31 de marzo de 2011

GERVASIO ORTIZ DE ROZAS, EL HERMANO DESCONOCIDO DEL RESTAURADOR

Gervasio Ortiz de Rozas

La genealogía de la familia Ortiz de Rozas suele olvidarse de unos cuantos de sus miembros, entre los que pueden nombrarse a Gervasio, alias “El Cardo”, hombre que nunca logró contraer nupcias y que por ese mismo motivo no dejó descendencia. Había nacido el 20 de agosto de 1801 en Buenos Aires, y vivió poco más allá de la caída de su hermano, el Restaurador de las Leyes, hacia 1855.


Antes de involucrarse en asuntos políticos, Gervasio Ortiz de Rozas se había dedicado al comercio, permaneciendo en calidad de tendero durante varios años.


El 25 de enero de 1830, debido a la escasez de efectivos policiales que cuidaban las extensiones de la campaña, el gobernador bonaerense Juan Manuel de Rosas decretó de urgencia “proceder al restablecimiento de la Policía de Campaña, y que el número de Comisarios que ha existido es insuficiente por la vasta superficie que comprenden los respectivos distritos, para que puedan llenar debidamente sus funciones”, por lo cual fue dividido el territorio de la campaña en veintiún secciones, cada una de las cuales estaría a cargo de un comisario. De ahí, que la primera actividad en la función pública que se le conoce a Gervasio Ortiz de Rozas corresponde al 27 de enero de 1830, fecha en que fue nombrado comisario de Campaña de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, donde debía velar por la seguridad de los partidos de San Pedro y Baradero.


Casi un mes más tarde, le fue conferida una comisión extraordinaria por la que se le otorgaban amplios poderes para vigilar el sur de la Provincia de Buenos Aires, responsabilidad que incluía varias facultades de importancia. En ese sentido, el decreto del 20 de febrero de 1830, que llevaba las rúbricas de su hermano Juan Manuel de Roosas y la del ministro de Gobierno, general Tomás Guido, especificaba lo siguiente:


“Por cuanto es indispensable para el reposo y prosperidad de la Provincia al Sud de ella, que inmediatamente se proceda al arreglo de sus milicias, a la organización y policía de sus Pueblos, al servicio de los Juzgados de Paz, Alcaldías, y tenencias de partidos, al arreglo de postas, distribución de tierras, y a preparar todos los elementos de seguridad en la frontera, no solamente para la buena disposición de los medios de defensa, sino para la consolidación de la paz con las tribus fronterizas: por tanto y no permitiendo las atenciones del Gob° que atienda inmediatamente y con la prontitud y escrupulosidad que exige el interés público a todos y cada uno de los indicados objetos, y teniendo la más amplia confianza en el patriotismo, honradez y celo del Coronel Dn. Gervasio Rosas, he venido en autorizarlo omnímodamente para que se ocupe por sí y en persona por toda la Sección del Sud en todos los puntos que abraza el presente despacho, y en todo aquello que a su juicio pueda contribuir al bienestar de los habitantes de la campaña, obrando al efecto con toda la plenitud de autoridad que le estaba acordada al Comandante Grl. de Campaña después de las transacciones de 24 de Agosto de 1829 con la condición de dar cuenta por conducto de los respectivos ministerios; en virtud de lo cual todas las justicias civiles y militares de la Sección al Sud de la Campaña no solamente prestarán al coronel Dn. Gervasio Rosas la más eficaz cooperación y auxilios que requiera para el buen desempeño de su comisión, sino que en el caso inesperado de una invasión de naturales, los jefes de los Regimientos de línea y milicias, destinados a defender la frontera en la indicada sección, los Jueces de Paz, Alcaldes, Comisarios y demás justicias, obedecerán y cumplirán las órdenes que el expresado coronel diese, como si la recibiesen del Comandante General de Campaña…”.


Este hermano menor del Restaurador va a ser evaluado por los cronistas de su época como un hombre más bien parco y de poca vida social. Su sobrino Lucio V. Mansilla, así describió la personalidad y los modismos de su tío Gervasio Ortiz de Rozas: “Era como sus otros dos hermanos un hombre genial, con rarezas –rasgos peculiares a los varones de esta familia-, y así como Juan Manuel por tendencia o por sistema quería exteriorizarse, sobresalir o distinguirse, él, por el contrario, amaba la penumbra, casi la soledad, leyendo libros que otros no leían, limitando en cuanto podía sus amistades, que eran casi todas íntimas. Hablaba poco, era pulcrísimo en su persona, condición de todos los Rozas, no daba ni recibía bromas, no era expansivo, aunque ocultara ternezas íntimas y fuera muy aficionado a las mujeres, poniendo en ello suma discreción”. Otro análisis hecho por Mansilla sobre “el Cardo” señala que era de baja estatura, metódico e infatigable en el trabajo.


PROTECTOR PATERNAL DE MITRE


Una muestra de la cordialidad manifestada por los federales ante algunos de los más encumbrados dirigentes del unitarismo salvaje, resulta ser la estrecha relación paternalista que existió entre Gervasio Ortiz de Rozas y el novel Bartolomé Mitre.


A los 30 años de edad –estamos ubicados por 1831-, Gervasio era un hombre vigoroso, de cuantiosa fortuna y de ideas liberales, dueño de una fuerte personalidad que no admitía la tutela del gobernador Juan Manuel de Rosas para la toma de ninguna decisión que incumbiera a ambos. Entre los pocos contactos externos que tenía, estaba la familia de doña Josefa Martínez, la madre del futuro presidente Bartolomé Mitre. En razón de que éste nunca tuvo afición ni capacidad para efectuar trabajos de campo, Gervasio Ortiz de Rozas decide hacerse cargo del niño Mitre para intentar formarlo en las duras tareas de los sembrados y los ganados, para hacer de él “un hombrecito”, llevándolo a su estancia del Salado.


La vida de campo va formando entre ambos una relación paternalista en la que Gervasio le enseña a Bartolito, bondadosamente, los quehaceres de los trabajos camperos, algo que en el seco “Cardo” constituye una excepción en su trato habitual.


No obstante esta pedagógica educación campestre, Mitre se sentía atraído por otro tipo de actividad. Recordemos que Gervasio Rozas era un hombre de mucha cultura, y, por ende, propietario de una muy completa biblioteca que, por esas cosas del destino, puede decirse que fue la primera fuente intelectual de Bartolomé Mitre, dato del que casi nadie hace referencia. Con el tiempo, el “Cardo” notó que el joven se pasaba leyendo varios libros por día, en lugar de dedicarse a los trabajos rurales.


No se conoció jamás, ni cuando Mitre llegó a ser presidente de la Nación, escrito alguno en la que el unitario salvaje agradeciera al hermano menor del Restaurador el que le haya facilitado, en su niñez, aquella biblioteca olvidada que, sin lugar a dudas, resultó ser el puntapié inicial de su basamento intelectual y doctrinario.


CON LOS "LIBRES DEL SUR"...

Al parecer, Gervasio Ortiz de Rozas estuvo implicado, aunque en un grado menor, con los revolucionarios y hacendados que se sublevaron contra Juan Manuel de Rosas en las ciudades de Dolores y Chascomús, hecho que pasó a la historia como la “Revolución de los Libres del Sur”. Afectados por una legislación que tendía a beneficiar a los gauchos que podían transformarse, por un decreto del 28 de mayo de 1838, de simples enfiteutas a propietarios territoriales, y ante el peligro que suponía estar en el bando unitario, lo cual acarreaba la expropiación de sus tierras, los sediciosos no dudaron en atentar contra la autoridad legal de su patria con ayuda del dinero y la logística francesas. Pero, además, el deterioro de los rebeldes provino de la propia Francia, cuya escuadra naval había implantado un bloqueo que impidió que los productos argentinos fueran exportados a los mercados del mundo, resultando de ello el malestar económico y financiero de los estancieros enconados.


Por ese tiempo, las relaciones entre el Restaurador y su hermano Gervasio no andaban del todo bien, situación que empeoró a medida que aquél fue recibiendo los rumores que hablaban de la posible colaboración del “Cardo” con los hacendados unitarios que fomentaron la revuelta. Es, precisamente, de esta etapa como opositor de la Federación que proviene el sobrenombre con que lo inmortalizó Juan Manuel de Rosas: “Cardo” o “Gervasio Cardo”, daba lo mismo para motejarlo por ser un hombre seco, de pocas palabras y eventual enemigo del régimen.


Con el correr de los días, cuando Pedro Castelli y Manuel Rico, cabecillas del intento subversivo, fueron derrotados el 7 de noviembre de 1839 en la batalla de Chascomús por el coronel Prudencio Ortiz de Rozas, las tropas federales iniciaron la ofensiva en busca de los demás colaboradores de la sedición, entre los que se encontraba “Gervasio Cardo”.


En plena persecución, se sabe que don Gervasio ordenó a los artilleros de la batería construida en la boca del Salado que entregasen el puesto a los bloqueadores, o sea, a los franceses, con la idea de garantizar un salvoconducto a los derrotados unitarios dispersos, para que de esa manera pudieran huir de la provincia de Buenos Aires por agua. Una vez cumplimentada esta impía ayuda, el “Cardo” huyó a Montevideo, donde manifestó a Buchet-Martigny (Cónsul General del Rey de Francia) que él y otro hacendado eran los únicos que no habían tomado parte en la rebelión. Asimismo, ordenó a un peón suyo a que vaya a la casa de su madre, Agustina López de Osornio, para manifestarle que no iba a combatir contra sus hermanos mientras permaneciera en tierras uruguayas.


Al poco tiempo, regresó a Buenos Aires donde quedó bajo arresto domiciliario. Continuó manifestándose opositor a Juan Manuel de Rosas, por lo que las sospechas continuaron recayendo sobre Gervasio. Hacia octubre de 1840, la amenaza del general unitario Juan Lavalle de invadir Buenos Aires parecía un hecho consumado, si bien nunca llegó a materializarse en los hechos. Sin embargo, también durante aquellas críticas jornadas Gervasio Ortiz de Rozas sufrió por varias semanas el infortunio de la prisión, sanción que le fue levantada una vez que Lavalle y sus fuerzas se alejaron de la ciudad portuaria. Allí, pues, aprovechó el hermano menor de Rosas para escaparse nuevamente hacia Montevideo, pero esta vez fue mal recibido por los unitarios exiliados, quienes sospecharon de su lealtad para con la causa de los “Libres del Sur”. Esto hizo que para 1842, regresara a la Confederación Argentina y arreglara los diferendos que mantenía desde hacía años con Juan Manuel de Rosas.


Desde ese último año y hasta la caída de su hermano en la batalla de Caseros, Gervasio Ortiz de Rozas se desempeñó como diputado provincial. Dada su soltería, vivió hasta que murió en la legendaria estancia del Rincón de López, propiedad que había pertenecido a su madre, Agustina López de Osornio. En este sitial, tuvo un saladero y algunos amoríos con una niña de familia tradicional, a quien dejaría de herencia esta vieja propiedad. Murió en 1855, sin llegar a asumir la diputación provincial que había obtenido en ese mismo año.


Por Gabriel O. Turone



Bibliografía


- Chávez, Fermín. “Rosas. Su Iconografía”, Tomo II, Editorial Oriente, Buenos Aires, Agosto 1970.


- Ortiz de Rozas, Alfredo. “Rosas y el Odio Mitrista”, Revista del Instituto de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas”, Marzo-Abril de 1943.


- Puentes, Gabriel A. “La intervención francesa en el Río de la Plata”, Ediciones Theoría, Buenos Aires, Noviembre de 1958.


- Romay, Comisario Inspector (R) Francisco L. “Historia de la Policía Federal Argentina”, Tomo II (1820-1830), Editorial Policial, Buenos Aires 1980.


- Soaje Pinto, Manuel Alfredo. “Linaje Ortiz de Rozas”, Genealogía. Revista del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas, Buenos Aires 1979.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hay que revisar eso de la falta de descendencia. Antes de morir reconocio por lo menos dieciseis hijos, de donde descendienden entre otros el soldado, obrero y dirigente Hugo Ortiz de Rozas, que lamentablemente ya partio a la Casa del Padre.