29 de agosto de 2007

SANTIAGO DE LINIERS VISTO A TRAVES DEL TESTIMONIO DE LOS ACTORES DE LAS INVASIONES INGLESAS


INTRODUCCION

En este Bicentenario de la Defensa, evocaremos la figura de Santiago de Liniers a través del testimonio de los testigos de aquellos heroicos sucesos.
Santiago de Liniers y Bremond nació en Francia, de noble familia. Abrazó a edad temprana la carrera naval pasando tres años como paje del gran maestre de la Orden de Malta, donde recibió excelente enseñanza. Regresó a Francia, pero en 1774 decidió ofrecer sus servicios a la Corona española. Acompañó a Pedro de Cevallos en su expedición al Río de la Plata en 1776 pero regresó a España, donde cumplió varios años de actividad naval en el agitado período que siguió.
En 1778 volvió al Río de la Plata y fallecida su primera esposa, contrajo matrimonio con la hija de Martín Sarratea, prominente comerciante y hacendado criollo de la zona. De 1802 a 1804 desempeñó funciones como gobernador político y militar de las Misiones, pero regresó a Buenos Aires asumiendo el cargo de jefe de la estación naval. Desempeñándose en el puerto de la Ensenada recibió la noticia del desembarco inglés en Quilmes. Al poco tiempo, Liniers, ferviente católico, juró ante la imagen de Nuestra Señora del Rosario en el Convento de Santo Domingo, liberar a Buenos Aires del dominio británico, ofreciéndole las banderas que tomara al enemigo.
Asimismo mantuvo una entrevista con Martín de Alzaga, poderoso comerciante y hombre público español de origen vasco, quien le convenció de que todo Buenos Aires se oponía a la ocupación británica y que sólo se necesitaba in líder que provocara un alzamiento. Liniers accedió a dirigirse a Montevideo para conseguir tropas del gobernador Ruiz Huidobro que le proveyesen la habilidad profesional y el equipo militar requeridos, mientras el criollo Juan Martín de Pueyrredón instaba a los paisanos a la rebelión y Alzaga movilizaba a los porteños.
El 12 de agosto de 1806, Beresford fue obligado a rendirse en la heroica Reconquista. Un año después, otro jefe británico, Whitelocke se vio obligado a firmar el armisticio el 6 de julio de 1807, después de enconada lucha y considerables bajas. Liniers era el héroe del momento, especialmente entre los criollos, que lo consideraban su jefe y el símbolo de su victoria.
En los siguientes testimonios hallaremos opiniones a favor y en contra de Liniers que nos acercaran a analizar su perfil humano.

JUAN MANUEL DE ROSAS

Juan Manuel de Rosas (1793-1877). Militar y caudillo, estanciero y gobernador de Buenos Aires, interrumpió sus estudios para formar la compañía de niños para luchar contra las invasiones inglesas (1806-1807). Desde su exilio en Southampton (Gran Bretaña), en carta a Josefa Gómez del 2 de mayo de 1869, recordaba el Restaurador: “De 13 años, me presenté voluntario al ilustre, y noble amigo de mis padres, el Excmo. Señor general D. Santiago Liniers. Me destinó a un cañón para conducir cartuchos. Tengo la carta honrosa que me dio para mi madre, al siguiente día de terminada la victoria”.
Este relato de Rosas es tardío, pasaron más de seis décadas de los sucesos comentados, pero es innegable su participación en la Reconquista y Defensa y su afecto a Liniers.

FRANCISCO SAGUÍ

Francisco Saguí, comerciante, nació en Buenos Aires en 1785, de familia criolla sin sobrados recursos, aunque descendiente de los Home de Pesoa.
Fue alumno de Francisco Argerich y con un pequeño capital que le proporcionaron sus padres se inició en el comercio.
Apoyó la Revolución y más tarde fue cuñado de Juan Manuel de Rosas, pues se casó en 1814 con su hermana Andrea Ortiz de Rozas. Se desempeñó en el Tribunal de Alzadas y posteriormente en el de Comercio pero fue destituido del mismo por ser enemigo de la causa de la federación. Hacia 1844 escribió una crónica sobre “Los últimos cuatro años de la dominación española en el antiguo Virreinato del Río de la Plata desde 26 de junio de 1806 hasta 25 de mayo de 1810”. Saguí falleció en Buenos Aires en noviembre de 1847.
En esta crónica destaca el débil carácter de Liniers frente a los prisioneros británicos, lo que ocasiona su lamentable fuga después de la Reconquista: “Es aquí la ocasión en que debemos manifestar un acontecimiento ingratísimo, en perjuicio de la heroica bravura de los voluntarios reconquistadores: obra todo del carácter infelizmente débil y condescendiente de Liniers”. Detalla la fuga de Beresford y Pack a Montevideo: “Después de la toma de esta plaza por sir Samuel Auchmuty, fue precisa su internación a Catamarca; lo cual por su fuga quedó frustrado; fuga en que Dios sabe si se abusó por segunda vez de la excesiva bondad del señor Liniers: a lo menos (y esto fue público) se abusó de su nombre”. Saguí reproduce en su crónica el oficio de Liniers al Cabildo del 2 de marzo de 1807 que da cuenta del hecho señalado anteriormente: “Tengo el honor de escribir a V.V.E.E. sea con el triste motivo de tener que reconvenirles sobre los procederes de dos jefes de su nación, el mayor general Beresford y el teniente coronel del regimiento N° 71 don Pack, quienes olvidados de los sentimientos del honor han profugado contra su palabra y el juramento que otorgaron el día 6 de septiembre pasado, y el primero con la nota de haber propagado una insurrección en este país en que la mayor parte de sus viles cómplices, ya bajo el yugo de la ley pagarán pronto su horroroso delito, no habiendo servido semejante quebranto de la fe pública y del derecho de gentes sino a exaltar más y más el alto entusiasmo de todos los habitantes de esta ciudad; muy prontos y muy dispuestos a sepultarse bajo las cenizas de sus edificios, antes que entregarse a otra dominación que la de su legítimo soberano”.

MATEO MAGARIÑOS

El siguiente testimonio titulado “Defensa de los sucesos que tuvieron lugar, no aceptando la separación de Elío, y admisión de D. Juan Angel Michelena” es obra del influyente español Mateo Magariños (1765-1838).
Este personaje integró la Junta de Montevideo que se opuso a Liniers en 1808. Hombre de impetuoso carácter, vino a América a la edad de 8 años.
Fue abogado y amigo de varios gobernadores montevideanos, especialmente de Francisco Javier de Elío y Gaspar de Vigodet.
Su prestigio fundado en los innumerable servicios que prestó a la Corona y al Cabildo, señaladamente en ocasión de las invasiones inglesas (durante las cuales colaboró en la Defensa con gran desinterés, creando y manteniendo, aparte de su contribución pecuniaria directa, el cuerpo de “Cazadores de Magariños”), le valió ocupar altos puesto públicos y diversas distinciones. Magariños enemigo de Liniers, lo califica de partidario de Napoleón y de dar la gloria de la victoria sobre los británicos a sus paisanos franceses: “En septiembre de 1806 le sugirió la sangre francesa que corre por sus venas a el Excmo. Sr. D. Santiago Liniers dar parte como su fuera su legítimo soberano al pérfido zorro Napoleón, y suponiendo la victoria debida a sus disposiciones militares arrancó a la nación, que le distinguía en el mando y abrigaba en sus entrañas el concepto que en todas épocas ha merecido atribuyendo...la principal parte de su gloria a 4 de su nación que concurrieron en masa con los legítimos y verdaderos españoles, que exponiendo sus vidas y caudales merecieron eternizar sus nombres, y sepultando en el olvido y queriendo si le fuese dable sobre las cenizas de estos levantar los clarines de su fama para los franceses”. Recordemos que en la Reconquista participaron cuatro lanchas de abordaje armadas pro el capitán francés Hipólito Mordeille.

IGNACIO NUÑEZ

Ignacio Núñez (1792-1846), patriota, oficial y periodista, a la edad de catorce años se alistó en el regimiento de los húsares y luchó en la Reconquista. Años después fue político y escritor. Se desempeñó como funcionario de la secretaría general de la Asamblea General de 1813. Su testimonio es objetivo, pues fue testigo presencial o, por lo menos contemporáneo de los sucesos.
En sus “Noticias Históricas de la República Argentina” traza una biografía de Liniers: “Liniers nació en Francia, en Niort, lugar de Peiton: su padre fue oficial de marina, y la madre correspondía ala antigua nobleza”.
Núñez tras narrar las vicisitudes de la Reconquista destaca el júbilo popular de la Reconquista: “La reconquista llenó de júbilo a todo Buenos Aires: todas las clases, todas las condiciones quedaron satisfechas. El comandante Liniers, o el reconquistador, como se le llamó desde entonces, reuniendo el sufragio universal, vio en sus manos de desagraviarse y asegurar su fortuna...El comandante Liniers era un hombre de un carácter formal, pero generosa y condescendiente: su trato era decente, pero familiar; pero sin vanidad ni ostentación: él no pudo por lo tanto dejar de ser el primer jefe de este país, que recibiese y agasajase con igual afabilidad a los pobres y a los sucios, a los negros y a los blancos, al soldado y al oficial, produciendo de este modo un gran trastorno en las viejas y tirantes abitudes”.

Por Sandro Olaza Pallero

Bibliografía:

- CUTOLO, Vicente, Nuevo Diccionario Biográfico Argentino, Buenos Aires, 1983, tomo VI.

- SOMOZA, Manuel Benito, Los trabajos sobre temas históricos y cómo realizarlos, Buenos Aires, 1979.

- PALOMBO, Guillermo, Invasiones inglesas (1806-1807). Estudio documentado, Buenos Aires, 2007.

MALVINAS Y PENSAMIENTO NACIONAL

Síntesis de la Conferencia dictada por Francisco José Pestanha
en Chascomús: “Malvinas y Pensamiento Nacional”, (26/6/07)


Vine a Chascomús a transmitirles humildemente una mirada desde nuestra perspectiva nacional respecto a la recuperación transitoria de nuestras Malvinas en el año 1982. Para ello, creo conveniente comenzar efectuando un juego de posiciones mostrándoles como tal fenómeno es abordado en la actualidad desde las posturas ideológicas denominadas clásicas; como liberalismo o el marxismo.
En efecto, este año se cumplen 25 años de la recuperación las Islas Malvinas. Si efectuamos un sucinto recorrido por los periódicos o por los debates mediáticos sobre la cuestión, podemos observar perfectamente que aparecen - por un lado - las reflexiones de los clásicos del liberalismo, donde la gesta de 1982 emerge como una especie de pecado: como la imperdonable trasgresión de haber “invadido” (noten que muchas veces se utiliza el término “invasión”) el territorio de una nación poderosa representante del progreso. En síntesis, el 2 de abril de 1982 para esta postura, representó el desliz cometido por un país emergente que se atrevió a desafiar a otro de la OTAN. Una especie de desafío de la barbarie contra la civilización. Para los otros, es decir para los representantes de la izquierda tradicional en sus diferentes versiones, Malvinas no constituye un hecho históricamente relevante, en tanto, no se encuadra en la dinámica de la lucha de clases. Desconocen la realidad en tanto ignoran la desigualad existente en nuestras relaciones con los británicos y los antecedentes históricos de tales relaciones. Malvinas para ellos además, fue un evento enmarcado dentro de un proceso militar que represento el mal absoluto (aparece la barbarie) - y en tanto - del mal absoluto, no puede surgir ningún hecho positivo.
A continuación, cabe referirme a otra postura que ha cobrado importante dimensión en estos últimos tiempos. La del autodenominado “progresismo”. El progresismo es una corriente que en nuestro país tiene un vasto desarrollo, y que de alguna manera, nos remite históricamente a cierto ideario romántico de principios del siglo XVIII. En sintonía con la postura sustentada por las izquierdas tradicionales, y por haber acontecido durante la tiranía militar, la recuperación de las Islas para los “progres” (cariñosamente) forma parte integrante del mal absoluto. No obstante algunos de ellos se arriesgan a rescatar la conducta y actuación de algunos veteranos de guerra. Si bien resulta positivo este reconocimiento, la tendencia general del progresismo es a victimizar tanto los que combatieron eficazmente (y que no tienen antecedentes en el proceso represivo) como a los soldados conscriptos que participaron en la batalla. Ambos entonces resultaron víctimas del mal absoluto al igual que el conjunto de la sociedad argentina. Para un progresismo que aspira a monopolizar el discurso como hace años lo hacia el neoliberalismo, la gesta de Malvinas aparece en síntesis como una decisión táctica del mal absoluto (dictadura militar) para perpetuarse en el poder, decisión que requirió, para tales fines, la utilización de ciertas victimas. Es por ello que en los manuales de historia la gesta de Malvinas aparece como el principio del fin de la tiranía.

Una mirada desde el Pensamiento Nacional

Nosotros analizamos Malvinas desde una tradición de pensamiento. No lo hacemos desde un lugar de libre-pensadores porque estamos sujetos a una forma determinada de mirar las cosas. El pensamiento nacional, no comparte ninguna de las visiones anteriores, que reitero, han sido simplificadas a los fines didácticos, pero preservando eso sí su lógica de razonamiento.


Nuestra mirada respecto el conflicto de 1982 se sustenta en una serie de operaciones intelectivas que inicialmente recogen los siguientes datos: A) La de Malvinas, fue la primer batalla protagonizada por nuestro país durante el siglo pasado. En este aspecto, no hay desacuerdo. B) El antagonista fue el Reino Unido de la Gran Bretaña – quien salvo escasísimas disidencias internas – es considerado usurpador ilegítimo de nuestras tierras. Además cabe preguntarse: ¿los conflictos entre nuestro país y Gran Bretaña se circunscriben al del 82 o se remontan hacia atrás en el tiempo? Sobre esto volveremos mas adelante destacando que existe una larga historia de relaciones bilaterales conflictivas entre Gran Bretaña y Argentina. C) La recuperación transitoria se operó en el marco de una de las tiranías más duras que tuvo la argentina. D) La recuperación transitoria de nuestras Islas: ¿qué sentimiento despertó en los países iberoamericanos como Perú, Ecuador, etc.…? Apoyo. Es mas, llegaron a ofrecernos implementos bélicos y tropas para atacar a los ingleses, conscientes que aquí había una dictadura. Cuba por ejemplo, país que se expreso numerosas veces contra la tiranía, ofreció apoyo explicito.


Sentido común – dimensión afectiva de pensamiento nacional

Una de las grandes enseñanzas que nos legó Jauretche es aquella que nos refiere a la potencialidad del sentido común. Podemos definir al sentido común “como aquel instrumento que te permite discernir lo que más te conviene en un momento determinado”. Íntimamente ligado al desarrollo de este fenómeno, el pensamiento nacional parte de una premisa que tiene que ver con la relación afectiva respecto al objeto pensado. El pensamiento nacional, justamente se define como nacional, porque tiene como objeto la identidad nacional, y además, por que reconoce una relación afectiva positiva y de pertenencia con lo pensado. El pensador nacional se siente profundamente argentino y ama a la argentina El primer requisito para pensar en nacional es amar incondicionalmente a la patria. Nosotros, los pensadores nacionales amamos a nuestro país y anhelemos contribuir a mejorarlo con nuestra producción. El pensamiento Nacional, es esencialmente crítico, pero crítico desde el aprecio, desde el afecto, desde el compromiso. El Pensamiento nacional si critica, lo hace con la aspiración de reparar, de mejorar.
Aplicando los dos principios expuestos precedentemente cualquier Pensador Nacional que aspira a abordar las cuestión Malvinas, debe hacerlo desde un previo y necesario análisis respecto a los antecedentes históricos de las relaciones bilaterales entre nuestro país y Gran Bretaña. La costumbre o estrategia de “aislar” el fenómeno de 1982 de sus antecedentes deviene de una tradición liberal.
Por ende, cuando miramos los antecedentes históricos de las relaciones bilaterales entre Gran Bretaña y nuestro país. ¿Que encontramos? En síntesis: en 1806 y 1807 las invasiones inglesas, una tentativa Británica para apoderarse de un sector estratégico del Virreinato del Río de la plata a fin de satisfacer necesidades de su política imperial. Veinte años después aparece un acuerdo entre el gobierno de Bernardino Rivadavia y la Baring Brothers que demuestra a las claras las condiciones de desigualdad entre Inglaterra y nosotros. Mediante ese acuerdo, sustentado en compromisos anteriores algunos expresos y otros naturalmente encubiertos, Gran Bretaña impuso una articulación económica sumamente beneficiosa para su metrópoli que tendrá consecuencias traumáticas en las décadas subsiguientes para nosotros. El acuerdo muestra la desigualdad de hecho entre una potencia y una nación emergente. Veinte años después de estos dos episodios acontece el bloqueo Anglo francés, decisión unilateral de dos potencias que desconocen la soberanía argentina en razón de sus intereses comerciales. A veces no se tiene cabal conciencia de la significación del bloqueo. Los Anglo franceses representaban la OTAN de la época. Traían acorazados - no eran barquitos - y utilizaron aquí la primera cohetería antecedente de lo que hoy conocemos como misiles. Si bien en la “Vuelta de Obligado” no se obtiene específicamente un triunfo militar (la victoria se materializa en la batalla de Quebracho). “Obligado” implica un tremendo golpe a las pretensiones anglo- francesas que terminaron capitulando frente a la inquebrantable voluntad del pueblo argentino y su gobernante, Don Juan Manuel de Rosas, de defender la soberanía nacional. Años más tarde, a partir de la batalla de Caseros que derriba a Don Juan Manuel del gobierno con la intervención de potencias extranjeras como el Brasil y mercenarios europeos, Gran Bretaña, comienza a tener un protagonismo cada vez más descomunal en la economía local. En medio de la crisis del 30, un acuerdo Roca-Runciman, vergonzoso para los intereses de nuestro país, replanteara las relaciones entre Argentina y Gran Bretaña otra vez en condiciones desfavorables. Por ultimo, la batalla de Malvinas en 1982, y luego los acuerdos de Londres y Madrid en 1989 y 1990 determinaran toda la política económica posterior. De esos acuerdos no se habla. Por dichos acuerdos, presumimos, nuestro país se comprometió, entre otras obligaciones, a pagar los gastos de reparación de guerra que son costumbre y derecho internacional. Respecto a las cifras, ellas se desconocen en virtud que están sujetas a secreto diplomático. Mas allá de lo expuesto, estamos absolutamente convencidos que ambos acuerdos tuvieron incidencia respecto del proceso acontecido en la década de los `90, y además explican el rol de España, uno de los países menos desarrollados tecnológicamente en Europa, que apareció como industrial del petróleo y de la telefonía Argentina.
Expuestos los antecedentes históricos queda claro la imposibilidad de abordar la gesta del `82 como un evento asilado.
Insistimos con otra importante conclusión: Nuestro país mantiene relaciones bilaterales desiguales con Gran Bretaña desde hace más de 150 años, y la guerra de 1982 constituye un hito más en dichas relaciones. Tal desigualdad se mantendrá intacta en el futuro en tanto y en cuanto no tomemos cabal situación de nuestra posición.


Zonceras, sentido común y Malvinas

Otro fenómeno sobre el que Jauretche hizo especial hincapié es el de las zonceras criollas que compiló en un manual muy gracioso y a la vez muy ilustrativo. Las zonceras son aforismos (la mayoría sin sentido) que los argentinos, sobre todo los porteños, solemos repetir sin cuestionar su veracidad. Jauretche era un hombre del interior, un paisano profundamente observador de las cosas nuestras. ¿Que son las Zonceras? Son “principios introducidos en nuestra formación intelectual desde la más tierna infancia, en dosis para adultos y con apariencias de axiomas, para impedirnos pensar las cosas del país por la simple aplicación del buen sentido, del sentido común”. El decía que la zoncera madre que las parió a todas es “civilización o barbarie” qué es una zoncera sarmientina. Sarmiento, perteneció a una generación de argentinos que pensaban, algunos de ellos ingenuamente y otros no tanto, que de alguna manera nuestro país estaba poblado con gente indeseable. Imagínense: Sarmiento vive en un momento donde comienza el esplendor del mundo sajón: El mundo inglés entra en una fase de progreso y expansión industrial, en apariencia, indefinido. En tanto el imperio Español entraba en decadencia. Porque España - vale recordar - fue un imperio que duro casi trescientos años (desde principios de 1500 hasta fines del 1700). El Inglés propiamente dicho duró ciento y pico. Si la eficacia se mide por la durabilidad podríamos decir que fue más eficaz el imperio español que el imperio Inglés.
Como decía Sarmiento y los suyos viven la época de esplendor del imperio Inglés que es un imperio de blancos, nórdicos. Los intelectuales de Buenos Aires miraban para acá y veían indios, mestizos y españoles; por lo que consideraban imposible el “progreso” con este componente social.Había una absurda integración entre progreso y raza. El error de la generación de Sarmiento es craso. No entendieron conceptualmente, inclusive científicamente, que una nación es lo que es.
Ellos entonces sentían que con el material humano que había aquí no se progresaba y de allí surgió la idea de “gobernar es poblar”. Poblamiento que implicaba que era necesariamente sinónimo de sustitución. Pero ese proyecto de sustitución no les salio del todo bien, en primer lugar, porque lo que aspiraban sustituir, gracias a Dios, sobrevivió y reclamo y aun reclama su lugar en la historia, y en segundo lugar, por que aquí no llegaron los blancos nórdicos sino marginados del sur de Europa, los judíos, italianos, irlandeses, turcos, etc.

En realidad las zonceras tienen un claro sentido como es el desprecio hacia el país. Cuando uno analiza el discurso que se reproduce cotidianamente sobre todo los sectores medios y altos de nuestro país, encuentra múltiples zonceras que se desprenden de esa zoncera madre que significa; una civilización representada en Europa o Norteamérica y una barbarie asentada en Suramérica. Ahora yo me pregunto, durante el siglo pasado ¿Europa puede dar ejemplo de civilización después de dos guerras mundiales atroces? Cuanto menos cabe la duda.
Pero entonces, concretamente, ¿cuál es la función de las zonceras? Las Zonceras o aforismos sin sentido, así las denominaba Manuel Ortiz Pereyra, surgieron a partir de una profunda lectura que este autor realizó principios del siglo pasado, sobre el discurso de las elites intelectuales de Buenos Aires. Ortiz Pereyra, descubrió tras ellas mecanismos tardíos que contribuían a generar un clima de repudio al país para justificar el repoblamiento. La idea era despreciar para llegar a la autoconvicción de la necesidad de la sustitución. Cuando un país poderoso decide a invadir a otro, generalmente lo primero que hace es cuestionar sus pautas culturales. Las zonceras persiguen un efecto auto denigratorio en las personas y sus comunidades. ¿Que significa esto? Concretamente, una pérdida total de la autoestima y de la capacidad de realizar cosas.

¿Y los veteranos?

Transcurrieron 25 años y, por ejemplo, ellos no recibieron, hasta el momento, un merecido reconocimiento del conjunto. Los veteranos son argentinos que arriesgaron su pellejo por la patria, Estábamos en una dictadura atroz, eso es cierto, pero como vimos anteriormente el evento de 1982 no puede ser circunscrito a la fase del proceso militar.
A lo largo de todo este transcurso de tiempo aparecieron numerosos libros, textos, artículos, ensayos, y otros productos culturales como “Iluminados por el fuego”, donde un jovencito fue sustraído para conducirlo hacia el infierno. Similar situación con los “Chicos de la Guerra” y demás sucedáneos. Estas miradas, lamentablemente, aparecen como universalmente aceptadas, como las únicas, como síntesis histórica. Sin embargo, la posibilidad de conversar cotidianamente con los veteranos da la pauta que, una parte sustancial de ellos, sienten orgullo de haber participado en el conflicto. Creo que la mayoría de nuestro pueblo siente que existe una deuda respecto a ellos, y además, reconoce que Malvinas fue una causa justa a pesar de sus impulsores
Desgraciadamente, vivimos en un sistema donde ciertos intelectuales, comunicadores o profesionales de las ciencias, en vez de consultar “democráticamente” a nuestros veteranos para que expresen sus expectativas, autoritaria y unilateralmente han resuelto victimizarlos despojándolos de su verdadero y gran capital. Por el contrario, traigo aquí un párrafo de Pierre Closterman, héroe Francés de la segunda Guerra Mundial que dice textualmente: “A vosotros jóvenes argentinos compañeros pilotos de combate, quisiera deciros con toda mi admiración. A la electrónica mas perfeccionada, a los misiles antiaéreos, a los objetivos mas peligrosos que existen -es decir los buques- hicisteis frente con éxito. A pesar de las condiciones atmosféricas mas terribles que puedan encontrarse en el planeta, con una reserva de apenas pocos minutos de combustible en los tanques, al límite extremo de radio del hachón de vuestros aparatos, habéis partido en medio de la tempestad con vuestros Mirage Etendart, A4, vuestros Pucara con bandera celeste y blanca. A pesar de los dispositivos de la defensa antiaérea de los SAM de los buques de guerra poderosos, alertados por anticipación por los AWAT y por los satélites norteamericanos, habéis arremetido sin bacilar. Nunca en la historia de las guerras desde 1914 tuvieron aviadores que afrontaran una conjunción tan terrorífica de obstáculos mortales, ni aun la Real Fuerza Aérea sobre Londres 1940, ni la Lutzwafe en 1945. Vuestro valor nos ha deslumbrado, no solo el pueblo argentino no debe olvidarlos, sino muchos de los que en el mundo estamos orgullosos de que seáis nuestros hermanos pilotos”.
Han transcurrido 25 años de la guerra, y la falta del merecido reconocimiento a nuestros veteranos es consecuencia de una estrategia de victimización que en definitiva los condujo al menoscabo. Sobre este fenómeno (victimización) se puede decir que consiste en transformar en víctimas a una serie de sujetos que no desean serlo, y esto, mas que conducirlos al panteón de los héroes, los esta encaminando hacia el olvido.
A modo de conclusión y síntesis, quiero resaltar que le falta de aplicación del sentido común al fenómeno Malvinas se manifiesta, entre otras: 1.- En la ausencia de referencia en la mayoría de los análisis académicos y mediáticos, a las relaciones históricas de desigualdad existentes entre nuestro país y Gran Bretaña, y en tanto, en la asimilación absoluta de las hostilidades de 1982 al proceso militar; 2.- En la victimizacíon de los veteranos (en los que incluyo también oficiales y suboficiales). Se ha victimizado lo que en principio no desea ser victimizado y en tanto se lo ha minusvalidado; 3.- En el desconocimiento de la significación vital que el heroísmo adquiere en la historia de los pueblos. Los héroes son muy importantes en la historia de las Naciones. Dan cuenta de una potencialidad, dan cuenta del drama y de la victoria, dan cuenta del sacrificio. La dimensión del héroe es muy importante en la construcción del mito histórico y en la construcción de valores: Podríamos debatir técnicamente sobre la heroicidad, y respecto si la misma resulta aplicable a todos los veteranos. Pero en una argentina tan autodenigrada y tan auto privada de valores, la presencia física de nuestros veteranos justifica tal calificación, y en tanto ellos, deberían adquirir una significación vital en la construcción de la historia argentina moderna.


Compartiendo con Fermín Chávez que pensar en nacional implica ver la argentina desde la argentina, de nuestro propio interés, espero haber mostrado con este pequeño ejemplo, aunque parcialmente, como algunos nacionales miramos la gesta de 1982.
Vayan estas palabras en homenaje a nuestros héroes.

Profesor Pancho Pestanha

LA DEFENSA DE BUENOS AIRES (1807)

LA DEFENSA DE BUENOS AIRES


Desde septiembre de 1806 los oficiales ingleses, entre ellos Beresford y el teniente coronel Denis Pack, jefe del 71, estaban confinados en el cabildo de Luján. Los mismos no tenían mas obligación que presentarse por las noches en su alojamiento.
Ante el peligro cierto de una segunda invasión, por disposición de Alzaga se dispuso a internarlos en Catamarca. Al producirse su traslado; con la colaboración de los criollos Saturnino Rodriguez Peña y Manuel Padilla, dichos oficiales ingleses se fugaron a Montevideo.
La participación de estos traidores en la fuga de los ingleses quedó demostrada ampliamente, desde el momento en que, como retribución a sus servicios, los mencionados recibieron luego de la capitulación de 1807, en Río de Janeiro, una pensión vitalicia otorgada por el gobierno inglés de 1500 pesos anuales cada uno.
El 11 de junio, se reunían en Colonia la totalidad de las fuerzas inglesas que operarían contra Buenos Aires. El conjunto de las tropas inglesas superaba los 12000 hombres.
El 28 de junio las fuerzas piratas volvían a pisar suelo patrio desembarcando en la Ensenada de Barragán. Allí no encontraron más obstáculo que la lluvia y lo anegadizo del terreno.
En la altura llamada Las Lomas, situada una legua adentro de la Ensenada (hoy ciudad de La Plata) se reunieron las tropas inglesas la noche del 28 al 29. Desde allí, divididos en tres columnas marcharon los ingleses hasta la Reducción de Quilmes donde se encontraron el 1 de julio. Su camino no resultó libre de obstáculos. Los invasores fueron permanentemente hostigados por las montoneras irregulares que jamás se acercaban a tiro de los fusiles británicos y los hostilizaban hasta el punto de hacer prisionero a un oficial agregado al estado mayor de Gower.
Mientras todo esto ocurría, Liniers pasaba revista a las tropas el 24 de junio. Estas alcanzaban a unos 7000 hombres.
El 1 de julio, teniendo la noticia de la presencia de los ingleses en Quilmes,
Liniers decidió marchar a enfrentarlos con todas las tropas al puente de Gálvez. Se suponía que los ingleses llegarían por ese lugar, tal cual había sucedido el año anterior.
Sin embargo, el riesgo tomado por Liniers al efectuar esta maniobra era enorme, ya que el número de efectivos que quedaban en la ciudad era tan pequeño que en caso de que el caudillo resultara derrotado, Bs As quedaría en manos del enemigo. Frente a lo difícil de la situación, fue en ese momento cuando apareció en toda su dimensión la figura clave de la Defensa; Martín de Alzaga.
Si la primera invasión y la Reconquista habían tenido como héroe indiscutido a Don Santiago de Liniers, en la Defensa el papel fundamental le tocaría desempeñarlo a Don Martín.
Alzaga pasó a los hechos y se apresuró a reunir al Cabildo en sesión permanente hasta que el curso de las acciones se decidiera a favor o en contra de los patriotas. Allí alzó su voz de protesta por el virtual estado de indefensión en que había quedado la ciudad. Pero no era cuestión sólo de lamentos, ya que enseguida procedió a ordenar que se repartiesen espadas a los pardos y morenos; además reunió gran cantidad de candiles para iluminar la Fortaleza y la plaza y dispuso servicios auxiliares para que nada faltara al ejército. Parecía que cualquier contingencia estaba prevista en la mente de Alzaga. Entre sus instrucciones no faltó la orden de amasar a los panaderos e introducir ganado en la ciudad para estar preparados frente a la eventualidad de tener que afrontar el sitio de la ciudad.
Entre tanto, caído el anochecer de aquella jornada, Liniers cruzó el Riachuelo con sus tropas y las desplegó en orden de batalla. El inglés Levenson Gower, que marchaba a la vanguardia de los invasores buscaba vadear el Riachuelo porque suponía que el puente de Gálvez había sido quemado. Al visualizar a las fuerzas criollas decidió flanquear el Riachuelo y buscó tomar a Liniers por la retaguardia, llegando al mediodía del 2 de julio a los corrales de Miserere (hoy plaza Once) y deteniendo su marcha a la espera de órdenes.
Por las inclemencias del tiempo, Liniers perdió contacto con parte de sus fuerzas y fue sorprendido por los ingleses. Gower desplegó a los suyos en batalla y cortando la retirada de los criollos ordenó la carga a bayoneta. La dispersión de los patriotas fue total. Se trató de un verdadero desastre. Gracias a la Providencia, la llegada de la noche impidió la aniquilación total de los defensores; sin embargo, se perdieron la totalidad de los cañones y cayeron a manos inglesas más de 200 prisioneros. Liniers, apenas logró escapar refugiándose en la Chacrita de los Colegiales (barrio de Chacarita-Colegiales). Mientras Gower y Craufurd derrotaban a Liniers en Miserere, el grueso de los británicos conducidos por Whitelocke marchaba retrasado por la lluvia pudiéndose reunir con la totalidad de sus hombres en la tarde del 3.
Con el correr de las horas, llegaban a Bs As algunos fugitivos del combate de Miserere y la brigada que había perdido contacto con Liniers, al mando de Elío. Se desconocía que había sucedido con Liniers, y se lo daba por muerto o prisionero. El desaliento cundía en las tropas y la población.
El cuadro de situación se tornaba cada vez más crítico pero Don Martín de Alzaga no perdía la calma. Además de las disposiciones que ya había ordenado, instruyó al Cabildo para que se levantaran las piedras de las calles y se las suba a las azoteas para usarlas como proyectiles. Planificó la defensa de la ciudad, constituyéndola en una fortaleza, con un foso exterior, alrededor de todo el perímetro, que consistía en una zanja llamada “exterior” con parapetos de tierra. A su vez, mandó cavar trincheras de seis varas de ancho y cuatro de profundidad alrededor de la plaza. También dispuso que los patricios se posicionen en improvisados cantones en las azoteas, hizo traer los carros y municiones del Retiro y colocó la artillería pesada que se encontraba en el puente de Gálvez en los sitios estratégicamente más convenientes. Esa noche nadie durmió en Bs As. Todos trabajaban por igual, sin importar edades, sexos o clases sociales. Allí estaban hermanados en la defensa de la Patria los esclavos y libres, los blancos y los negros y mulatos, hombres y mujeres, ancianos y niños. Era la nación en armas. De la noche a la mañana se convirtió el centro en una fortaleza guarnecida.
En la mañana del 3 se recibieron por fin, noticias de Liniers desde Chacarita. El Cabildo le informó las medidas tomadas y le hizo saber la satisfacción de saberlo con vida. Liniers aprobó todo lo actuado y se puso en marcha con todos los dispersos que pudo reunir y llegó al mediodía entre las aclamaciones del pueblo. La confianza y la moral de los defensores estaban altas e intactas.
Mientras todo esto ocurría, los ingleses se encontraban en un consejo de oficiales, discutiendo los pasos a seguir. Un plan de ataque, propuesto por Whitelocke sostenía que era una imprudencia el ataque sobre la ciudad, siendo lo aconsejable seguir hasta la ribera norte hasta tomar contacto con los buques y allí amenazar a los sitiados con un bombardeo y asalto sobre el Fuerte. Por el contrario, Leveson Gower proponía dividir el ejército en trece columnas y deslizarse por las calles de la ciudad sin entrar en combate hasta conseguir apoderarse de los edificios próximos a la ribera y desde allí converger en un ataque final contra el Fuerte. Ante el asentimiento de jefes y oficiales, Whitelocke se dejó convencer por el plan de su segundo.
El 4 por la tarde, se envió a los patriotas una intimación a la rendición de la plaza. La misma fue rechazada altivamente por los defensores.
Lo que quedaba del día fue empleado por unos y otros, ajustando el plan de ataque por las calles de la ciudad; y completando la estrategia de defensa.
Las instrucciones de los defensores eran las de resistir en la primera línea de trincheras mientras sea posible, y luego replegarse sobre la segunda.
Los vecinos se preparaban colocando piedras y todo tipo de objetos pesados en sus azoteas, así como agua caliente para arrojar a los invasores; mientras las azoteas inmediatas a la plaza eran ocupadas por las tropas con armas, municiones y granadas.
Al fin, el día 5 de julio por la mañana los agresores se aprontaron para iniciar el ataque. Las tres brigadas de infantería que componían el ejército invasor, al mando de Auchmuty, Lumley y Craunfurd debían subdividirse en trece columnas de acuerdo a lo estipulado. A las 6 de la mañana se dio la orden de avance. Los jefes de columnas sabían que no debían trabar combate, debiendo, si encontraban obstáculos eludirlos hasta llegar a la ribera; punto desde el cual convergerían todos sobre la Fortaleza.
Las columnas de los extremos cumplieron con lo planeado pero las del centro fracasaron. El avance por las calles se hacía combatiendo, intentando tomar casa por casa con un alto costo en vidas y materiales por parte de los ingleses. La defensa de los vecinos estaba acabando con los ímpetus de conquista de la Pérfida Albión.
El Regimiento 88, después de haber cruzado la primer trinchera defensiva, totalmente diezmado, se rinde a los arribeños. La situación no era mejor para las columnas de los flancos, porque si bien alcanzaron sus objetivos no podían acercarse a la Plaza Mayor fuertemente custodiada. Ante esta situación los criollos salieron de las trincheras y azoteas y pusieron sitio a los invasores que se hallaban en Santo Domingo, en la casa de la Virreina Vieja o en los edificios de la ribera. Comprometidos, los ingleses empeñaron su reserva inútilmente, quedando acantonada esta en una quinta cerca de la calle larga de Barracas (Montes de Oca).
Al llegar la noche, cesó el fuego por ambas partes.
Los invasores habían perdido, entre muertos, heridos y prisioneros, casi la mitad de sus efectivos. Los criollos tenían 4694 bajas, entre heridos y prisioneros, más 1404 muertos. Pero habían triunfado.
Liniers, que dirigía la batalla pensaba ofrecerle a los ingleses una capitulación bajo las condiciones del reembarque y devolución de los prisioneros. Ocurre que tal proposición, extremadamente blanda, era fruto de la desconfianza de Liniers de haberse alzado finalmente con el triunfo. Alzaga, mas convencido, se opuso a la idea del héroe de la Reconquista, dado que la victoria le parecía total, y sugirió pedir, además de la rendición, el retiro y reembarque, la devolución de Montevideo y la Banda Oriental ocupados. La redacción del documento corrió por cuenta del propio Alzaga bajo intimación de “no responder del enardecimiento de las tropas, que harán experimentar a las suyas todo el ardor de la guerra”.
Los ingleses recibieron la intimación pero la rechazaron y propusieron, en cambio, una tregua. Ante eso, Liniers y Alzaga, se negaron rotundamente y mandaron a decir que en un cuarto de hora se reiniciarían los combates. Transcurrido el plazo se reanudaron los cañoneos, frente a lo cual Gower personalmente accedió a la capitulación, aceptando la propuesta anteriormente efectuada por Alzaga.
En la mañana siguiente, y ya con la capitulación en su poder conferenciaron Whitelocke y Murray, quienes estuvieron también de acuerdo en la rendición, llegando a decir Whitelocke que era inútil continuar con la empresa “porque América del Sur nunca sería conquistada por Inglaterra.”
Era el mediodía del martes 7 de julio de 1807, y los ingleses se habían rendido. Conocida la noticia, las campanas de la ciudad se hicieron sonar como nunca antes, los criollos se abrazaban emocionados en las calles y las tropas descargaban sus fusiles al aire. El carácter de Bs As había sido nuevamente probado y salía airoso, más la algarabía no impidió la generosidad para con el vencido. Se recogieron los heridos del enemigo y se los llevó al hospital, los conventos y hasta a casa de familias que actuaban de improvisados sanatorios. A los muertos se les dio sepultura.
Los ingleses desalojaron la ciudad el día 13 por la tarde, y el 7 de septiembre lo hicieron de Montevideo.
La conducta de la soldadesca inglesa dejó bastante que desear. Los asaltos a las quintas y casas de las orillas fueron abundantes y constantes entre el 3 y 4 de julio. Durante la entrada a la ciudad hubo saqueos con muerte de niños y violación de mujeres, profanaciones y muertes en Santo Domingo y Las Catalinas, donde las monjas fueron sacadas de la clausura. Era la rapiña habitual propia de la piratería para la cual habían empleado 14.273 hombres y 30 buques de guerra.
El saldo total que causaron las dos invasiones inglesas fue de 6503 bajas patriotas, de las cuales 1488 eran muertos. Buenos Aires había ofrecido la vida de sus mejores hijos en aras de la libertad y su soberanía.


FEDERICO GASTON ADDISI.-


Bibliografía:

- ROBERTS, Carlos, Las invasiones inglesas, Bs. As, Emecé, 2000.
- GRAHAM-YOOLL, Andrew, Ocupación y reconquista, 1806-1807. A 200 años de las invasiones inglesas, Bs. As, Lumiere, 2006.
- Rosa, José María, Historia Argentina, Tomo II, Bs. As, Oriente, 1992.

21 de agosto de 2007

LIBROS DE FRANCISCO J. PESTANHA Y GUILLERMO PALOMBO

COMENTARIOS BIBLIOGRAFICOS I.

(Recomendaciones para lectores nacionales)


- FRANCISCO JOSE PESTANHA: “¿Existe un Pensamiento Nacional?”. Ediciones Fabro, Buenos Aires, 2006, 166 p.

Este libro constituye una recopilación de textos escritos por el autor en los últimos seis años, con la intención de acercar al lector a la noble tarea de la comprensión del “Pensamiento Nacional”. Al principio enumera algunos de los elementos que a su criterio componen una verdadera epistemología nacional.


Posteriormente presenta una serie de ensayos que constituyen los ejes principales de su tesis. En el capítulo “Mentalidad portuaria o pensamiento nacional” destaca: “Se fue asentando así, en la ciudad puerto, una burguesía mercantil que, mientras atesoraba privilegios de índole económica, estrechaba intensos vínculos ideológicos con los británicos, probablemente encandilada por los efluvios de progreso indefinido que emanaban a borbotones del mundo sajón. Dichas ligaduras con el imperio naciente dieron origen a la formación de una verdadera mentalidad portuaria, que forjó las aspiraciones de este particular sector social fuera de su propio entorno geográfico y cultural, y que posteriormente se vio estimulada por la impronta cosmopolita, proveniente de las corrientes inmigratorias de fines del siglo XIX y principios del XX”. Afirma que hay que quitarse las anteojeras para mirar a la patria con ojos argentinos, pero también para desenmascarar a los dirigentes, que bajo nuevas promesas de progreso, se proponen reinsertar a los argentinos en el puerto, que como en otros tiempos, añoran con demasiada nostalgia una ilusión que es esencialmente lejana. En el capítulo “Introducción a un ensayo sobre la identidad nacional” señala que a lo largo de nuestra historia, distintas generaciones de “tilingos y cipayos” se han esforzado por esbozar los más diversos y descabellados axiomas con la pretensión “de ilustrarnos sobre los males que nos aquejan”.


Y a continuación cita al doctor Arturo Jauretche y su “Manual de zonceras argentinas” como el intelectual que denunció por vez primera en forma sistemática esta estrategia. Interesante y actual es su planteo en el capítulo “Injurias argentinas” donde plantea que en la sociedad se presentan episodios injuriosos, algunos de los cuales se expresan por los medios de comunicación. El autor presenta una opción: “Medios nacionales con sentido estratégico y compromiso nacional, o medios coloniales con sentido mercantil al servicio de la decadencia, la detracción y la tilinguería”. Una tilinguería que se ve diariamente en los programas de televisión, sin que haya una acción controladora del Estado, especialmente en programaciones chabacanas y de mal gusto que no cumplen una función educativa ni de sano esparcimiento.

Pestanha advierte en el capítulo “Los involucionados de siempre” la manipulación del positivismo en el vocablo “Evolución” y la denostación de pensadores como Leopoldo Lugones, Arturo Jauretche, Raúl Sacalabrini Ortiz, José Hernández, José María Rosa, etc., quienes fueron calificados de “involucionados”. Por otra parte, afirma que es conocido que desde los episodios que dieron fin al malogrado gobierno de la Alianza y, además pusieron en cuestión más de dos décadas de latrocinio cultural y material, se operó en nuestra comunidad un fenómeno que significa la vuelta hacia lo local.



El Dr Guillermo Palombo a la derecha de la fotografía en la presentación de su libro.


- GUILLERMO PALOMBO-ISMAEL R. POZZI ALBORNOZ, La organización militar en el Plata Indiano: La Guarnición de Buenos Aires, 1680-1810; 1ª edición. Buenos Aires: Instituto de Historia Militar Argentina, 2005.

Este trabajo refleja la evolución orgánica de la guarnición militar de Buenos Aires, desde 1680 hasta 1810, aspecto de nuestro pasado apenas conocido hasta ahora. No es la primera vez que los doctores Palombo y Pozzi Albornoz encaran el tema histórico militar, diversos trabajos así lo ameritan. Pero en este libro se reflejan los importantes materiales obtenidos por los autores en el desarrollo de sus investigaciones en archivos y bibliotecas, como también aparecen puntualmente citadas las fuentes bibliográficas. La obra está dividida en cuatro partes, apéndice documental, repositorios y bibliografía principal. Entre los principales temas se destacan: “Períodos de la Historia Militar Rioplatense”; “El ámbito territorial”; “Tropas enviadas de la Península y formadas en el lugar: Veteranas y Milicias”; “Organización de las Guarniciones”; “Regimiento de Infantería de Buenos Aires (Fijo)”; “Regimiento de Dragones de Buenos Aires (Fijo)”; “Real Cuerpo de Artillería”; “Blandengues de la Frontera (Buenos Aires)”; “Granaderos de Infantería” y “Patricios”. Los períodos de la historia militar rioplatense arrancan desde la llegada a estas tierras de don Pedro de Mendoza, pasando por la gobernación del mariscal Bruno de Zabala y la organización militar que trajo el virrey Pedro de Cevallos.


La organización militar evoluciona debido a la necesidad de enfrentar los ataques de portugueses y británicos en dos siglos de dominación española. Asimismo en el orden interno se destaca la preocupación en la lucha contra el indígena, lo que motiva a cambiar la estrategia y el armamento. En el ámbito territorial se repasan las distintas épocas y extensiones territoriales, preguntándose los autores si en dicha jurisdicción rioplatense cabe incluir a las islas africanas de Annobón y Fernando Poo, tema por otra parte poco conocido. Por otro lado, se diferencia a las tropas veteranas o profesionales de las milicias, temática que muchas veces se confunde en cuanto a la calidad de ambas fuerzas. Se mencionan las normativas vigentes respecto a dichas fuerzas así como el fuero militar, uniforme, armas y banderas. Un importante apéndice documental con un centenar de piezas (reales cédulas, cartas, relaciones, reglamentos, instrucciones y reales órdenes) coronan este esfuerzo editorial de gran importancia. A ello debe unirse la erudición de los autores, que han indagado con precisión científica esta temática, sirviendo el presente libro como bibliografía de imprescindible consulta para los estudiosos del período hispánico en nuestro país.


Por Sandro Olaza Pallero

JOSÉ IGNACIO RUCCI: PARADIGMA DE SINDICALISMO NACIONAL





JOSÉ IGNACIO RUCCI:
“Nos negamos a seguir mirando, impasibles, el rostro marchito de la Patria”
Diciembre de 1972.

Descubrir en el espectro sindical nacional actual ejemplos de sentimientos profundamente nacionales como el de José Ignacio Rucci es una tarea posiblemente con difícil desenlace feliz.
Quienes lo han conocido pueden bien dar fe de su lealtad, humildad, compañerismo, sacrificio y coraje, siempre por el bien de la Patria, a pesar de que algún trasnochado aun hoy lo discuta.
Y es en sus discursos el tono de voz seguro, cargado de emoción y orgulloso al decir innumerable cantidad de veces la palabra “Patria” lo que habla del profundo sentimiento nacional que cargaba el simple pronunciamiento de este vocablo. Quienes intenten distanciar a José de este sentimiento están muy lejos de poder interpretar su accionar. Aún sentenciado públicamente a muerte jamás dio un paso a atrás.



BREVE RESEÑA


Nació en Alcorta, provincia de Santa Fe el 15 de Marzo de 1924. Su carrera sindical comienza en la fábrica de cocinas “Catita”. Derrocado Perón, en 1955, forma parte activa en la Resistencia Peronista.
Su paso como interventor en la Unión Obrera Metalúrgica de San Nicolás, a mediados de los sesenta, le abre las puertas del Secretariado Nacional como Secretario de Prensa junto a entre otros, Augusto Vandor, Avelino Fernández, Paulino Niembro, Armando Cabo, Lorenzo Miguel.
El 2 de julio de 1970 gracias a su valiente e innegable lealtad hacia Perón lo lleva al cargo de Secretario General de la Confederación General del Trabajo. Su objetivo es sin lugar a dudas el retorno del General Juan Domingo Perón a su Patria, cosa que logra junto con millones de militantes de diversas organizaciones el 17 noviembre de 1972, bajo una lluvia torrencial. En inolvidable imagen Rucci, representando al pueblo, protege a su Líder con su paraguas. Comenzaba a firmar su sentencia de muerte.


SU PENSAMIENTO

El paso del tiempo demuestra cada vez mas el indudable profundo respeto y cariño de José Rucci hacia lo que pensaba era nuestro único Conductor, Juan Domingo Perón.
Siempre hizo pública su rabia a la intentona por parte de lo que denominaba “personeros del inmundo trapo rojo” de infiltrar y corroer a una generación en detrimento de la Patria, porque estaba plenamente convencido, como si de hoy se tratase, de que “… nuestra lucha está dada en romper el coloniaje mental y cultural que nos oprime, rescatar al pueblo de su ostracismo social y político, independizarnos de todo imperialismo, e impulsar un vigoroso proceso de nacionalización, socialización, y amplia participación popular en todos los estrados de poder”.
Claramente se encargó de advertir, separando la partidocracia del movimiento, lo que en estos días sufrimos: “el Peronismo de ninguna manera se lo puede confundir con un partido político: El Peronismo es la esencia de un gran movimiento revolucionario.”
Claro es el posicionamiento ideológico de Rucci descripto en la carta que a continuación se transcribe:
“Ruego a usted y demás miembros de ese secretariado sean portadores de mi adhesión personal al traslado de los restos del compañero Ángel Bertoglio caído bajo las balas asesinas de los sucios bolches. Nos consta que los personeros del inmundo trapo rojo, desde hace 17 años se han complicado con la reacción antipopular en el deleznable esfuerzo de evitar que los argentinos retomemos el camino de una auténtica revolución con el sentido nacional. Así los hemos visto abrazados con los gorilas en la Constituyente de Santa Fe para derogar nuestra Constitución. Así los vemos hoy recorriendo el país para conformar “intersindicales” en franca conjura con el gorilaje. De nada valdrán sus rastreros procedimientos, por la sencilla razón de que los trabajadores argentinos hemos adquirido un alto grado de conciencia que responde a los supremos intereses de nuestra patria, que nos permite rechazar las inmorales actitudes de esos mercenarios de la política internacional. Nada ni nadie logrará torcer el futuro venturoso de los trabajadores argentinos, que nos sentimos grandes protagonistas del actual proceso que se simboliza en el sable libertador del General San Martín, en el flamear de los ponchos montoneros de don Juan Manuel de Rosas y se enaltece con la doctrina cristiana y justicialista que tiene en la insigne figura del General Juan Domingo Perón a su ilustre creador y ejecutor.
Pues entonces vaya para el compañero Ángel Bertoglio el solemne homenaje de quien como él ha hecho un culto por la lucha y el triunfo del pueblo, dentro de un marco de la más absoluta nacionalidad, donde sólo exista como enseña patria nuestra bandera azul y blanca y una nación de los argentinos y para los argentinos. Ángel Bertoglio, paz en tu tumba”.

RUCCI Y SU SENTENCIA: EL PACTO SOCIAL

La profunda crisis en que estaba sumergida la Argentina a principios de los setenta requería de cambios políticos radicales, y sólo se podrían efectivizar a través de una concertación que incluyera a todos los sectores que componen una sociedad. Así nace el denominado por entonces Pacto Social.
Lo particular de este acuerdo radicaba en que no estaba compuesto por una suma de demandas entre los componentes, sino que por el contrario, el programa estaba fundamentado por un conjunto de ofertas sostenidas por una autentica base política y social. Por parte del gobierno la garantía era Juan Perón; Ricardo Balbín, por parte de la oposición; por la parte sindical, José Ignacio Rucci, y por la parte empresarial José Gelbard.
Varios testigos durante la firma del Pacto por parte de Rucci se sorprendieron al escuchar un contundente “estoy firmando mi sentencia a muerte”, pero sabía que se alcanzaba el objetivo y primero la Patria.
En poco tiempo se revirtió una situación económicamente excluyente, degradante y desfavorable a lo largo de 18 años.


EL ASESINATO



Paradójicamente el mensaje televisivo que daría el mismo día en que fue asesinado comenzaba con una fuerte y clara misiva “difícilmente” interpretable para aquellos que no entendieron, ni entienden cual es el camino para el bien de la Patria. Esta es definitivamente la asumida lucha que provoca su asesinato por parte de los “amantes de los pensamientos foráneos”:
“Ahora el fragor de las luchas ha pasado a convertirse en historia. La realidad de nuestros días es la unión, el trabajo y la paz…”
“…La reconstrucción de la Patria es una tarea común para todos los argentinos sin sectarismos ni exclusiones. La liberación será el destino común que habremos sabido conquistar, con patriotismo, sin egoísmos, abiertos mentalmente a una sociedad nueva, para un mundo mejor.
“La Patria requiere de todos, todos con la Patria en la hora suprema de la verdad, con profundo sentimiento de nacionalidad, con profundo sentimiento de Cristiandad; seguros de que el pueblo es gobierno y cuenta con la figura del Teniente Gral. Juan Domingo Perón a su legitimo representante y exponente de sus aspiraciones que nos llevará inexorablemente a una Argentina Liberada”.
El 25 de Setiembre de 1973 una lluvia de balas podrá haber apagado la vida de este soldado de la Patria Justa, Libre y Soberana, pero no el ejemplo que es, y será por siempre, este fiel paradigma de la lucha sindical por la grandeza e inmortalidad de la Nación. Podrán discutir su irreprimible necesidad de decir las cosas de frente y “sin anestesia” pero jamás el profundo amor a la Patria.


Patricio Mircovich


Bibliografía:

- Argentina Liberada”, 1970-1973, Órgano de difusión de la CGT.
- (Archivo del autor). Carta del secretario general de la Confederación General del Trabajo (C.G.T.) al secretario de la Delegación Regional Rosario de dicho organismo laboral en ocasión del traslado de los restos del militante del Movimiento Nacionalista Tacuara, Eduardo Ángel Bertoglio, asesinado el 25 de febrero de 1964 en el Salón de Cerveceros al llevarse a cabo un plenario del Movimiento Obrero Organizado, donde también fueron masacrados Víctor Militello y Antonio Giardina por elementos del Partido Comunista.
- (Archivo del autor). Fragmentos del mensaje, que en nombre del Movimiento Obrero Organizado, iba a leer José I. Rucci el 25 de septiembre a raíz del triunfo de Juan Domingo Perón, y que fue truncado por su asesinato.

18 de agosto de 2007

CARTA DEL LIBERTADOR AL GRAL. O' HIGGINS


CARTA DEL LIBERTADOR AL GRAL. O’HIGGINS COMENTANDO LA GRAVE SITUACION EN LAS PROVINCIAS UNIDAS EN 1829

“(…) Después de escrita ésta recibo la del Gral. Lavalle, que remito en copia, con mi contestación, su objeto era que yo me encargase del mando del ejercito y provincia de Bs.As., y transase con las demás provincias, a fin de garantir por mi parte y el de los demás gobernadores /a/ los autores del movimiento del 1º de diciembre; pero Ud. Conocerá que en el estado de exaltación a que han llegado las pasiones; era absolutamente imposible reunir los partidos en cuestión, sin que quede otro arbitrio que el exterminio de uno de ellos. Por otra parte, los autores del movimiento del 1º son Rivadavia y sus satélites, y a Ud. Le consta los inmensos males que estos hombres han hecho, no solo a este país sino al resto de la América con su infernal conducta. Si mi alma fuese tan despreciable como las suyas, yo aprovecharía esta ocasión para vengarme de las persecuciones que mi honor ha sufrido de estos hombres; pero es necesario enseñarles la diferencia que hay de un hombre de bien a un malvado.”






De esta manera el Libertador en carta a su fiel amigo O’Higgins del 19 de abril de 1829, condenaba y rechazaba la oferta del partido unitario y afirmaba que “en el estado de exaltación” de las pasiones “era absolutamente imposible reunir los partidos en cuestión”, siendo la única opción “el exterminio de uno de ellos”.

Con estas palabras siempre sinceras del padre de la patria renace aquel concepto dicho por José Maria Rosa en su obra “La misión García ante Lord Strangford”; que esclarece la gran problemática de nuestra patria: para unos la argentinidad nació consubstanciada con el régimen político liberal y el patriotismo consistía en traer la llamada civilización europea, por lo menos su exterioridad mas evidente, que era el régimen constitucional y las logias. De esa forma no traicionaban a la nación aliándose con el extranjero, sino que era una empresa patriótica para civilizar nuestro bárbaro país.


Pero para otros argentinos como Dorrego, Rosas, López y Quiroga la patria era algo real y vivo, que estaba en los hombres y las cosas de la tierra. Era una nacionalidad con sus modalidades propias, su tradición y su manera de sentir y de pensar que le daban individualidad, que justamente había que preservar de la absorción foránea. No estaba en un digesto legal, sino en el sentimiento de una tradición común y la conciencia de una solidaridad.

Esta última forma de entender la patria es la que ardía en el pecho del general San Martín y que mas tarde encarnaría Juan Manuel de Rosas. Por entenderlo así, y ver reflejado en la persona del Restaurador el espíritu de verdadero caudillo, conductor de su pueblo; que llevando por norte la independencia y la soberanía, el sentir de la patria y la religión de nuestra tierra por herencia; decidió honrarlo con la distinción más alta a la que podía aspirar un argentino bien nacido. La comunidad de ideales y el amor a la nación que los dos próceres profesaban quedó estampado para la eternidad en el testamento del libertador: “El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sud, le será entregado al general de la República Argentina don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla”.


Por Andrés Mac Lean


Bibliografía:

CHÁVEZ, Fermín, Testamentos de San Martín y Rosas y La Protesta de Rosas, Buenos Aires, Theoría, 1991.
PICCINALI, Juan Héctor, San Martín y Rosas, Buenos Aires, Estrella Federal, 1998.

HOMENAJE AL PADRE AUGUSTO DEL PUEBLO ARGENTINO

Homenaje al Padre augusto del Pueblo Argentino.


San Martín, el señor de la guerra, por secreto designio de Dios, grande fue cuando el sol lo alumbraba y más grande en la puesta del sol.


La valentía y la habilidad en el campo militar del General San Martín solamente pueden ser comparables con el guerrero cartaginés Aníbal. “Hallaré un camino o me lo abriré” dijo Aníbal refiriéndose a su paso de los Alpes cuando combatía contra el Imperio Romano. Muchos siglos más tarde, San Martín pudo imitar esa hazaña de una forma más heroica todavía que la realizada por el antiguo general cartaginés.
En el informe final sobre el cruce de los Andes se detallan las diferencias entre una campaña y otra: “Aníbal cruzó los Alpes por caminos que ya en esa época eran muy transitados, por ser vías obligadas de intercambio comercial. Y aunque no pueda afirmarse que su transitabilidad fuese fácil, tampoco debe considerarse que pudiera presentar grandes dificultades, puesto que el general cartaginés pudo llevar consigo elefantes, carros de combates y sus largas columnas de abastecimiento.
San Martín atravesó los Andes por empinadas y tortuosas huellas, por senderos de cornisa que solo permitían la marcha en fila india, imposibilitado materialmente de llevar vehículos y debiendo conducir a lomo de mula su artillería, municiones y víveres, aparte de haber tenido que recurrir a rústicos cabrestantes e improvisados trineos para salvar las más abruptas pendientes con sus cañones. ¿Habría podido Aníbal franquear las cinco cordilleras de la ruta de los Patos, escalando, con elefantes y vehículos, los 5000 metros del Paso Espinacito?”
El éxito de la expedición a Chile y la caída en este país del poder español daban amplitud americana a la revolución argentina y desembarazaban de enemigos a la parte austral del continente. Aliviaban además la situación de las provincias cuyanas por el restablecimiento del tráfico trasandino y constituían la etapa necesaria para la consumación del plan sanmartiniano en el sentido de asestar el golpe decisivo al baluarte de la resistencia española en el Perú. El Libertador no quiso aceptar el mando supremo de la nación rescatada. Designó para el cargo de Director a su compañero de lucha, el general O’Higgins, reservándose para la jefatura militar de la próxima campaña. Refiriéndose a dicha gesta emancipadora de los pueblos americanos el mismísimo General Perón profetizó que los argentinos nos encontramos “en el espíritu de un pueblo magnífico, capaz de jugarse la vida como en los años de la independencia americana por la libertad ajena sin exigir nada a cambio. No somos un país imperialista pero tampoco queremos entrar en la lista de los satélites”.
Las batallas libradas por nuestro Libertador despiertan en los argentinos un hondo sentimiento de orgullo. Por este motivo, existen grupos sectarios y minoritarios (pero al mismo tiempo muy influyentes) que tratan de apropiarse la figura del Padre de la Patria, entre ellos la masonería y la historiografía mitrista-liberal filounitaria.
Con motivo de cumplirse el aniversario de las batallas de San Lorenzo y Caseros, la “Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones” publicó una carta en La Nación (26/1/98), manifestando que la masonería argentina “desea expresar, con serena unción, que San Martín y Urquiza han integrado el rol de miembros conspicuos”. En cuanto al segundo podemos decir que fue miembro de una logia masónica fundada en 1822 llamada George Washington donde alcanzó el grado máximo, el 33. Pero en cuanto al General San Martín y su supuesta filiación masónica basta remitirnos a los testimonios de Mitre y Sarmiento, dos afamados masones de nuestra historia, quienes dicen lo siguiente sobre la relación entre San Martín y la masonería.
Bartolomé Mitre escribió: “La Logia Lautaro no formaba parte de la masonería y su objetivo era sólo político”. Por su parte Sarmiento expresó lo siguiente: “Cuatrocientos hispanoamericanos diseminados en la península, en los colegios, en el comercio o en los ejércitos se entendieron desde temprano para formar una sociedad secreta, conocida en América con el nombre de Lautaro. Para guardar secreto tan comprometedor, se revistió de las fórmulas, signos, juramentos y grados de la sociedades masónicas, pero no eran una masonería como generalmente se ha creído…”. Incluso Ricardo Rojas, uno de los biógrafos de San Martín más conocidos, en su obra “El santo de espada” afirma que “no existe ningún documento para probar que San Martín haya sido masón”. Es decir que la Logia Lautaro fue una reunión de americanos con exclusivos fines políticos y militares como lo fue en el siglo pasado el G.O.U que llevó a cabo la Revolución del ‘43. En otras palabras, existían grupos políticos y militares al margen de la masonería e independientes de su ideología y sus mandatos, con frecuencia opuestos ideológicamente a ella y que se reunían en la prosecución de objetivos políticos y/o militares.
En un interesante artículo relativo al tema, Gerardo Bra, en la Revista Todo es Historia, destaca la investigación que por más de tres décadas realizó Patricio L. Maguire, miembro de la Junta de Historia Eclesiástica Argentina, dependiente del Episcopado. De esa labor, brota su refutación a la tesis masónica, a la que califica de fabulosa mentira urdida por masones argentinos y sus acólitos, con el fin de obtener renombre, prestigio, en favor de la masonería argentina. Maguire argumenta que las logias masónicas no permiten las discusiones políticas –fundamentales en la lucha de San Martín- y que, asimismo, fueron notorios masones sus más destacados enemigos, como Rivadavia, Cochrane y los hermanos Carrera. Aporta, finalmente, una comunicación de la Gran Logia Unida de Inglaterra, la cual, contestando una carta suya, aclara que la Logia Lautaro “[...] no tenía relación alguna con la francmasonería regular, y que San Martín, entre otros argentinos mencionados, nunca fue miembro de logias bajo la jurisdicción de la Gran Logia Unida de Inglaterra [...]” Sin embargo, a pesar de estas refutaciones que hemos realizado, algunos historiadores se empeñan en decir que el retiro de San Martín del Perú se debió a una decisión masónica disponiendo que Bolívar se hiciera cargo del mando en la gesta libertadora. Lo cierto es que San Martín llegaba debilitado, paradójicamente, por la falta absoluta de apoyo de su masónico enemigo Rivadavia secundado por los directoriales y los logistas unitarios. Es decir, que su sentimiento patriótico lo pondrá en conflicto con las órdenes de la Logia, cuyos venerables, entre ellos Alvear, le harán llegar sus advertencias cada vez más amenazantes por su indisciplina. La situación hará eclosión con la desobediencia de Rancagua, cuando el general San Martín decide resistir la orden de regresar a Buenos Aires con su ejército para defenderla del acoso de los caudillos López y Ramírez, abandonando la campaña de los Andes. Fue ésta una de las razones para que todo se hiciera muy difícil para San Martín de allí en más.
Siguiendo esta línea de de razonamiento, otro afamado masón con el que tuvo que lidiar el general San Martín fue el marino británico Cochrane. Este innoble personaje llego incluso a hacer peligrar la campaña sanmartiniana al Alto Perú negándole su escuadra naval lo cual nos lleva a preguntarnos si San Martín hubiera sido efectivamente un agente al servicio del imperialismo inglés y de la masonería, ni Cochrane ni ningún marino inglés y masón como él, se hubieran atrevido a oponer el más mínimo obstáculo a la campaña emancipadora llevada a cabo por nuestro consagrado prócer. Antes el contrario, se hubiera constituido en el solícito y entusiasta colaborador de dicha empresa.
En el caso concreto de San Martín, existen posiciones centrales del Gran Capitán decididamente contrarias al interés británico: 1) su negativa a servir los intereses de la burguesía comercial criollo-británica en 1820; 2) su antagonismo político con Rivadavia y su grupo, expresión de aquellos intereses; 3) su lúcida comprensión acerca de la necesidad de unificar a la América Española, en rotunda oposición a la política balcanizadora (de “dividir para reinar”) implementada por los ingleses en América; 4) su apoyo a la Confederación Rosista, en 1945, ante la agresión anglofrancesa.
Otro argumento que esbozan los cipayos para descalificar al Padre de la Patria es la suposición de que San Martín haya sido traidor a España y desertor de su Ejército. Para refutar semejante ignominia trascribiré a continuación el dictamen redactado en respuesta a la solicitud de retiro del entonces Teniente Coronel Don José de San Martín: “Este oficial ha servido bien a los veintidós años que dice y tiene méritos particulares de guerra, principalmente los de la actual le dan crédito y la mejor opinión. Por mi parte hallo fundado el motivo que expone para pedir su retiro y traslación a América…”. Como está visto, San Martín pidió el retiro del Ejército español, cumpliendo rigurosamente todas las normas legales vigentes, con la máxima transparencia, a la luz del día. La nota en que España le acuerda el retiro es sumamente honrosa para el peticionante, como que dice de él, que sus veintidós años de servicios en la Península “… le dan crédito y la mejor opinión”.
Continuando con la reseña histórica, al llegar a Buenos Aires se le acusó de haberse convertido en un conspirador. Desalentado por las luchas internas entre unitarios y federales decidió marcharse del país con su hija, quien había estado al cuidado de su abuela. El 10 de febrero de 1824 partió hacia el puerto de El Havre, Francia. Tenía 45 años y era Generalísimo del Perú, Capitán General de la República de Chile y General de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Luego de un breve período en Londres, se instalaron en Bruselas y poco después en París. En 1828 intentó regresar a Buenos Aires, aunque no llegó a desembarcar. El levantamiento de su antiguo compañero de armas Juan Lavalle contra el gobernador Manuel Dorrego, el posterior fusilamiento de Dorrego, las rivalidades y la profunda decepción que sentía por lo que acontecía en la política del país fueron los motivos principales para que San Martín decidiera instalarse definitivamente en Europa.
En una carta a su amigo O’Higgins el General San Martín se refería de esta forma a los golpistas unitarios: “Los autores del movimiento del 1º de diciembre (Pronunciamiento de Lavalle) son Rivadavia y sus satélites, y a usted le consta los inmensos males que estos hombres han hecho, no sólo a este país sino al resto de la América con su infernal conducta: si mi alma fuese tan despreciable como las suyas, yo aprovecharía esta ocasión para vengarme de las persecuciones que mi honor ha sufrido de estos hombres, pero es necesario enseñarles la diferencia que hay entre un hombre de bien y un malvado”. En referencia a Lavalle se refiere también en los siguientes términos: “Sería yo un loco si me mezclase con esos calaveras. Entre ellos hay algunos, y Lavalle es uno de ellos, a quien no he fusilado de lástima cuando estaban a mis órdenes en Chile y en Perú. Los he conocido de tenientes y subtenientes; son unos muchachos sin juicio, hombres desalmados”. Por eso, en cuanto al protagonismo que la Historia oficial brinda a personajes como Rivadavia o Lavalle, las palabras del Padre Castellani reflejan de manera tragicómica esta situación cuando dice que “no es un mal que en la Argentina hayan habido traidores, el mal esta en hacer estatua a los traidores y adorar las traiciones”.
A modo de conclusión y para dejar en claro cuales eran las preferencias políticas del Libertador, como así también su inclaudicable patriotismo, citamos la famosa frase que San Martín le escribiera al Restaurador de las Leyes denunciando la perfidias unitarias: “Lo que no puedo concebir es el que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempos de la dominación española: una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer”.

San Martín que tu nombre
honra y prez de los pueblos del Sur
aseguren por siempre los rumbos
de la Patria que alumbra tu luz.

PABLO GOVI

Bibliografía:

- PALACIO, Ernesto, Historia Argentina, Buenos Aires, Abeledo Perrot, 2004.
- GALASSO, Norberto, Seamos libres y lo demás no importa nada, Buenos Aires, Colihue, 2000.
- O’DONNELL, Pacho, Los héroes malditos, Buenos Aires, Debolsillo, 2006.
- UZAL, Francisco Hipólito, San Martín contraataca, Buenos Aires, Theoría, 2002.

EL GAUCHO RIVERO: ANTECEDENTES PARA SU ACCION DEL 26 DE AGOSTO DE 1833


El gaucho Rivero: antecedentes para su acción del 26 de agosto de 1833



En las cercanías de la ciudad de Boston, Estados Unidos, se ubica el poblado de Lexington, lugar donde se llevó a cabo el primer combate de la Guerra de Secesión de aquél país, hacia 1775. Un navío de guerra norteamericano yace en las costas del lugar: es la fragata USS Lexington, una de las tantas que llevan el mismo nombre de aquella que en diciembre de 1831 destruyó casi por completo las defensas argentinas asentadas en Puerto Soledad, islas Malvinas, cuando gobernaba don Luis Vernet. Una placa recuerda este cobarde episodio en el sitio nombrado.
Los invasores, entonces, ocuparon los edificios principales, incendiaron la pólvora acumulada del lugar, saquearon propiedades privadas y apresaron a veinticinco pobladores –casi todos- para averiguar quiénes habían osado detener unos buques balleneros estadounidenses que cazaban de manera ilegal. Con irreverencia, Silas Duncan, el comandante de la Lexington, expresó que las islas pertenecían “al mundo”. No será esta acción un hecho aislado ni mucho menos. A lo sumo habría que decir que Duncan fue el primero de una serie larga de piratas y depredadores de ultramar que intentaron apoderarse de nuestras islas Malvinas. Tres intentos más, los de la goleta Dash, el cúter Sussanah Anne y la goleta Exquisite, de bandera yanqui, imitaron el triste ejemplo de Duncan al saquear la ganadería malvinense hasta hacerla desaparecer prácticamente. Las declaraciones de aquél, aludiendo la supuesta “universalidad” de Malvinas de seguro ayudaron a alentar las tres acciones ilegítimas.
La intermitencia de los ataques impidió, por ende, fortalecer la presencia argentina en Puerto Soledad, lo que permitió una vertiginosa sucesión de gobernadores político-militares sin que se pudiera restablecer el orden adecuado para ejercer con solvencia la soberanía nacional. Luis Vernet, el primer comandante político y militar de Malvinas, ungido como tal por el gobierno de Buenos Aires, se aleja de la isla Soledad y fija rumbo al puerto de Buenos Aires, dejando el mando al sargento mayor de Artillería don Francisco Mestivier. Así lo manifiesta el decreto del 10 de setiembre de 1832, emanado del Ministerio de Guerra y Marina, el cual decía: “El gobierno de Buenos Aires. Hallándose en ésta el comandante político y militar de las islas Malvinas y sus adyacentes en el mar Atlántico, don Luis Vernet; y no pudiendo aún regresar, ha acordado y decreta: 1º) Queda nombrado interinamente comandante civil y militar de las islas Malvinas y sus adyacentes en el mar Atlántico, el sargento mayor de Artillería don Francisco Mestivier”.
Poco va a durar Mestivier como gobernador, pues un motín de dudosa procedencia termina matándolo. Era diciembre de 1832. Como buen militar que era, Francisco Mestivier repuso el orden y la soberanía argentina en Puerto Soledad, fortificó las defensas e hizo enarbolar nuevamente el Pabellón Nacional. Los peones obedecían correctamente las órdenes y fueron tratados con todo respeto. La situación, sin embargo, volverá a caer en una anarquía atroz. Habiendo quedado como el hombre fuerte del lugar, Juan Simón, que era el capataz de los peones, comienza a tomar notoriedad…y con ello sus abusos.
La goleta Sarandí decide regresar a Puerto Soledad, noticia que no fue tan bien recibida por Simón, pues éste veía en tal regreso la imposibilidad de asumir como comandante político y militar de las islas Malvinas, cargo que ya había estado designado al teniente coronel de Marina José María Pinedo, quien viajaba en la goleta y era el hombre de confianza de Luis Vernet. Pinedo, por tanto, puso fin a los amotinados, pero cuando el 3 de enero de 1833 la fragata inglesa Clío desembarca e invade las islas Malvinas, el teniente coronel no intentó defender esa posición, y entonces embarca la escasa tropa que tenía consigo y regresa a Buenos Aires. Deja izada la Bandera Argentina y al cuidado de Juan Simón, nombrado por Pinedo como nuevo comandante político y militar de las islas.

Antonio Rivero, el peón justiciero

Antonio Rivero, gaucho entrerriano, llega a las islas Malvinas en el año 1827, y fue un testigo presencial fundamental de todo lo antes referido. Se dice de él, que trabajó de peón en Puerto Soledad atrapando ovejas y cerdos, a los que luego amansaba. La gran mayoría de los gauchos e indios insurgentes del 26 de agosto de 1833 eran peones, las más de las veces, mal pagos.
Juan Simón hizo manejos turbios con dinero que, al parecer, les pertenecía a los peones de Puerto Soledad. Mientras Simón fue comandante político y militar, el capitán John James Onslow, comandante de la fragata inglesa Clío, le “permitió” ostentar dicho cargo, situación que lo puso en ridículo ante los peones que tuvo tiempo atrás a su cargo, y para con el resto de la población. Era una marioneta del invasor inglés. Respecto a otras dudas sobre su carácter de administrador de la economía de las islas, Simón hizo romper las cuentas que llevaba de los efectos y el dinero que hizo junto a su amanuense Francisco Freyre por las ventas de reses a los buques depredadores extranjeros.
Luego de que los británicos ocuparan las islas Malvinas aquel 3 de enero de 1833, un grupo de tres gauchos (Antonio Rivero, Juan Brasido y José María Luna) y 5 indios (Manuel González, Luciano Flores, Manuel Godoy, Felipe Salazar y M. Latorre, éste de ciudadanía chilena) acopian armas y puñales y en agosto del mismo año hacen frente a la usurpación. Logran quitarles la vida a cinco personas, entre ellas Juan Simón y el irlandés Guillermo Dickson. Éste último fue el encargado, por orden expresa del comandante John Onslow, de arriar e izar el pabellón británico cada vez que pasara una embarcación y todos los días domingos.
La bandera del usurpador dejó de flamear desde agosto de 1833 hasta enero de 1834. No obstante, la suerte de los valientes restablecedores de la soberanía nacional sobre las islas Malvinas tuvo un vuelco significativo cuando llega a las costas de Puerto Soledad el barco inglés Challenger, el 8 de enero de 1834, pues el capitán Seymour despachó al teniente Henry Smith junto a cuatro suboficiales y 30 soldados de Marina para que busquen al grupo liderado por Antonio Rivero. Recién el 21 de enero los ingleses logran recuperar el control de Puerto Soledad. La persecución fue más punzante, y Rivero y su gente debieron pedir pequeñas treguas por la falta de alimentos. El primero en entregarse fue el gaucho José María Luna ante el capitán Seymour el 11 de enero, y el último fue el gaucho Antonio Rivero, el martes 18 de marzo de 1834.
Conducido a Londres, donde fue juzgado por un tribunal militar, instancia de la que poco y nada se sabe al respecto, Rivero fue devuelto a Buenos Aires. Se estima que murió combatiendo otra vez a los ingleses, junto a sus aliados de Francia, en la Batalla de Vuelta de Obligado, el 20 de Noviembre de 1845.
Antonio Rivero es una expresión auténtica de argentinidad y heroísmo, jamás olvidado ni despreciado por más que intenten manchar su ya legendario nombre inscripto en la lucha por la Soberanía Nacional.

Gabriel Oscar Turone.


Bibliografía:

- TESLER, Mario, El gaucho Antonio Rivero, Bs. As, Theoria, 1970.
- MUÑOZ AZPIRI, José Luis, Soledad de mis pesares. Crónica de un despojo, Bs. As, Corporación Buenos Aires Sur, 2007.

17 de agosto de 2007

EL PADRE EZCURRA. LA ESPADA Y LA CRUZ





El Padre Ezcurra.
La espada y la cruz.



Alberto Ignacio Ezcurra Uriburu nació el 30 de julio de 1937. Su sangre provenía de los más patricios apellidos de la Argentina. Por línea paterna, el árbol genealógico del Jefe de Tacuara lo ligaba nada menos que a Encarnación Ezcurra, esposa de Don Juan Manuel de Rosas y heroína de la Federación. En cuanto a la línea paterna, su apellido no era tan ilustre, pues tenía lazos de sangre con José Félix Uriburu, el general del "nacionalismo sin pueblo" que derrocó al gobierno nacional y popular de Don Hipólito Yrigoyen.


Alberto Ezcurra era el séptimo hijo de un modesto pero eminente profesor de historia, quien fuera una de las figuras claves del revisionismo histórico y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, en 1938. Alberto Ezcurra Medrano, pues de él se trata, era un conspicuo militante del nacionalismo y escribía sendos artículos en publicaciones como La Nueva República, Baluarte, Crisol y Nueva Política, además de libros de carácter histórico, entre los que se destaca el fundamental "Las otras tablas de sangre", magnífica réplica al líbelo "Las Tablas de Sangre" de Rivera Indarte. Poseía una sólida formación teológica y era un gran conocedor de las ideas del monárquico francés, Charles Maurras. Demás esta decir, que el padre tuvo una profunda influencia en el pensamiento y en la formación de su hijo, el futuro jefe del Movimiento Nacionalista Tacuara, la que para algunos fue la más popular organización de militancia juvenil de fines de los '50 y los '60.

Alberto Ezcurra Uriburu era un joven austero. Toda su vida usó lentes de gruesos cristales y marco negro bajo unas cejas espesísimas. Poseía una sólida y bastísima formación. Pero con la humildad que lo caracterizaba, jamás hizo alardes ni posaba de doctor. Era inteligente, astuto y muy estudioso. Su cuarto, en la casa paterna, parecía la habitación de un monje; la pared estaba toda pintada de blanco y su única ornamentación era un crucifijo que colgaba sobre la cabecera de la cama.

Había estudiado en el colegio católico Champagnat y egresado de allí se fue al seminario jesuítico de Córdoba. Al cabo de poco más de un año fue expulsado y volvió a Buenos Aires, hizo el servicio militar y a los 21 años se integró a la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios (UNES). Se ganaba la vida pintando motos en el taller mecánico de otro miembro de la agrupación, Horacio Bonfanti.


Era un orador nato, de sabia elocuencia, claridad de estilo, precisión de lenguaje y conocimiento de situaciones y personas. Poseía firmes convicciones y era capaz de contagiar y encender voluntades haciendo amar lo que él amaba. Admirado y cuestionado, ya que no tenía pelos en la lengua, llamaba a cada cosa por su nombre y no se casaba con nadie. Para él la verdad no era sólo un acto de caridad, sino un deber de justicia.


En tiempos tempraneros, de inquieta juventud, Ezcurra y los jóvenes unistas solían ir al citado Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas donde recibían charlas de José María Rosa o Arturo Jauretche que les daban una versión de la historia distinta de la liberal, aunque también frecuentaban la trastienda da la librería Huemul, y asistían a conferencias de nacionalistas católicos como el Padre Menvielle, o el furioso antiperonista Jordán Bruno Genta.
Una tarde cualquiera del año 1957, en el bar La Perla del barrio de Once se fundó el Grupo Tacuara de la Juventud Nacionalista. Este grupo primogénito estaba integrado por el propio Ezcurra Uriburu, Baxter, Bonfanti, Denovi, Demharter y Eduardo Rosa. La elección del nombre fue relativamente sencilla. Buscaban uno que no fuera una sigla y que a su vez fuera fácil de recordar, que representara el pensamiento verdaderamente nacional, opuesto a la línea Mayo-Caseros-Libertadora. La edad de los jefes oscilaba entre los 21 y los 24 años, y entre ellos se trataban de usted. Predicaban un estilo austero. La revista Ofensiva, órgano de la Secretaría de Formación de Tacuara, llevaba en su portada un escudo con un águila feudal germana. La bandera del Movimiento Nacionalista Tacuara poseía tres franjas horizontales: las dos de los extremos superior e inferior eran de color negro y simbolizaban la revolución nacional; la central era roja y representaba la revolución social. Sobre esta franja había una Cruz de Malta celeste y blanca. Sus militantes solían exhibir en sus solapas una cruz de Malta celeste y blanca o la estrella federal de ocho puntas, color rojo punzó, o un crucifijo que colgaba del llavero.

El primer jefe de Tacuara fue Demharter, pero problemas legales y policiales motivaron que tenga que dejar la escena política. Fue así, que el mando recayó en Alberto Ezcurra Uriburu, y al año siguiente de su fundación el grupo pasó a llamarse Movimiento Nacionalista Tacuara.

La principal referencia ideológica de aquellos primeros días, no fue otra que la del fundador de la Falange Española; José Antonio Primo de Rivera, sus obras completas eran de lectura obligatoria para los tacuaristas. Además de la devoción que tenía Ezcurra por José Antonio, su ideario político podía definirse como de un catolicismo militante pero no conservador, a diferencia de la mayoría de los nacionalistas de la época. Por su propia boca, en un reportaje, Ezcurra definía sus ideas y las de Tacuara de la siguiente manera: “Nuestro movimiento, que procura instaurar un nuevo orden, es cristiano en cuanto afirma la primacía de los valores espirituales y permanentes en el hombre y en la sociedad; nacionalista, en cuanto sostiene a la Nación como unidad social suprema, y socialista por su concepción económico-social, anticapitalista, revolucionaria y comunitaria”. Seguidamente, Ezcurra se pronunció a favor de la reforma agraria, y ante la pregunta del periodista de qué libro de Lenin, Marx o Fidel Castro, había tomado el concepto, el jefe de Tacuara lo sorprendió (y esto es válido aún hoy para tantos nacionalistas que se dicen admiradores de José Antonio sin siquiera haberlo leído) contestando que lo había extraído de un discurso de José Antonio Primo de Rivera en las cortes españolas de 1935.

Durante el gobierno de Frondizi, Tacuara tuvo la oportunidad de salir al ruedo político, durante la discusión de la educación laica o libre. En la primera se enrolaban liberales, marxistas, radicales, etc; mientras que por la enseñanza libre estaban, la Iglesia Católica, el nacionalismo, y los sectores dispersos del peronismo. La calle fue testigo de innumerables enfrentamientos a la salida de colegios, instituciones y universidades, donde la cuestión se dirimía a golpes de puño (y a veces por medios más violentos aún). Los sucesos mencionados dieron muestras del coraje, la disciplina y la organización que Tacuara había alcanzado.


Con el transcurso del tiempo, y sobre todo, con la radicalización de la Resistencia Peronista, a través de las organizaciones de trabajadores y de los sindicatos, Tacuara fue mutando su composición y recibiendo nuevas influencias ideológicas. Ya no eran dobles apellidos, patricios y de clase media, o media alta, los que se integraban, sino que comenzaban a sumarse los hijos de inmigrantes, de trabajadores, etc. Esta nueva composición social, derivó en un crecimiento del número de militantes, y en la posterior creación de Brigadas Sindicales, que acompañaron las luchas obreras. Ante tantas modificaciones, propias de la dinámica política, Tacuara no se quedó con la influencia de los clásicos pensadores del nacionalismo, como Genta, Menvielle, o Goyeneche. Como quedó dicho, otros intelectuales empezaron a tener importancia en la matriz ideológica del movimiento. Un personaje clave en el pensamiento de Ezcurra y de Tacuara fue Jacques Marie De Mahieu (en Argentina más conocido como Jaime María De Mahieu), un sociólogo nacido en París en 1915, que llegó a la Argentina después de la Segunda Guerra Mundial. De Mahieu había militado en el movimiento monarquista francés de Acción Francesa y colaborado con el régimen de Vichy. Se decía también que Mahieu había peleado en la división francesa Carlomagno, una de las que combatió contra los soviéticos frente a la Cancillería de Berlín, hasta la última gota de sangre y hasta no quedarle más municiones. Había llegado a la Argentina en 1946, y tuvo gran participación en la formación de cuadros peronistas, además de ejercer la docencia en la Universidad Nacional de Cuyo, hasta que derrocado Perón fue cesanteado por “la libertadora” (las comillas y la minúscula son intencionales). La obra “El Estado comunitario”, fue leída con pasión por Ezcurra y sus camaradas. Las ideas allí contenidas, y lo encendido del revolucionario discurso del francés hicieron que el entendimiento entre ellos fuera inmediato. Tanto fue así que Ezcurra planteó en una revista de la parroquia San Agustín, los siguientes conceptos “tomados prestado” de De Mahieu; “los que creen que la propiedad privada, las formas burguesas, el capitalismo y la cultura occidental fueron establecidos por Jesucristo casi con carácter sacramental caen en el mismo error de quienes dogmatizan la democracia. Una empresa donde todos fueron obreros, o todos empresarios, sería una ruina. Pero no creo que tal locura entre en la cabeza de nadie. La empresa de propiedad comunitaria (llámese a la comunidad sindicato, cooperativa, etc) es una empresa jerárquica y armónicamente organizada, donde son distintas las obligaciones, el mando, las responsabilidades, el trabajo y la retribución. Lo que se busca con ella no es una nivelación absurda, sino suprimir una excesiva desigualdad, igualmente absurda”.

En septiembre de 1960 se produjo la primera escisión de Tacuara. Los disidentes fundaron la Guardia Restauradora Nacionalista. Entre los motivos que causaron la ruptura pueden considerarse la influencia de Mahieu, el ingreso de clases populares al movimiento y como detonante, el citado artículo de Ezcurra en el periódico de la parroquia San Agustín. A partir de allí, Menvielle y quienes fundaron “la Guardia”, creyeron ver en Tacuara un grupo que había caído en la órbita del marxismo. Fue la ruptura hacia “la derecha”. Al año siguiente, los tacuaristas más cercanos al peronismo abandonaron el grupo, ocasionando la segunda escisión y fundaron el MNA (Movimiento Nueva Argentina), que pasaría a la historia con el “Operativo Cóndor”, cuando tomaron un avión y lo desviaron a Malvinas, haciendo flamear allí nuestra bandera nacional. Fue la ruptura hacia el peronismo.


En 1962, con los triunfos electorales del peronismo en muchas provincias, entre ellas la resonante victoria de Framini en Buenos Aires con 1.171.757 votos derivó en la intervención del presidente Frondizi en las que el peronismo resultó triunfante. El sector de las FFAA más antiperonista, representado por Aramburu presionó para que a pesar de todo, Frondizi renuncie. Con el derrocamiento de Frondizi y la toma del poder por los sectores más reaccionarios la situación en la política argentina se radicalizó...y Tacuara no fue la excepción.

Muchos de los miembros de Tacuara, en su mayoría jóvenes que apenas llegaban a los 20 años fueron realizando una transformación ideológica que Ezcurra y su círculo más cercano no podían permitir sin desvirtuar los primarios postulados que dieron origen al movimiento. El principal motivo de la discordia era la ya conocida argumentación de haberse corrido hacia el marxismo. Claro que el crecimiento de Tacuara y la profundización de las antinomias en la vida política nacional acentuaban las contradicciones, toda vez que hacían muy dificultoso mantener la pureza ideológica que tenía el núcleo original en sus inicios. Baxter, Nell, Caffatti, Ossorio, entre otros, tenían fuertes vínculos con los sectores más combativos del peronismo. Cuando Baxter, que a la sazón era el segundo jefe de Tacuara, planteó en el seno del movimiento que la revolución nacionalista que esperaban estaba en marcha, Ezcurra y su grupo quedaron espantados. Nada querían saber de los contactos con la izquierda y con los sectores más duros del peronismo. Mientras que los primeros hablaban de revolución y subversión, los segundos propiciaban el orden y la disciplina. Era evidente que no estaban hablando de la misma revolución. La integración al peronismo y a los grupos de izquierda, como así también la decisión de transformar un movimiento de acción callejera en una organización revolucionaria con características de guerrilla urbana que recurría a la lucha armada, produjo la ruptura que hacía rato se vislumbraba. Nació entonces el Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara (MNRT), cuyo jefe fue Joe Baxter, y cuyo salto a la popularidad se concretó con el “Operativo Rosaura”, es decir, el asalto al Policlínico Bancario. Fue la ruptura hacia la “izquierda”.


La separación del grupo de Baxter generó un acercamiento entre la Tacuara de Ezcurra y la Guardia Restauradora Nacionalista, el grupo que se había alejado primariamente acusando a Ezcurra y los suyos de trotskistas. Por lógica, después del desprendimiento de Baxter, Tacuara acentuó su carácter católico y realmente no había demasiado que la separase de Guardia Restauradora.

El convencimiento de que la revolución nacionalista de corte fascista que anunciaban no se produciría, los conflictos y sucesivos alejamientos de quienes fueron sus antiguos camaradas, como así también, un sincero y fuerte llamado de su vocación sacerdotal, convencieron a Alberto Ezcurra que lo mejor era abandonar la política y volver al seminario.


Tacuara terminó dividiéndose y disolviéndose y entonces Alberto retornó al seminario y terminó consagrado al sacerdocio; lo hizo primero en Paraná, Entre Ríos, y luego en San Rafael, Mendoza. Cómo ejerció esta vocación y la dedicación que puso en ella se haya estupendamente retratado en pasajes escritos maravillosamente por Antonio Caponnetto que aquí se reproducen: “El Padre Ezcurra reunía como sacerdote los principios de la identidad, la espiritualidad y la formación permanente que han de tener los sacerdotes católicos. Nunca disimuló su identidad sacerdotal, ni en las formas ni en el fondo. Gustaba ir «de uniforme» -como llamaba a la sotana-. No tenía horarios de atención religiosa: sus jornadas eran enteras de Cristo, y lo hacía todo en nombre del Señor. Nunca desdibujó tampoco su personal espiritualidad, ni la redujo, como tantos, a una reglamentación casuística o a un emocionalismo fácil. Se hizo misionero para llevar la Fe a los corazones más desheredados de esta Argentina doliente. Y apologista para enfrentar la maldición de las sectas y las mentiras masónicas. Y orador entusiasta, para aplacar con las voces exactas los ruidos fariseos, y celebrar con la palabra justa las glorias de la Cristiandad. Cuando el Padre Alberto misionaba elegía los parajes más desatendidos e inhóspitos, allí donde los criollos habían sido abandonados a su suerte por la perversidad del sistema dominante. Y volvía de la misión, rico en experiencias apostólicas y en decires campestres que solía aplicar en sus clases y cursos. Su gloria -gustaba repetirlo- no era tanto haber estudiado en Europa cuanto haberse desempeñado como cura rural.

Este don de congeniar con los más sencillos -de hablarles claro y sacarlos del error, de entusiasmarlos en la recuperación de los valores superiores- le venía desde sus años de fogueada juventud. Una de esas cientos de anécdotas a las que antes aludíamos, y que están ligadas íntimamente a su memoria, nos lo recuerda discutiendo en plena calle con un empecinado marxista. Ante la ausencia de argumentos -pues le habían sido prolijamente refutados- el contrincante no encuentra otra fórmula de ataque que el cansado latiguillo del elitismo y del señoritismo burgués. Pero entonces sucedió lo imprevisto: desde un camión de recolección de residuos no de los sofisticados de ahora sino de los ennegrecidos de antaño- un morocho fierazo reconoció a Alberto Ezcurra. Lo llamó por su nombre y por su jerarquía en la militancia nacionalista, clavó el brazo en lo alto y vivió estentóreamente a la patria. La discusión acabó exitosamente por razones de fuerza mayor...”


El 26 de mayo de 1993 murió de un cáncer el cura Alberto Ignacio Ezcurra Uriburu. Todo su intenso paso por este mundo fue "Milicia y servicio", la simbiosis de la “espada y la cruz”.

Como corolario y a modo de documento histórico, cabe señalar que Ezcurra fue el responsable de rezar un Responso fenomenal en la repatriación de los restos de Juan Manuel de Rosas que aquí se reproduce en su totalidad:



“En nombre del Padre y del Hijo y del espíritu Santo...Señor te damos gracias porque Juan Manuel ha vuelto a su Patria.


Te damos gracias porque ha vuelto por la puerta grande con el reconocimiento y con el honor que San Martín le deseara...



Te damos gracias porque ha encontrado un lugar en el corazón de su Pueblo...

Te damos gracias porque al sepultarlo, sepultamos más de cien años de leyenda negra, de oscuridad, de historia escrita con inexactitudes a designio...Te damos gracias en nombre de todo este Pueblo en fiesta...Y te pedimos Señor...Te pedimos que no olvidemos nunca las cosas grandes de nuestro pasado porque una Nación solo puede construir su futuro si como un árbol tiene hundidas profundamente las raíces en la Verdad de su pasado.



Te pedimos Señor que el ejemplo de Juan Manuel sea la inspiración de nuestra juventud. Que miren no a los ídolos de la farándula o de las series extranjeras sino al ejemplo de los santos y al de los héroes y encuentre en Juan Manuel el arquetipo del Gaucho y del Patriota... Que Juan Manuel con su austeridad y con su honradez, con su patriotismo y con su firmeza sea el ejemplo para nuestros hombres de gobierno.


Te pedimos Señor por la Unidad de todos los argentinos. Por una unidad que no sea construida sobre pactos que no se cumplen, sobre dobles discursos, sobre palabras falsas ni un sentimentalismo que no dura sino en la verdad de una empresa grande, de una empresa nacional del Bien Común de la Patria puesto por encima de los intereses particulares, por encima de los intereses de sector, de clase o de partido.



Te pedimos nos des la gracia de construir la Argentina mirando hacia las profundas raíces, hacia los valores espirituales, culturales y tradicionales de nuestra Patria. No hacia lo que nos viene importado desde afuera, hacia las ideologías, hacia los imperios que Juan Manuel enfrentó sin ceder ante ellos ni un 'tranco de pollo'.



Te rogamos Señor por los que han hecho esta Patria, regando y santificando su suelo con el sudor en el trabajo, con la sangre en las batallas. Te rogamos por el alma de todos los muertos por la Patria. En la Independencia, en las guerras de la Soberanía, en la Vuelta de Obligado. Por aquellos que no descansan sino esperan en la turba de las Malvinas y en las aguas heladas de los mares del sur. Te rogamos Señor que le des a Don Juan Manuel de Rosas el descanso eterno y que a nosotros nos niegues el descanso, nos niegues la tranquilidad, la comodidad y la paz hasta que con los escombros de esta Patria en ruinas sepamos edificar la Argentina Grande que Juan Manuel amó, en la cual soñó y por la cual entregó su vida.


Padre nuestro, que estás en los cielos. Santificado sea el tu nombre. Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos dejes caer en la tentación. Más líbranos del mal. Amén.


Dale Señor el descanso eterno y brille para su alma la luz que no tiene fin.

Que el alma de Don Juan Manuel de Rosas y las almas de todos los fieles difuntos por la misericordia de Dios, descansen en paz y que la bendición de Dios Todopoderoso, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo descienda sobre todos los aquí presentes y sobre todo el Pueblo de nuestra Patria”.

Por Federico Gastón Addisi y Damián Oviedo.



Bibliografía:


- CAPONNETTO, Antonio, Padre Alberto Ezcurra. Católico y nacionalista, Rev. Inst. Inv. Históricas J.M. de Rosas, N 32, Bs As, 1993.


- GUTMAN, Daniel, Tacuara, historia de la primera guerrilla urbana argentina, Vergara, Bs As, 2003.


- BARDINI, Roberto, Tacuara, la pólvora y la sangre, Oceano, Cuidad de México DF, 2002.