29 de abril de 2008

CICLO DE PENSADORES NACIONALES: "ATILIO GARCIA MELLID O EL REGRESO DE LAS MONTONERAS"

CONFERENCIA ORGANIZADA POR LOS JOVENES REVISIONISTAS.


INSTITUTO JUAN MANUEL DE ROSAS.







Atilio García Mellid, o el regreso de las montoneras.



Por Federico Gastón Addisi (22/8/07).










En la conferencia del día de hoy me voy a referir a un pensador nacional polémico. ¿Su nombre? Atilio García Mellid.




Y digo que es un pensador polémico porque, a juicio de quien les habla, el centro medular de su pensamiento, plasmado fundamentalmente en su labor historiográfica –aunque para ajustarse mas a la realidad debería decir política-historiográfica – es ni mas ni menos que el protagonismo del pueblo como el centro de la Historia. Y esta simple y sencilla idea ya lo convierte en un hombre polémico tanto para los historiadores liberales que a lo largo de sus publicaciones escamotearon este protagonismo tras el tristemente famoso latiguillo de “civilización o barbarie” a través del cual invirtieron el significado de las palabras, toda vez que para ellos era bárbaro el gaucho, el criollo, el que pensaba y vivía en nacional, como producto de nuestra tierra, y civilización en cambio, era el unitario, el ilustrado que pensaba y vivía a la europea, queriendo reemplazar nuestra realidad por un modelo exterior, o en palabras del propio Mellid: “Bárbaro era cuanto se alineaba en la defensa de lo nacional, en la causa de la justicia para el pueblo”. (GARCÍA MELLID, Atilio, Montoneras y caudillos en la Historia Argentina, Buenos Aires, EUDEBA, 1985 p. 27).




Decía entonces, que García Mellid es un autor polémico para los liberales por los motivos que quedaron expuestos, pero también lo es para ciertos autores nacionalistas conocidos como “restauradores”, que más que en el pueblo siempre creyeron en el protagonismo de elites aristocráticas como artífices de la historia. Sin embargo, siempre hay una excepción que confirma la regla, y en este caso fue nada menos que Marcelo Sánchez Sorondo quien dijo: “En cabeza de Perón y a través del peronismo la prédica nacionalista se convirtió en doctrina nacional. Todo el país políticamente mensurable, se reconoce desde entonces en ese espejo que algunos pretenden fragmentar. Por la ancha convicción del pueblo nuestro país descubre que es nacionalista con San Martín, Rosas y Perón”. (SANCHEZ SORONDO, Marcelo, La Argentina por dentro, Buenos Aires, Sudamericana, 1987, p. 419). Por lo tanto, y apenas entrando en tema, tenemos uno de los principales conceptos que Uds tienen que asimilar para comprender el pensamiento de García Mellid: el pueblo como sujeto y protagonista de la historia. A título personal debo confesar que quien aquí humildemente expone, siempre sintió curiosidad, y hasta me he visto reflejado en varias cuestiones con la personalidad de Atilio García Mellid. Paso a explicarles por qué. Primeramente, nuestro biografiado no provenía de una familia “nacional”, en el sentido político de la palabra, y su educación y formación estuvieron inicialmente signadas por prédicas liberales oficialmente impartidas desde la enseñanza, a través de todos los planes de estudio en todos los niveles; primario, secundario y universitario. Incluso D Atri en su libro “El revisionismo histórico y su historiografía” que forma parte como apéndice del libro de Jauretche, “Política nacional y revisionismo histórico”, editado por Peña Lillo en 1974, señala en la página 136: “Este escritor, luego de un breve paso por la masonería, devino a una posición nacionalista ortodoxa”. Es que como resulta lógico, para quienes no “mamamos el revisionismo y lo nacional” desde la cuna, desde nuestro seno familiar, nuestro primer contacto con la historia y la política es lo que se dicta en colegios, universidades, etc, es decir, la historia oficial. Y para llegar a lo nacional se debe recorrer un doble camino, una doble tarea. Primero hay que desaprender todo lo falso y lo que nos ha llevado al error, y desandar senderos equivocados. Después, aprender la sana doctrina, buceando en nuestra historia y política, y en esa búsqueda que más que histórica es filosófica y teológica, encontrar el camino que nos lleve a la verdad. Este rasgo de García Mellid de tener que “reaprender” me identifica profundamente. Sobre el tema; decía con extraordinaria precisión y terrible crudeza ese patriota que ejerció según Juan Domingo Perón “la primera magistratura moral de la república”, y que se llamaba Raúl Scalabrini Ortiz: “Todo lo que nos rodea es falso o irreal. Es falsa la historia que nos enseñaron. Falsas las creencias económicas con que nos imbuyeron. Falsas las perspectivas mundiales que nos presentan y las disyuntivas políticas que nos ofrecen. Irreales las libertades que los textos aseguran [...] Volver a la realidad es el imperativo inexcusable. Para ello es preciso exigirse una virginidad mental a toda costa y una resolución inquebrantable de querer exactamente cómo somos”. (SCALABRINI ORTIZ, Raúl, Política Británica en el Río de la Plata, Buenos Aires, Plus Ultra, 2001, p. 7). O dicho en palabras más sencillas, pertenecientes al inmortal José Hernández, quien escribió nada menos que el libro nacional por excelencia y –dicho sea de paso- su militancia rosista, federal y antiliberal se oculta vilmente: “Hay hombres que de su cencia Tienen la cabeza llena; Hay sabios de todas menas, (de todas las clases o categorías. Nota del autor) Más digo, sin ser muy ducho, Es mejor que aprender mucho El aprender cosas buenas”. (HERNANDEZ, José, Martín Fierro. Segunda Parte, Buenos Aires, Distribuidora Quevedo de Ediciones, 2005, p. 259).


Otro rasgo de García Mellid con el cual me identifico profundamente es el fino análisis que efectuó de nuestra historia, detectando la constante dicotomía que campea en la misma. Y partiendo de esas dos argentinas, pudo establecer las correspondientes líneas históricas, que no son otra cosa, que los “mojones” que a lo largo de nuestra historia representaron a una u otra corriente política con una coherencia ideológica que apuntaba a la construcción de un modelo de país determinado. Pero más adelante volveré sobre el tema. Ahora, brevemente, y a título informativo haré una pequeña reseña de su biografía. Atilio Eugenio García Mellid, tal era su nombre completo, nació en Buenos Aires el 4 de agosto de 1901 y falleció el 24 de enero de 1972 en la misma ciudad. Fue docente, diplomático, periodista e historiador. Desde muchacho tuvo inquietudes literarias y políticas. La impronta juvenil lo inició en la poesía. Entre sus obras poéticas se pueden mencionar: “El templo de cristal” (1924); “Los poemas del mar y la estrella” (1925); “La torre en el paisaje” (1931); “Sonetos del amor divino” (1953). Un comentario aparte merece el poema publicado en el periódico “Norte”, el 24 de julio de 1958, titulado “A Eva inmortal” y cuyos versos iniciales dicen: “Tu cabeza yacente al mundo asomas y ángeles rubios vuelan de tu pelo”. Su labor como periodista la desempeñó como Director de las publicaciones “Itinerario de América”, de la revista “Biblos”, de la Cámara del Libro, dirigida primeramente nada menos que por Julio Cortázar, y “Selección” (Cuadernos mensuales de cultura); donde hacía comentarios bibliográficos Jorge Luis Borges. Como hombre de letras y perteneciente a la cultura era asiduo concurrente a la Asociación de Escritores Argentinos (ADEA) que fundó Arturo Cancela en la planta alta del Bar Helvetia de Corrientes y San Martín, donde también concurrían Leopoldo Marechal, José María Castiñeira de Dios, Juan Alfonso Carrizo, Rafael Jijena Sánchez, César Tiempo, Horacio Rega Molina, entre otros. Participó de “La primera Feria del Libro Argentino” (1943), cuya realización fue idea de la Cámara Argentina del Libro, que presidía Guillermo Kraf y de la cual Mellid era gerente. Como Docente, Atilio García Mellid fue catedrático entre los años 1922 y 1946, e integrante del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, donde colaboró dando conferencias y escribiendo en al menos tres números de su revista. Fue también un apasionado militante político. Afiliado a la UCR, fue uno de los fundadores de FORJA en 1935 hasta su disolución e incorporación al peronismo. En el gobierno de Perón fue Director del Departamento de Cultura de la Cancillería, y en 1948, Embajador en Canadá. Su adhesión al peronismo, le trajo cuando el golpe de la “fusiladora” de 1955, el exilio en el Uruguay y la persecución. En la etapa de la resistencia peronista fue correo del General Perón y permaneció leal, profetizando la vuelta del peronismo al poder, hecho que no pudo ver materializado por su muerte en 1972. Hasta aquí una breve semblanza de la vida de Atilio García Mellid, que como tantos otros pensadores nacionales que hemos estudiado, tuvieron un derrotero que recorrer hasta llegar a incorporarse al campo nacional. También como otros; tuvo sus obras de poesía, siendo esto casi una constante entre los nacionales, tal vez por aquello que decía José Antonio Primo de Rivera: “A los pueblos no los han movido nunca más que los poetas, y ¡ay del que no sepa levantar, frente a la poesía que destruye, la poesía que promete!” (PRIMO DE RIVERA, José Antonio, Obras de José Antonio Primo de Rivera. Edición Cronológica, Madrid, Almena, 1970, p. 69) Efectuada esta introducción pasaré a continuación al análisis de las obras y el pensamiento mismo de García Mellid. Habitualmente se considera que su primer obra histórica o política fue “Montoneras y caudillos en la Historia Argentina” que data del año 1946, pero según el ilustre maestro, fallecido hace apenas un año, Fermín Chávez, existió anteriormente una obra de la que sólo haré mención por ser la misma inhallable, su nombre es “Firpo y la grandeza nacional” (ver: CHAVEZ, Fermín, Diccionario Histórico Argentino, Bs As, Fabro, 2005, p. 244). Además de la obra mencionada existieron otros trabajos que actualmente son imposibles de conseguir por encontrase totalmente agotados y no haber sido reeditados. Para completar la obra bibliográfica los mencionaré pero en un acto de sinceridad intelectual debo confesar que jamás las tuve en mi poder, y por tanto, no las he leído. Se trata de: “Dimensión espiritual de la revolución argentina” (1948); “La crisis política contemporánea” (1953); “La constitución cristiana de los estados” (1955), publicada en Madrid, y “Explicación del comunismo”, del que ni siquiera se encuentran registros de su fecha de publicación. Tenemos entonces que la primer obra propiamente dicha de carácter histórico fue “Montoneras y caudillos en la historia argentina”, editada primeramente en 1946, y luego reeditada por EUDEBA, a instancias de Arturo Jauretche en 1974. La repercusión de la obra puede imaginarse señalando que la misma fue “Premio Municipal”, el mismo año de su aparición, y que la misma alcanzó tal trascendencia que cuando la Argentina sufrió el golpe militar de 1976 contra el gobierno democrático de Isabel Perón, los golpistas ordenaron secuestrar los ejemplares de la misma que aún circulaban. ¿Pero que era lo que decía este pequeño libro de apenas 118 páginas que provocaba tanto revuelo? Pues la “obrita” verdaderamente se las trae. Porque ya de movida nomás, en su introducción, en la página 17 el autor señala: “En la Argentina todo lo que cuenta y vale ha surgido del pueblo. La montonera es el símbolo de las ardientes aspiraciones populares; el caudillo es la personificación de los anhelos colectivos: su intérprete y sostén. Entre aquella y ésta queda configurada nuestra democracia: la democracia histórica argentina, en la que radica nuestra soberanía y se define nuestra peculiaridad” (Ibid, p. 17). Más adelante; en el Capítulo 1, pág. 23, García Mellid encuentra la clave de la dicotomía que padece la Argentina, y a partir de allí traza, como hemos dicho anteriormente las líneas históricas que le dan fundamento a cada modelo de construcción de país. Así el autor apunta: “La historia argentina, por lo tanto se bifurca en la lucha por la ley y en la lucha por la libertad. Los , que son los que pujan por la primera, han constituido, en los diversos períodos el unitarismo, el progresismo, el unicato, el y la oligarquía. El pueblo, adherido a la causa de la libertad, ha sido impugnado por tales círculos como gaucho, montonero, compadrito, chusma y descamisado. La realidad, que está por debajo de los calificativos, es que unos y otros representaron y representan: la legalidad frustránea y las libertades genuinas. En la pugna de tales conceptos queda delimitada toda la historia política argentina. En el esquema simple, caben las luchas de los caudillos, las polémicas de los doctores, las controversias de los partidos y todos los azares y fracasos de la organización institucional. Más que de dos criterios políticos, se trata de dos formas de sentir el país, de dos maneras de interpretar el destino de los argentinos...” Luego en la página 27, Mellid remata el concepto diciendo: “La ley y la libertad, tomadas en sentido dialéctico, se originaban en dos estratos igualmente antagónicos: la y la . De una y otra saldrían, consideradas en su desarrollo político, los y los , en cuyo origen –más que en las doctrinas- se nutrirían las discrepancias insalvables que habrían de caracterizarlos”. Atilio García Mellid ha dejado en estos breves párrafos claramente expuestos los motivos de las diferencias políticas argentinas, de la antinomia permanente que persiste a lo largo de la historia. Y la clave no es otra que la lucha del país real contra el país formal o legal. Ya lo decía el Pepe Rosa cuando nos hablaba sobre la posible conciliación de opuestos, la valoración favorable o desfavorable que se haga de Rosas o Rivadavia, de federales o unitarios, dependerá primeramente de lo que se entienda por “patria”. Porque dos concepciones antagónicas se enfrentaron desde los comienzos mismos de nuestra historia. “Dos concepciones de la argentinidad que naturalmente tendían a excluirse la una de la otra: para unos la patria nacía consubstanciada con el sistema político burgués y el patriotismo consistía en traer la europea, por lo menos en su exterioridad más evidente, que era el régimen constitucional, y en su realidad económica que era el régimen capitalista [...] esto era llamado civilización [...] Pero para otros argentinos, para la inmensa mayoría de los argentinos, la patria era algo real y vivo, que no estaba en las formas, ni en las cortes extranjeras ni en las mercaderías foráneas. Era una nacionalidad con sus modalidades propias, su manera de sentir y de pensar que le daban individualidad. No estaba en los digestos legales sino en los hombres y las cosas de la tierra [...] Hubo una Argentina formal y una Argentina nacional: aquella se manifestó en la parte , y ésta en el pueblo todo sin distinción de clases”. (ROSA, José María, Estudios Revisionistas, Bs As, Sudestada, 1967, pp. 23 y 23). Después de leer los conceptos de García Mellid y de José María Rosa queda totalmente claro cuál es el eje del enfrentamiento que divide a los argentinos. Y este hallazgo es uno de los méritos que tiene “Montoneras y caudillos”, y es precisamente uno de los motivos por lo que se convierte en un libro indigerible para los liberales, siempre ligados a la antipatria. Porque, lamentablemente para ellos, no vivimos en la Torre de Babel, aunque hoy pretendan darle un sentido "babélico” a las palabras, y por lo tanto “patria” tiene un único significado, que según el Diccionario de la Real Academia Española: “Proviene del latín que significa ; es el lugar, población o país donde se ha nacido.” Por consiguiente y como lo indica la etimología, la patria es, ante todo, un suelo, un territorio, pero no sólo eso, sino que como “tierra de los padres” se comprende que la patria es por esencia una tierra humana, una tierra mía y de mis compatriotas, que a su vez posee una herencia que es irrenunciable y que le da una identidad. Por lo expuesto, patriotas eran quienes habían defendido el suelo, el territorio, la soberanía, al pueblo, y no quienes dictaron leyes, instauraron instituciones o establecieron constituciones. Y esto lo dice claramente García Mellid. Y para colmo, establece con claridad quienes fueron los hombres que representaron a esa Patria genuina, y así lo decía: “El general Rosas fue un símbolo de las ingenuas pero ardientes aspiraciones de la muchedumbre que querían hacerse parte del destino nacional. Yrigoyen sopesó esa realidad social argentina y recuperó para el servicio de la patria a esas masas despreciadas por el oligarca, revalorizando en su vigorosa substancia autóctona al gaucho, al compadrito y la chusma, que ascendieron de nuevo a su condición de paisano, de ciudadano y de pueblo. El coronel Perón, por medio del manejo simple de las realidades vernáculas, captó la verdadera antinomia que recorre nuestra historia […] Por obra del coronel Perón se ha puesto en marcha una vez más la prístina levadura histórica argentina”. (GARCIA MELLID, Atilio, Montoneras y caudillos en la Historia Argentina, EUDEBA, Buenos Aires, 1974; cita en: FRENCH, Carlos Rubén, Semblanza de Atilio García Mellid, Revista del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, N 63, 2001-2002, p. 49). “No trepidó el coronel Perón en afrontar su deber hasta el fondo. Su corazón generoso, su máscula pujanza, su orgullo de ser uno en el pueblo, le alentaron y sostuvieron. No le temió al calificativo de , ni rehuyó la acusación de . A quien anduvo tantos caminos, en la pampa y en las montañas nativas, y también en las tierras , no podía escapársele que la montonera criolla es la medida de nuestra libertad. La montonera primitiva, desde el terrible año 20 hasta el 52, sostuvo e impuso el federalismo; la montonera radical, desde el 90 hasta el año 12, luchó y logró implantar el sistema político de su soberanía; la nueva montonera, que desde la muerte de Yrigoyen había quedado sin jefatura y destino, aspira a fundar una auténtica democracia social argentina”. (GARCIA MELLID, Atilio, Montoneras y caudillos en la Historia Argentina, Buenos Aires, EUDEBA, 1974; p. 112). Después de semejantes conceptos creo que está demás abundar en explicaciones de por qué el libro “Montoneras y caudillos en la historia argentina” fue retirado de circulación cuando los personeros de la antipatria, al servicio de la plutocracia internacional, derrocaron al gobierno de Isabel Perón en 1976. En una síntesis de las ideas fuerza del libro analizado y con el riesgo de pecar de reduccionista, lo que les tiene que quedar claro son dos elementos que aparecen como distintivos del pensamiento de García Mellid y que reiteradamente se mencionan en la obra; estos son: la dicotomía de la historia argentina, encarnada en el país formal y legalista, o en el país real. Y el otro aporte importantísimo, con el cual me identifico plenamente, como ya he dicho, es la construcción de una línea histórica nacional, en este caso, representada por Juan Manuel de Rosas, Yrigoyen y Perón. La segunda obra que voy a analizar con Uds data del año 1950, publicada en Bs As, por la editorial Hechos e Ideas, y lleva el nombre de “Etapas de la Revolución Argentina”. Este libro fue el fruto de dos conferencias dictadas por García Mellid en la Embajada Argentina en Canadá cuando cumplía en aquél país tareas diplomáticas. En este pequeño libro, de apenas 61 páginas el autor señala con acierto que en la América Hispana, en materia de derecho “hemos tenido antes los Códigos, que la auténtica canalización de las costumbres [...] Es por esta causa que todo lo que ha pretendido sostenerse como , como , ha sido habitualmente lo antinacional, lo que asfixiaba, destruía o impedía la auténtica manifestación de las libertades del pueblo”. (Ob. Cit., p. 11). En páginas posteriores teoriza que la historia argentina esta dada en cuatro etapas fundamentales, estas son: 1) La historicidad, 2) La institucionalidad, 3) La politicidad, 4) La integración. Cada una de estas etapas tuvo sus máximos representantes que la llevaron adelante, con lo cual, nuevamente García Mellid, marca una línea histórica con “mojones” que aportaron a la construcción de un proyecto nacional. A su entender, en la etapa de la lucha por la historicidad el papel central lo tiene durante las invasiones inglesas el conjunto del pueblo de Bs As; y durante las luchas civiles, lo posee Don Juan Manuel de Rosas. Respecto a las invasiones inglesas y el rol del pueblo durante las mismas, García Mellid ofrece lo que a mi entender es lo más interesante del libro. Y esto no es otra cosa que tomar las invasiones como clave para desentrañar toda nuestra historia, “porque en aquellos episodios se advierten los tres elementos que siguen actuando hasta nuestros días: el elemento conquistador, que considera a las tierras americanas como campo propicio para explotaciones y rapiña; las llamadas clases dirigentes, que sumisas a los dictados extraños, olvidan sus deberes para con el medio nativo y actúan como aliadas del invasor o del inversor extranjero; y el elemento popular [...] que lleva en la llama de su corazón todos los instintos defensivos de la libertad de la patria y de la dignidad que al hombre se le debe”. (Ob. cit. p. 12). Casualmente, o no tanto, mi maestro, el Profesor Jorge Sulé, sostiene que la llave de la bóveda para la interpretación de la historia desde una perspectiva revisionista consiste justamente en los elementos mencionados anteriormente en el libro de Mellid, sólo que con el agregado de que el pueblo se defiende instintivamente con lo que tiene a mano y se encolumna siempre detrás de sus líderes naturales, estos son los caudillos. Quién detecta estos elementos en los diversos sucesos de nuestra historia dice el Profesor Sulé, tiene abierta la comprensión a muchos sucesos de nuestro pasado que de otra manera serían de difícil o nulo entendimiento. De más está decir que coincido en un 100% con mi maestro. Volviendo al análisis del libro que nos ocupa, no queda demasiado por decir, pues lo sustancioso del mismo acabamos de desmenuzarlo detalladamente. En lo que a las otras etapas que señala el autor como parte de nuestra historia, sólo se puede decir que le atribuye la lucha por la institucionalidad a las masas federales que después de Caseros buscaban que el país se diera un ordenamiento constitucional. Opinión esta más que discutible, pero como ya se verá oportunamente, es siempre discutible el concepto que tiene el autor sobre los sucesos de Caseros, en particular, sobre el proceder de Urquiza. La lucha por la politicidad tuvo a criterio de nuestro biografiado, a Don Hipólito Yrigoyen; en tanto que la cuarta y última etapa, esta es, la de la integración, encargada de fusionar lo nacional con lo social, quedaba destinada al peronismo. Finalmente, en el capítulo II del libro, el autor hace una apología y una defensa de la gestión del gobierno de Perón hasta aquellos días. Muestra de ella es el párrafo que transcribimos por considerarlo de lo más sustancioso, además de insistir García Mellid, en las simetrías entre Perón y Rosas: “La reforma financiera aplicada por la Revolución Nacional Argentina, escapa a los moldes clásicos de la economía liberal o capitalista, sin inclinarse a los métodos preconizados por la economía totalitaria o estatal. Consiste en una solución intermedia, de fines sociales, inspirada en la realidad argentina y destinada a promover los remedios adecuados a la naturaleza de los fenómenos económicos actuantes en su seno [...] Pretender desconocer o retacear el significado de este grandioso episodio de nuestra recuperación económica, no es lícito ni patriótico, encuadrando a quienes en tan menguada posición se colocan, en la misma triste condición de aquellos argentinos que, cegados por el odio a Rosas, se unieron al extranjero para someter la patria y derrocar a su gobierno. La historia suele ofrecer estas analogías, tanto más posibles cuanto menor ha sido la condenación de los desafortunados predecesores”. (Ibid, pp. 37 y 41).


Nuevamente a modo de síntesis; creo que lo más rico que nos deja esta obra de García Mellid, es el método de análisis histórico con esos tres elementos que polidialectizan entre sí y que los constituyen; como quedó dicho, el elemento conquistador que se proyecta sobre estas tierras y no precisamente con fines filantrópicos; las oligarquías vernáculas, siempre minoritarias pero muy poderosas, aliadas por intereses de clase con la metrópoli; y el elemento popular que con lo que encuentra resiste defensivamente los embates de quienes pretenden dominarlos, casi siempre, con un jefe o caudillo que los representa y se pone al frente de sus luchas. Para analizar la tercera y cuarta obra, me voy a permitir una licencia y alteraré el orden cronológico que hasta el momento venía siguiendo, de modo de dejar para el final la que considero la obra cumbre de García Mellid, me refiero a “Proceso al liberalismo argentino”. Por lo tanto la obra que comentaré a continuación es una pieza historiográfica magnífica que le valió a García Mellid, ser condecorado por el Gobierno del Paraguay, en ese momento presidido por Stroessner; su nombre es “Proceso a los falsificadores de la historia del Paraguay” y fue publicada en 1964. Como dato de color debo agregar que recibió la misma condecoración, otro eminente representante del revisionismo histórico, como lo fue Don Pepe Rosa. La obra efectuada por el Dr. Rosa y los estrechos vínculos de amistad que supo cosechar en el país guaraní, le valieron cuando asumió el tercer gobierno el General Perón, el puesto de Embajador en Paraguay. De “Proceso a los falsificadores de la historia del Paraguay” he seleccionado algunos pasajes que creo son de gran importancia por los entramados políticos que denuncia el autor y en los cuales estaban complicados algunos de los “próceres” del liberalismo. De este modo se refiere Mellid a Urquiza: “Su posición era la de conquistar la alianza del Brasil, o la de integrar a Entre Ríos y Corrientes en una nacional separada, si aquel plan fracasara. Exponiendo este orden de ideas, le escribía al gobernador Pujol, de la provincia de Corrientes: ”. Este simple pasaje desnuda dramáticamente la traición en la que se hallaba envuelto el Sr. Urquiza, dispuesto a la secesión del territorio de la Confederación con tal de no ver perjudicados sus intereses personales. En otro tramo del mismo libro señala el autor que: “En 1857, Brasil envió al Río de la Plata la misión de Paranhos, la que despertó fundadas sospechas en todos los ambientes paraguayos. El cónsul en Buenos Aires, don Buenaventura Decoud le escribió al presidente López, transmitiéndole las noticias alarmantes que le llegaban de Entre Ríos. Según las mismas, se evidenciaba que los brasileños y Urquiza estaban decididos a declararle la guerra al Paraguay, pues los preparativos que estaban haciendo eran idénticos a los que en su momento se habían organizado contra Rosas”. Los documentos prueban que el tema de la guerra contra el Paraguay estuvo presente en los debates, y que Urquiza patrocinó esa idea. Otro párrafo estremecedor, y que quizá contenga una remota causalidad de lo que después fue el asesinato de Urquiza era el siguiente: “Los amigos de Urquiza, leales soldados del federalismo, se movían por principios ideales y estaban en el cauce auténtico de la nacionalidad, definida por sus tradiciones, su personalidad histórica y las esencias peculiares de su genio. Ellos advertían lo que tenían de nocivas las ideas liberales, que Mitre y sus adeptos trataban de imprimir sobre el alma nacional, comprendían que su deber los obligaba a expulsar ese cuerpo extraño, para que la Nación y el pueblo recuperaran el manejo pleno de su autonomía. Para esos hombres, puros e idealistas, el Paraguay era una parte inseparable de su territorio espiritual, los enemigos eran Mitre, el Imperio, el liberalismo, los porteños… Tal como el general Ricardo López Jordán se lo dijo a Urquiza, cuando éste ordenó la movilización de las caballerías entrerrianas para ir en apoyo del Brasil y contra el Paraguay. ”. Llegaron las horas decisivas y Urquiza se inclinó con todo el peso de su gravitación y de sus medios hacia el partido de Brasil. Un hombre que estudió con seriedad y pasión la vida y conflictos de las naciones de la cuenca del Plata, el Mexicano Carlos Pereyra, expresó este juicio lapidario: “”. La acusación contra el “libertador de Caseros” es categórica y no deja resquicios para la duda. Porque, es necesario decirlo con todas las letras, Urquiza ya había perdido su alma frente al becerro de oro en Caseros, pagado por los brasileños, y de allí en más, sólo se dedicó a enriquecerse a costa de las vicisitudes políticas de los pueblos. Así fue como utilizó la Guerra del Paraguay para venderle caballada de su propiedad a las tropas brasileñas: “Lo que no trascendió en el momento de la operación, empezó a saberse poco después, cuando don Mariano Cabal, socio de Urquiza, iba haciendo entrega de las grandes partidas de caballos adquiridas por los brasileños. El cónsul, Rufo Caminos le escribía a Berges: ”. La opinión inglesa sobre tan deslucidas actitudes, fue expresada por Cuninghame Graham, en su libro terminado en Ardoch, en 1933, dice que Urquiza, “”, agregando más adelante: “”. Frente a tanta traición, fue nuevamente el inmortal Hernández, autor del Martín Fierro quien dijo las palabras precisas y proféticas: “El general Urquiza vive aún, y el general Urquiza tiene también que pagar su cuota de sangre a la ferocidad unitaria, tiene también que caer bajo el puñal de los asesinos unitarios”. Pues no fueron los unitarios quienes le dieron muerte, pero esta lo alcanzó de todos modos, comprobando una vez más que quien mal anda, mal acaba. Anteriormente había señalado que Mellid fue un militante activo del peronismo en la resistencia, no sólo con su pluma, sino también, actuando como correo del General Perón. De ésta época en el exilio y a modo de comentario final sobre el libro que acabo de comentar, citaré una carta que Perón le escribiera a nuestro biografiado: “Madrid, 7 de agosto de 1964, Sr Atilio García Mellid. Mi querido amigo: He recibido y leído su nuevo libro y lo encuentro magnífico en todo sentido, pero especialmente extraordinario dentro del procesamiento de las oligarquías antinacionales que usted viene realizando con tanto talento como éxito. Usted sabe el cariño que yo tengo a ese pueblo digno de admiración, al que tengo el honor de pertenecer como ciudadano honorario, y considero que su libro abre un curso a la historia de nuestros países en los que los historiadores oligarcas hicieron de las suyas, falsificando la verdad e indignificando más los hechos que pretendieron explicar con sofismas que ni ellos mismos creyeron. Los paraguayos y los buenos argentinos lo han de haber recibido con verdadero alborozo, porque pone las cosas en el lugar del cual no debieron haber salido nunca, si como mantenemos la verdadera historia es verdad y es justicia, aún cuando no agrade a muchos de los que están ligados a los que la protagonizaron. Es indudable que ha de haber puesto el grito en el cielo, pero ahí están los hechos que valen mucho más de cuanto se pueda alambricar con subjetividades deformantes [...] Usted comprenderá así la inmensa satisfacción con que he leído su libro, que me decido ahora a releerlo para estudiarlo más concienzudamente, porque su contenido tan documentado y circunstanciado, no puede penetrarse en plenitud sin un profundo análisis. Muchas gracias por todo. Un gran abrazo. Juan Perón”. (PERON, Juan Domingo, Correspondencia II, Bs As, Corregidor, 1983, pp. 64 y 65). La cuarta obra que comentaré, corresponde al año 1967, y su nombre es “Revolución nacional o comunismo”. Si al comenzar la conferencia señale que García Mellid fue un pensador polémico, este libro constituye a mi entender, el que más polvareda levanta. Por empezar hay que decir que no se trata de un libro de historia sino que es una obra eminentemente política. En la misma el autor hace un análisis de la doctrina marxista y las distintas mutaciones que fue sufriendo hasta llegar a su intento de mimetización con lo nacional, tratando de infiltrarse en los movimientos nacionales y cómo, en definitiva esto constituye la prueba de la derrota del comunismo. Analiza; desde la infiltración en la Iglesia, a través de la “Teología de la liberación”; hasta la creación en Europa de las democracias cristianas plagadas de marxismo lavado; pasando por el fenómeno del panarabismo y panafricanismo; y el intento de la llamada “izquierda nacional” por copar el peronismo. De esta obra citaré sólo algunos de los párrafos más “jugosos” como para que todos uds se queden pensando y reflexionando sobre las ideas vertidas. Decía Mellid sobre el materialismo: “Las teorías que se asientan sobre la realidad existencial de los valores utilitarios, sin profundizar las corrientes soterráneas en que se generan los valores idealistas del ser, pasarán, junto con la ola de hedonismo que las provoca, sin dejar huella en las hondas vivencias de la historia. Este es el destino próximo del capitalismo y de su progenitor, el liberalismo económico; también lo es el de las perversas alienaciones del intelecto, llamadas socialismo, marxismo, comunismo, sovietismo o chinoísmo. El devenir histórico no puede construirse sobre la fragilidad de esquemas unilaterales ni de extraviadas interpretaciones”. (GARCIA MELLID, Atilio, Revolución nacional o comunismo, Bs As, Theoría, 1967, p. 12). Acerca del marxismo apuntaba: “El fracaso del materialismo histórico resultaba claro, todavía en vida de Engels. Muerto Marx en 1833, Engels empezó a descubrir muchas de las insuficiencias y errores que la doctrina contenía [...] Engels se creyó obligado a declarar [...]” Marcando lúcidamente las diferencias entre el “Tercer Mundo” y la Tercera Posición de Perón, García Mellid distinguía: “Congelados los bloques en pugna –el capitalista y el comunista-, rápidamente comprendió el marxismo que su mayor capacidad de maniobra le permitiría aprovechar en su beneficio la indefinición e ingenuidad de los llamados [...] Todo consistía en alentar una supuesta política no comprometida, infiltrando en los cuadros vagas promesas de emancipación, consistentes en el , el , la , y el [...] Esta no era por cierto la tercera posición que un presidente argentino –el General Juan Perón- propició en 1947. Su sentido coherente estaba dado por los valores espirituales –católicos, latinos, hispánicos- que la inspiraban. Su radical oposición a los dos imperialismos en conflicto surgía naturalmente de sus propios enunciados. La proposición, lanzada el 6 de julio de 1947, abogaba por ” (Ibid, p. 73). La pluma aguda y crítica también cayó sobre la democracia cristiana de la que nuestro autor opinaba: “Una de las grandes paradojas de ese mundo que dice defender la civilización occidental y cristiana, es que donde actúan partidos que se califican de es donde los comunistas logran, por vía indirecta, sus mejores victorias. En efecto; si bien los elementos comunistas no han logrado conquistar el poder, influyen de manera importante en las decisiones del gobierno, mediante la infiltración de su ideología en grupos internos de las llamadas ” (Ibid, p. 125). Para agregarle un toque de buen humor a esta exposición, me permito recordar la opinión que tenía Perón sobre la “democracia cristiana”. Sobre ellos decía que eran “pececitos colorados que nadaban en agua bendita...” Retomando el análisis, no quedó afuera de la crítica cierto sector del nacionalismo: “Más beneficia al marxismo el enfrentamiento de los reaccionarios, que sus propios méritos, que no son sino producto de dolorosos espejismos. La primera exigencia del anticomunismo, en función de la dinámica histórica del tiempo a que pertenecemos, es la de ser profundamente social [...] El anticomunismo, como que sucede al anticapitalismo deber ser otra cosa. Asumido su carácter de revolución, está obligado a sostener modificaciones estructurales revolucionarias. Para serlo, no hay otro camino que el de servir al bien común, que es el bien del pueblo. Sin la presencia activa del pueblo, no puede haber política, ni sociedad, ni Estado [...] Hoy se considera que la democracia debe dirigir el proceso económico y resolver el problema social. El nacionalismo no puede mantenerse ajeno a este curso inexorable de la historia. La fórmula de un que para frenar el progreso económico y social, busca la solución política del despotismo, es tan anacrónica como aquellos partidos conservadores de cuya entraña ideológica saliera [...] No puede haber nacionalismo que no se sienta fuertemente inclinado a la vida social. Puesto que la Nación y el pueblo constituyen los elementos primordiales para cuya realización plena funciona el nacionalismo, no puede concebirse que se abandonen los dos instrumentos que configuran sus derechos inalienables: el de la soberanía de la Nación y el de la justicia para el pueblo [...] Quienes intentan usar la religión como dique para detener el justo avance de los derechos sociales, no pueden decirse nacionalistas, ni escapan a la condenación del Santo Padre. Una nueva conciencia, una filosofía más virtuosa y una sensibilidad social más afinada, caracterizan a los modernos nacionalismos. Muy lejos quedaron aquellos movimientos como el de Charles Maurras que identificaba la monarquía con los privilegios de las llamadas “clases superiores”. (Ibid, pp. 229, 231, 241, 243, 244). Para terminar, Mellid analizaba el intento del marxismo de infiltrarse en el peronismo y proféticamente decía: “Quienes en nombre de una interpretación materialista de las luchas sociales, aspiran a captar al elemento peronista, ignoran que uno de los principios enunciados al iniciarse ese movimiento, aclaró que . Lo que entonces se puso en marcha fue una revolución nacional, sin el menor contenido marxista [...] En cuanto al movimiento sindical, se consideraba natural que actuara en función de ideologías extrañas y destructoras [...] Desfilaban con la bandera roja y cantaban la Internacional. La nueva política logró el milagro de nacionalizar a los obreros, poner los Sindicatos al servicio de una causa argentina y hacer que la emoción de los trabajadores se centrara en los símbolos de la patria y de las auténticas tradiciones de nuestra historia [...] La llamada pretende saltar sobre el ancho campo de sentimientos y convicciones en que esas multitudes se formaron; pero no hacen sino dar un salto en el vacío. Podrán ganar prosélitos entre las juventudes universitarias [...] Prosperarán acaso ente ciertos alienados de la intelligentzia [...] Es probable que ganen la adhesión de las oligarquías liberales, que también carecen de ataduras éticas y practican la filosofía del materialismo. Pero las masas obreras, que en su inmensa mayoría asimilaron y conservan la doctrina del peronismo, no podrán conciliarse jamás con banderas que derrotaron por retrógadas, ni abdicarán de los emblemas en que adquirieron esa dignidad de vida y ese decoro personal que les niega el comunismo”. (Ibid, pp. 286-289). Atilio García Mellid, como quedó dicho con anterioridad debió exiliarse en el Uruguay por su militancia peronista. Fue allí que escribió en 1957 su obra más difundida: “Proceso al Liberalismo Argentino”’, que dedicó “Al Pueblo de mi Patria” caracterizándolo como “el protagonista auténtico de nuestra historia, porque los doctores liberales lo escarnecieron y menospreciaron, cargándole sus crímenes y apoderándose de sus glorias”. Se vivían momentos de dramática crisis política por la proscripción del peronismo y la derogación por proclama militar (emitida por el gobierno de facto) de la Constitución de 1949. Y García Mellid atacaba esa arbitrariedad hablando del “fetichismo constitucional de los liberales”: “Son los monjes que custodian el templo de los falsos ídolos. Ninguno tan reverenciado como el de la Constitución (de 1853). ¡Ah! cuando un liberal habla de la Constitución parece que se desmaya; pone cara angelical, suspira con el vientre (que es la forma reverencial con que suspiran los liberales) y se abandona a los más dulces deliquios doctrinarios”. Por eso les contestaba con claros conceptos de Juan Manuel de Rosas: “Nunca pude comprender ese fetichismo por el texto de una Constitución, que no se quiere buscar en la vida práctica sino en el gabinete de los doctrinarios. Si tal Constitución no responde a la vida real de un pueblo, será siempre inútil lo que sancione cualquier asamblea o decrete cualquier gobierno”. No conforme con estas observaciones, todo su libro constituye un alegato donde se acusa al liberalismo y a su procerato, con Rivadavia, Sarmiento, Mitre y Echeverría a la cabeza de haber traicionado a la Patria, ligando los intereses de las clases dominantes al imperialismo, en detrimento del pueblo y de la soberanía de la Nación. La obra de García Mellid denunció que ya en los albores de la nacionalidad aparecieron los gérmenes de un plan disolutorio: “correspondió a Rivadavia y sus satélites dar poderoso impulso a esa construcción teórica y advenediza que todavía hoy perturba la vida argentina”, decía. “El Libertador, general don José de San Martín, tuvo la genialidad de descubrirlo y denunciarlo”. Atilio García Mellid luchó denodadamente para invertir esa imagen de “pueblo bárbaro e inculto” y “caudillos tiranos y sanguinarios” que la historia liberal se empeñó en instalar, exaltando por el contrario, la participación del Pueblo y sus caudillos como artífices de la historia y paladines de nuestra nacionalidad. Se constituyó, al decir de Norberto D Atri, en una de las “principales expresiones del revisionismo histórico” (D Atri, Norberto, El Revisionismo histórico. Su historiografía, en: Jauretche, Arturo, Política Nacional y Revisionismo Histórico, Peña Lillo, Buenos Aires, 1959, p. 67), y sabiendo la pléyade de grandes luminarias enroladas en esta corriente de pensamiento, no es poco decir.


Hasta aquí fue nuestro homenaje a García Mellíd, intentando acercarles a ustedes su vida, obra y pensamiento. Muchas gracias.

CICLO DE PENSADORES NACIONALES: "HERNANDEZ ARREGUIi: ESE LANZALLAMAS"

CONFERENCIA ORGANIZADA POR JOVENES REVISIONISTAS


INSTITUTO NACIONAL DE INV. HISTORICAS "JUAN MANUEL DE ROSAS"





HERNANDEZ ARREGUI; ESE LANZALLAMAS
Por Muñoz “Pepe” Azpiri.
(27/6/07)


Buenas noches. Muchas gracias Federico Addisi, muchas gracias a todos los jóvenes, y gracias a la presencia de todos ustedes aquí y por supuesto, no voy a agradecer al Instituto Juan Manuel de Rosas, ya que yo agradezco estar en casa ajena y sería redundante agradecer estar en casa propia.
Voy a referirme a un personaje bastante polémico, bastante importante y olvidado, inclusive por los que se dicen “progresistas” en este momento. Porque jamás le van a perdonar a Hernández Arregui su inclaudicable compromiso con la causa nacional.
Martín Lafforgue, en un libro hoy inhallable, “Antiborges” (Javier Vergara Editor, 1999), realiza una ajusta definición del nacionalismo popular: “El nacionalismo popular como corriente de pensamiento comienza a gestarse en la década de los veinte a partir de las ideas de un conjunto de políticos, periodistas e intelectuales: el socialista antiimperialista Manuel Ugarte; el general ingeniero Alonso Baldrich, del grupo fundador de Yacimientos Petrolíferos Fiscales; el precursor de las corrientes económico-desarrollistas en el radicalismo Manuel Ortiz Pereyra y periodistas como José Luis Torres, a quién le debemos la acertada expresión de “Década infame”.
En 1935 tras fracasar en su intento de desplazar a la dirección alvearista (moderada) del viejo partido de Yrigoyen, un grupo de jóvenes militantes decide escindirse, recoger las preocupaciones de los arriba citados, con ellas renovar y profundizar el “credo yrigoyenista” y construir una nueva forma de organización: nace la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA). En su primer manifiesto atacan a las “oligarquías” e “imperialismos”, exigen la restauración de la “soberanía del pueblo” y se proclaman los únicos continuadores del yrigoyenismo. El ideólogo del grupo es el ya reconocido ensayista de temas nacionales Raúl Scalabrini Ortiz y forman su núcleo dirigente, entre los más conocidos, el escritor Arturo Jauretche, Luis Dellepiane, hijo de un ex ministro de Yrigoyen y el poeta y músico Homero Manzi.
Aún cuando FORJA no logra un caudal significativo de adherentes ni una organización sólida, sus innumerables volantes y conferencias y sus vehementes pero bien documentadas publicaciones logran penetrar e influir en vastos sectores de la opinión pública. Para los forjistas la “oligarquía” conservadora era responsable de la crisis que se vivía; se consideraba que para sostener sus privilegios había traicionado al país entregándolo al “imperialismo británico”; se denunciaba a la “dictadura política” al servicio de minorías, impuesta mediante la corrupción más escandalosa y el fraude generalizado y a una “tiranía económica” al servicio del capital extranjero. “El proceso histórico –dice uno de sus documentos- revela una lucha permanente del pueblo en procurar su soberanía popular”. De alcanzarse este cometido, será el fin de la dependencia y el sometimiento.



La influencia de FORJA sobre el pensamiento de Perón y sus más estrechos colaboradores está bien documentada. Tanto el Grupo de Oficiales Unidos (G.O.U.) –logia militar de decisiva influencia en la primera mitad de los años cuarenta- como Perón leyeron y estudiaron el material forjista y los libros de Scalabrini Ortiz y de Torres, por lo menos desde 1936 y años más tarde se sucedieron encuentros personales. Las principales ideas, temas y categorías del nacionalismo popular fueron incorporadas al peronismo: la postura antioligárquica y antiimperialista, los objetivos de autonomía económica y justicia social, la fe en el pueblo instalado como sujeto privilegiado del cambio, un cierto menosprecio hacia las formalidades legal-institucional. En 1945 el forjismo se disuelve y la mayoría de sus miembros se incorpora al naciente peronismo. Muchos de ellos pasan a ocupar cargos oficiales en el gobierno nacional y en el de la Provincia de Buenos Aires.
Julio Cortázar dijo que se tuvo que ir de la Argentina porque el tronar de los bombos peronistas no le dejaban disfrutar de los conciertos de Bela Bartók. Borges, en cambio, no parece haber tenido inconvenientes, en esos años, para escribir sus textos más personales y reconocidos. En 1944 habría de publicar Ficciones, cinco años después El Aleph, en 1951 la selección de cuentos que conforman La muerte y la brújula y al año siguiente el volumen ensayístico Otras inquisiciones. De este período son también buena parte de sus obras en colaboración – El Martín Fierro con Margarita Guerrero, Antiguas literaturas germánicas con Delia Ingenieros, entre otras- y de las antologías y volúmenes de cuentos realizados con Adolfo Bioy Casares. Esta intensa producción literaria, sin embargo le dejó tiempo para comenzar una tardía pero exitosa carrera docente en la Asociación Argentina de Cultura Inglesa y en el Colegio Libre de Estudios Superiores, ejercer la dirección de la revista Anales de Buenos Aires e, incluso, para la actividad gremial (fue presidente de la S.A.D.E. entre 1950 y 1953). Derroche de energía realizado en la opresiva y lúgubre atmósfera de la Segunda Sangrienta Tiranía. No tuvieron igual suerte los intelectuales de la década del setenta, signada por la tutela de los que él denominó caballeros militares.
La caída del gobierno peronista (1955), calurosamente apoyada por los sectores medios, la intelectualidad y los sectores dominantes, encuentra a los escasos grupos que se reconocen en la experiencia peronista cuestionando nuevamente las orientaciones políticas y económicas gubernamentales. Pero ya no alcanza con analizar el pasado histórico y la estructura económica del país: se deben encontrar las causas que posibilitaron esta oposición acérrima, muchas veces más cultural y valorativa que directamente social o económica. Surge, entonces la corriente nacionalista popular. En ella hemos englobado – continúa Lafforgue – un espectro bastante amplio de pensadores que reúnen las características reseñadas. En un análisis más fino es posible establecer diversas diferenciaciones; la más frecuente es entre “izquierda nacional” (provenientes de las agrupaciones tradicionales de la izquierda, pero que se distancian a partir de su visceral rechazo a la tradición liberal y una lectura positiva del fenómeno peronista) y nacionalismo popular con una variante reformista y otra revolucionaria.
Comienza un vasto programa de revisión del pensamiento y la literatura argentina a partir de una doble vía explicativa: la primera partía de la tesitura, deudora de un materialismo algo rústico, de que “a la estructura material de un país dependiente corresponde una superestructura cultural destinada a impedir el conocimiento de esa dependencia”; la segunda se elaboró a partir de la incorporación de buena parte de la relectura de la historia nacional que el revisionismo histórico venía haciendo desde los años treinta.. Esta escuela sostenía que en la Argentina había habido desde sus inicios un enfrentamiento permanente entre dos antagonistas irreconciliables: un proyecto de país liberal y dependiente consagrado por la historiografía tradicional y legitimado por la “superestructura cultural; y el país “auténtico”, por fuera de las superestructuras culturales dominantes, resguardado por la memoria popular y al que esta escuela historiográfica viene a rescatar, sistematizar y presentar en un cuadro completo. El objetivo del nacionalismo popular, entonces, pasa a ser demostrar como la “colonización pedagógica” había provocado que los intelectuales liberales – que por cierto incluía a pensadores de procedencia muy dispar- evaluaran erróneamente, o aún mintieran deliberadamente, en sus interpretaciones de la realidad nacional. Los “profetas del odio”, según los definiera Jauretche, no podían entender al país real; lo que los llevaba a despreciar y rechazar todo aquello identificado con el campo de la “barbarie”: el gauchaje, el yrigoyenismo, el peronismo y, en general, todas sus producciones culturales.
Ante el panorama actual de la política nacional, caracterizado por la inercia mental, la importación de teorías pergeñadas por las usinas de propaganda del hemisferio norte y la vocinglería de “analistas” condenados al pensamiento de sirga, Juan José Hernández Arregui representa el más dramático encuentro del intelectual argentino con el hecho nacional. Con una cultura inexistente en otros representantes de la izquierda de nuestro país, supo subordinar la teoría marxista y el método histórico- cultural al análisis de la realidad concreta que examinaba y con la que se hallaba raigalmente comprometido desde su militancia peronista que no abandonó hasta su muerte. Sus afirmaciones, no siempre exentas de polémica, continúan siendo hoy referencias ineludibles para pensar el “ser nacional” sin caer en utopías frustrantes o alineaciones coloniales. Incursionó en la narrativa con los cuentos “Siete notas extrañas” (1935) celebradas por la crítica en su momento. “Las corrientes históricas durante el siglo XIX” (1951), “El siglo XVI y el nacimiento del espíritu moderno” (1952), “Introducción a la historia” (1953), son algunas de sus producciones de cátedra, que precedieron a sus formidables ensayos.
Para quienes comenzamos nuestra militancia política en el peronismo y nos habíamos formado doctrinariamente en las fuentes del nacionalismo revisionista, que nos ofrecía una respuesta a falsificación de la historia que denunciara Ernesto Palacio y a su vez; por razones familiares conocíamos en carne propia las purgas ejemplificadoras del terrorismo liberal-gorila, Hernández Arregui nos brindó las herramientas conceptuales para desenmascarar los basamentos de una realidad ficticia, colonial y cipaya.
Herramientas que trascendían el marco del revisionismo histórico, nacido al fragor de la lucha para denunciar la leyenda negra (las calumnias contra España), la leyenda roja (las calumnias contra Rosas y los caudillos) y la leyenda rosa (la supuesta realidad de ese color que se desarrolló en la Argentina a partir de Caseros), pero insuficientes para analizar el complejo marco, nacional e internacional, de las últimas décadas del siglo XX.
Antes de ahondar en las mismas, es necesario destacar su formación e historia de vida, hasta 1955, dado que a partir de esa fecha publica sus obras cardinales.
Juan José Hernández Arregui nació en Pergamino, provincia de Buenos Aires el 29 de septiembre de 1912, donde pasó sus primeros años de vida; luego su madre ya viuda, lo trajo consigo a la Capital y aquí realizó sus estudios para ingresar a la Facultad de Derecho. Norberto Galasso en una discutible – ya desde el título: “J.J. Hernández Arregui: del peronismo al socialismo” – biografía, habla de un abandono por parte de su padre que, supuestamente, lo sumiría el resto de su vida en una profunda melancolía. Aparte de innecesaria, esta mención nos recuerda una metáfora del querido y poco recordado Salvador Ferla:
En el mundo antiguo circuló en diversas versiones una leyenda significativa, la del niño desvalido que se vuelve poderoso. Un niño abandonado en las orillas del Tíber llega a ser el fundador de Roma; otro niño, depositado en una canasta en la ribera del Nilo se convierte, ya adulto, en el libertador del pueblo israelita. Y el bebé a quien Herodes quería asesinar, resultó nada menos que el hijo de Dios. La moraleja es: ¡cuidado con maltratar al débil, al pequeño, al indefenso!...¡Puede ser un genio, un rey, o el mismísimo Dios!...Esta simbología del débil que se levanta triunfal de la abyección en que injustamente fuera arrojado por la arrogancia y la sensualidad de los poderosos, nos indica cuál debe ser nuestra principal pauta valorativa en materia histórica. La civilización nació enferma del complejo de culpa. La historiografía debe ayudar a curarla concientizándola sobre las causas de ese complejo.
Personalmente, no compartimos este tipo de interpretaciones psicologistas, reduccionistas, que circunscriben el talento y la creación a circunstanciales incidentes externos.
Al morir su madre, un tío, amigo del caudillo Amadeo Sabattini, se lo lleva consigo a Villa María (Córdoba). Ahí trabaja de bibliotecario y comienza a colaborar en periódicos locales y en 1931 se afilia a la UCR yrigoyenista y escribe en sus órganos periodísticos Debate, Doctrina radical y Libertad. Reinició sus estudios universitarios durante la década de 1940 en la Facultad de Filosofía y Letras de la capital cordobesa, en la que tuvo como principal maestro al insigne Rodolfo Mondolfo, y allá se graduó con una tesis sobre “Las bases sociológicas de la cultura griega” en 1944.
Comenta Eduardo Romano en un meduloso artículo (CREAR, Nº 14, junio 1983) que sus primeros enfrentamientos con la conducción partidaria se produjeron a consecuencia de la revolución militar de aquel año, pues su prédica a favor de la misma no halló eco entre sus correligionarios. De todas maneras él colabora en la Corporación Nacional de Transporte, a cargo de Santiago H. Del Castillo, porque ve en las medidas económicas del nuevo gobierno un corte respecto de la política de entrega irrestricta de nuestro patrimonio a los intereses británicos. Congresal por la provincia de Córdoba, en 1945 se opone fervorosamente a la participación del radicalismo en el engendro político que fue la Unión Democrática. Después de las elecciones que consagraron a Juan D. Perón presidente, contra dicha coalición, sus relaciones con el radicalismo se volvieron francamente irreconciliables y decidió renunciar a ese partido ante el Presidente del Comité de la provincia, Dr. Arturo Illia. Dice en un pasaje de su carta fechada el 10 de febrero de 1947:
“El conflicto entre intransigentes y unionistas, en lo esencial, no ha sido un mero antagonismo de núcleos, sino la lucha en profundidad entre dos concepciones irreductibles, antinómicas e irreconciliables de lo radical y argentino, en cuanto a ideales populares insertos en el sentido propio de lo nacional. Es superfluo, pues, tratar de salvar la unidad del partido, inmolando esta ilusión casuística y formal, el contenido concreto mismo de la doctrina radical, que es la expresión genuina del sentimiento emancipador de las multitudes argentinas, empeñadas desde Mayo en el ideal vigoroso de la plena autodeterminación nacional. Eran estas síntesis oscuras que germinaban en lo colectivo histórico de las masas, lo que el radicalismo debió convertir en conceptuaciones políticas de lucha. Al no hacerlo, su derrota estaba sellada. La gran frustración de lo radical ha sido consumada. Y nada contrarrestará mientras tanto, el poderío de las fuerzas políticas que triunfaron con Perón, gracias al error de perspectiva –nacional e internacional –de aquellos que al influjo de factores foráneos, cayeron en una imperdonable desviación de la línea del partido, traicionando los postulados históricos de la U.C.R.”.
En 1947, se produjo su primer acercamiento al peronismo, de la mano de Arturo Jauretche, quien lo llevó a colaborar en el gobierno bonaerense, como Director de Publicaciones y Prensa del Ministerio de Hacienda. Por ese entonces disertó sobre “La Universidad y la Reforma del 18”, en vísperas de sancionarse una Ley Universitaria. En 1948 empieza su labor docente en la Universidad Nacional de La Plata, como Profesor Adjunto de Introducción a los Estudios Históricos, que amplía con incursiones por la sociología, la historia del arte, la literatura, etc., y en la Facultad de Ciencias Económicas de Buenos Aires, hasta el golpe septembrino de 1955.
Ante la coyuntura, se convierte en ideólogo de la resistencia peronista y si bien no participa directamente en política, es detenido un mes en San Martín cuando el levantamiento patriótico del Gral. Juan José Valle contra el gobierno de facto, que había desatado una cruenta represión contra las fuerzas populares.
En 1957, un año después de Civilización y Barbarie. El liberalismo y el mayismo en la historia de la cultura argentina, de Fermín Chávez y el mismo año de Los profetas del odio de Arturo Jauretche, aparece Imperialismo y Cultura. Estos tres libros constituyen un dique conceptual contra los intentos de retrotraer la situación nacional a lo que era antes de 1943, avalados por una intelectualidad cipaya, cuyo paradigma era Borges, escritor cosmopolita, de un europeísmo afectado y erudición esotérica, ajeno a los problemas nacionales. Prueba de ello es el Nº 237 de la revista Sur en que Victoria Ocampo, Eduardo González Lanuza y Guillermo de Torre, entre otros, tratan de demostrar que el “verdadero” pueblo argentino no participó de la experiencia peronista, argumento que, con otros basamentos teóricos, emplea Juan José Sebreli en el Nº 7/8 de la revista Contorno. Sea por derecha o por izquierda, el objetivo consistía en negar al sector popular todo protagonismo histórico.
En “Imperialismo y Cultura”, Hernández Arregui analiza descarnadamente la cultura oficial y la dependencia, la deificación de todo lo extranjero, la falta de proyecto nacional en gran parte de la dirigencia argentina, el uso de las corrientes filosóficas nacidas en Europa sin comprensión del país real. Encuadra las relaciones entre imperialismo y cultura dentro del contexto europeo a lo largo del siglo XIX, así como sus consecuencias para la formación de una literatura “mundial”, inexistente antes de la era imperialista, en la primera mitad de nuestro siglo. Juzga toda producción y actividad culturales a través de una contradicción básica de una país de pendiente (Romano dixit) “lo nacional liberado vs. Lo mimético sumiso”. Según su criterio, la cultura nacional se apoya siempre en componentes folklóricos de raíz hispano-indígena, reelaborados luego por artistas individuales con los criterios de la cultura cultivada. Por eso exalta la obra de Lugones y la opone a la de quienes se dejaron seducir por modelos sin arraigo telúrico. A partir de la polémica lectura que Borges hiciese del Martín Fierro de José Hernández, realiza una lectura demoledora. Este paradigma de intelectual cosmopolita, de un europeismo afectado y una erudición esotérica es considerado en Nacionalismo y Liberación (1969) como el arquetipo del eunuco escriba, hechizado por mundos inexistentes:
“Hay un pensamiento nacional y un antipensamiento colonial. Un escritor nacional tipo es Raúl Scalabrini Ortiz. Un escritor colonial – más perfecto que una esfera musical en la mente de Pitágoras - es Jorge Luis Borges. De un Pitágoras que nunca existió. Y en esto se parece a Borges. Que ha caído en la farolería de hablar de Pitágoras sin conocer la filosofía griega. En rigor, Borges, pájaro nocturno de la cultura colonizada, desde el punto de vista argentino es más fantasmagórico que el Pitágoras de la leyenda órfica. Un Borges – ese “cadáver vivo de sus fríos versos” que dijera Lope de Vega – hinchado todos los días por la prensa imperialista. Y que ni siquiera merecería ser citado aquí, sino fuese porque es la entalladura poética de ese colonialismo literario afeminado y sin tierra al que hacemos referencia. Poeta del Imperio Británico, condecorado por Isabel II de Inglaterra, ha declarado hace poco: “Si cumpliese con mi deber de argentino debería haber matado a Perón”. El desmán sería para reírse, sino fuese, como lo hemos expresado en otra parte “ porque detrás de estas palabras pierrotescas se mueven las miasmas oscuras del coloniaje”. Así habla la “inteligencia pura” de este ancestro hermafrodita de la poesía universal fuera del mundo que, como una orquídea sin alma, llora en la mayoría de sus poemas, su “muerte propia” a la manera de Rilke.
Sí. Todos hemos de morir. Borges también. Y con él, se irá un andrajo del colonato mental. A diferencia de ellos, bufones literarios de la oligarquía, mensajeros afamados del imperialismo, cuando a los grandes hombres de América les llega la hora de la muerte, en ese mismo y supremo instante, la eternidad de la historia, la única y luminosa inmortalidad que le es dable esperar a la criatura humana en su tránsito terreno, los amortaja en una estela de gloria con las palabras de los verdaderos poetas nacionales: “Hay una lágrima para todos aquellos que mueren, un duelo sobre la tumba más humilde, pero cuando los grandes patriotas sucumben, las naciones lanzan el grito fúnebre y la victoria llora”.
Según Fermín Chávez en su prólogo al ¿Qué es el ser nacional? (Catálogos, 2002) esta resignación agnóstica dio paso, en el en viaje que realizaron a Toledo, al surgimiento de una sensibilidad religiosa.
Los capítulos dedicados al nacimiento de la revista Sur, y la caracterización de sus mentores y adláteres, tienen vigencia hasta hoy. Victoria Ocampo dijo entonces: “No hay nada peor que un canalla con talento” a lo que él le respondió diciendo “solo atino a figurármela a medida que va poniéndose vieja, con la casaca roja y los botones dorados de una domadora de fieras suelta en Picadilly”.
En 1960 aparece un segundo libro, cardinal y corrosivo hasta hoy: La formación de la conciencia nacional (1930-1960). “Esta es la crítica – dice en el Prologo – inspirada en un profundo amor al país y fe en el destino nacional de la humanidad, contra la izquierda argentina sin conciencia nacional y el nacionalismo de derecha, con conciencia nacional y sin amor al pueblo”. Entre esas falsas opciones analiza y documenta el surgimiento de FORJA primero y sintetiza luego todos los aspectos socializadores de los gobiernos peronistas, desde una perspectiva no partidaria, “pues el autor – añade – carece de compromisos políticos, salvo con las masas argentinas depositarias del destino nacional”.
“El nacionalismo posee un doble sentido, según corresponda al contexto histórico de un país poderosos o un país colonial. Hay pues, en el umbral del tema, una diferencia, no de grado sino de naturaleza, entre el nacionalismo de las grandes potencias – Inglaterra y los Estados Unidos, por ejemplo – que son formaciones históricas ya constituidas, y el nacionalismo de los países débiles, que aspiran justamente a convertirse en naciones. Hay además un nacionalismo ligado a las clases privilegiadas aunque adopte cierta actitud crítica frente a ellas, y un nacionalismo que se expresa en voluntad liberadora de las grandes masas nacionales. Mantener el equívoco entre ambas concepciones del nacionalismo, en que están conjuras tanto las potencias coloniales del presente como las clases encumbradas de los países coloniales, y destinado a velar el nacionalismo del pueblo, ha sido respecto a estos países sin soberanía real una de las más diestras y calculadas defraudaciones de la filosofía del imperio”. Esto decía quien, por aquellos años, sostenía que el único intocable era Nicolino Locche...
Juan Domingo Perón, en carta del 10 de diciembre de 1969 en el que le agradece el envío de sus libros, formula un cálido elogio de toda su obra. En uno de los párrafos le dice:
“Por todo lo que hacen ustedes allí con la difusión de la verdad tantos años oculta, yo deseo como argentinos hacerles llegar, junto con mi encomio más entusiasta, mi felicitación más sincera. La causa de la revolución necesita de algunos realizadores, pero no mucho menos de muchos miles de predicadores que, empeñados en la tarea de persuadir, no cejen en el empeño de incendiarlo todo si es preciso.
...He visto que el Peronismo está despertando entre los “intelectuales” el deseo de escribir sobre él, unas veces con fines leales a la Nación y otras buscando lo contrario. El profesor Gonzalo Cárdenas sé que lo ha hecho bien y de buena fe, que es lo que interesa. Otros como Félix Luna lo han hecho a su manera, a lo que ya estamos acostumbrados.”
¿Qué es el ser nacional? (1963) resulta de una conferencia y de cursillos realizado en universidades del interior (noroeste, Tucumán, Santiago del Estero) y profundiza observaciones anteriores sobre política y cultura de ámbito iberoamericano, para lo cual replantea las vicisitudes históricas atravesadas por el continente. Más de un marxista se verá sorprendido por tesis expuestas por quien vulgarmente aparece asociado al marxismo tradicional o, lo que es peor, un progresista “trucho”, tan el boga en estos tiempos, que desconoce la obra del Júpiter tonante que escribía en la biblioteca del Museo Británico. Ya el propio Marx lo decía: “Yo no soy marxista” (y no conocía la Argentina):
“El menosprecio hacia España arranca en los siglos XVII y XVIII como parte de la política nacional de Inglaterra. Es un desprestigio que se inicia con la traducción al inglés, muy difundida en la Europa de entonces, del libro de Bartolomé de las Casas Lágrimas de los Indios: relación verídica e histórica de las crueles matanzas y asesinatos cometidos en veinte millones de gentes inocentes por los españoles. El título lo dice todo. Un libelo”.
“Junto a la acometida sobre la raza de bronce subyugada, España trajo a estas tierras una de sus virtudes más grandes, el espíritu de independencia y las instituciones que lo resguardaron. Un antecedente de esta actitud altiva y libre, que América Hispánica recibió como legado, se encuentra ya en Lope de Aguirre, al tratar de igual a igual, en 1561, a Felipe II: “Te aviso, rey español, que tus reinos de Indias tienen necesidad de justicia y equidad para tantos y tan buenos vasallos como en ellos moran. En cuanto a mí y mis compañeros, no pudiendo sufrir más las crueldades de tus oidores y gobernantes, nos hemos salido de hecho de tu obediencia y nos hemos desnaturalizado de nuestra tierra que es España, para hacerte aquí la más cruel guerra que nuestras fuerzas nos consientan (...) En estas tierras damos a tus pendones menos fe que a los libros de Martín Lutero.”
El análisis de nuestro autor sobre el intelectual pequeño burgués, dista diametralmente de la izquierda internacionalista, su definición se asienta en la realidad, sin idealizaciones; ya que si bien usaba las categorías del análisis marxista, contó una historia de la que nunca habló el Partido Comunista argentino:
“La clase media tiende a la formación de grupos intelectuales que fluctúan, por motivos diversos, entre las “élites” que miran hacia arriba y los “ghettos” espirituales que miran hacia abajo. Esto explica la abundancia de intelectuales de izquierda que se pasan a la derecha ideológica, al conservatismo social. En realidad, los intelectuales son los que sienten más vivamente esta situación incierta que ocupan en la sociedad. Mientras la perspectiva de descender les lleva a la comprensión de la lucha que libra la clase trabajadora por otra parte les estimula a no caer en ella.”
Hernández Arregui nos estimuló para que repensemos y redefinamos toda la cultura argentina desde sus orígenes. Y también a denunciar la mistificación del intelectualismo que se dice progresista sin entender nada de los movimientos populares que surgen no de los libros sino de las tradiciones de un pueblo:
“En la escuela le enseñaron a preferir el inmigrante al nativo, en el colegio nacional que el capital extranjero es civilizador, en la Universidad que la Constitución ha hecho la grandeza de la Nación o que la inestabilidad política del país es la recidiva de la montonera o de la molicie del criollo. Este estado de espíritu, fomentado sutilmente por la clase alta aliada al imperialismo, distorsiona la conciencia de estos grupos, cuyo escepticismo frente al país favorece el pasivo sometimiento espiritual”.
Dirigentes obreros de San Juan, Tucumán, Mar del Plata y Rosario fueron sus interlocutores, pero su prédica se abrió a otros, aparentemente menos permeables a este tipo de ideas. En septiembre de 1969, el Director del Colegio Militar, Gral. Mariano de Nevares, sancionó con diversas penas a unos cuarenta oficiales del ejército en un sumario secreto. Encabezaba esa lista el Tnte. Licastro, acusado de: “mantener vinculaciones y vincular a otros oficiales con un ideólogo de izquierda conocido por él, formular comentarios favorables al mismo y defender sus ideas ante sus camaradas” y sancionado con cincuenta días de arresto y su pase a disponibilidad. A partir de ese momento, Hernández Arregui pasó a integrar la lista de los que años después se conocerían como “desaparecidos”. En octubre de 1972 y tras varios allanamientos, un “caño” explota en su casa y lesiona gravemente a su mujer.
Tal desastre no lo arredra y en 1973 publica “Peronismo y Socialismo”, aclarando en el prólogo que contrariamente a sus obras anteriores, es “un libro de divulgación”, con “un lenguaje más bien periodístico”, pero “cuidando, no obstante, en la medida de lo posible,, encuadrar los diversos temas abordados dentro de un nivel intelectual adecuado para quienes buscan una visión resumida de la realidad nacional”, Su título, por otra parte no debe llevar a la confusión, se trataba una perfecta delimitación del socialismo nacional del que hablaba Perón en las Pautas de actualización doctrinaria (1972) de manera tal de evitar las confusiones de los peronistas oportunistas de la época (añadiríamos también, de la actualidad). Esto está claro en los artículos firmados en la revista Peronismo y Liberación, al explicar el cambio de denominación de la publicación. (anteriormente, en 1973, era Peronismo y Socialismo). Pues así definía la actualidad del momento:
“No habrá alternativas pretendidamente socialistas frente a la política peronista. El peronismo tiene en su seno todo el socialismo posible, al poseer un programa liberador, único eje de la unidad nacional contra el imperialismo, y por sostenerse fundamentalmente en el apoyo que le da la clase obrera”.
La izquierda cipaya jamás le perdonó su compromiso nacional ni la derecha reaccionaria su formación marxista. Unos intentan encuadrarlo con extrañas alquimias en una posición que nunca compartió, otros, lo acusan de haber agitado el “inmundo trapo rojo”, sin percatarse como cretinos que son, que por más de una década flameó en el firmamento de la república una bandera roja... de remate.
Sobre el éxito de sus libros pensaba Hernández Arregui que “estos libros han surgido del dolor nacional y no del narcisismo literario, el prestigio intelectual de nada vale, y si tal prestigio emana de una obra áspera y crítica contra las instituciones y figuras representativas del coloniaje, más que prestigio acarrea sinsabores, odios duraderos y calumnias”
En el año 1974, año trágico para los nacionales, que acarreó la desaparición física de Juan Domingo Perón y de un pensador de la talla de Arturo Jauretche, corroído por los sinsabores mencionados, inició su tránsito hacia la gloria. Sus libros, polémicos y sin duda discutibles, no son de investigación sino de lucha”, como él mismo dijera. A esa lucha, que es la liberación definitiva del gran país iberoamericano, dedicó su pensamiento tan lúcido como apasionado.
Este pensador argentino, en 1973, al ser distinguido como Profesor Emérito de la Universidad de Buenos Aires, expresó categóricamente: “He pertenecido, pertenezco y perteneceré al Movimiento Nacional Peronista”.
Nada más podemos agregar.

CICLO DE PENSADORES NACIONALES: "FERMIN CHAVEZ, EL MAESTRO DEL REVISIONISMO"

INSTITUTO JUAN MANUEL DE ROSAS



CONFERENCIA ORGANIZADA POR LOS JOVENES REVISIONISTAS



CICLO DE PENSADORES NACIONALES



FERMIN CHAVEZ, EL MAESTRO DEL REVISIONISMO
Por el Profesor Jorge Sulé.
(23/5/07)




Para empezar a hablar del querido amigo y compañero de Fermín Chávez quisiera comentar una anécdota. En el archivo histórico de la Nación en la Secretaria de Rosas, en la sala X del piso 4, Ud pide un legajo y en el primer papel consta la nómina de los investigadores que metieron las narices en ese legajo, así que Ud sabe quienes son los que han hurgado en el documento original. En muchos, por no decir en la casi totalidad de ellos, se encuentra inscripto el nombre de Fermín. Lo que da cuenta que Fermín Chávez fue un gran investigador de nuestra historia, pero además, fue un militante político con una gran pasión por la política, pero también fue un gran poeta, hubiera vivido de la poesía si sólo se hubiera dedicado a ella, pero como si fuera poco, ilustraba sus textos, era un gran dibujante y pintaba. De tal manera que Uds se imaginarán que abarcar en su totalidad la personalidad y la trayectoria de Fermín Chávez no es tarea fácil, pero intentaremos un acercamiento a él, comentando algunas de sus obras, no todas, ya que hablamos de un autor que tiene más de 50 libros y que fue militante político y que tuvo una formación filosófica y teológica muy sólida. Se trata de una personalidad multifacética, pero al mismo tiempo de una gran persona desde el punto de vista humano por su humildad, por su forma de ser. Quien ha sido su amigo personal, honrándose con su amistad, quien ha podido incorporarse a su intimidad hogareño, quien ha caminado las calles, quien ha compartido emprendimientos historiográficos serios con Fermín, como quien esta hablando, y quizás por eso, los Jóvenes Revisionistas del Instituto me ofrecieron explayarme sobre Fermín. Pero quiero destacar lo difícil que resulta por la complejidad de su obra, por la complejidad de su trayectoria y personalidad, por la cantidad de libros que produjo Fermín.
Brevemente, unas reseñas biográficas.
Fermín nació en Entre Ríos, en 1924, en una localidad que se llama El Pueblito, cerca de Nogoyá. De padres criollísimos, que lo bautizaron con el nombre de Benito Chávez, que después e generalizo como Fermín, e hizo sus estudios en un colegio apostólico de los dominicos y fue seminarista. Es decir que uno puede presumir que tiene una sólida formación filosófica y teológica o por lo menos sale ya con una formación importante. Incluso Fermín vistió el hábito de los dominicos durante un tiempo hasta que después se fue dedicando a la poesía. Quizás sea justamente la poesía sus primeras expresiones literarias. Pero hablando de él y de su formación diremos que completó sus estudios de filosofía en Buenos Aires, y de humanidades en Córdoba y tuvo como profesores y fue discípulo de nada menos que de Rodolfo Mondolfo y de Nimio de Anquín; fue discípulo de estos dos grandes filósofos de la época. Sus primeras expresiones, como decíamos fueron poesías. Uno de los poemas se llama "Como una antigua queja", y otro "Una provincia al este", todas referidas a su localidad, a su región. Siempre Fermín decía algo parecido a lo siguiente: Que siempre la cultura sigue los mismos caminos de la inteligencia, va de lo simple a lo compuesto. Hay q tener la humildad de sabernos consternar frente al yuyo de nuestras praderas, frente al risco de nuestras montañas, frente a las vicisitudes de nuestro pueblo, antes de tener la soberbia de levantar la vista y de tratar de abarcar las complejidades cosmológicas universales. Hay que ir de lo simple a lo compuesto. Esto decía Fermín. Y en consecuencia, empezaba sus poemas referidos a su patria chica, Entre Ríos, y pudo haber sido un gran poeta pero se encontró con el revisionismo histórico. Pero retomando, en materia literaria Fermín tuvo una gran producción, yo recuerdo en 1952 una obra que se dio en el teatro de Enrique Santos Discépolo, que se llamaba "Un árbol para subir al cielo", cuya actriz era Lola Membrides, que estuvo en cartelera mucho tiempo, con una gran repercusión; esta es sólo una mención de las varias obras que escribió Fermín desde el punto de vista literario. Esto fue en 1952, y nosotros éramos muy jóvenes, tendríamos 22 años.
Yo lo encuentro en 1956 a Fermín Chávez; pero lo encuentro en un libro, estabamos en la Resistencia Peronista y les pido perdón por mi discreción política, ya que no soy amigo de meterme en este campo, pero al hablar de Fermín Chávez, de nuestras correrías y amistad, tengo que incursionar por este terreno.
Como decía lo encontré a través de un gran libro, que para nosotros fue una tabla de salvación intelectual. ¿Quién era este señor, escritor de este libro? Me refiero al libro de 1956, Civilización y barbarie en la cultura argentina. Eran momentos de la Resistencia, que fue una resistencia civil, que pegaba afiches en las paredes, que hacía huelgas, que tomábamos fábricas, que nos reuníamos para discutir temas de ideología, que le poníamos "miguelitos" a los carros de la policía, pero que de ninguna manera era la resistencia militarizada que vino al final de la década del 60. No era esa resistencia. Nosotros cuando veíamos a esos chicos que venían engominados y bien puestos y bien trajeados no nos gustaba nada. Nuestra resistencia era civil y no militarizada. No era una actitud de soberbia militarizada sino una resistencia política civil acentuada. Poníamos el acento en lo doctrinario, en las cuestiones de interpretación de la historia argentina, del país, de su problemática, y al regreso de Perón. No se nos ocurría de ningún modo, ni se nos pasaba por la cabeza tirarle un tiro a un agente de policía por el sólo hecho de ser un uniformado, en cambio estos pibes a los que me refiero sí. Por eso hago yo, esta diferenciación de las “dos resistencias”.
En esta época encontré yo el libro mencionado, en un momento en que el peronismo estaba en dispersión. Nos aferramos a él como una tabla de salvación intelectual y que fue una respuesta a Martínez Estrada en el libro "Radiografía de la pampa", donde Martínez Estrada explica el Martín Fierro a través de Freud y de Kafka, cuando el Martín Fierro se explica sólo, a través José Hernández y de la propia vida de José Hernández. Y esta es una refutación en general a ese trabajo y especialmente a la falacia sarmientina de civilización y barbarie. Esa falacia donde civilización es lo de afuera y la barbarie es lo de adentro. Esto desde la época de Cicerón, de Séneca, de todos los que abordaron la política y filosofía clásica, esto es al revés. Para la literatura clásica "la civitas" era lo de adentro y la barbarie lo extranjero, y Sarmiento revirtió este proceso y lo hizo al revés. Además este enfundio entrampó a muchas generaciones de argentinos que no interpretaron la política ni la historia en donde las rebeldías naturales y lógicas de los jóvenes se vieron ante este equivoco y fracasaron, muchas generaciones de universitarios fracasaron ante este equivoco. Es entonces en este libro donde Fermín habla de lo que realmente es la civilización y la barbarie. Aquí desarrolla dos conceptos de lo que es la civilización. Uno es un cierto grado de desarrollo material en la historia de los pueblos; y el otro concepto es: Un cierto grado de perfeccionamiento moral entre los hombres y la armonía entre los hombres y el medio en que lo habita. Por supuesto que Fermín asume el segundo concepto y yo también, porque no siempre el desarrollo material presupone un desarrollo moral de relaciones entre los hombres ni muchos menos. Al respecto, una vez a Manuel Gálvez le preguntaron: Vio Estados Unidos y Nueva York los edificios de 40 y 50 pisos? Y Gálvez dijo, sí que gran progreso ese país; para después hacer esta reflexión: La estatura moral de este pueblo estará en consonancia con estos 40 0 50 pisos de que Uds me hablan?, y zorramente dejo la inquietud deslizada. Bueno, entonces Fermín hace esta distinción en el concepto de civilización, en este libro Civilización y barbarie, que es un libro estupendo; y ahí lo encontramos a Fermín, y después lo encontramos personalmente.
El otro gran libro que me atrevo a comentarles a Uds es "Historicismo e Iluminismo en la cultura argentina", un trabajo impresionante, donde explica Fermín las características del iluminismo unitario, donde explica las características políticas, económicos, sociales, filosóficas y culturales del iluminismo; y lo que es el historicismo federal en sus aspectos políticas, económicos, culturales, etc. Por ejemplo, dice Fermín: Para los iluministas la nación surge de una actitud jurídica política fundante. Es una actitud de voluntad política y no un proceso histórico. Además esta actitud política y jurídica fundante se asienta en un contrato social rodeado de derechos y garantías individuales abstractas de carácter individual y universal, al margen de las líneas que proceden del pasado. Como advertirán, este iluminismo no tiene nada que ver con el proceso histórico donde el hombre se desarrolla incluso en función de su propio desarrollo histórico, donde no están presentes las creencias, el lenguaje, el idioma, la evolución del pueblo en si mismo y el medio ambiente que se va ampliando y desarrollando, sino que es una actitud voluntariosa de tipo jurídica y política; de aquí el por qué el partido unitario se canso de hacer constituciones y reglamentos. El Estatuto Provisional de 1811, el Reglamento Orgánico de 1811 del Deán Funes, la Asamblea del año XIII también con sus disposiciones, con posterioridad el Estatuto Provisional de 1817, después el proyecto constitucional de 1819, después el proyecto constitucional de 1826; todos fracasados, porque se cree que pueden fundar la Patria a través de dictar constituciones, cuando la norma jurídica consagra un hecho, no lo crea. El hecho social es el tramado sociológico que crea la sociedad y que después remata en la norma jurídica, y no al revés que la norma jurídica hace a la Patria. La Nación esta desde que nace el primer mestizo, o desde que Juan de Garay o Francisco de Aguirre funda Santiago del Estero en 1553 en colaboración con las mancebas indias que le dan hijos, ahí ya esta naciendo la patria, después tendrá el estado jurídico, que es el gobierno, que es la independencia, después vendrán los otros elementos. Los caracteres de una nación son varios, la población, la tradición, el pueblo, las costumbres, el idioma, las creencias, etc, y no la actitud de voluntad jurídica del iluminismo, por eso este libro es importante. También se explica el pensamiento iluminista europeo, con autores como Savigny, y como fueron vaciados de los jóvenes de la generación del 37 que no supieron interpretar que esta corriente estaba hablando de la formación de Europa a través del medioevo, a través del feudalismo, de los cantares populares, etc, y acá se para en el 25 de mayo. La historia aparecía como producto del 25 de mayo en adelante olvidando el proceso anterior de colonización, mestizaje y demás factores, porque aparecía como degradante hablar de la mestización del país, hablar de que el gaucho es el fruto de la combinación del indio con el español, todo eso era tabú para muchos historiadores. Todo esto esta muy bien explicado en este trabajo, que demuestra también la cultura universal que dominaba Fermín al hacer una explicación de la filosofía del siglo XVII, XVIII y XIX en Europa, manejaba todos estos temas, y además sabía latín y griego. De sus maestros de filosofía Nimio de Anquín y Rodolfo Mondolfo, aprendió latín y griego, y allá con los dominicos en Entre Ríos, aprendió latí y griego, y hasta algunas expresiones en alemán que hay en este libro. En otro pasaje de su libro dice Fermín que el gran anti-iluminista de la historia fue Juan Manuel de Rosas, porque es producto de un proceso histórico y no una actitud voluntarista y jurídica, aunque lo consagra. El plebiscito de 1835, de hecho, es un acto jurídico y lo consagra a Rosas, como lo es también el Pacto Federal de 1831. Pero son hechos jurídicos que consagran hechos históricos que se vienen dando a través del propio prestigio de Juan Manuel de Rosas y su actuación en los medios rurales y producto de la anarquía imperante y de la balcanización del país con la pérdida de territorio argentino. Todo esto es la consecuencia hasta que aparece alguien que va a poner freno a ese proceso de disociación y mutilación que se venía operando en la Argentina. Por eso si hay un anti-iluminista encarnado es Juan Manuel de Rosas, así lo dice en el libro, y por supuesto que coincido con Fermín.
También merece destacarse un libro de historia, sobre la vida de Ricardo López Jordán. Este libro es una maravilla de erudición en donde Ud no se cansa de ver las fuentes que ha consultado Fermín Chávez, sobre un personaje como fue Ricardo López Jordán, que se supone que fue uno de los mentores del asesinato de Urquiza, es un trabajo impresionante de 7 capítulos, con 300 páginas. En el primer capítulo hay 23 citas al pie de página, 23 fuentes; el segundo tiene 80 citas al pie. Reviso el legajo de la familia Urquiza, el legajo de Urquiza en el Archivo General de la Nación, el legajo del archivo privado de la familia de Ricardo López Jordán. En el capítulo tres tiene 51 citas a pie de página, en el cuarto tiene 83 citas, en el capítulo cinco tiene 88 citas a pie de página, en el sexto 63, y en el séptimo 75; en total 463 citas al pie de página que son fuentes historiográficas de archivo y también bibliográficas. Yo les aseguro que en la actualidad que no hay ningún libro de historia que tenga la mitad de estas fuentes historiográficas. A pesar de este soberbio trabajo, todavía hay algunos que dicen que el Instituto Juan Manuel de Rosas y sus integrantes se dedicaron solamente a Rosas, parece mentira que todavía nos tengamos que aguantar esos "chubascos". Fermín se dedicó a López Jordán, y la historia del Chacho Peñaloza, con la misma erudición, y la vida de José Hernández; y otros historiadores del revisionismo que están en este instituto como Alen Lascano ha reivindicado a Felipe Ibarra de Santiago del Estero, y después de ese trabajo ya no se habla mas mal de Ibarra que es un prócer en Santiago del Estero, y así podemos seguir hablando de otros caudillos del interior en donde el revisionismo se extiendo no sólo a la época de Rosas sino hacia fines del siglo XIX y parte del siglo XX y también hacia atrás con el período de la colonia, y el período de la América Hispana, y la interpretación revisionista de mayo. Pero sin embargo, todavía recibimos esos "baldazos", como que solamente nos hemos dedicado a la reivindicación de Rosas, por supuesto que Rosas es el eje de una revalorización de una visión casi total de la historia argentina.
Voy a comentar también, un libro que es una síntesis de la historia argentina, que podría ser un manual exquisito para la escuela secundaria y también la universitaria que es "Historia del país de los argentinos", editado por Theoría. Se trata de un libro chico, que es una síntesis de la historia argentina hasta el 17 de octubre de 1945.
Otro trabajo olvidado, que no tuvo gran repercusión, que se llama "Un proyecto olvidado, la Confederación Argentina", dónde se rescata una generación como Mariano Fragueiro, que es el anti-Alberdi en materia económica, fue un hombre estatista en el siglo XIX; rescata a Francisco Fernández, a Olegario V Andrade, Nicasio Oraño, etc, es decir, hace un rescate de una generación olvidada desde el punto de vista político, ya que en este aspecto nadie dice que estos hombres no fueron mitristas, no fueron sarmientistas, y cuando entraron a la política lo hicieron a través del alsinismo, es decir a través del Partido Autonomista Nacional.
Otro libro excelente, también pequeño, que se llama "El autoritarismo en la historia argentina", comienza por señalar el autoritarismo con el iluminismo liberal francés metido en las cortes borbónicas de España, de allá proviene al autoritarismo. Ese autoritarismo liberal borbónico de Carlos III que después lo hereda el partido unitario y que se traslada a las clases directoras de nuestro país como actitud permanente que nace, no justamente en los regímenes populistas, sino por el contrario, en los regímenes aristocráticos que creen tener la verdad permanentemente y por lo tanto al enemigo hay que destruirlo. Esta actitud de por ejemplo, Carlos III, de incendiar los libros de Francisco Suárez, porque era el autor de aquella teoría que sostenía que la autoridad y el poder vienen de Dios pero se encarnan en el pueblo y este es el que se la da a las autoridades. De tal manera el Príncipe no es el vicario de Cristo, el Príncipe tiene que dar cuenta al pueblo de sus obras. Esto decía este jesuita que estaba fundando un poco la teoría de la revolución, porque aquél gobernante que se convierte en déspota, y no responde a los requerimientos de los pares, entonces se le saca la fuerza. Por esta teoría Carlos III ordena incendiar todos los libros del Padre Suárez. Este concepto de gobernar para el pueblo, con el pueblo, pero sin el pueblo, es una concepción borbónica ilustrada, del racionalismo francés metido en España y trasmitido posteriormente al partido unitario y por éste a todos sus descendientes desde el punto de vista histórico que no quiero mencionarlos.
Otro trabajo, que podríamos denominarlo de hormiga, porque es una crestomatía, es decir, una colección de expresiones de personalidades de distintos matices ideológicos que se refieren a Rosas, el los coleccionó y después hizo un libro que se llama "La vuelta de Juan Manuel" que coincidió con la vuelta de Don Juan Manuel a la Argentina, en ese libro son 110 opiniones de las mas impensadas personalidades sobre Rosas. Las opiniones de Borges, de Sábato, de Ravignani, y otros, que Fermín tomó de sus lecturas; ya que era un ávido lector, y en este libro los "escracha". Por ejemplo, aquí Ravignani dice: "Rosas tuvo amigos entre gente importante y entre los humildes, más su prestigio como hombre lo afirmó entre éstos últimos. Entre los importantes se incubaron enemigos como los Maza y los estancieros del sur. A los personajes federales del interior los envolvió en una trama amistosa y sutil que sin su conocimiento haría inexplicable la acción política desplegada. Con Estanislao López y Quiroga estructuró la Confederación a partir de 1831, sobre la base de un íntimo entendimiento, era un gran conocedor del temperamento. Supo ser así un político práctico en la correspondencia sostenida con uno y con otro aparenta dos ecuaciones personales diferentes, sobre todo una conciencia política proteiforme. Es un príncipe criollo". Esto lo dijo un radical no yrigoyenista, sino unionista. También se “escrachó” a un socialista, Sánchez Viamonte, que en un rato de sinceridad dijo: "Puede decirse, usando una expresión un tanto atrevida, que la dictadura de Rosas produjo un fenómeno de democratización antirrepublicana, si se admite para democracia la acepción simplista del concepto opuesto a aristocracia, en efecto, la dictadura abolió prácticamente la división de clases propia de la colonia, cosa que no había podido hacer la revolución de mayo. La inversión de valores sociales que implica el gobierno de Rosas es una consecuencia del predominio rural y del alzamiento fomentado por él del bajo fondo, popular y urbano como, como siempre el autócrata es resistido por la elite aristrocratica o plutocratica y su triunfo se debe al apoyo de la masa popular cuyo mandato implicito consiste en la nivelación de las clases, destruyendo los mas arraigados privilegios". Esto lo decía un socialista como Sánchez Viamonte que fue un furioso gorila anti peronista, que integró aquella comisión "orientadora" de la Revolución Libertadora. Aún dice más: "Rosas quebró y anuló la actitud reservada y despectiva de Buenos Aires hacia el resto del país que tantas suspicacias y enconos había provocado. De todos los porteños Rosas fue el menos porteñista, su hondo sentido de la vida rural le aproximaba a los caudillos de las provincias y le permitía entenderse con ellos de igual a igual hablando su mismo lenguaje y concertando su acción. Si es federal como tendencia política, es unitario desde el punto de vista estrictamente nacional". Bueno, como verán en este trabajo Fermín encontraba las frases adecuadas de los personajes más insólitos que uno puede decir que jamás se podrían haber pronunciado a favor de Rosas. Hay 110 opiniones que recopiló, y ante una objeción que yo le hice una vez, señalándole que no había puesto los conceptos de Alberdi, Urquiza, el propio San Martín, el me contestó; "Mira Jorge, la gente ya lo sabe eso. En cambio lo de estas otras personalidades no", y en este comentario se puede ver como Fermín sobreestimaba la cultura de la gente, y a su vez, se subestimaba él, por la gran humildad que tenía.
Tiene también Fermín, incursiones en materia de historia contemporánea sumamente prolíficas. Los cuatro tomos de Historia Argentina, en homenaje a José María Rosa, del 13 al 17, que hicimos con Canton, Manson, yo, bajo la dirección de Fermín, son cuatro tomos que van de 1946 a 1976, es decir, hasta la caída de Isabel Perón. Son tomos de historia contemporánea en una época en la que todavía no había nada, o había poco, escrito sobre el tema; son muy importantes y de consulta permanente. Además escribió la historia de "Perón y el peronismo" que son dos tomos grandes y completísimos (de 1895 hasta 1955), tiene la historia de "Eva Perón", otro sobre la vida de Evita que se llama "Eva Perón sin mitos", otro trabajo, muy original por cierto, cuyo título es "La chispa de Perón", donde describe anécdotas de Perón, donde el General se expresaba con ironía o con un sarcasmo a veces bastante "sangriento", y esto generalmente es una licencia que se permiten los hombre de talento, que tienen este tipo de humor. Pero se trata sin duda, de un librito exquisito donde entre otras esta la anécdota contada por Pedro Michelini que dice mas o menos así: "Pedro Michelini actuaba como abogado de Perón en algunos asuntos menores y entonces va a Puerta de Hierro a la Quinta 17 de Octubre a hacerle firmar al General unos escritos para acciones jurídicas. Allí estuvo una semana, en 1960 más o menos, y manifestaba Michelini que no quería meterse en política porque acá se estaban peleando todos. Llegado el fin de semana ya estaba todo firmado y Michelini próximo a irse de España, recibe de manos de Perón dos sobres mientras le ordenaba: "Esto se lo da Alonso y esto se lo da a Vandor". A lo que Michelini replica: "Pero General ya le dije que no quiero meterme en política porque se están peleando en Bs As, discutiendo", y Perón dijo: "Mire hijo, tiene que hacer como el gaucho, que junta bosta y barro. Y con la bosta y el barro se construye su rancho y después lo convierte en un nido de amor". "Así -dijo Michelini- me encontré de vuelta en Bs As, haciendo política, porque me enroscó la víbora el viejo". Hay también otra anécdota muy graciosa; pero es importante hacer notar que casi todas estas anécdotas de Perón siempre tenían un sentido didáctico, pedagógico. De esta manera, el General decía: "Yo como Alejandro, que le daba los negocios a Craso, le dejo los negocios a Jorge Antonio. Mi Craso, es Jorge Antonio". Esto venía a cuento, a que muchos que lo visitaban a Perón, pensaban que era un dictador sudamericano lleno de dinero en el bolsillo y lo frecuentaba gente que quería hacer negocios con Perón. Pero el General no tenía plata; el que si tenía era Jorge Antonio que lo "bancaba" y algunos otros empresarios. De todos modos Perón atendía a todos por igual. Cierta vez, lo van a ver de una compañía pesquera y le manifiestan su interés de que el General intervenga en una factoría importante. ¿Ah si?, -dijo Perón-, ¿Y que tendría que poner yo?; bueno General Ud tendía que comprar los barcos y pagar los jornales al personal. Ah, entonces seguro que los que Uds van a poner es el océano. Vayan m ‘ hijos, entiéndanse con Don Jorge Antonio. Todas estas anécdotas, y muchas otras están en este libro, que si estuviera ene librería yo lo recomendaría altamente porque verían el talento de Perón y sobre todo, la forma en que lo presenta Fermín.
Entre otros trabajos que merecen comentarse, no sin cometer injustas y obvias omisiones con un autor que según me comentó Federico Addisi que está efectuando la recopilación de su bibliografía completa, tiene más de 61 libros; es el llamado “Peronismo visto por Víctor Frankl”, y me estoy refiriendo, no al psicoanalista muy famoso, sino al sabio austríaco, que es un sabio en materia de Ciencias Sociales que también pasó por hispanoamérica y por la Argentina, y tuvo una visión del peronismo que luego volcó en su libro. Fermín Chávez, lo que hace aquí es extraer de los libros de Víctor Frankl que afirman que los derechos del trabajador de la constitución del 49 son casi la letra de las Encíclicas Papales de Quadragesimo Anno, no Rerum Novarum; que son prácticamente transcriptas de esa encíclica de Pío XI. Tiene otro libro que se llama “Siete escolios sobre Perón”, la palabra “escolios” pertenece al griego y significa lo siguiente. En la antigüedad cuando los griegos se encontraban en grandes fiestas o banquetes, cantaban un tema de un hecho homérico o de un hecho épico de su historia. En este caso, significaría, algo así como aquellos aspectos desconocidos de Perón. Por ejemplo, el comercio intelectual que Perón tenía con los filósofos presocráticos y extrae muchas expresiones del General que proceden de allí, además de Sócrates por supuesto del que Perón era gran admirador. Otro aspecto casi desconocido aquí reseñado, es el de Perón pianista, como tocaba muy bien el piano. Especialmente merece destacarse por su importancia histórica, una carta que se publica en el libro, que Perón muy jóven le envía a su padre, con motivo del término de la Gran Guerra diciéndole que estaban todos contentos por el término de la guerra porque esta nunca es buena, pero señala que los vencedores no son amigos de la Argentina y que el único que pudo parar el atropello Europeo fue aquél dictador que se llamó Don Juan Manuel de Rosas. Para esta época Perón tenía 20 o 22 años y el documento tiene mucho valor porque usualmente se sostiene, constituyendo una verdad a medias, que el revisionismo de Perón es posterior a sus dos primeros gobiernos, sobre todo de la época del exilio.
En cuanto a la prolífera vida de Fermín, se puede decir que fue un militante político también. Desempeñó el cargo de Vocal en el Comando Táctico Peronista. Fue un cuadro de conducción del peronismo en la época de la resistencia, en la clandestinidad. Después, en la legalidad, desempeñó el cargo de asesor del ministro del interior en 1974. Finalmente había escrito un trabajo que es un Diccionario Político, casi un trabajo de historiografía argentina, con todos aquellos que escribieron alguna vez una página de la historia argentina. Sin embargo, con respecto a este trabajo voy a contar algo doloroso. Este libro se le ofreció a la Secretaría de Cultura, que lo rechazó por “desviaciones ideológicas”. Este gobierno rechazó un trabajo de Fermín por desviaciones ideológicas...una cosa increíble. A los pocos meses falleció Fermín, y con ese dinero del trabajo último que la secretaría rechazó se le podría haber realizado un sepelio más digno, algo como corresponde.
Bueno, para terminar quiero agradecerles a los Jóvenes Revisionistas que me han invitado, y ojalá que puedan cosechar alguno de los frutos que ha sembrado tanto Fermín Chávez que ya mora en otras latitudes. Muchas gracias.