2 de mayo de 2008

JOSE LUIS TORRES Y EL IMPERIALISMO

JOSE LUIS TORRES Y EL IMPERIALISMO

Por Alberto Buela.

Hace unos meses, más precisamente el miércoles 2 de mayo tuvimos la ocasión de brindar el primer homenaje a José Luis Torres (1901-1965) a 42 años de fallecido. Y lo hicimos en el marco del “Ciclo de Pensadores Nacionales” que organizó los Jóvenes Revisionistas del Instituto Nacional Juan Manuel de Rosas, en un acto oficial, con motivo de la instalación de un cuadro que donamos con la única fotografía que existe sobre el mencionado autor y que me regalara su segunda esposa Brígida Sal hace más de treinta años.
El primer homenaje en 42 años muestra la conspiración del silencio que hubo para con él, quiere decir que algún tentáculo le cortó a la “hidra internacional”, según gustaba decir. Es por ello que Jauretche pudo escribir a su muerte: “Ningún periódico argentino quiso recoger su necrológica pero este silencio que ha habido para su muerte, prueba simplemente que murió en su ley”.
Dado que sobre Torres tenemos varios trabajos ya sobre su vida y su obra publicados en diferentes ocasiones, decidimos detenernos ahora a investigar la idea de imperialismo-antiiperialismo en el pensador tucumano, idea de la que nos sentimos herederos del viejo ensayista y periodista, porque formamos parte de esa tradición de pensamiento.
Si seguimos el hilo conductor de la categoría de imperialismo a través de sus siete libros publicados desde Algunas maneras de vender la patria (1940) pasando por Los perduellis (1943), La Década Infame (1945), La Patria y su Destino (1947), Seis Años después (1949), Nos acechan desde Bolivia (1952) hasta terminar en La Oligarquía Maléfica (1953) vemos que en Torres se va desplegando la idea de imperialismo en sus distintas facetas o matices: 1) En su manejo interno de la economía nacional con la creación del Banco Central desde Inglaterra. 2) En su manejo de la política internacional con la firmas de las Actas de Chapultepec y la Carta de las Naciones Unidas. 3) En el sostenimiento de grupos de poder nacionales a su servicio (los cipayos), como los grupos Bemberg o Bunge y Born. 4) Los negociados en detrimento de la soberanía nacional y en función del imperialismo del dinero como los del Palomar, la CADE, la Corporación de Transportes, la Conversión de la deuda pública de la provincia de Buenos Aires. 5) La forma de operar de los distintos grupos financieros internacionales Morgan, Deterding, Gugenhein, Mellen, Kripp, Mitsui Okura, Wendel, Warburg, Lazare, Khun & Loeb.
El estudio pormenorizado de estas diferentes manifestaciones o aspectos del imperialismo le permiten concluir en su obra más lograda y de mayor despliegue intelectual “Nos acechan desde Bolivia”, escrita para denunciar la intervención de la ONU, como organismo clave de dominación mundial, para invalidar las elecciones del 6 de mayo de 1951, que otorgaron en Bolivia el triunfo al Movimiento Nacionalista Revolucionario.
Torres y con él todo lo que fue “el nacionalismo antiimperialista hispanoamericano” compuesto en la época por pensadores como Scalabrini Ortiz, Ramón Doll, Carlos Montenegro (Bolivia), Gonzalo Zaldumbide (Ecuador), Julio Ycaza Tigerino (Nicaragua), pensaron a la nación como una realidad anterior al Estado; y al imperialismo como un poder compuesto por distintas facetas y corrientes ideológicas para la instauración de un gobierno mundial.
Años después, Perón va a caracterizar al imperialismo como “sinarquía internacional” y así afirmará: “El problema es liberar el país para seguir libres. Es decir, que nosotros debemos enfrentar a la sinarquía internacional manejada desde las Naciones Unidas, donde están el comunismo, el capitalismo, la masonería, el sionismo y la Iglesia católica- que también cuando le pagan entra -. Todas estas fuerzas que tienen miles de colaterales en el mundo son las que empiezan a actuar”.
Es interesante notar como en Iberoamérica luego del triunfo de la revolución cubana, el marxismo se apodera del monopolio del antiimperialismo al menos en su aspecto mediático y propagandístico, mientras que el nacionalismo se refugia más bien en la batalla por la restauración cultural de nuestros pueblos. Triunfa así la versión marxista del imperialismo como etapa superior del capitalismo, la del imperialismo como una categoría universal plasmado en una sola nación: los Estados Unidos. Se abandona la idea del nacionalismo hispanoamericano del imperialismo como un “internacionalismo situado”, el imperialismo con pelos y señales, donde, si bien existe una primacía indudable de la banca, convergen regímenes comunistas, liberales y dictatoriales. Lamentablemente esta primacía del marxismo sobre el nacionalismo hispanoamericano existe, incluso a pesar de que éste se adelantó en el tiempo con las denuncias pormenorizadas que realizaron Torres y los autores mencionados, y a pesar de la firme, decidida y clara definición de Perón del imperialismo como sinarquía. A pesar de todo ello el peronismo, o mejor aún, los peronistas vergonzantes que hacen de ideólogos, buscan en el movimiento de FORJA el semental ideológico del peronismo. Olvidando, desconociendo o tergiversando la verdad indudable que el peronismo como nacionalismo antiimperialista de carácter hispanoamericano tiene su fuente en dicho nacionalismo.
FORJA, como su nombre lo indica (Fuerza de orientación radical de la joven argentina) y sin desmedro de todos sus méritos, que los tiene y muchos, fue un movimiento de carácter radical con todas las taras modernas que tuvo y tiene el radicalismo argentino (una especie de socialdemocracia criolla). Así sus mejores autores, como el mencionado Jauretche o García Mellid (hay que decirlo una vez más, Raúl Scalabrini Ortiz no formó parte de FORJA –en su etapa radical- pues él no lo era, sino nacionalista antiimperialista) tienen una visión y versión del imperialismo como potencia de dominación capitalista, y por lo tanto, afin al marxismo como consecuencia de sus orígenes socialdemocráticos o radicales.
Debemos observar además que tanto el marxismo, como el socialismo y sus variantes socialdemócrata o socialcristiana han despreciado y minusvalorado la idea del imperialismo como sinarquía o como gobierno mundial, utilizando una astucia de la razón, diría Hegel, como lo fue la teoría del complot. Esta teoría, “á la limite”, generada desde los propios centros internacionales de poder, en este caso actuando como “productores de sentido”, sostiene la virginal e ingenua afirmación que en la historia no existe el complot, como conciliación de intereses de las partes (los diferentes “lobbies”) para dominar o derrocar a un enemigo. Así para ellos la conocida sentencia de Benjamín Disraeli, ministro de Inglaterra de 1868 a 1881 en su novela Coningsby: “El mundo está manejado por otros personajes que no imaginan aquellos cuya mirada no llega hasta detrás de los bastidores”, es un juicio literario y no una realidad politológica.
Pero unos son los caminos de los intelectuales y otro el de las realidades políticas y así hoy este nacionalismo antiimperialista hispanoamericano ve a través de los bastidores con los ojos del boliviano Andrés Solíz Rada el imperialismo en la petroleras Repsol y Petrobras, nosotros lo vemos en los grupos financieros agropecuarios Eltzain y Grobocopatel, Jorge Báez Roa desde Paraguay en el grupo de Energía Mindlin, etc, y así podemos seguir poniendo casos de cada uno de nuestros países americanos.
Desde la implosión de la Unión Soviética a principio de los 90, momento a partir del cual los marxistas quedan “perdidos como turco en la neblina”, toma nuevamente la palabra el nacionalismo antiimperialista de carácter hispanoamericano con su teoría del imperialismo como un poder compuesto por distintas facetas y corrientes ideológicas que actúa como un gobierno mundial, donde la economía está controlada en su aspecto financiero por el Banco Mundial y su aspecto comercial por la OMC, su parlamento es el foro de Davos, su poder ejecutivo el Grupo de los 8 (conocido como G 8) y, su ejército el de la OTAN. Así este nacionalismo, para el cual la nación en América es una realidad histórica y social anterior al Estado, este nacionalismo que tiende a identificarse con la idea de nación-pueblo y no Estado-nación según el “chliché” europeo, es el que posee no solo los mejores niveles de análisis politológicos sino quien se aproxima más a la verdad de lo que es el imperialismo. Y esto explica porque en nuestro país la denuncia antiimperialista más profunda, fundada y contundente de los últimos 30 años la realizó otro tucumano, Alejandro Olmos (1924-2000), coincidentemente el más destacado discípulo de Pepe Torres, cuando denunció el fraude de la deuda externa Argentina. Es que la teoría acerca del imperialismo del nacionalismo hispanoamericano, y el peronismo es su forma ejemplar, no se agota en la metodología de denuncia de la que tanto Torres, Scalabrini, Doll, Olmos fueron maestros consumados, sino que ellos en tanto pensadores lograron unir en forma sustancial e indivisible, algo que el marxismo nunca pudo hacer, el nacionalismo y el antiimperialismo. Y en esto se destacó sobre todo Perón como el gran ejecutor.
Entendemos que esta breve meditación sobre un tema tan principal como la idea de imperialismo para el nacionalismo hispanoamericano podría servir como disparador para desarrollos y estudios futuros sobre un visión y versión dejada de lado por los estudiosos contemporáneos del tema.

Bibliografía:

- JAURETCHE, Arturo, Palabra Argentina, Bs.As., 5-11-1965.
- TORRES, José Luis, El fiscal de la década infame, Buenos Aires, Marcos, 1975.
- BUELA, Alberto, La sinarquía y lo nacional (apéndice sobre José Luis Torres, Buenos Aires, Cultura et Labor, 1983.
- La Razón, Buenos Aires, 4/7/72.

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