24 de agosto de 2011

JUAN FRANCISCO DE NIEVA Y CASTILLA, EL GAUCHO MONTONERO DE POMAN

Gaucho Montonero Federal.



Imaginemos la terrosa soledad del Departamento de Pomán, en la provincia de Catamarca, promediando la década de 1860 si consideramos que ese mismo sitio tiene, en la primera década del siglo XXI, apenas 8500 habitantes. Allí, mezclada entre ranchos de adobe y estribos de añeja factoría, se enaltecía la figura del comprovinciano Felipe Varela, quien, en súbita aparición, impartía justicia con sus bravías montoneras.

En Pomán subyace, oculta, la historia de don Juan Francisco de Nieva y Castilla, caudillo ignorado que provenía de ilustre prosapia local. Se dice que gozaba de gran prestigio por estos pagos catamarqueños, alcanzando, en tiempos calmos, el grado de comandante durante el gobierno de Víctor Maubecín. Dicha tranquilidad se irá alejando en julio de 1866, cuando el teniente coronel Melitón Córdoba, de clara tendencia unitaria-liberal, depone a Maubecín y se propone como meta “proceder a las operaciones de guerra [contra las montoneras federales] que estime más conducentes”. En lugar de Maubecín, irá como gobernador catamarqueño Jesús María Espeche, recalcitrante hombre que responde a las directivas del vicepresidente de la Nación, Marcos Paz, quien en carta fechada el 28 de enero de 1867 le dirá al presidente Bartolomé Mitre: “La montonera y la sedición brota por todas partes con una espontaneidad que asombra”.

No podían concebir las autoridades mitristas lo que había tenido lugar en Mendoza con la llamada “Revolución de los Colorados” (9 de noviembre de 1866), a cuyo frente se pusieron los federales Juan y Felipe Saá. Luego de obtenida la provincia de Mendoza, ambos entrarían triunfantes en San Luis capital el día 27 de enero de 1867 tras el combate de Rinconada del Pocito. Estas acciones, que más tarde se han de propagar a las provincias de La Rioja, Santiago del Estero, San Juan, Córdoba y Catamarca, formaron parte de la empresa más ambiciosa que pudo haber dado a la historia argentina el federalismo tardío posterior a la etapa rosista. No obstante, la “Revolución de los Colorados”, cuya planificación fue obra de Felipe Varela mientras estuvo exiliado en Chile, y cuya gravitación recayó en Juan de Dios Videla, Estratón Maza y Pedro Viñas, tuvo una funesta inspiración: Justo José de Urquiza. Todos los nobles caudillos del noroeste y de Cuyo ofrendaron sus actos justicieros a la figura del indigno entrerriano por tratarse, éste, de la máxima referencia y autoridad del Partido Federal una vez consumadas las traiciones de Caseros (1852) y Pavón (1861).

Cabe señalar, en honor del rigor histórico, que Urquiza no contestó ni una sola de las cartas que desde la época de Ángel Vicente Peñaloza y hasta la decadencia de Felipe Varela (1870) le enviaron los gauchos federales que pelearon entre 1858 y la muerte del Quijote de los Andes en Nantoco, Chile, el 4 de junio de 1870.

La eterna y miserable dualidad en el comportamiento de Urquiza durante los alzamientos federales de Cuyo y el noroeste, se ve reflejado en lo que le manda decir al general uruguayo Nicasio Borges: “No es extraño que se quiera explotar mi nombre por los que procuran reaccionar la República; pues saben que cuento con numerosos amigos, y por ese medio quizás se propongan prestigiar su causa…”. En las correspondencias secretas que el entrerriano enviaba a sus amigos, se advierte una postura timorata al referirse a los acontecimientos de la “Revolución de los Colorados”, narradas –las cartas- siempre “en tercera persona como si fuera una causa ajena a la suya”, advierten los autores de la obra “Felipe Varela. Su Historia” (Plus Ultra, 1975).

LOS ALZAMIENTOS EN CATAMARCA

Bien pronto, el eco de los primeros estallidos de la “Revolución de los Colorados” resonó en diversos poblados y departamentos de la provincia de Catamarca, todos de la mano de olvidados y posteriormente desprestigiados caudillos federales que hoy no tienen menciones ni bronces en las instituciones dedicadas al estudio de la historia nacional. Haciendo honor a sus trayectorias escondidas, mencionaremos a los montoneros sublevados y a los pueblos catamarqueños que los mismos representaban:

A) Coronel Nicolás Agüero, del departamento de Pucarilla (Piedra Blanca).
B) Capitán Froilán Juárez, del pueblo de Tinogasta.
C) Francisco Magarzo, del antiguo pueblo de Belén.
D) Raymundo Segura, del departamento de El Alto.
E) Antonio Palacios, del pueblo de Andalgalá.
F) Coronel Juan Francisco de Nieva y Castilla, del departamento de Pomán.

De todos los nombrados en el listado anterior, nos interesa rescatar la figura de Juan Francisco de Nieva y Castilla, del cual algo ya hemos mencionado al principio de la siguiente nota.

UN HOMBRE DE ORDEN

En los archivos del juzgado federal de la provincia de Catamarca, Juan Francisco de Nieva y Castilla está sindicado como pacífico morador del departamento de Pomán, al cual las circunstancias lo pusieron en estado de rebeldía. Tuvo, sin embargo, una vida apacible cuando fue comandante del derrocado gobernador Maubecín. Más tarde, al tomar las riendas de la provincia el implacable Jesús María Espeche, Nieva y Castilla debió fugar a la provincia de La Rioja, instalándose en la localidad de Machigasta. Su nombre ya estaba en boca de las tropas de línea que buscaban fusilarlo o, por el contrario, enviarlo a la perversa Guerra de la Triple Alianza para que derrame su sangre en pos de las finanzas británicas y la entrada forzosa del Paraguay a la división internacional del trabajo.

En Machigasta hubo de conocer a Severo Chumbita, coronel montonero que tenía sobre sus espaldas las experiencias vividas cuando la campaña del “Chacho” Paeñaloza en años anteriores, y que ahora se prestaba para una nueva revuelta federal. Fue Chumbita, quien lo ayudó económicamente a Nieva y Castilla en su forzoso exilio a la provincia de La Rioja.

Cuando fue beneficiado con el indulto, Juan Francisco de Nieva y Castilla regresó a su hogar en Pomán, Catamarca. Sin embargo, su vida ya estaba marcada. Dos comandantes que respondían a los liberales, Luis Quiroga y Justo Segura, le hicieron ver que él no podría vivir en paz porque tenía de amistades a gauchos matreros que andaban en las revueltas, y que por ello debía ser asesinado. La constante amenaza que pesaba sobre su humanidad, hizo del hombre de orden y buen ciudadano Nieva y Castilla un rebelde que, bien pronto, se uniría a las montoneras federales.

LA MONTONERA DE POMAN

Desencadenada la “Revolución de los Colorados” durante los últimos meses de 1866, sus réplicas tuvieron eco en los departamentos catamarqueños entre enero y febrero de 1867. La montonera de Pomán, para el caso, fue urdida por el perseguido Juan Francisco de Nieva y Castilla a través de una fina sublevación que promovió en el seno del Cuartel Departamental de Caballería de esa localidad.

Motivado por el coronel Chumbita, quien le habló de la necesidad de pronunciarse por la causa federal, Nieva y Castilla pacta una entrevista con el comandante instructor Ventura Nieva y con el capitán Francisco “el rengo” Nieva, ambos oficiales del Cuartel de Caballería de Pomán, para que se levanten en armas con toda su gente. De esta manera, el comandante liberal Justo Segura se quedaría sin tropa leal y debería rendir la plaza sin oponer resistencia.

La contraseña que daba inicio a las acciones de la montonera, iba a ser la llegada del complotado capitán Nieva a las puertas del Cuartel para, acto seguido, dar el grito de “¡Viva Chumbita y muera Melitón Córdoba!”, en alusión al teniente coronel Córdoba que expulsó al gobernador Maubecín en julio de 1866. Más tarde, tanto el comandante Ventura Nieva como Francisco Nieva debían marchar a otros pueblos vecinos para levantar a los gauchos en la empresa montonera que se gestaba a galope limpio.

De acuerdo a lo planificado, los sucesos se dieron el día 20 de febrero de 1867 entre las 8 y 9 de la mañana. En Felipe Varela. Su Historia, se lee: “Cuando el capitán Francisco Nieva (El rengo) hizo leer la mentada proclama de Varela, se electrizó el alma de la guarnición produciéndose una gran algarabía. Luego gran parte de la misma se dirigió al domicilio de Nieva y Castilla, dando vivas a Urquiza, Varela, Chumbita al propio Juan Francisco [de Nieva y Castilla] y mueras a Córdoba y a [Luis] Quiroga. Una vez allí, los rebeldes sacaron a Nieva y Castilla hasta la plaza de la villa y lo proclamaron comandante departamental y más tarde apresaron a Justo Segura”, su antiguo perseguidor.

Interesante resulta saber que, una vez asegurada la zona de Pomán para la causa montonera, hubo otros hechos que tendieron a expandir dicha influencia. El comandante Ventura Nieva, que marchó al pueblo de Saujil, no pudo promover una rebelión el mismo 20 de febrero, por lo cual el nuevo comandante Juan Francisco de Nieva y Castilla le hizo enviar, por medio del capitán Francisco Nieva, unos 10 soldados federales para que logren el objetivo de ganar allí la adhesión de la montonera. Esto tuvo lugar el 21 de febrero de 1867. En Saujil, los gauchos se apoderaron de armas y pertrechos, e incluso unos 100 vecinos de aquí se trasladaron a Pomán por considerarlo un bastión de vital importancia.

Otro caudillo montonero, el capitán Pedro Gómez, mandó desde Machigasta, provincia de La Rioja, unos 18 milicianos federales bien armados hasta Pomán, con la intención de reforzar al comandante Nieva y Castilla. El plan no pudo haber sido más exitoso.

El 21 de febrero por la tarde, tuvo lugar en la casa de Juan Francisco de Nieva y Castilla una importante reunión de la que participaron el capitán Francisco Nieva, el capitán Pedro Gómez, Ventura y Alberto Nieva y el dueño del hogar, con la idea de unificar todas las fuerzas rebeladas bajo un comando único, idea que no pudieron acordar por manejar distintos criterios. Los Nieva, entonces, optaron por retirarse a la zona de Colpes, donde originaron “una pequeña montonera que actuó en la zona pomanista hasta después de la batalla de Tinogasta”, que sucedió el 4 de marzo de 1867. Luego, los gauchos acaudillados por los Nieva se desplazaron hasta Mazán (La Rioja), con el fin de brindar apoyo al coronel Severo Chumbita.

En cambio, los gauchos federales que acompañaron a Juan Francisco de Nieva y Castilla se retiraron a Los Sauces “para plegarse a Chumbita y a [Estanislao] Medina”, bajo el comando de aquél.

Resta dar a conocer el listado de las principales figuras que se sublevaron junto a Nieva y Castilla, el 20 de febrero de 1867, en Pomán. Ellos fueron, “los capitanes Luis Romero y Faustino Ríos; tenientes Julián Díaz y Eliseo Campos; ayudantes David Andrada y Fructuoso Pedraza; alférez Justo Carrión; sargentos Félix A. Velazco y Salvador Sosa; cabo Baldomero Ogas; soldados Francisco Díaz, Nicolás Arros, Pedro Cativa y Luis Santibáñez y los ciudadanos Manuel Vilquez Guevara, Santos Vilca, Romualdo Pérez y otros”. Quiera Dios que a todos ellos se los reconozca, un día luminoso, en las plazas públicas, monumentos y nomenclaturas de la patria.

TINOGASTA, VARGAS Y ULTIMOS DATOS DEL CAUDILLO

Nadie se perdió la batalla de Tinogasta (4 de marzo de 1867), donde resultaron claramente vencedoras las fuerzas federales del coronel Felipe Varela. Aquí peleó el montonero Juan Francisco de Nieva y Castilla, y en dicha refriega resultó muerto el teniente coronel unitario Melitón Córdoba de un tiro en la cabeza que le propinó el sargento Juan Ramón. Y tras varios días de búsqueda, fue descubierto entre los montes, escondido, el comandante Luis Quiroga, el cual fue presentado al chileno Estanislao Medina. Éste “convidándolo con un mate, le advirtió de los crímenes que se le imputaban y acto seguido le dijo: “Apure ese mate compañero, porque ahurita nomás lo voy a mandar fusilar…”. Cumplió la promesa: terminado el mate, lo fusiló”.

A la felicidad del triunfo en Tinogasta, le sucedió, en abril de 1867, la desgracia de Pozo de Vargas con su carga de 200 montoneros muertos, varios centenares de heridos y más otros 300 tomados como prisioneros. Las pérdidas materiales también profundizan la ruina de la última gran empresa federal: el general Taboada exhibe los 500 fusiles tomados a las tropas de Felipe Varela, lo mismo dos cañones, dos cajas de guerra y un estandarte. La dispersión de las tropas federales sobrevivientes, puso en fuga a Juan Francisco de Nieva y Castilla por varios meses, aunque la mayoría de los montoneros, más tarde o más temprano, irán cayendo en poder de las fuerzas mitristas que con el correr de los meses se hacían dueños absolutos de la situación.

Encontramos datos precisos de Nieva y Castilla recién en 1868, compareciendo ante un tribunal compuesto de liberales que lo tienen como testigo y reo en el juicio espectáculo que le siguieron tanto a él como a Severo Chumbita (en ausencia) y su hijo Ambrosio Chumbita. El cargo que le imputan a Nieva y Castilla es su participación en la revuelta de Pomán y su actuación cuando la batalla de Tinogasta, que al parecer constituyen los hechos de armas más importantes vividos por el caudillo pomanista. Para colmo, le quieren inculpar las muertes justas de los asesinos de gauchos montoneros Melitón Córdoba y Luis Quiroga.

Pedro de Paoli y Manuel Gregorio Mercado, en Proceso a los Montoneros y Guerra del Paraguay, rescatan el testimonio que brindó Juan Francisco de Nieva y Castilla ante el juez nacional Joaquín Quiroga, de la provincia de Catamarca, por los cargos antes nombrados. Así, a comienzos de noviembre de 1868, el caudillo se presentó alegando “que no sabe firmar” y que es un “ex comandante de Pomán”. Afirma Nieva y Castilla, que su grado de coronel se lo había dado el legendario Severo Chumbita, en febrero de 1867, cuando éste le envió un chasque que traía a un oficial de apellido Vargas, portador de dicho nombramiento para el pomanista.

Al declarar detalles de los momentos previos a la batalla de Tinogasta, el caudillo Nieva y Castilla dijo: “Que en Los Sauces se reunieron todos los jefes para decidir el modo y forma de atacar al general [Melitón] Córdoba. Que de esa reunión participó el declarante y hacía como jefe de la misma Estanislao Medina, jefe de la División Chilena incorporada a la de Chumbita. (…) Que Medina de entrada se opuso a atacar a Córdoba por no tener autorización del jefe Felipe Varela”. Al proseguir el interrogatorio, dijo que por pedido de Medina viajó a Guandacol para obtener la autorización de Varela, la cual obtuvo, y que luego entregó su tropa a Severo Chumbita quien ya se preparaba para encarar las acciones en Tinogasta el 4 de marzo de 1867.

Vemos, por otra parte, que el coronel Juan Francisco de Nieva y Castilla tenía la autoridad suficiente como para otorgar grados militares a otros montoneros que se daban a la lucha contra las tropas de línea “nacionales”. Veamos, sino, lo que manifestaba ante el juez Joaquín Quiroga: “Que antes de la batalla de Vargas, cuando estuvo [Nieva y Castilla] con Chumbita en Mazán, se le pidió a Julián Díaz, y con la aceptación de éste, le hizo teniente de caballería, y con ese grado interviene en la batalla de Vargas. Que a Eliseo Campos lo tomó en Pomán el declarante y lo entregó con el grado de teniente a Chumbita en Los Sauces, acompañándolo hasta el momento que Chumbita marchó a la vanguardia del ejército”.

Lo último que se conoce de Juan Francisco de Nieva y Castilla, es que el 5 de abril de 1869 quedó detenido en la provincia de Catamarca, lo mismo su compañero de armas Luis Santibáñez. No así, el prófugo coronel Severo Chumbita aunque sí su hijo, el capitán Ambrosio Chumbita.

Quizás fue muerto por fusilamiento o ultimado a balazos en el interior de su celda en la cárcel pública catamarqueña nuestro biografiado Nieva y Castilla. O, a lo mejor, ha logrado escapar, como lo hiciera en octubre de 1870 Ambrosio Chumbita, para no ser atrapado nunca jamás. Desarraigados de su misma patria por el nuevo orden de cosas que se elucubraba desde Gran Bretaña y los centros masónicos autóctonos, los últimos montoneros debieron permanecer clandestinos durante muchos años, incluso hasta la muerte. Por eso se desconocen sus hazañas, sus patriadas y sus destinos.


Por Gabriel O. Turone



Bibliografía

- Bazán, Raúl; Guzmán, Gaspar H.; Olmos, Ramón R.; Pérez Fuentes, Gerardo. “Felipe Varela. Su Historia”, Editorial Plus Ultra, Diciembre de 1975.
- Bosch, Beatriz. “Urquiza y el levantamiento de Felipe Varela”, Buenos Aires, 1968.
- Chávez, Fermín. “El Revisionismo y las Montoneras”, Ediciones Theoría, Buenos Aires, Junio de 1966.
- De Paoli, Pedro y Mercado, Manuel G. “Proceso a los Montoneros y Guerra del Paraguay”, Eudeba, 1973.

- Luna, Félix. “Felipe Varela. Grandes Protagonistas de la Historia Argentina”, Editorial Planeta, Buenos Aires 1999.

1 comentario:

claudio dijo...

hola buscando informacion descubro sus pagina y leo y tengo una intriga :porque dicen que meliton cordoba fue muerto de un balazo en la cabeza por el sargento juan ramon...¿que apellido tiene?tengo entendido que fue silvestre quipildor quien le propino ese balazo en la batalla de tinogasta este catamarqueño belenisto del pueblo de condor huasi estuvo en las filas de meliton y por ajustes de cuentas o venganza por el desastre de sus bienes y por un pariente muerto. en plena refriega le disparo. Meliton tenia la costumbres de mandar partidas de jinetes por condor huasi y otros pueblos les sacaban el ganado y llevavan a todo varon que pueda pelear en caso de no ir con ellos ejecutaban algun familiar directo o le destruian todos en una de tantas lo atraparon y lo integraron a las filas de meliton esto se porque en mi familia se hablo por generaciones ese tema.le decian el "mandinga meliton".silvestre quipildor era hermano de corazon quipildor de saracho casada con jose saracho que a su vez son mis tatara abuelos.equivocado o no esta anecdota la conservo de mi madre paula saracho gracias