17 de diciembre de 2011

JORNADA DE CINE-DEBATE DE JOVENES REVISIONISTAS: "YO MATE A FACUNDO" (1975)

Una escena de la Jornada de Cine-Debate sobre Juan Facundo Quiroga y la Carta de la Hacienda de Figueroa, escrita por Rosas al Tigre de los Llanos el 20 de diciembre de 1834.



El viernes 16 de diciembre, Jóvenes Revisionistas terminó sus actividades culturales por este año 2011, proyectando la película “Yo Maté a Facundo”, cuyo protagonista principal era Federico Luppi (hace de Santos Pérez). Este film se estrenó en mayo de 1975 y estuvo dirigida por el gran Hugo del Carril.

El énfasis está puesto en las semanas previas al asesinato del general Juan Facundo Quiroga y en la azarosa existencia de su vil matador, el gaucho Santos Pérez, miliciano que hasta antes de su crimen había reportado en las filas del federal Juan Bautista Bustos, y luego en las del santafecino Estanislao López. Tal es así, que se recuerda su participación en la campaña para captura o matar al “manco” Paz en Córdoba, hacia 1831.

Con una actuación memorable de Luppi, Santos Pérez refleja a un gaucho inocentón que es incentivado por sus amigos, los hermanos Reynafé, hechos con el poder cordobés tras el derribo de Paz, para que mande matar al Tigre de los Llanos. Éste, convertido en la mano derecha de Juan Manuel de Rosas en el noroeste argentino para imponer la Federación, debe efectuar un viaje para pacificar las provincias de Salta, Jujuy (en plena rebeldía y estado de escisión) y Tucumán, a finales de 1834, pasando por el viejo camino de postas que lo conducirá, primeramente, a Santiago del Estero. Tanto a la ida como a la vuelta de su viaje en galera, Quiroga tenía que pisar el hostil territorio cordobés, y aprovechando esta circunstancia es que se organiza su crimen.

Santos Pérez fue, como bien lo manifiesta la película, la figura escogida para provocar la fractura del federalismo y permitirle a los unitarios su vuelta al poder. La eliminación del blanco elegido, Facundo Quiroga, se creía podía llevar a buen término ambos propósitos. A su vez, despertaba cierto recelo en otros caudillos del interior, como Estanislao López, a quien se lo menciona como conspirando, brevemente, en el diálogo que Rosas y Quiroga mantuvieron en la Hacienda de Figueroa el 19 de diciembre de 1834, cuando intercambiaban opiniones respecto al futuro del país. Una vieja reyerta mantenía enfrentados al riojano y López: el caballo moro que éste no le devolvió jamás a aquél cuando fue recuperado de las fuerzas del “manco” Paz en Córdoba. Pero, además, Estanislao López tenía un ministro de Gobierno que luego se demostró era traidor: Domingo Cullen, amigo, a su vez, de los Reynafé.

CAPITAN DE MILICIAS Y MUERTE

Aunque en el film aparece revestido por Francisco Reynafé como “Capitán de Milicias de Tulumba”, lo cierto es que Santos Pérez habitaba en Portezuelo. Este grado envalentona a Pérez quien, ya para ese entonces, tenía un buen grupo de gauchos que le seguían. Su principal aliado era uno llamado Junco.

Afiche original de la película dirigida por el cantante de tangos y peronista don Hugo del Carril. Una joya de nuestro cine nacional que está olvidada.


Con chaquetilla militar, gorro y sable, el capitán Santos Pérez fue encomendado –como se ha dicho- para matar a Facundo Quiroga. Al mismo tiempo, vemos que el asesino se enamora perdidamente de la “Gringa”, hija de un hombre llamado Fidel Yofre, el cual tenía unas quintas en la zona por donde andaba Pérez. Ella y su padre simpatizaban con los federales.

También en “Yo Maté a Facundo”, queda bien expuesta la valiente porfía de Quiroga, que no acepta custodia de parte de su amigo el caudillo santiagueño Juan Felipe Ibarra, cuyas tierras fueron las últimas que visitó el riojano antes de emprender el viaje de retorno para Buenos Aires, donde encontrará la muerte.

El “¡Carguen, nomás!” que grita Santos Pérez a sus caballerías, y el galope consiguiente para salir al paso de la galera que transportaba a Quiroga y al general secretario José Santos Ortiz, dan alta emotividad a un momento clave en la historia argentina del siglo XIX.

Luego de la ultimación del general riojano y su comitiva, el capitán Pérez sabe que ahora vendrán por él, más allá de las recompensas que le hacen los Reynafé por el servicio prestado. Un buen día, Junco ve como huyen éstos a matacaballo de la provincia, quedando Santos Pérez a la buena de Dios: habían cambiado los tiempos.

Los últimos minutos de la película dejan ver a partidas de milicianos federales que ante el gauchaje leen proclamas pidiendo por los asesinos del general Facundo Quiroga, y de todo aquel que colabore con los mismos. Una tarde de pulpería, en donde Santos Pérez despuntaba unas ginebras, entiende que los federales ya vienen tras él. Así se lo comunica Junco. Y efectivamente, tres hombres uniformados, ungidos con cintillos punzó, se trenzan en pelea con ambos a cuchillo limpio.

Santos Pérez gana el monte con el moro de Quiroga (esto, en los hechos, no fue tal, hay que agregar) y, totalmente ensangrentado, se refugia y piensa en el crimen que ha cometido. Exhausto, sucio y aturdido, el caballo guía a su infausto jinete al pueblo, en donde es apresado por las autoridades de la Confederación Argentina. Aquí también hay varias licencias de los autores de la película, que son respetables. En verdad, el capitán Pérez fue tomado durmiendo; cuando despertó, estaba rodeado de puñales y trabucos.

La película termina con su fusilamiento, el de la “Gringa” (por cómplice) y el del gaucho Junco, en un paredón de Tulumba. Como se sabe, Pérez fue ajusticiado y ahorcado en la plaza de la Victoria (actual plaza de Mayo) junto a dos de los 4 hermanos Reynafé: José Vicente y Guillermo.

Hay que rescatar –si se puede- que Santos Pérez pudo haberse escapado de Córdoba en momentos en que recuperaba el poder un gobierno federal. Sin embargo, fiel al destino que se había ganado, estaba decidido a morir peleando. Muy lejos, acaso, de lo que hicieron los poderosos Reynafé, quienes huyeron a toda prisa cuando el clima político variaba. En este caso, la conducta del capitán Santos Pérez fue un fiel reflejo de lo que la historia evidenció. Mal encaminado y convencido por los unitarios salvajes, el personaje encarnado por Luppi se quemó en su ley y no escapó a su destino.

LA TRASTIENDA

Jóvenes Revisionistas tuvo el inmenso privilegio de contar, entre el público asistente a la Jornada de Cine-Debate, con la presencia de Juan Domingo García Mellid, hijo de aquel eminente hombre del revisionismo histórico y del peronismo doctrinario, don Atilio García Mellid. Éste fue embajador argentino en Canadá durante el primer gobierno del teniente general Juan Perón, país en donde adoptó a su hijo Juan Domingo.

Fotografía en la que aparecen el presidente de Jóvenes Revisionistas, Gabriel Turone, junto a Juan Domingo García Mellid, primogénito de don Atilio García Mellid, prohombre del revisionismo histórico con cuyos libros muchos nos hemos formado para mejor comprender la realidad nacional. Un orgullo.


Por este noble gesto que tuvo en el acompañamiento, Jóvenes Revisionistas le obsequió un cintillo federal punzó y varios ejemplares del último número de nuestro Boletín “La Reconquista” (edición N° 18), de flamante aparición.

¡Muchas gracias, Juan Domingo García Mellid, por su visita al Instituto Nacional de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas”! Sepa que es su casa, lugar donde su padre fue directivo y académico en décadas pasadas.


Comisión Directiva

JOVENES REVISIONISTAS

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