los mismos que asesinaron a Dorrego. Este nuevo acto criminal hizo que Juan Manuel de Rosas retomara el poder con la suma del poder público y las facultades extraordinarias en el año 1835. Y fue así entonces, como entre 1835 y 1852 los nacionales volvimos a estar en el poder.
De la época de Rosas debemos señalar dos o tres aspectos muy importantes. El primero fue que la lucha entre unitarios y federales tomó su forma más encarnizada en este período. El segundo, fueron las constantes agresiones extranjeras –con la perfidia y felonía de los traidores de adentro- que tuvo que sufrir la Confederación Argentina y que Rosas libró en defensa de la soberanía nacional. Y la tercera tuvo que ver con un factor económico y es lo que hizo viable el gobierno de Rosas durante tantos años. Esto fue el desarrollo que tuvieron las provincias del interior a través de la aplicación de la ley de aduanas que favorecía las economías regionales.
En 1845 tuvo lugar la Guerra del Paraná, conocida en la historia oficial como la Batalla de la Vuelta de Obligado donde la Argentina se dio el gusto de derrotar a las dos Armadas más importantes y más poderosas de aquella época, estas eran Inglaterra y Francia. Ambas tuvieron que capitular ante la Confederación Argentina, y todo sin ceder un tranco de la soberanía nacional.
Podemos definir a los unitarios como a aquellos hombres de ideas afrancesadas, iluministas, partidarios del libre cambio y del libre comercio; esencialmente liberales en lo ideológico, enemigos del proteccionismo y partidarios de la concentración de poder en Buenos Aires. Eran contrarios a las autonomías provinciales; consideraban a la Patria como sinónimo de las instituciones, y creían que el hombre nativo era inferior al europeo.
Por oposición los federales eran aquellos hombres partidarios de la tierra nativa; hombres amantes de la Patria, partidarios de la autonomía provincial, del proteccionismo económico y del desarrollo de la Nación libre de toda atadura extranjera y fiel a su cultura y tradición.
Estas corrientes, de unitarios y federales sobrevivieron en toda la historia argentina, pudiendo cambiar los nombres pero no las ideas de aquellos grupos que representaban los intereses de uno u otro sector político.
Los federales representaron lo popular y lo nacional; la Argentina profunda. Los unitarios simbolizaban lo elitista, antipopular y antinacional.
Sin embargo en 1852, un golpe cobarde y traicionero ejecutado por Urquiza, los unitarios, los franceses y uruguayos derrocaron del poder a Rosas.
En 1853 sancionaron la Constitución Nacional y Urquiza fue presidente. Estalló la rebelión porteña que duró hasta la secesión que sólo se pudo zanjar luego de Pavón, asumiendo la presidencia la antipatria, con Mitre a la cabeza. Lo sucedió Sarmiento y Avellaneda, mientras el interior se levantaba una y otra vez en montoneras pidiendo por sus derechos avasallados.
Más tarde llegó la Generación del 80, la matanza de los indios, la entrega de tierras a la oligarquía, el ferrocarril inglés, etc.
Nuevamente, el país cayó en la postración, y tuvo que esperar desde 1853 hasta 1916 para ser redimido al encontrar quien acaudillara el movimiento nacional. Y fue Don Hipólito Irigoyen en el citado año, quien resultó elegido presidente y devolvió al pueblo el poder. Fue derrocado luego de ser reelecto en 1930 por un golpe que inauguró lo que ese pensador nacional llamado José Luis Torres denominó, "Década Infame".
Pasaron largos años hasta que el proyecto nacional volvió al poder; esto ocurrió con la revolución del 4 de junio de 1943 que dio lugar en 1946 a las elecciones en las que resultó elegido como presidente el general Perón.
El pueblo encontraba nuevamente a su caudillo. Y esos fueron sus años más felices. Pero sobrevino la reacción, y en 1955, tras haber ejercido el cargo de presidente de la nación en dos oportunidades fue derrocado el Gral Perón antes de terminar su mandato.
Fueron tiempos aciagos. Época de persecución, prohibiciones, tortura, cárcel y muerte. Todo debió soportar el pueblo peronista. Hasta la ausencia de su líder que forzosamente debió marchar al exilio. Ni nombrarlo se podía por el infame decreto 4161.
Finalmente, después de 17 años de lucha y resistencia, el líder volvió al país, y retomó el timón de la Argentina. Corría el año 1974, y sin embargo fue el destino el que esta vez jugó la mala pasada, llevándose la vida del General Perón, y dejando de ese modo, acéfalo y sin jefe al movimiento nacional hasta el día de hoy.
Queda claro con esta pequeña síntesis de nuestra historia, las antinomias que en ella campean y también el hecho de que a cada actuación del pueblo sobrevino la reacción de la antipatria: Hispanistas o antihipanistas, saavedristas o morenistas, federales o unitarios, civilización o barbarie, radicales o antiradicales, peronistas o antiperonistas. Estas fueron y son las dicotomías que en el fondo expresan una misma cosa:
Nación o antinación, liberación o dependencia.

Federico Addisi.

Bibliografía:
- ROSA, José María, Estudios Revisionistas, Bs As, Sudestada, 1967.