18 de agosto de 2007

HOMENAJE AL PADRE AUGUSTO DEL PUEBLO ARGENTINO

Homenaje al Padre augusto del Pueblo Argentino.


San Martín, el señor de la guerra, por secreto designio de Dios, grande fue cuando el sol lo alumbraba y más grande en la puesta del sol.


La valentía y la habilidad en el campo militar del General San Martín solamente pueden ser comparables con el guerrero cartaginés Aníbal. “Hallaré un camino o me lo abriré” dijo Aníbal refiriéndose a su paso de los Alpes cuando combatía contra el Imperio Romano. Muchos siglos más tarde, San Martín pudo imitar esa hazaña de una forma más heroica todavía que la realizada por el antiguo general cartaginés.
En el informe final sobre el cruce de los Andes se detallan las diferencias entre una campaña y otra: “Aníbal cruzó los Alpes por caminos que ya en esa época eran muy transitados, por ser vías obligadas de intercambio comercial. Y aunque no pueda afirmarse que su transitabilidad fuese fácil, tampoco debe considerarse que pudiera presentar grandes dificultades, puesto que el general cartaginés pudo llevar consigo elefantes, carros de combates y sus largas columnas de abastecimiento.
San Martín atravesó los Andes por empinadas y tortuosas huellas, por senderos de cornisa que solo permitían la marcha en fila india, imposibilitado materialmente de llevar vehículos y debiendo conducir a lomo de mula su artillería, municiones y víveres, aparte de haber tenido que recurrir a rústicos cabrestantes e improvisados trineos para salvar las más abruptas pendientes con sus cañones. ¿Habría podido Aníbal franquear las cinco cordilleras de la ruta de los Patos, escalando, con elefantes y vehículos, los 5000 metros del Paso Espinacito?”
El éxito de la expedición a Chile y la caída en este país del poder español daban amplitud americana a la revolución argentina y desembarazaban de enemigos a la parte austral del continente. Aliviaban además la situación de las provincias cuyanas por el restablecimiento del tráfico trasandino y constituían la etapa necesaria para la consumación del plan sanmartiniano en el sentido de asestar el golpe decisivo al baluarte de la resistencia española en el Perú. El Libertador no quiso aceptar el mando supremo de la nación rescatada. Designó para el cargo de Director a su compañero de lucha, el general O’Higgins, reservándose para la jefatura militar de la próxima campaña. Refiriéndose a dicha gesta emancipadora de los pueblos americanos el mismísimo General Perón profetizó que los argentinos nos encontramos “en el espíritu de un pueblo magnífico, capaz de jugarse la vida como en los años de la independencia americana por la libertad ajena sin exigir nada a cambio. No somos un país imperialista pero tampoco queremos entrar en la lista de los satélites”.
Las batallas libradas por nuestro Libertador despiertan en los argentinos un hondo sentimiento de orgullo. Por este motivo, existen grupos sectarios y minoritarios (pero al mismo tiempo muy influyentes) que tratan de apropiarse la figura del Padre de la Patria, entre ellos la masonería y la historiografía mitrista-liberal filounitaria.
Con motivo de cumplirse el aniversario de las batallas de San Lorenzo y Caseros, la “Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones” publicó una carta en La Nación (26/1/98), manifestando que la masonería argentina “desea expresar, con serena unción, que San Martín y Urquiza han integrado el rol de miembros conspicuos”. En cuanto al segundo podemos decir que fue miembro de una logia masónica fundada en 1822 llamada George Washington donde alcanzó el grado máximo, el 33. Pero en cuanto al General San Martín y su supuesta filiación masónica basta remitirnos a los testimonios de Mitre y Sarmiento, dos afamados masones de nuestra historia, quienes dicen lo siguiente sobre la relación entre San Martín y la masonería.
Bartolomé Mitre escribió: “La Logia Lautaro no formaba parte de la masonería y su objetivo era sólo político”. Por su parte Sarmiento expresó lo siguiente: “Cuatrocientos hispanoamericanos diseminados en la península, en los colegios, en el comercio o en los ejércitos se entendieron desde temprano para formar una sociedad secreta, conocida en América con el nombre de Lautaro. Para guardar secreto tan comprometedor, se revistió de las fórmulas, signos, juramentos y grados de la sociedades masónicas, pero no eran una masonería como generalmente se ha creído…”. Incluso Ricardo Rojas, uno de los biógrafos de San Martín más conocidos, en su obra “El santo de espada” afirma que “no existe ningún documento para probar que San Martín haya sido masón”. Es decir que la Logia Lautaro fue una reunión de americanos con exclusivos fines políticos y militares como lo fue en el siglo pasado el G.O.U que llevó a cabo la Revolución del ‘43. En otras palabras, existían grupos políticos y militares al margen de la masonería e independientes de su ideología y sus mandatos, con frecuencia opuestos ideológicamente a ella y que se reunían en la prosecución de objetivos políticos y/o militares.
En un interesante artículo relativo al tema, Gerardo Bra, en la Revista Todo es Historia, destaca la investigación que por más de tres décadas realizó Patricio L. Maguire, miembro de la Junta de Historia Eclesiástica Argentina, dependiente del Episcopado. De esa labor, brota su refutación a la tesis masónica, a la que califica de fabulosa mentira urdida por masones argentinos y sus acólitos, con el fin de obtener renombre, prestigio, en favor de la masonería argentina. Maguire argumenta que las logias masónicas no permiten las discusiones políticas –fundamentales en la lucha de San Martín- y que, asimismo, fueron notorios masones sus más destacados enemigos, como Rivadavia, Cochrane y los hermanos Carrera. Aporta, finalmente, una comunicación de la Gran Logia Unida de Inglaterra, la cual, contestando una carta suya, aclara que la Logia Lautaro “[...] no tenía relación alguna con la francmasonería regular, y que San Martín, entre otros argentinos mencionados, nunca fue miembro de logias bajo la jurisdicción de la Gran Logia Unida de Inglaterra [...]” Sin embargo, a pesar de estas refutaciones que hemos realizado, algunos historiadores se empeñan en decir que el retiro de San Martín del Perú se debió a una decisión masónica disponiendo que Bolívar se hiciera cargo del mando en la gesta libertadora. Lo cierto es que San Martín llegaba debilitado, paradójicamente, por la falta absoluta de apoyo de su masónico enemigo Rivadavia secundado por los directoriales y los logistas unitarios. Es decir, que su sentimiento patriótico lo pondrá en conflicto con las órdenes de la Logia, cuyos venerables, entre ellos Alvear, le harán llegar sus advertencias cada vez más amenazantes por su indisciplina. La situación hará eclosión con la desobediencia de Rancagua, cuando el general San Martín decide resistir la orden de regresar a Buenos Aires con su ejército para defenderla del acoso de los caudillos López y Ramírez, abandonando la campaña de los Andes. Fue ésta una de las razones para que todo se hiciera muy difícil para San Martín de allí en más.
Siguiendo esta línea de de razonamiento, otro afamado masón con el que tuvo que lidiar el general San Martín fue el marino británico Cochrane. Este innoble personaje llego incluso a hacer peligrar la campaña sanmartiniana al Alto Perú negándole su escuadra naval lo cual nos lleva a preguntarnos si San Martín hubiera sido efectivamente un agente al servicio del imperialismo inglés y de la masonería, ni Cochrane ni ningún marino inglés y masón como él, se hubieran atrevido a oponer el más mínimo obstáculo a la campaña emancipadora llevada a cabo por nuestro consagrado prócer. Antes el contrario, se hubiera constituido en el solícito y entusiasta colaborador de dicha empresa.
En el caso concreto de San Martín, existen posiciones centrales del Gran Capitán decididamente contrarias al interés británico: 1) su negativa a servir los intereses de la burguesía comercial criollo-británica en 1820; 2) su antagonismo político con Rivadavia y su grupo, expresión de aquellos intereses; 3) su lúcida comprensión acerca de la necesidad de unificar a la América Española, en rotunda oposición a la política balcanizadora (de “dividir para reinar”) implementada por los ingleses en América; 4) su apoyo a la Confederación Rosista, en 1945, ante la agresión anglofrancesa.
Otro argumento que esbozan los cipayos para descalificar al Padre de la Patria es la suposición de que San Martín haya sido traidor a España y desertor de su Ejército. Para refutar semejante ignominia trascribiré a continuación el dictamen redactado en respuesta a la solicitud de retiro del entonces Teniente Coronel Don José de San Martín: “Este oficial ha servido bien a los veintidós años que dice y tiene méritos particulares de guerra, principalmente los de la actual le dan crédito y la mejor opinión. Por mi parte hallo fundado el motivo que expone para pedir su retiro y traslación a América…”. Como está visto, San Martín pidió el retiro del Ejército español, cumpliendo rigurosamente todas las normas legales vigentes, con la máxima transparencia, a la luz del día. La nota en que España le acuerda el retiro es sumamente honrosa para el peticionante, como que dice de él, que sus veintidós años de servicios en la Península “… le dan crédito y la mejor opinión”.
Continuando con la reseña histórica, al llegar a Buenos Aires se le acusó de haberse convertido en un conspirador. Desalentado por las luchas internas entre unitarios y federales decidió marcharse del país con su hija, quien había estado al cuidado de su abuela. El 10 de febrero de 1824 partió hacia el puerto de El Havre, Francia. Tenía 45 años y era Generalísimo del Perú, Capitán General de la República de Chile y General de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Luego de un breve período en Londres, se instalaron en Bruselas y poco después en París. En 1828 intentó regresar a Buenos Aires, aunque no llegó a desembarcar. El levantamiento de su antiguo compañero de armas Juan Lavalle contra el gobernador Manuel Dorrego, el posterior fusilamiento de Dorrego, las rivalidades y la profunda decepción que sentía por lo que acontecía en la política del país fueron los motivos principales para que San Martín decidiera instalarse definitivamente en Europa.
En una carta a su amigo O’Higgins el General San Martín se refería de esta forma a los golpistas unitarios: “Los autores del movimiento del 1º de diciembre (Pronunciamiento de Lavalle) son Rivadavia y sus satélites, y a usted le consta los inmensos males que estos hombres han hecho, no sólo a este país sino al resto de la América con su infernal conducta: si mi alma fuese tan despreciable como las suyas, yo aprovecharía esta ocasión para vengarme de las persecuciones que mi honor ha sufrido de estos hombres, pero es necesario enseñarles la diferencia que hay entre un hombre de bien y un malvado”. En referencia a Lavalle se refiere también en los siguientes términos: “Sería yo un loco si me mezclase con esos calaveras. Entre ellos hay algunos, y Lavalle es uno de ellos, a quien no he fusilado de lástima cuando estaban a mis órdenes en Chile y en Perú. Los he conocido de tenientes y subtenientes; son unos muchachos sin juicio, hombres desalmados”. Por eso, en cuanto al protagonismo que la Historia oficial brinda a personajes como Rivadavia o Lavalle, las palabras del Padre Castellani reflejan de manera tragicómica esta situación cuando dice que “no es un mal que en la Argentina hayan habido traidores, el mal esta en hacer estatua a los traidores y adorar las traiciones”.
A modo de conclusión y para dejar en claro cuales eran las preferencias políticas del Libertador, como así también su inclaudicable patriotismo, citamos la famosa frase que San Martín le escribiera al Restaurador de las Leyes denunciando la perfidias unitarias: “Lo que no puedo concebir es el que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempos de la dominación española: una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer”.

San Martín que tu nombre
honra y prez de los pueblos del Sur
aseguren por siempre los rumbos
de la Patria que alumbra tu luz.

PABLO GOVI

Bibliografía:

- PALACIO, Ernesto, Historia Argentina, Buenos Aires, Abeledo Perrot, 2004.
- GALASSO, Norberto, Seamos libres y lo demás no importa nada, Buenos Aires, Colihue, 2000.
- O’DONNELL, Pacho, Los héroes malditos, Buenos Aires, Debolsillo, 2006.
- UZAL, Francisco Hipólito, San Martín contraataca, Buenos Aires, Theoría, 2002.

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