27 de enero de 2012

ENRIQUE YATEMAN: VENCEDOR DE PAVON Y VERDUGO DE LA CONFEDERACION ARGENTINA

Cartel que identifica el lugar donde se produjeron las dos batallas de Pavón, la de 1820 y la de 1861.


“Después de la larga noche de la tiranía rosista, la Masonería, que vivió oculta o semioculta, reabre sus ‘trabajos’; para replegarse luego en el silencio de sus ‘talleres’ al terminar el período de la organización nacional.”

(“Símbolo”, publicación de la Gran Logia de la Masonería Argentina, Septiembre de 1948, Buenos Aires)


Todo, al parecer, se habría iniciado la noche del 21 de julio de 1860. Ese día, tuvo lugar la celebración de una Gran Asamblea del Gran Oriente de la Gran Logia de la Argentina en el templo masónico de su sucursal metropolitana, el Oriente de Buenos Aires. Reunidas allí las principales autoridades políticas del momento (Justo José de Urquiza, Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento y Santiago Derqui), bajo los principios lúgubres de la Masonería se daba el puntapié inicial para la “organización nacional”.

Eran tiempos aún de la Confederación Argentina, si bien no era efectiva su integración total dado que el interior y Buenos Aires no habían llegado a un regio acuerdo para imponer un único sistema político. En aquel tiempo, la capital de la Confederación era la ciudad de Paraná, Entre Ríos, y fue el período en que con cierta relatividad los futuros caudillos federales alzados vivieron calmos y seguros. El coronel Felipe Varela venía de ser edecán del general Urquiza; Juan “Lanza Seca” Saá era gobernador de San Luis; Ángel Vicente Peñaloza era, a la sazón, lugarteniente de Urquiza en La Rioja, siendo ascendido por éste al grado de general de la Confederación; y Ricardo López Jordán, ya con el generalato encima, estaba como ministro de Urquiza, viviendo tranquilamente en su estancia de Arroyo Grande que había adquirido por ese entonces.

Los logiados, sin embargo, deseaban el ingreso del país a la división internacional del trabajo impuesta por Gran Bretaña, con la condición de que dicha nefasta alianza se hiciera con hombres imbuidos bajo los principios del liberalismo en auge. Cuando se celebró la ‘tenida’ masónica, hacía casi tres meses que Urquiza había vuelto a ocupar la Gobernación de Entre Ríos (asumió el 1° de mayo de 1860), y la presidencia de la República Argentina estaba a cargo de Santiago Derqui. Bartolomé Mitre se erigía como gobernador de la provincia de Buenos Aires, y el sanjuanino Sarmiento era su ministro de Gobierno. Esa noche, tomó la palabra un Grado 33: José Roque Pérez (primer Gran Maestre de la Gran Logia de la Argentina en su historia), quien se dirigió a los “Grande Dignatarios de la Orden; Soberanos Príncipes Rosa Cruces; Ilustres Venerables; Masones todos que asistís a esta grande Asamblea”. Y a renglón seguido, espetó el lineamiento que le aguardaba a la patria como un camino del cual ya no era posible apartarse: “La lucha de la libertad aun no está terminada: estaralo (sic) cuando se haya cimentado la verdadera libertad civil, política y religiosa…”. ¡Quién lo diría! Esa lucha por la “verdadera libertad”, en poco años más, tendría como símbolo supremo el cepo colombiano, la decapitación y el martirio de nuestros mejores criollos.

Como tutores encargados de responder fielmente a los dictámenes del nuevo orden mundial que se avecinaba, ese mismo 21 de julio la Gran Logia de la Argentina ungió, con el Grado 33 de Gran Maestre, a Urquiza, Mitre, Sarmiento y Derqui. Ahora sí, estaban en condiciones de ser los nuevos popes de la Argentina postiza.

LA CONFEDERACION ANTES DE PAVON

Varios aspectos habían cambiado desde la caída de Rosas el 3 de febrero de 1852, algo que se lo hizo saber el propio Urquiza al darse cuenta del grave error que cometió al dejarse comprar para derrotar a la Santa Federación. El remordimiento que pesaba sobre las espaldas del entrerriano lo padecerá hasta el día en que fue asesinado en su lujoso palacio. “Toda la vida –dirá después de Caseros en correspondencia al ministro inglés Gore- me atormentará constantemente el recuerdo del inaudito crimen que cometí al cooperar, en el modo que lo hice, a la caída del general Rosas. Temo siempre ser medido con la misma vara, y muerto con el mismo cuchillo, por los mismos que por mis esfuerzos y gravísimos errores he colocado en el poder”.

Si las fracturas en el seno mismo de los vencedores de Rosas ya evidenciaban disidencias insuperables, casi una década más tarde las mismas traían consigo la artera declaración de muerte, unida a la venganza y a las ansias de poder. En el interregno Caseros-Pavón, todo será realmente confuso, porque muchos viejos federales rosistas ahora eran urquicistas, a la vez que muchos federales del interior simpatizaban con el liberalismo porteño. En esa década, se había diluido el fundamental combate contra los masones, a cuyos miembros se los identificaba, claramente, con el bando unitario (de allí, el común denominador de logias unitarias con que se designaban a estas sociedades y sus ‘talleres’ en tiempos de Rosas). E incluso, tras el derrocamiento del Restaurador muchos de sus funcionarios abrazaron los postulados del Gran Arquitecto del Universo: Bernardo de Irigoyen, Álvaro José de Alzogaray, Juan Moreno, Francisco Javier Muñiz, etc.

Santiago Derqui fue un hombre tibio, aunque no tan dual y falso como el general Urquiza. De acuerdo al autor que se tome, Derqui fue “unitario” o “federal”, cuando lo cierto es que nunca tomó verdadera posición al respecto, si bien vivió su momento de gloria cuando fue impuesto como presidente de la Confederación Argentina en 1860. Nos dice el autor Alfredo Terzaga: “En los días oscuros que siguieron a la tragedia de Barranca Yaco (1835), Derqui, como presidente de la Legislatura local, trató de embotar la ofensiva de Rosas contra Córdoba y propuso, sin éxito, la candidatura de don Mariano Lozano que era amigo del gobernador porteño. Detenido con muchos otros cuando asumió Manuel López fue llevado a Santa Fe, desde donde logró pasar a Corrientes (don Estanislao, pese a su larga luna de miel con Buenos Aires, se reservaba siempre alguna carta del mazo…)”.

Se dice que en Corrientes, Derqui trabó amistad con Pedro Ferré y con su comprovinciano, el general José María Paz, y que después “estuvo en Montevideo en la época del sitio, sin participar en los círculos de los emigrados porteños”. Más tarde, viajó con Paz a Río de Janeiro, y en 1845 regresa a los pagos correntinos, donde casa con Modesta García de Cossio, descendiente de uno de los protagonistas de los días de Mayo de 1810, don Agustín García de Cossio. Parece que en su juventud, Santiago Derqui era enemigo de José María Paz, sin conocerlo personalmente todavía, y todo porque en sus años mozos Derqui fue periodista de cuño federal. Peor aún: cronista que alentaba el accionar de las fuerzas federales que fueron a quitar del gobierno de Córdoba al “Manco” Paz, del que se había apropiado ilegalmente en 1829. Al ocurrir la batalla de Caseros, Paz y Derqui tomarían distintos caminos. El primero, quería que los destinos del país se rijan desde Buenos Aires, mientras que Derqui se fue al lado de Urquiza, de quien llegó a ser su Ministro del Interior.

Con mucha probabilidad, el anteúltimo presidente de la Confederación Argentina ha sido mirado desconfiadamente por la casta porteña más recalcitrante, de allí las complicaciones que tuvo que padecer Derqui para dirigir el rumbo de un sistema que perdía dinero desde el puerto y la aduana, y que constantemente era amenazado por la avalancha unitaria de Buenos Aires. Hasta la derrota confederada de Pavón, Santiago Derqui vivió en carne propia las acciones subversivas de los grupos liberales que estaban desparramados en todas las provincias del interior, prestos para encender la rebelión. La batalla de Cepeda (1859) –triunfo urquicista sobre los batallones porteños- es, a esta altura de las circunstancias, un hecho de armas sin mucha resonancia como podrá apreciarse.

Así lo grafica Terzaga: “Buenos Aires, mientras tanto, aprovechaba su condición de “hermana reincorporada” para buscar acceso libre hacia el Interior, tratando de vigorizar la acción de los grupos que actuaban bajo la divisa liberal, aunque declarando aceptar la causa de la Confederación”. ¿Quiénes eran los máximos representantes de esos agrupamientos? En la provincia de Tucumán, el doctor Marcos Paz. En Córdoba, su gobernador, Mariano Fragueiro, Justiniano Posse (futuro mandatario provincial) y Antonio del Viso, entre otros. Aberastain hacía lo propio en San Juan. Los Taboada en Santiago del Estero. Y así en todo el territorio nacional.

YATEMAN: EL FINAL DEL CRIOLLAJE

Varias lecturas surgen de la ‘tenida’ masónica del 21 de julio de 1860: la más promovida, que desde allí se consolidó el cimiento de la Argentina “organizada” y “civilizada”. Otra: que ya no habría más lugar para ningún conflicto interno entre los ‘hermanos’ liberales. Y una tercera, que en el banquete se preparaba el sistemático aniquilamiento del federalismo como expresión política y social, es decir, la ultimación de la patria religiosa, hispánica y criolla. Pero tendría que transcurrir un año más –y una batalla decisiva todavía- para que esos puntos tomen un cariz realista. Para llegar a la meta, Derqui ya no contaba y la Confederación Argentina tenía que desaparecer.

Quizás por eso, nadie ignoraba ya el comienzo inminente del plan anunciado. Bartolomé Mitre tamizó sus ambiciones políticas invitando a Santiago Derqui y Urquiza a Buenos Aires, para la celebración de su asunción como nuevo gobernador bonaerense… Era una invitación final, de vida o muerte, de aceptación o cadalso. La ‘tenida’ de julio de 1860 tuvo, como las demás reuniones de carácter festivo, “la oportunidad para negociaciones entre las partes, pero su brillo no logró imponer el convencimiento de que la unión nacional fuera efectiva. La “hermandad” masónica no impediría a Mitre seguir trabajando contra el presidente de la Nación (Derqui)”. Más claro, echarle agua.

La batalla de Pavón iba a exponer con crudeza el ocaso que se iba a cernir sobre la patria gaucha. En ese sentido, sí debemos apuntar a la masonería, por cuanto evitó un mayor baño de sangre entre los jefes logiados pero, no así, entre el milicaje pobre y corajudo que nada entiende de ‘tenidas’ ni maquinaciones a oscuras. Un Gran Maestre Grado 33 como Urquiza no mató, porque así lo disponía la Masonería, al también Gran Maestre Grado 33 Mitre. Tuvo mil oportunidades para hacerlo en el campo del honor, para entronar al federalismo y destrozar, de una buena vez y para siempre, al cancerígeno liberalismo unitario. No lo hizo. Un personaje, Enrique Itman (o Enrique Yateman), será el responsable de la metástasis.

Esta nota no pretende ser una narración de los hechos militares sucedidos en los campos de Pavón, el 17 de septiembre de 1861, porque el foco de atención está puesto en lo verdaderamente sutil que ha sido mucho más efectivo que lo disparado por la artillería o la infantería juntas. Ningún fusil apuntó contra la humanidad de Enrique Itman. Ni un solo cañón confederado le voló la tapa de los sesos a ese sujeto al que nadie había visto con anterioridad. Los grandes acontecimientos suelen tener, a menudo, ejecutores discretos y de muy bajo perfil. Pasan a la historia como ‘grises’, y su memoria apenas suele tener perturbaciones póstumas, cuando ya todo ha transcurrido, cuando todo es irreversible.

Quien más se ha ocupado por desenmascarar a Enrique Itman fue el revisionista Pedro de Paoli, infatigable investigador que le ha puesto singular atención a la influencia de la Masonería en el devenir de la historia nacional. En 1949, sacó una obra maravillosa: Los Motivos de Martín Fierro en la vida de José Hernández. En sus páginas, nos brinda una precisa descripción de este hombre ‘gris’ que fue, ni más ni menos, que quien puso punto final a las aspiraciones de la patria auténtica, telúrica. Dice así de Paoli:

“El doce de septiembre, medio desorientado (José Hernández, teniente ayudante federal) por la profusión de regimientos que ocupan el campo, llega al ejército de la Confederación, en demanda del general Urquiza, el caballero norteamericano y sobrino político de Mitre, míster Yateman. Es un hombre joven, elegante, distinguido y delicado. Viste a la inglesa y se defiende del fuerte sol con un sombrero Panamá de anchas alas, rodeado de un pañuelo blanco de seda.

“¿Qué busca este extranjero en las filas del ejército de la Confederación? ¿Qué quiere este extranjero en vísperas de una batalla entre dos fuerzas argentinas? ¿A quién representa, quién lo manda?

“Si es representante de Mitre, sorprende que éste no tenga un argentino para enviar ante el general enemigo. Míster Yateman muestra un salvoconducto firmado por Mitre, y los soldados lo conducen a la tienda del general Urquiza. Entra con toda confianza y saluda con particular afecto al general. Luego de dos horas míster Yateman, escoltado por un edecán de Urquiza y cuatro soldados, sale llevando una carta del general en la que solicita a Mitre una entrevista, que no sabe si se realizó o no. Los soldados ven pasar a ese hombre extraño para ellos, escoltado con tantos miramientos y se quedan intrigados. Mientras, amable y cortés, míster Yateman, prohombre de la masonería porteña, satisfecho del buen éxito de su misión, da rienda a su caballo y sale al trote inglés hacia el campamento de Mitre. No se ha alejado una cuadra, cuando alguien en un fogón, mirando fijamente al extranjero, dice como al descuido: “Ese gringo se lleva el parte de la victoria”[1]. Al rato regresa el edecán y la escolta, a los que los soldados miran como emisarios de mal agüero. Poco después, el campamento vuelve a tener el aspecto de costumbre. Pero la suerte de las armas ya está decidida. Al día siguiente el ejército retrocede y acampa sobre el Arroyo Pavón.”

Es de este modo, y no de otra manera, que se dan las circunstancias por las que Bartolomé Mitre vence en la batalla de Pavón, cuando Urquiza ya había diezmado buena parte de sus fuerzas. Al entrerriano le faltaba solamente que su caballería e infantería siguieran abriendo, con feroces estocadas, las filas desordenadas de los batallones porteños. Hernández, Arnold, Leandro Nicéforo Alem, Saá, Peñaloza y López Jordán eran testigos privilegiados de la entrega de Urquiza y el final del criollaje como pauta cultural nativa.

DATOS FILIATORIOS DE YATEMAN

¿Quién era Enrique Yateman, el hombre que determinó la caída de la Confederación Argentina y el extravío de los destinos nacionales? Hay varios datos dispersos que necesitan un ordenamiento claro para mejor entender al personaje en cuestión.

En primer lugar, el verdadero nombre no era Yateman sino Enrique Itman, “que en idish –agrega Pedro de Paoli- quiere decir “hombre judío”, y se descompone así: “It”, judío, y “man”, hombre”. Había nacido en Estados Unidos hacia el año 1809 como Enrique Esteban Itman Collins (llamándosele, en nuestro país, Enrique Yateman a secas), siendo prestamista y corredor de bolsa. También se lo sindica como sobrino político de Bartolomé Mitre, aunque no he podido corroborar tan relevante prueba, si bien ambos tenían membresía masónica. ¿Habrá estado Yateman en la ‘tenida’ del 21 de julio de 1860? Es muy probable, más sabiendo cómo se dieron las cosas cuando Pavón.

No se sabe el año de llegada de Yateman a nuestro país, pero sí la fecha de su casamiento: contrajo nupcias en Buenos Aires el 19 de diciembre de 1852 con Edelmira Carranza Viamonte, nieta por parte de madre del general Juan José Viamonte –ex gobernador de la provincia de Buenos Aires y luego salvaje unitario en su vejez-. Del matrimonio Yateman-Carranza Viamonte nacieron 4 hijos: Mercedes Yateman (1858-¿?), Enrique Yateman (1860-¿?), Virginia Yateman (1862-¿?) y Clara Yateman (nacida en 1864 y dueña en Costa Rica de uno de los latifundios más grandes de dicho país, llamado “La Palma”. Como se sabe, la familia Viamonte fue de ferviente extracción unitaria, por lo que varios de sus integrantes debieron exiliarse en Montevideo durante la Santa Federación.

Esta relación de Yateman (o Itman) con la familia Carranza Viamonte, da por tierra con una de las hipótesis barajadas en su momento por de Paoli, quien afirmaba, basado en Adolfo Saldías, que el masón hebreo Yateman había casado con “una señorita Gorostiaga”.

Existe una nutrida correspondencia que verifica de modo inobjetable la relación Urquiza-Yateman antes, durante y luego de Pavón. Por añadidura, esta sociedad también tuvo lazos firmes con los Mitre, Gelly y Obes y otros más, indudablemente. E incluso, con otros apellidos del mismo origen: el Barón de Mauá (financista en el Plata de la Banca Rothschild) y José de Buschental. Por eso, Enrique Yateman actúa “como agente financiero y prestamista de fuertes sumas a ambos grupos”, tanto unitarios como confederados.

En el Museo Histórico Nacional de Buenos Aires, existe una carta fechada el 9 de enero de 1863 (casi un año y medio después de la batalla de Pavón), en la que el general Justo José de Urquiza “le escribe a Adolfo E. Carranza diciéndole que espera que haya recibido el giro para pagar el documento de Yateman”, afirma de Paoli en su obra ya citada. Es el Documento N° 3676 – O. 1.p N° 971.

Parece que, según se desprende de otra carta de febrero de 1863, los servicios masónicos prestados por Yateman le retribuyeron, como contraparte, una enorme cantidad de dinero, la suficiente como para adquirir un predio cerca de lo que hoy es el Parque Nacional “El Palmar de Colón”, en la provincia de Entre Ríos.

La espeluznante y sorprendente derrota del provincialismo fue motivo de asombro por parte del, hasta entonces, vicepresidente de la Confederación Argentina, general Juan Esteban Pedernera, quien anotó en sus Memorias: “Puedo afirmar que el Sr. Capitán General (Urquiza), nuestro jefe y amigo, conforme a sus variantes políticas, muy naturales dada su idiosincrasia, no fue ajeno a la forma como se desarrollaron los hechos que terminaron en forma tan indefinida, como triste, en Pavón”.

Uno de los primeros pasos dados por las “sorprendidas” tropas triunfales de Mitre fue abordar y tomar la ciudad de Rosario, centro financiero más importante del interior. Era menester hacerlo, porque una vez deshecho el sistema confederado (que tuvo lugar el 12 de diciembre de 1861, con la firma del ya presidente Juan Esteban Pedernera), sobrevendría el despliegue absoluto del poder financiero extranjero, rapaz, abrumador, insensible. Era el mismísimo final del oasis argentino. Un genocidio brutal todavía impune se levantaba, soberbio, en el horizonte de las llanuras nuestras, en las comarcas montoneras, en la última payada de Mandinga contra Santos Vega, bajo la sombra del último ombú campero, adyacente a la última tapera envilecida. Sólo así, bajo estas condiciones, se implementaría la autoproclamada “organización nacional”.


Gabriel O. Turone


Bibliografía

- De Paoli, Pedro. “Los Motivos de Martín Fierro en la Vida de José Hernández”, Librería Huemul, 1968.

- Funes, Juan María. “¿Línea Mayo-Caseros ó Línea Mayo-Pavón?”, Librería y Editorial Castellví S.A., Santa Fe, 1963.

- Gálvez, Jaime. “Rosas y la Libre Navegación de Nuestros Ríos”, Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires 1944.

- Lappas, Alcibíades. “La Masonería en la Argentina a través de sus hombres”, Primera Edición, Argentina, Octubre de 1958.

- Rivanera Carlés, Raúl. “Rosas”, Editorial Liding S.A., Buenos Aires, Noviembre de 1979.

- Terzaga, Alfredo. “Mitre en Pavón: los días nefastos de la Confederación”, Revista “Todo es Historia”, N° 50, Año V, Junio 1971.


[1] Esta frase se la oyó decir el coronel Prudencio Arnold al ayudante José Hernández (el creador del “Martín Fierro”) en el campamento urquicista, previo a las acciones de Pavón. Así lo consigna Arnold –quien fuera un leal oficial de Rosas- en sus Memorias.

16 de enero de 2012

REIVINDICACION DE ROSAS EN EL "HUECO DE LOS SAUCES" (1° ACTIVIDAD DE 2012 DE JOVENES REVISIONISTAS)

Plaza Garay, en 1940.


El 3 de febrero de 2012, y en el mismo sitio donde redactara su renuncia (plaza Garay, ex Hueco de los Sauces), Jóvenes Revisionistas va a rendir un humilde homenaje y reivindicación al brigadier general Juan Manuel de Rosas, en el día que comenzaba su vil difamación por haber sido el defensor heroico de la soberanía nacional y las tradiciones de la patria.

Para eso, exaltaremos su figura como dirigente y gobernador, al tiempo que defenestraremos la versión de que a partir de Caseros comenzó la “organización nacional” por parte del unitarismo triunfante.

Mientras que cada 3 de febrero celebran el aquelarre de 1852 los beneficiados con el oprobio que significó derrocar al gobernador patriota, nosotros, Jóvenes Revisionistas, saldremos en día tan infausto para la patria a revalorizar al Restaurador de las Leyes.

LUGAR: Plaza Garay (ubicada en Avenida Juan de Garay y Pte. Luis Sáenz Peña, Ciudad de Buenos Aires).

DIA Y HORARIO: Viernes 3 de Febrero, a las 10:30 AM.

ADHIERE Y ORGANIZA: Jóvenes Revisionistas.


¡Están todos invitados!

Por la Patria y la Verdad.

13 de enero de 2012

EL PSEUDO REVISIONISMO ZURDO-MITRISTA, POR EDGARDO MORENO

El decreto del gobierno, por el cual se creó el denominado Instituto de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego, fue motivo de una sosa polémica en torno a los objetivos supuestamente revisionistas que tendría dicho organismo estatal.

Como era de esperar, desde los ámbitos académicos dominados por los cultores de la llamada Historia Social, se reaccionó en contra de la medida. Y aunque sus expresiones en general tuvieron el tono soberbio que los caracteriza, su vehemencia fue bastante controlada. Seguramente por el temor a que una excesiva diatriba los coloque en el incomodo lugar de opositores al gobierno.

Según estos historiadores, el Estado, al impulsar la formación de un instituto integrado por escritores mediocres o meros divulgadores sin formación académica, menosprecia y descalifica el trabajo de los investigadores y científicos acreditados.

En ese sentido, Luís Alberto Romero refiriéndose a los miembros del Instituto de marras, afirmó que ninguno de ellos es reconocido, o simplemente conocido, en el ámbito de los historiadores profesionales. De los 33 académicos designados, hay algunos conocidos en el terreno del periodismo, la docencia o la función pública. Dos de entre ellos, Pacho O'Donnell y Felipe Pigna, son escritores famosos. En mi opinión, entre ellos hay muchos narradores de mitos y epopeyas, pero ningún historiador. Nada comparable con los fundadores del revisionismo”.

Llama la atención la última frase de Romero, quien además reconoce que en el revisionismo militaron historiadores y pensadores de fuste”, y cita entre ellos a Julio Irazusta, Ernesto Palacio y José Maria Rosa; este desliz –viniendo de quien viene- es un justo reconocimiento al revisionismo fundacional. Aunque a renglón seguido les señala el defecto de adherir “a la idea de la conspiración”, es decir a la creencia de que “los vencedores han mantenido oculta una historia verdadera”. Como si no fuera esto estrictamente cierto; y como si no fuera esta la razón por la cual recién ahora un mínimo y fugaz comentario laudatorio se desliza sobre ellos; al tiempo que se descalifica arteramente su enfoque hermenéutico.

En fin, volviendo a las objeciones que plantean estos profesionales de la historia; la otra cuestión que los tiene preocupados es la posibilidad de que el gobierno trate de imponer una historia oficial que no es la de ellos. En ese sentido Beatriz Sarlo denunció que estamos ante “una operación montada desde la Casa Rosada con el objeto de instaurar un pensamiento único del pasado”.

En realidad resulta inaudito que los liberales se rasguen las vestiduras por este asunto, ya que fueron ellos quienes impusieron la versión dogmática de nuestro pretérito que pergeñó Mitre y compañía; y a la cual los actuales académicos profesionales le siguen rindiendo tributo adornándola con aportes que en nada la modifican.

De todos modos, en vano se están preocupando. Sus puestos están asegurados y nada sustancial del relato oficial de nuestra historia se verá afectado.

En efecto, el peligroso “revisionismo” del Instituto Manuel Dorrego no lo es tal, es una mera impostura.

Quienes integran dicho organismo solo son un rejuntado de liberales, indigenistas, guevaristas, y neomarxistas, unidos todos por su común militancia Kirchnerista. Por lo que nada que salga de ahí tendrá relación alguna con el verdadero revisionismo.

Cualquier aficionado a la historia sabe que el Revisionismo histórico es una corriente historiográfica que se propone develar la verdad de nuestro pasado, interpretando los hechos a la luz de los intereses nacionales; y que obviamente en ese afán los revisionistas –mas allá de sus matices- confrontaron, y confrontan, con la historia oficial que impusieron los vencedores de Caseros a los efectos de justificar su traición y de legitimar un modelo de país subordinado a los intereses foráneos.

Pues bien, desde el Dorrego nada que se le parezca sucederá.

En efecto, su mismo presidente, el ex alfonsinista y ex menemista Pacho O´Donnell, se encargó de declarar en el diario La Nación que la historia oficial no será cuestionada. Sin preocuparse en ningún momento por el principio de no contradicción afirmó: “yo soy un revisionista que nunca ha hecho antimitrismo”. Y para que a los descendientes de Mitre -propietarios de dicho diario-, no les queden dudas calificó a este nefasto personaje como “maravilloso”.

En el mismo sentido que O´Donnell se pronunció Faustino Schiavoni, otro integrante de este Instituto supuestamente revisionista, quien dijo que “No se trata de demonizar a Sarmiento, por ejemplo, porque hay que contextualizar las cosas en su tiempo”. Por otro lado, en un arresto de sinceridad opinó que más que de revisionismo él prefiere hablar de una historia “nacional y popular”.

Bueno, por ahí nos vamos entendiendo mejor. Se va aclarando para que ha sido fundado este Instituto.

No hay dudas que esta iniciativa, lejos de impugnar a la historia liberal y a la historia social, lo que buscará es conciliar con ellas dándole un matiz K.

De modo entonces que la mayoría de los argentinos seguirán sin conocer la verdad integra sobre nuestro pasado, y sobretodo victimas de hermenéuticas falaces que en nada aportan a la comprensión de nuestro origen, a la formación de una conciencia nacional, y al discernimiento del destino común. Es decir presos de una historia que no sirve para nada que no sea funcional a los intereses antinacionales.


Edgardo Atilio Moreno

7 de enero de 2012

ENTREVISTA A ESTHER RODRIGUEZ ORTIZ DE ROZAS DE SOAJE PINTO, POR FRANCISCO NÚÑEZ PROAÑO



Doña Esther Rodríguez Ortiz de Rozas de Soaje Pinto junto al retrato de su ascendiente Don Juan Manuel de Rosas.


Francisco Núñez Proaño es Miembro Correspondiente de Jóvenes Revisionistas en el Ecuador. Antes de haberse arrimado a los pagos del Plata, hacia el mes de octubre de 2011, estuvo, como siempre, dedicado a elogiosas tareas de revisión histórica en Quito. Aquí, en Buenos Aires, tuvo el privilegio de cruzarse con la señora doña Esther Rodríguez Ortiz de Rozas de Soaje Pinto, experta genealogista y mejor heraldista que desciende del Ilustre Restaurador de las Leyes. A ella entrevistó nuestro miembro ecuatoriano, y este es el testimonio:


Entrevista a Esther Rodríguez Ortiz de Rozas de Soaje Pinto


Hace poco tuve el honor y el placer de conocer a una distinguida dama argentina: doña Esther Rodríguez Ortiz de Rozas de Soaje Pinto (1), reconocida heraldista y genealogista porteña; se desempeña como Vicepresidenta del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas. Amablemente me ha concedido la siguiente entrevista que publico ahora:



¿Qué impresiones le ha causado San Francisco de Quito las dos veces que la ha visitado?



Mi primera visita al Ecuador fue extraordinaria, fueron muchas impresiones juntas… La invitación que recibí para el congreso por los 450 años de Guayaquil, la tomé como una locura, para mí que no tenía experiencia genealógica, ya que hasta entonces mi especialidad era la heráldica… Ir al encuentro de genealogistas americanos que no conocía llevando mi trabajo… era una locura total… Pero despertó en mi una cantidad de recuerdos….mi madre me había regalado una reliquia de Santa Marianita de Jesús Paredes…la busqué y me puse bajo su protección….al minuto estaba buscando mis antepasados ecuatorianos, los Paz, y ya con un entusiasmo que nada me paraba, llamé a los organizadores del congreso y esa misma noche estaba anotada como asistente. Muy interesante el contacto con los nuevos amigos ecuatorianos, colombianos y peruanos que me trataron con mucho afecto, y luego de esos lindísimos días, pasé a Quito…allí durante 15 días recorrí su casco histórico, teniendo como guía nada menos que a Fernando Jurado Noboa y a Antonio Mortensen. Las iglesias, los claustros, las lápidas de los conquistadores con sus escudos, las leyendas… colmaron todas mis expectativas…fue un viaje fantástico.


En esta segunda visita…debí cumplir con todas las obligaciones del congreso que fue muy interesante y con muy buenos trabajos, pero solo tuve un día para volver a recorrer los lugares de mis antepasados, la iglesia de San Marcos, fotografiar la lápida de Rodrigo Sánchez a la entrada de San Francisco…y me quedaron en el tintero, el camino del Inca, la calle de Ronda, la casa de Benalcázar, y tantas maravillas mas…


Coméntenos sobre su ponencia en la VXII Reunión Americana de Genealogía y VII Congreso Iberoamericano de Ciencias Genealógicas y Heráldicas realizada en Quito en el mes de septiembre de 2011: La heráldica de los conquistadores. Relacionado a ésta, es mito usual el afirmar que vino lo peor de España a América, sobre todo en los inicios de la conquista y colonización. ¿La heráldica de los conquistadores y sus probanzas, así como su genealogía nos ayudan a desmentir esto?


Para el Congreso de Galicia del año 2002, mi ponencia fue “Las Fundaciones del siglo XVI” en América. A mi vuelta sentí que hubiera debido decir mucho más de lo que dije, de las ciudades, de los fundadores…en fin mi trabajo para mi había quedado trunco… Y en este congreso se me presentó la oportunidad de hacerlo, y no la dejé pasar. Hablar de los conquistadores, de sus orígenes, ahora que han vuelto a despertar la leyenda negra de la escoria que fueron…olvidando que la Casa de Contratación de Sevilla cumplía una misión y controlaba sus pasajeros a Indias… que aquella idea de Isabel la Católica de que se abrieran las cárceles, si a la empresa de Colón no se adhería nadie…no llegó a cumplirse… Que ese despertar lo ha aprovechado el indigenismo y los derechos humanos, para tomar cuerpo en todo el continente… Quise señalar el origen, el matrimonio, la descendencia de esos conquistadores de los cuales provenimos…mostrar sus armas, el reconocimiento que habían ganado por sus méritos.


Le agradecería nos explique su relación genealógica como descendiente de Juan Manuel Ortiz de Rozas y López de Osornio, también conocido como Juan Manuel de Rosas: Su descendencia en nuestros días y lo relacionado a ellos, como el hecho que usted me comentó, sobre algún historiador argentino que dejó sin descendencia a Rosas en uno de sus libros.


El brigadier General Don Juan Manuel de Rosas es mi 4º abuelo. Su único hijo varón llamado Juan Bautista, casado con su tía segunda Mercedes Fuentes, tuvo también un solo hijo llamado Juan Manuel León, casado con su varias veces prima Malvina Ezcurra. Éste tuvo 8 hijos varones y 2 mujeres, de los cuales el mayor Juan Pedro, casado con Señorina Manterota es el padre de Esther Ortiz de Rozas, casada con Miguel Rodríguez, mis padres. El hecho de que Juan Bautista sea muchas veces ignorado no es disculpable, los historiadores tienen la obligación de investigar, ya que en su juventud acompañó mucho a su padre, y su actuación figura en los Archivos de la Nación. Pero después de su matrimonio se dedicó a la administración de los campos y no tuvo vida política. Además la predilección de Rosas por su hija y la dedicación de ésta por su padre, la tuvo siempre en un primer plano, contrastando con la actitud reservada de su hermano.


Las generaciones 3ª y 4ª de la familia, han tenido todos vocación de servir a la patria y han desempeñado cargos públicos tanto en el país como en el exterior. En este momento tenemos un embajador, un comodoro y un sacerdote, que llevan el nombre de Juan Manuel O. de R. Somos casi 600 descendientes.


Pregunta de cajón: Juan Manuel de Rosas y usted: ¿Qué opinión histórica le merece el Restaurador de la Leyes?


Los que han nacido en una familia con antecedentes históricos, o que en algún momento han tenido una actuación expectable, han debido saber y conocer el pensamiento de aquellos, para entender las razones y los motivos de sus éxitos o de sus fracasos. No es raro entonces que crezcan hablando y discutiendo temas históricos desde niños. En mi caso particular, al tener esa honrosa vinculación por las dos líneas, paterna y materna pero con pensamientos opuestos (doña Esther también desciende de Martín Rodríguez, gobernador de la Provincia de Buenos Aires), he convivido con ese espíritu de apoyo y admiración hacia mis antepasados, y el paso de los años no ha aminorado mi entusiasmo por el estudio y el interés de sus vidas.


Aprovechando la efeméride cercana: ¿El 12 de octubre, qué nos significa hoy en día?


Creo que el 12 de Octubre debe ser para todos los americanos, y para nosotros de ascendencia española, el más grande de los festejos. Esa fecha es nuestra entrada en la fe y la civilización.


El historiador argentino Manuel Gálvez, uno de los mejores biógrafos de nuestros continente escribió una excelente biografía de Juan Manuel de Rosas, la cual sin duda alguna la ha leído; de igual manera, tiene otra excelente biografía de Gabriel García Moreno, el presidente ecuatoriano: ¿Ha podido leer esta última? ¿Qué opinión histórica como americana le merece García Moreno?


Me interesó mucho el estudio de esas dos personalidades, y como no he leído la biografía de García Moreno, se la he encargado a mi librero y luego se la comentaré.


Ya en el campo genealógico: ¿Conoce de relaciones genealógicos entre hombres y mujeres destacadas de Ecuador y Argentina?


Creo que no hay muchas relaciones genealógicas entre familias de Ecuador y Argentina en los siglos XVIII y XIX, pero si muchísimas, como en mi caso, a las que nos unen los siglos XVI y XVII.


Algún comentario final en relación a su estadía en el Ecuador o a su labor como genealogista y heraldista


Esa relación que establecí con los ecuatorianos en 1988, se renovaba cada dos años, al encontrarme con Marcia Stacey de Valdivieso o con alguno de los genealogistas en los congresos, que me daban noticias de todos… Este año pude hacerlo “in situ” y recordar aquella primera visita, pero como todo lo bueno que se disfruta, queremos como los niños seguir pidiendo, otra vez, otra vez…


Mientras tanto y hasta que Dios disponga de mi vida, seguiré trabajando en el estudio de la genealogía y la heráldica, de las primeras familias que vinieron a poblar esta maravillosa América.




Esther R.O.R. de Soaje Pinto.



Buenos Aires. Octubre 2011



Por Francisco Núñez Proaño





Doña Esther Rodríguez Ortiz de Rozas durante su ponencia en la Universidad Andina Simón Bolívar de Quito en el marco de la XVII Reunión Americana de Genealogía y VII Congreso Iberoamericano de las Ciencias Genealógicas y Heráldicas.





(1) Doña Esther. R. O.R. de Soaje Pinto es Miembro de Número del Instituto de Estudios Iberoamericanos; Miembro Correspondiente1976 a 1982 y Miembro de Número desde 1994, del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas, colaboradora de su revista “Genealogía” en sus publicaciones N° 17 , 18 , 31 y de sus boletines bimestrales; Miembro de Número de la Academia Americana de Genealogía; Miembro Correspondiente del Centro de Estudios Genealógicos de Córdoba; Miembro dela Asociación de Damas Patricias “Remedios de Escalada de San Martín”; Miembro fundadora dela Asociación de Mujeres Hispanistas; Miembro Correspondiente de la Academia Mexicana de Genealogía y Heráldica; Miembro Correspondiente dela Academia de Genealogía de Costa Rica; Miembro Correspondiente del Instituto Peruano de Genealogía; Heraldista Emérita de la Academia Heráldica de Historia de Colombia; Colegiado Correspondiente del Centro de Estudios Históricos “ Cacique de Turmeque” de Colombia. Ha sido Condecorada con la “Palma dela Orden de San Martín de Tours” 1987 –Buenos Aires, Argentina-, distinción que se otorga una vez al año a cinco mujeres destacadas en el campo de la cultura, de las ciencias y las artes; es Divisera Consorte del Capítulo Argentino de la Cofradía Española “Divisa Solar y Casa Real de la Piscina”; y Dama de la Orden de San Mauricio y San Lázaro, Orden Dinástica de la Real Casa de Savoia. Entre sus múltiples trabajos heráldicos y genealógicos se encuentran “Escudos de Armas de la Familias del Virreinato”, “Escudos de Armas de las Principales Familias Argentinas”, “Antiguas Familias de Salta”, “Grandes Troncos Americanos”, “Fusión de dos Razas”, “Conquistadores que partieron de Cuba”, “Antecedentes Genealógicos del General Martín Rodríguez en el 150º aniversario de su muerte”, “Virreyes y Virreinas Novo Hispanos”, “Armas otorgadas por Carlos I y Felipe II a las ciudades fundadas en el siglo XVI.”, “Ascendencia Real de los Virreyes del siglo XVI, XVII y mediados del XVIII”, “Los Virreyes Españoles en América”, etc.

2 de enero de 2012

RUINAS DE CUARTEL DE LA MAZORCA, EN EL BARRIO DE BARRACAS


Hallamos las siguientes fotografías de lo que fuera el antiguo cuartel de la Mazorca (o “Más Horca”) en tiempos de Juan Manuel de Rosas. Son dos imágenes en total, pertenecientes al Sr. Sergio Evrard.

En la primera, puede apreciarse parte del frente del derruido cuartel, con sus añejos enrejados, un antiquísimo farol de color negro, las arcadas por donde, alguna vez, pasaron los custodios del orden federal y la maleza, que parece querer destruir este jalón de patria gaucha.

Los contornos de estas ruinas, dejan ver toda una arquitectura de la época, de estilo español con tintes criollos, muy distinta de la que vino luego de Caseros, donde los “civilizados” se enceguecieron con “europeizar” nuestras pampas, nuestras arquitecturas y nuestras vidas.

En la segunda y última imagen, el fotógrafo se centró en un brocal de la misma época; brocal o aljibe, es lo mismo. Si alcanzan a percibirlo, es de antigua factoría, lo mismo el espectacular trabajo que presenta la reja superior que es por donde se colocaba la roldada y el balde para extraer el agua. Además, nótese que el brocal se situaba enfrente de la puerta principal del cuartel mazorquero, muy típico, por cierto, en cualquier tipo de construcción del siglo XIX.

Estas ruinas gloriosas parecen condenadas a su más triste desaparición y olvido. Yacen dentro de un predio que causa, su sólo nombramiento, algún erizamiento o conmoción: en los Talleres Protegidos de Rehabilitación Psiquiátrica donde se encuentran los Hospitales “Borda” y “Moyano”, en el barrio de Barracas, Capital Federal. Más precisamente, entre las calles Brandsen, Dr. Ramón Carrillo, Suárez y Avenida Amancio Alcorta.

Es una tarea por demás difícil esta de rescatar los espacios por donde transcurrió la historia de la Santa Federación. Sea porque no han quedado registros, o porque han demolido casas o edificios, o bien, porque hoy permanecen secretamente ocultos en algunos lugares que, como el que nombramos anteriormente, son de acceso restringido y para nada turísticos.



Además, existe, en el caso puntual de la Mazorca, una falsa pero contundente condena historiográfica cuyas consecuencias llegan hasta nuestros días. Luego de 157 años de su fusilamiento, Jóvenes Revisionistas rindió un homenaje –el primero en la historia patria- a la memoria del coronel Ciriaco Cuitiño, jefe de la Mazorca, en el cementerio de La Recoleta (http://jovenesrevisionistas.blogspot.com/2010/12/jovenes-revisionistas-homenajeo-ciriaco.html). 157 años. ¿Tenemos real conciencia del tiempo que ello significa? ¿Podemos comprender la cantidad de mentiras y barbaridades que se han volcado en 157 años contra Cuitiño y demás leales mazorqueros federales?

La reivindicación de los funcionarios rosistas es una lucha titánica, y más aún si los rescates se hacen hacia los que conformaron la Mazorca. Por eso, no es de extrañarnos el estado de abandono en que se encuentra una reliquia como la del cuartel de la Mazorca, ni tampoco las instituciones psiquiátricas que cerca de él se instalaron.

Por otra parte, saludamos este registro fotográfico –aun siendo escaso- que un alma inquieta y llena de amor por la historia argentina hizo sobre las ruinas ocultas del cuartel de la Mazorca, la cual dejó de funcionar el 1° de junio de 1846 por decreto de S. E. el Ilustre Restaurador Rosas.

Jóvenes Revisionistas